.

Solo yo puedo tocarte

.

Okikagu Week 2018

Día 1: Sougo Yandere

.

Semi AU

.

Todo comenzó cuando él solo tenía ocho años de edad. Esa noche primaveral habían ido a dormir temprano, lo normal para despertar a primera hora y comenzar con el entrenamiento en el dojo.

Era bien sabido que los amantos prohibían el uso de espadas, pero el Bokken, era un arma aceptada mayormente por la ausencia de filo, peligro que representaba para todos esos visitantes indeseados.

Sougo no comprendía, con sus escasos diez años, lo amenazante que eran esos sujetos en aquella época. Vivir lejos de la ciudad lo mantenía ajeno de ese peligro, las matanzas eran solo rumores, el campo tenía la afable virtud de ser un lugar tranquilo.

Tal vez por eso no lo vio venir…

Un estruendo en la puerta y pasos apresurados irrumpieron la residencia Okita destruyendo y quemando a su paso. El ruido tan ensordecedor de armas de fuego muy superiores a sus marchitas espadas lo habían levantado de la cama con preocupación. Salió en dirección de la sala de estar, su primera intención fue buscar a su familia y resguardarse del peligro. Pero termino topándose con los cadáveres de sus padres en el pasillo.

Con la sangre escurriendo por las cientos de heridas que presentaban. Con su carne quemada producto del impacto de los cañones, vio por última vez el rostro de su madre con lágrimas escurriendo por su rostro mientras intentaba desesperadamente rosar, con su último suspiro, la mano de su difunto esposo.

― ¡mamá!―intento acercarse para salvarla, pero unos brazos de tez verdes y grandes músculos, lo apartaron de sus padres.

Con un grito desesperado e intentos por soltarse, Sougo comenzó a vislumbrar la actualidad dejando en el pasado sus memorias que de tanto en tanto aparecían coladas entre sus sueños.

― ¿otra vez con tus pesadillas?―la voz aniñada y atrayente de su acompañante lo hizo calmar su respiración agitada. Se sentía oprimido por los sueños del pasado, momentos que desearía borrar para siempre. Aunque unas simples palabras que esa mujer le daba lo volvían a la nube de fantasía donde se permitía descansar de vez en cuando.

Se sentó en la cama, busco a tientas su camisa encontrándola en el piso. Estaba arrugada y sucia, de momento se la pondría para poder ir al baño. Aunque siempre estaba la opción de caminar sin nada de ropa dejando que su compañera lo observara embelesada.

―la verdad es que…―suspiro con cansancio mientras colaba una de sus piernas por sus pantalones.

La mujer a su lado estaba vestida, como de costumbre, con su característico hanfu en tonos rojos con detalles en dorado. Su cabellera bermellón llamativo se extendía a lo largo de su espalda llegando a tocar su estrecha cintura. Ella era el motivo por el que seguía respirando y la razón por la que se aferraba a vivir.

La miro obteniendo toda su atención. Estiro sus brazos hacia su cintura y la atrajo fuertemente a su posición. Roso su cuello con sus labios y busco el mayor tacto posible con su piel. Sougo no estaba pensando con lujuria, el buscaba la manera de hacer más real ese encuentro, tocar su piel le daba la afirmación de que todo aquello no era un sueño, si no una realidad.

―…la verdad es que los sueños se han vuelto más rutinarios―confeso― ¿Kagura, te acuerdas del día en que nos conocimos?―la mujer a su lado acaricio la espalda del joven brindándole el cuidado que se merecía.

―claro―murmuro tomándolo del rostro mientras lo alejaba de ella―ese día te conocí… y también fue uno de los días en que asesine despiadadamente―

.

Ocho años atrás, en un hogar marchito.

Sougo sentía como el pánico lo inundaba. Tanto él, como su hermana habían sido amarrados de brazos y piernas. Con vendas empapadas en sudor, seguramente de algún otro apresado, cubrieron sus ojos comenzando con un juego psicológico.

esa chica es muy bonita, tal vez la quieran en Yoshiwara, ¿no lo crees?―pregunto uno de los sujetos― al niño lo podemos enviar a las minas en el norte de rakuyou―

El llanto ahogado de su hermana lo alertaba más, la única familia que le quedaba y se disputaban por su muerte o algo mucho peor.

basta, dejen de discutir. Las prostitutas abundan, la recompensa por matar a todos estos samuráis renegados es mucho mejor―hablo el comandante con mucho peso en su voz―mátenlos de una vez. ―dio la orden a sus subordinados acabando con esa platica sin sentido.

