Prólogo
Era una cálida tarde de finales de verano. Mientras Judith mojaba sus pies en el agua helada de la piscina, pensaba en todo lo que se le avecinaba. Suspiró audiblemente antes de volver a la realidad, de la que solía evadirse.
1 de setiembre. En el andén 9 i ¾ de King's Cross muchos chicos se amontonaban en el andén, despidiéndose de sus familias, antes de coger el tren que les llevaría a Hogwarts. Después de la muerte de Cedric Diggory a finales del curso anterior, los padres colmaban de mimos aun más que de costumbre a sus hijos.
Aunque no todos se despedían de sus familias. Una chica arrastraba como podía su baúl, que parecía más grande de lo normal. Vestía ropas muggles: unos pantalones piratas tejanos muy anchos, que dejaban ver una parte de su ropa interior, unas bambas convers negras y una camiseta sin mangas, ligeramente ajustada, que dejaba ver su ombligo. Su pelo era rubio y muy largo, y sus ojos, de un azul clarísimo. Podría decirse que era el prototipo de inglesa. Así que Jude, como prefería que le llamaran, consiguió subir al tren y empezó a buscar un lugar en el que sentarse. Por suerte había llegado temprano, y pudo encontrar sin mucha dificultad un compartimento vacío. Con esfuerzo acomodó su baúl, habiendo sacado antes un cuaderno y un estuche y un mp3.
Y gracias a la música (y a los dulces que le vendió la señora que pasó con el carrito) el trayecto hasta Hogwarts le pareció más corto de lo que en realidad era.
