¡Hola! Estoy tratando de escribir oneshots nuevamente y ahora traigo una historia de Inazuma Eleven Ares no Tenbin.
Personajes: Haizaki Ryouhei, Miyano Akane
Disclaimer: Inazuma Eleven Ares no Tenbin no me pertenece, es propiedad de Level 5.
Visitando a Akane en el hospital
Haizaki Ryouhei se tomó su tiempo buscando algún regalo para Akane, tal y como llevaba haciendo cada fin de semana desde que ella volvió en ese estado: Totalmente estática e incapaz de articular siquiera una palabra. La visitaba en el hospital a diario, tal vez en algún momento pudo haberse rendido por no recibir respuesta alguna al hablar con ella, pero el cariño enorme que tenía hacia Akane y su profundo odio hacia los que la dejaron en ese estado eran razones suficientes como para que siguiera visitándole.
Haizaki pensaba que algún día ella reaccionaría, el doctor le había dicho que él mismo no tenía claro lo que le había pasado a ella y que sin saber la causa no se podría saber la cura para lo que ella tenía. Solo una cosa estaba clara para Haizaki Ryouhei, y era que los culpables tenían que pagar… Sin embargo, hasta que pudiera tomar su venganza, había algo igual de importante que hacer.
–Akane… Volví –entró a la habitación de hospital con una cesta de frutas y una bolsa de papel en la que traía un regalo para ella–. ¿Qué tal el día?
Parecía una tontería seguir preguntando después de tanto tiempo, pero era parte de la rutina que ya tenía establecida en cada visita. Haizaki aprovechó el silencio para colocar la cesta de frutas en la mesita al lado de la cama de Akane y la bolsa de regalo encima de la cama. Se sentó en la misma silla de siempre y sacó un oso de felpa de la bolsa.
–¿Sabes? A veces pienso que quizá ya no te gusten los osos de felpa, pero cuando los veo no puedo evitar acordarme de ti… Las enfermeras me dijeron que no llene demasiado este espacio y por eso cada vez que te traigo uno nuevo, me llevo el anterior…
Haizaki tenía un nudo en la garganta, intentó aclararla para seguir hablando.
–Tengo muchos osos de felpa en casa… Son bonitos, supongo. Cuando estés bien y puedas volver a tu casa, llevaré todos los osos a tu habitación y jugaremos todos los días como era antes…
Akane permanecía ahí, inmóvil y mirando hacia la nada. No podía hacer nada más y eso era algo normal. Sin embargo, seguía doliéndole mucho a Haizaki, quien sacó un paquete de pañuelos de su bolsillo para limpiarse las lágrimas antes de continuar.
–Quisiera presentarte a mi equipo de soccer –Haizaki parecía estar un poco más tranquilo que unos segundos atrás–. Últimamente no me siento tan molesto con ellos cuando no juegan bien, incluso estuve asistiendo a algunos entrenamientos. Es… ¿divertido?
Por un segundo, Akane abrió los ojos de más sin que Haizaki lo notara –tenía la mirada fija en el piso y no hubiera podido darse cuenta, aunque quisiera–. A Akane sí le importaba Ryouhei, sí escuchaba todas y cada una de sus palabras y sí moría por poder volver a responderle. No era mucho lo que quería decirle a él, solo que ella estaba bien y que quería que él deje de preocuparse tanto por ella, que disfrute su propia vida. Puede que en algún punto el soccer haya sido la clave para que Haizaki poco a poco pueda volver a vivir su propia vida sin sentir tanta culpa por lo que ella estaba pasando, y ella quería decirle que juegue, que se divierta con su equipo y que la espere.
–…
Pero no tenía permitido decir absolutamente nada. No era un asunto de que no quisiera hablar con él, era una de las reglas y no podía fallar. Si lo hacía, todo se estropearía y tantos años en silencio hubieran sido en vano. A sabiendas de que Ryouhei seguía sin mirarle directamente, Akane se mordió un poco la lengua para que el dolor le ayude a mantenerse bajo control, a no hablar ni mostrarse emocionada bajo ninguna circunstancia. Sabía que estaba siendo vigilada constantemente para cumplir su deber, y que el castigo era algo que ella no sería capaz de tolerar.
–Viajaremos pronto de campamento con el club de soccer y no podré visitarte por un par de semanas –Haizaki levantó la mirada para encontrarse nuevamente con el rostro totalmente paralizado de Akane y su mirada perdida en el horizonte–. Te traeré como recuerdo un llavero de Kumazou que solo venden en la tienda de regalos de ese lugar, así que espérame. Volveré, siempre lo hago y siempre lo haré…
Haizaki se levantó, dejó el oso en la mesa al lado de la canasta y salió de la habitación de hospital, cerrando la puerta al salir. Caminó por el pasillo que ya conocía tan bien, algunas enfermeras que le conocían le saludaron al pasar. Llegó a la puerta de hospital y fue caminando hacia su casa mientras pensaba en los preparativos para el viaje con su club.
Mientras tanto, desde que Haizaki salió de la habitación de hospital, algunas lágrimas se deslizaron por las mejillas de Akane. Acercó un poco su mano al oso de felpa, sin tocarlo. Dentro de su mente, le deseó un buen viaje a Haizaki e imaginó las anécdotas que le contaría una vez volviera.
Le esperaría todo el tiempo necesario, después de todo, Ryouhei la había esperado por mucho más tiempo...