Fue el momento donde su corazón se detuvo, su hermana gritaba por piedad mientras los gritos desaforados del comandante daban la orden de preparar sus cañones. Un ´´por favor´´ de parte de Mitsuba helo su sangre y presiono sus ojos buscado no sentir dolor. Pero a pesar de escuchar disparos, ninguno impacto en su cuerpo.

Gritos, forcejeos, golpes y más detonaciones de arma se oyeron en la proximidad de ese lugar de muerte. El llanto desaforado de Mitsuba y el sonido de los huesos romperse preocupaban hasta el infarto al menor.

Cuando el silencio comenzó a apaciguarse, unos pasos empapados chapuzaron en ríos de agua, al menos eso era lo que Sougo creia.

Con un movimiento fluido ambos fueron desvendados dejando ver la figura de una fémina de cabellos bermellón con el rostro cubierto por una máscara de kitsune. A sus pies los charcos de sangre de los cadáveres despedazados y las ropas chinas manchadas de ese color escarlata. De fondo el crujido de la madera en llamas se vencía para terminar desmoronándose, su casa estaba hecha cenizas.

deberían irse―murmuro detrás de la máscara―muchos otros podrían regresar―su mano derecha ascendió hasta el kitsune separándolo de su rostro, dejando verse―no pueden perder tiempo―

Los rasgos de ella impactaron a Sougo. Su rostro, sus finos rasgos, sus ojos azul profundo, su pálida piel, era llamativa como pocas, atractiva como ninguna, pero sin embargo algo le decía a Sougo que no era específicamente eso lo que lo había dejado tan interesado en ella.

.

―hoy recibí un mensaje, proviene de un campesino a las afueras de la ciudad―comento sacándolo de sus recuerdos― parece ser que alguien lo está molestando―comento con cansancio―iremos en la noche… pero Sougo…―suplico con su mirada, pero este negó sus ideas ante de siquiera expresarlas.

―si tanto te duele matar, no te preocupes, yo manchare mis manos por ti―beso su frente impulsándose para levantase de una buena vez. Agarro su katana para llevarla a afilar, dejando perpleja a su enamorada.

Uno de los pocos herreros que aun tenían las agallas para forjar un arma tan problemática y prohibida como lo era la katana, creo un filo duradero y resistente para él. Había sido un regalo por defenderlo de esos indeseados amantos.

Kagura también era un ser proveniente de otro planeta, con habilidades extraordinarias como la rápida curación, su fuerza sobrehumana y la agilidad para moverse tan rápido como le sea necesario. Podía prever, con una diferencia de segundos escasos, los movimientos de su enemigo. Kagura era un arma mortal para cualquiera, pero a diferencia de lo que uno podría imaginarse, ella odiaba matar.

Esa vez que la conoció, cuando su máscara termino de alejarse de su rostro y los ojos rojizos del infante se agudizaron, pudo vislumbrar el recorrido doloroso de una lagrimas marcar sus mejillas.

Lo pudo asegurar muchas veces cuando ella era arrinconada a arrebatarle la vida a alguien. Una causa por la que el había optado en tomar su puesto. Si era por ella mataría a todo aquel que se le pusiera adelante, protegiéndola como ella lo había hecho con él y a su adorada hermana.

.

En aquellos dulces años de su juventud, la chica de ropas chinas los había arrastrado lejos de los campos, profundizando sectores más urbanizados sin tocar el centro de la ciudad. Parecía ocultarse de algo.

Teniendo viajes de golondrina, terminaban tan exhaustos como hambrientos. Kagura se notaba experta en vivir de aquella manera, pero notaba la fatiga de ambos y la falta de costumbre por recorrer distancias tan extremas. Así que tomo una decisión.

necesito que los ocultes―de un momento a otro habían caído en un dojo bien arreglado, pulido y en perfecto estado. No se sentía como si fuese a ser destruido por amantos.

El hombre de sonrisa radiante los recibió con una impresionante bienvenida. Isao Kondo era su nombre, un futuro policía, guardián de la seguridad y el orden.

