N.A: Finalmente vi YOI y terminé encontrando una nueva otp y fuente de inspiración: el Pliroy. Este es el primer fic que escribo del fandom y no es algo rebuscado o muy bien narrado, solo quería sacarme la espina de escribir algo de ellos.

Todos los derechos le pertenecen a Kubo y demás involucrados (yo solo puedo soñar con que tengo un propio JJ exclusivamente para mi).

Este es un fic JJxYuri, si no os gusta la shipp por favor daos media vuelta y buscad algo de su gusto. Así todos felices :)

Publicado anteriormente en wattpad.


El plan del gatito ruso.

Yuri ha estado interesado en alguien desde hace un tiempo. Podría decirse que tiene un crush, aunque en realidad el tema amenaza ser más que eso.

Pero es una idea imposible, y la invitación con letras plateadas que sostiene en su mano se encarga de remarcarlo: JJ se casará con Isabella dentro de dos meses.

Arrugando su frustración a la par con el bonito papel, decide que ese fin de semana —en la recepción a la cuál acaba de ser invitado—, se acercará al canadiense para solucionar de una vez por todas la tensión sexual que éste se encarga de provocarle aún sin proponérselo.

I

JJ estaba sonriente; su boda con Isabella ya tenía fecha escrita, y aunque muy en el fondo albergaba un leve atisbo de duda que le hacía preguntarse si eso era lo correcto, el ver a su novia de toda la vida tan entusiasmada con la idea lo hacía patear dichos pensamientos lejos, reemplazándolos por la idea de que si ella era feliz él también lo sería.

Después de todo así funcionaban las relaciones matrimoniales, ¿no?

Y para demostrarse a sí mismo dicha seguridad y contagiarse de esa felicidad, decidió realizar una fiesta de compromiso formal. El Rey iba a casarse pronto y quería que todos compartieran su momento.

Yuri apenas miró la invitación antes de dejarla abandonada sobre la mesa con un gesto de desinterés y dirigirse hacia la nevera. Buscó una lata de cerveza.

—Entiendo si no quieres ir...

Otabek le miró de reojo, estudiando su reacción porque de verdad entiende. Él sabe que no es simple antipatía lo que el rubio siente por el canadiense; lo sospechaba de antes y lo confirmó cuando ambos afianzaron su amistad y pudo conocer a Yuri más allá de la cáscara malhumorada y fría que lo caracteriza. Lo que a Yuri le pasa con Jean-Jacques Leroy es algo que quizás incluso al rubio le sea difícil comprender, y esa es tal vez la razón por la cual acabó naciendo de parte del ruso un aura de desprecio pintada de odio.

Pero Otabek no es ciego; él puede notarlo, entenderlo. Lo ve cada vez que el rubio mira de soslayo a su "enemigo", jurando que nadie lo nota; lo ve en las muecas de verdadero fastidio que le ensombrecen el rostro cuando el canadiense aparece acompañado de su novia. Así que si Yuri decide no asistir a la famosa recepción de compromiso él solidarizará con su amigo. Es lo menos que puede hacer.

Pero no espera la respuesta segura que abandona los labios de su compañero. Estrechando los ojos en una mueca que indica total determinación, con esa mirada que le ha visto hacer otras tantas veces antes de pisar el hielo o decir algo importante, Yuri responde que sí, que irá a esa maldita fiesta.

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La casa de vacaciones de los Leroy en Italia es grande, sofisticada y bonita. El patio trasero es una verdadera maravilla coronado con la piscina y fuente de piedra que parece casi natural. Hay varios mozos jóvenes que van de un lado al otro llevando consigo bandejas de canapés con rellenos exóticos y equilibrando copas de diversos licores sobre ellas. La música suena moderada desde el interior de la sala mientras los invitados se despliegan por la planta baja saliendo y entrando a través de las puertas abiertas de par en par.

El brindis formal ya se hizo, las personas mayores -algunos familiares de Jean e Isabella- se han retirado y la recepción comienza a tomar tintes de fiesta a esas horas. El alcohol le ha quitado la timidez a más de uno y ahora hay un montón de gente alegre en el patio.

Viktor y Chris están cantando y bailando a un lado de la piscina, seguramente con varias copas de alcohol en las venas. Aunque, siendo sinceros, esos dos no necesitan alcohol para hacer ridiculeces como esas. Phichit abusa de su celular tratando de captar cada suceso con el flash de su cámara, Sala baila con uno de los integrantes de la banda de JJ y Emil trata de contener a Micky para que este no se abalance sobre el desprevenido tipo.