Pero no estaba solo, a su lado se hallaba Hijikata Toushirou, un joven de cabellera larga y oscura, con ojos claros y mirada seria. Ambos observaron al par de hermanos a su lado.

Kagura podía verse como una mujer fuerte y responsable, pero la verdad era que solo tenía dieciséis años, era infantil y tosca cuando entraba en confianza. Pero, a diferencia de los Yatos, prefería cazar sin compañía y llorar en soledad.

sería un placer―acepto rápido el mayor de ambos― ¿Cuáles son sus nombre?―pregunto risueño.

Sougo y Mitsuba Oki…―Kagura detuvo a presentación de mitsuba.

es mejor que no sepas mucho, ¿podrías ponerles otro apellido? Hijikata Mitsuba no suena tan mal, ¿no lo crees?―pregunto sin pensarlo mucho, sonrojando al par que no había parado de observarse.

Sougo agradecía a Kondo por enseñarle todo lo que era necesario al momento de esgrimir una espada. Los muñecos de paja que este fabricaba eran despedazados con total facilidad por joven Okita, quien no paraba de mejorar. Entrenaba más duro que cualquiera allí y todo se debía a una sola persona, ´´Kagura´´. Fueron meses los que estuvo a su lado, pero no podía dejar de pensar en ella, incluso a la edad de quince años no pudo dejar de imaginarla cerca de él, alterando sus hormonas, excitando su cuerpo y mente.

Cinco años y no había tenido ninguna noticia de ella.

.

Cerca de la hora pactada con un cálido atardecer de fondo, ambos partieron al encuentro de su cliente. Se podría decir que cobraban un pago para su sobrevivencia por salvar los dojos y herrerías que desearan seguir con sus antiguos trabajos, conservar el espíritu samurái.

―me alegro que hayan llegado, hoy será el cobro de la deuda y la inspección de los materiales―los recibió el hombre de avanzada edad en la entrada de su humilde casa estilo japonés antiguo― no encuentro la manera de ocultar las cuarenta y nueve katanas que tengo hechas― expreso dándoles el permiso de ingresar al interior de su hogar.

A Kagura le hizo gracia que no pueda llevar solo cuarenta y nueve katanas a un sitio mas oculto, ese anciano era un debilucho. Aceptando su invitación para ingresar, la dama se sacó sus zapatos en la entrada dejando a Sougo atrás.

El joven sintió algo muy extraño. Alguien los estaba observando. Con una rápida mirada a Kagura sentándose en un kotatsu con un vaso de te humeante recién hecho, la dejo para ir en la búsqueda de ese ser amenazante.

La flora tupida de esos lares daba la oportunidad para que cualquiera pueda esconderse entre esos matorrales. La llanura y las cosechas abundaban, pero siempre estaban esos sectores alejados de contaminación, humana y amanto, para crecer con abundancia, extendiendo sus raíces a sus anchas y esparciendo sus semillas por doquier.

Con espada en mano camino hasta que las sombras de los arboles cubrió el tacto del sol ocultándose en el horizonte. Algo le decía que era una trampa, una vil amenaza infundada para atacar la casa del herrero. No profundizo más y pego media vuelta de regreso. No se encontró con nadie y la ansiedad por volver a ver a su amada sana y salva comenzó a carcomerlo.

Pero para su mala suerte sus sospechas se hicieron realidad, la herrería estaba consumida por el fuego y una horda de guerreros lo esperaban, armados, a la salida de ese bosque.

De pronto el sonido del llanto y los gritos desesperados de su hermana, recuerdo de un pasado doloroso, se hicieron eco en el espacio, trayéndole los recuerdos más trágicos y los miedos más punzantes que podía llegar a tener, ¿acaso también iba a perder a Kagura? ¿No había nada que pudiera salvar? Sintió miedo, desgarro en su ser por haber sido tan estúpido de caer en esa trampa. Se vio a sí mismo como el niño miedoso que había sido a los diez años cuando encontró el cadáver de su madre intentando rosar la mano de su padre.

Pero algo estaba mal, ¿él sintió pánico por perderla? ¿Acaso se dejaría abatir por esas emociones? Si aún no estaba nada dicho. ¿Qué harían con ella? ¿Para que la querían? ¿Quiénes eran ellos para tocarla? Se la estaban arrebatando, delante de sus ojos y ¿no haría nada? No, eso jamás sucedería.

Fue cuando inconscientemente rio con ironía, esas criaturas tan asquerosas e inferiores osaban arrebatarle a Kagura. Muertos. Los quería ver muertos, con las tripas esparcidas por el suelo, arrancando el corazón de unos y la espina dorsal de otros. Quería clavar su espada dejando marcas de dolor sofocantes sin llegar a matarlos, permitiéndoles sentir todo el sufrimiento que ellos le brindaban al sacarle a Kagura de su lado.

El comandante a cargo de la primera fila de los amantos, observo con miedo y preocupación los ojos rojizos, brillantes de Sougo que se dejaban ver entre las hebras de su cabello. La sonrisa filosa y amplia que daba, helo la sangre a más de uno. Con un movimiento lento y grácil desenvaino su katana, filosa y resistente de su saya. Los seres delante de él solo pudieron llevar las armas al frente apuntando su cuerpo con la intención de disparar, pero las balas no salían, sentían que estaban delante de un verdadero demonio y el miedo destructor de su imperioso espíritu era consumido por la risa escalofriante de un verdadero asesino.

.

Ese día se había ido a buscar agua al lago, una tarea que se repartían diariamente. Esta vez le había tocado a él. Con quejas y gritos de por medio se había alejado del dojo. Veinte minutos tardaba en llegar, estaba bastante lejos a decir verdad. Pero esta vez decidió hacerlo más rápido, fue corriendo, kondo había prometido enseñarle a usar la katana.

Lo común era acercarse a la orilla y cargar los baldes de agua, como siempre lo hacía. Pero esa tarde el lago no era solitario.

Kagura estaba allí. La reconoció por su inconfundible cabello y su máscara kitsune. La noto más alta, más esbelta y atrayente. Se le seco la boca y su corazón comenzó a latir desaforadamente. No comprendía como ella podía causar tanto en él, no se conocían para nada. De ella solo sabía su nombre, aunque un dato más aterrador había llegado a sus oídos unas noches atrás…

´´―Kagura es una Yato―comento Kondo después de recibir la pregunta de Hijikata―un clan de mercenarios asesinos que no pueden controlar su sed de sangre― Sougo ya lo suponía, la fuerza de Kagura era descomunal y muy fuera de lo normal―es bastante irónico, sabes―murmuro dejando su vaso de sake a un costado―a pesar de ser criaturas tan poderosas, de poder vencer a cientos de enemigos, viven encarcelados al poder de su sangre―rio con pesar―Kagura-chan está intentando demostrar que si se puede vivir sin necesidad de matar, aunque no le está yendo muy bien―´´

Debería odiarla, como a todos esos extraterrestres que ocuparon las tierras de los samuráis, pero más allá de haber sido salvado, el jamás pensaría en odiarla. Ella era extraña, era tan humana como cualquier otro. La conoció por poco tiempo, seis meses no eran la gran cosa, pero había jugado, se había reído y mofado de muchas estupideces a su lado, ella era muy humana y quería seguir viendo esa forma de ser, extraña y poco elocuente, de ella.

¿Sougo?―pregunto al momento de darse cuenta que no era la única allí. Lo reconoció casi al instante, esos hermanos Okita tenían la particularidad de poseer ojos color rojizo, tan llamativos con la sangre.

El tiempo se congelo y a pesar de dar un leve asentimiento no supo más que decir.

.

¿Que había sido todo aquello? la euforia lo consumió a tal grado que no supo cuando su cuerpo había terminado empapado de sangre y viseras. Sostenía en su mano hígado, mientras a sus pies un cadáver sudoroso y caía sin su espina dorsal y un tajo en su vientre dejaba ver gran parte de su anatomía. Corazón, hígado, esófago, cerebro, toda una impresionante disección de un grupo de amantos se hallaba regada por el suelo. Busco a tientas algún idiota que hubiese sobrevivido.

No tardo en descubrirlo, aterrado y cubriendo su boca para no vomitar producto del sangriento y repulsivo acto que había visto, todo en primera fila. Caminando tranquilamente dándole tiempo a imaginarse la muerte dolorosa y sangrienta que tendría, Sougo termino de llegar al frente de ese inmundo ser para mirarlo con asco.