Aquí y allá hay grupos de personas conversando entre ellos, divirtiéndose a su manera. Hasta Otabek mismo se ha visto arrastrado por la explosiva Mila hacia algún rincón de la casa; Yuri no quiere pensar en qué va a terminar todo eso. Recargado de espaldas sobre la barra de licores de la sala el rubio se dedica a mirar a la pareja festejada a través de la ventana que da al fondo: sujeta del brazo de JJ, Isabella platica animadamente frente a otras chicas, seguramente presumiendo de forma poco sutil a su novio. Jean se ríe en voz alta, causando que más de una invitada se sonroje y desvíe la mirada apenada hacia otro lado. Yuri hace una mueca de fastidio mientras apura el contenido de su cerveza. Viktor ya anduvo por su lado recordándole que no bebiese demasiado, pero él no pretende hacerle caso. Además, el ruso mayor no tiene moral para darle ese tipo de consejos, no cuando ahora mismo está bailando abrazado al suizo cada uno con una botella de vodka en la mano.

Su mirada regresa de vuelta a la pareja. Isabella ha soltado finalmente a JJ y este la deja hablando con sus amigas para retirarse a otro lado. Yuri lo ve acercarse a Emil, que continúa riéndose de la cara de furia que lleva Micky. Intercambian algunas palabras, Jean parece decir algo sobre la situación del italiano porque este se gira a verlo con aire asesino y el canadiense se retira entre risas. Más allá se detiene a conversar con Seung. Yuri toma otra botella.

Las personas a su alrededor no son conocidos suyos, pero aun así siente las miradas curiosas de más de alguno sobre su persona, cuestionándose qué hace un joven tan serio y atractivo como él mirando hacia el patio con cara de pocos amigos. A Yuri no le importa. Él tiene un plan, y piensa seguir con él hasta las últimas consecuencias.

JJ echa a andar en dirección a la casa y Yuri sonríe por lo bajo, acariciando el cristal frío de su botella. Esta es su oportunidad.

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Jean se apoya en la barra, dejando caer todo su peso en el asiento y suspirando fuerte; necesita otro trago. Es la única manera de quitarse la incomodidad oculta que le da brochazos de duda a su conciencia: es una fiesta bonita, todo el mundo se está divirtiendo, hay personas que él considera importantes allí...y aun así no puede compartir esa felicidad que irradia en el ambiente. No del todo.

Alguien tose a su lado y Jean desvía la mirada hacia su invitado. Parpadea sorprendido ante el reconocimiento del ruso, él hubiese esperado que a esas horas el chico ya se hubiese retirado. Sonríe amable, dispuesto a intentar entablar una charla, después de todo es prácticamente un milagro que el rubio accediera a ir a la fiesta.

—¿Te diviertes, Yuri-chan?

"No, pero eso va a cambiar".

Yuri sonríe de lado comenzando a tejer las hebras de su plan maestro. Levanta la mano para acomodarse un mechón de cabello tras la oreja y se gira para mirar a JJ sentado junto a él con esa sonrisa idiota adornándole la cara.

—Tu casa es bastante bonita —comenta, sonando casual—. No sabía que tus padres tuvieran posesiones en Italia.

JJ se acerca un poco más, contento de poder entablar una conversación con el rubio que no comience con insultos.

—La compraron hace unos años —explica—, pero solo venimos aquí para las vacaciones. A mis hermanos les encanta.

Yuri asiente con la cabeza, mostrándose interesado.

—¿Planeas mudarte cuando te cases?

La sonrisa de Jean vacila en los labios. Esa parte reprimida de él que duda sobre su compromiso quiere escaparse a través de sus ojos, pero lo disimula nuevamente. Alarga la mano para tomar la botella que Yuri dejó en la mesa y procura sonar convencido cuando contesta.

—Tal vez. Es un lugar bonito y a Isabella parece agradarle.

El ruso alza una ceja. La pequeña señal de duda de Jean no ha pasado desapercibida para sus ojos, y el hecho de que ahora el canadiense esté bebiendo de su botella le da ánimos para continuar con su plan. Manteniendo el tono casual mientras finge pasear la mirada por las paredes vuelve a comentar:

—Parece que es bastante grande para una familia.

Jean lo mira de reojo, aún con la botella ajena en la mano, y una idea inocente cruza entonces por su cabeza. Una idea que quizá le libre del tedio.

—¿Quieres que te la enseñe?

Yuri sonríe internamente, satisfecho con el rumbo de la situación.

—Okey.