― ¿Dónde está?―pregunto iracundo.

―no… no se de quien hablas―mala respuesta, Sougo no estaba para esas payasadas, clavo rápido su katana en su mano derecha partiéndola a la mitad, dejando un dedo colgando en el proceso.

El grito desgarrador del amanto sirvió para calmarlo, era divertido torturar, pero no estaba en condiciones para eso. Kagura, debía encontrarla.

―durante mi educación, aprendí bastante―hablo con la vista perdida en un punto fijo―mi materia favorita era anatomía, mi maestro era un muy buen educador―saco un cuchillo de su cinturón y lo acerco de manera amenazante a su rostro―así que, si no hablas puedo mostrarte la cantidad de músculos que se esconden por debajo de tu repulsiva piel―

.

Había sido una buena tarde, Kagura le había prometido verlo durante la mañana siguiente y varias veces más de allí en adelante. De alguna manera eso lo tranquilizaba y alegraba. Acelero su paso, debía estar hace más de una hora en su hogar junto a su hermana, no quería preocuparla.

Mirando al horizonte vislumbro claridad, una llameante luz que cada vez se hacía más grande y abarcadora. ¿Acaso...?

.

Los alaridos de ese marciano eran música para sus oídos, gritaba como un niño pequeño y lloraba aterrado. No estaba dispuesto a cooperar, por lo que Sougo intento ser persuasivo de la única manera que él sabía hacerlo: torturando.

Con esa navaja paso levemente por sobre la piel de su brazo haciendo un tajo a lo largo, mientras la otra mano de ese inmundo ser permanecía clavada a un tronco impidiendo que escapara. Dos tajos más alrededor de antebrazo permitieron que de un tirón, Sougo desmembrara ese pedazo. Los gritos y alaridos no se hicieron esperar mientras la sangre comenzaba a brotar como el rio estigia, lleno de muerte y lamentos.

―como te dije soy un experto en anatomía, puedo darte clases si quieres―tomo su navaja nuevamente y apunto un musculo cerca de la unión de su brazo y antebrazo―este por ejemplo es el Extensor Carpi Radialis. Más abajo esta Digitorum, el Carpi Ulnaris y…―el llanto atenuante del agredido comenzó a cesar para implorar misericordia.

Era un amanto bastante fuerte, sus piernas estaban en igual de condiciones que su brazo ahora expuesto. Sougo sentía que si esto no ayudaba para nada buscaría desgarrar la piel de su pecho y espaldas, solo esperaba que no muriera desangrado antes de darle la ubicación de su amada.

―por favor… detente―sollozo.

― dime donde esta y detendré todo esto―

―el…―trato de calmar su adolorido cuerpo para coordinar la ubicación de esa mujer que tanto problema les había causado―ellos se la llevaron para consumar su matrimonio… un prostíbulo cercano era lo más…―un tajo en su yugular ahogo sus palabras mientras Sougo veía como su vida se le escapaba de su cuerpo.

¿Consumar su matrimonio? ¿Acaso esa era la principal causa por la que ella se ocultaba? A la mierda, que importaba si ella estaba casada, que importaba todo aquello, consumar un matrimonio… ella era de él y de nadie más.

Sabia de que prostíbulo hablaba, el único de la zona se encontraba a unos escasos minutos de allí, solo esperaba que no le hubiesen hecho nada, que ella siga siendo solamente de él.

.

El chico de quince años estaba muerto en vida, su hermana se encontraba encerrada entre las llamas y la destrucción de ese dojo… ¿Por qué sucedía nuevamente aquello?

¡miren, aún hay un sobreviviente!―llamo un sujeto corpulento con un arma de gran tecnología― a pesar que matamos a esas ratas―despotrico con asco―crear una policía terrícola, eso es blasfemia. Nosotros somos quien defenderemos a los terrícolas, ¿no lo crees?―pregunto con ironía al momento que otros soldados se acercaban a Sougo, quien seguía perdido en ese espacio alumbrado por las llamas que consumieron el cuerpo de su hermana.

´´Sou-chan´´ el recuerdo vago de su voz hizo tic en su ser. Se corrompió a si mismo con el odio y la sed de sangre que comenzó a emanar de su ser. Devorado por la agonía y el desprecio ataco salvajemente a todo aquel que se interpusiera en su camino.

Esa era la primera vez que creaba un rio Estigia a sus pies.

La primera vez que había matado.

La primera vez que había probado el sabor metálico de la sangre.

La primera vez que ella lo vio en su más primitiva fase.

.

Abriéndose paso entre el prostíbulo escuchando el sollozar de las geishas, Sougo temió lo peor, pero una rápida vista a la habitación lo hizo comprender el porqué del pánico en los ojos de todas aquellas personas. Kagura se había despertado nuevamente, la sangre de su amada había creado un marco escarlata brillante en esa habitación. Los pedazos de un cuerpo desperdigados por la habitación y una hermosa mujer de cabellera bermellón derramando lágrimas. Se lamentaba no haber llegado antes, las delicadas manos de su amada no deberían de mancharse con la sangre sucia de un ser tan inferior con ese difunto ser.

―Kagura―musito con calidez al momento de acercarse a ella.

Rápida, se abrazó a su cuerpo buscando consuelo por su terrible accionar. Trato de calmarla acariciando su cabeza con cautela.

Esa situación le hizo recordar cando mato por primera vez. Después de que la adrenalina dejara de fluir tan insistentemente por su cuerpo se vio en medio de una película de terror, abandonado y sin familia en la que apoyarse.

Pero ella había aparecido en medio de todo ese sacrilegio, brindándole calma, comprensión, acompañamiento en su luto. Lo había abrazado fuerte, dándole todo el apoyo que pudiera otorgarle. Kagura se había vuelto su sostén en los momentos más trágicos de su vida y él le otorgaría esa misma protección que recibió en aquellos momentos.

―Sougo, lo siento―musito derramando lagrimas―no te dije que…― ¿su matrimonio? Pensó él, no podría importarle menos. El sujeto se encontraba desperdigado por toda la habitación y si estuviese vivo su destino no sería diferente, claro, a manos de él mismo.

Sougo la silencio con un beso. Su investigación acerca de los Yatos era basta. A partir de los catorce años casaban a sus hijas con cualquier imbécil que beneficiara la fuerza de su familia, si la descendencia mejoraría la especie, bienvenido sea.

Al fin comprendía todo, ella se ocultaba para no terminar viviendo con una persona que no amara, teniendo hijos sin querer, sin desearlos.

―no importa―dijo acariciando su cabello―fui el primero, en tocarte, besarte y amarte de cualquier forma posible, ¿cierto?―ella asintió sonrojándose como una niña, tan humana como siempre.―Kagura, yo te amo y lamento no poder haber llegado a tiempo―tomo su rostro con ambas manos chocando sus frentes en una muestra de amor poética entre tanta muerte y tragedia.

―yo también te amo, Sougo―musito luego de escuchar sus palabras clavando sus ojos azules en los rojizos de él.―no tienes que disculparte de nada―

Para el último Okita que quedaba, aun, con vida, eso no era así. Ella lo salvo en más de una vez. Lo enamoro. Kagura tenía un valor incalculable para él, provocaba un sentimiento de apego muy profundo. La amaba con todas sus fuerzas, que no permitiría que aquello vuelva a suceder, antes muerto. Nadie podría alejarla nunca más de él.

―yo… no permitiré que nadie vuelva a ponerte en peligro―aseguro con fuerza―aun si es el mismísimo shogun, lo matare antes de ver sus inmundas manos sobre ti―

.

.

.

Aclaraciones:

Bokken: es un sable de madera empleado en diversas artes marciales provenientes del Japón

Kitsune: significa «zorro», animal que constituye un elemento de singular importancia en el folclore japonés, hasta el punto en que dicha palabra se utiliza tradicionalmente para nombrar a aquel espíritu del bosque con forma de zorro, cuya función clásica es la de proteger bosques y aldeas. Me resulto bastante interesante (principalmente por eso de proteger aldeas) el que Kagura sea quien use esa mascara para ocultarse.

Kotatsu: es un marco de mesa bajo hecho de madera y cubierto por un futón o una cobija pesada, sobre el cual se apoya la superficie de la mesa. Debajo hay un brasero, calentón o estufa, que a veces es parte de la estructura de la mesa misma (aunque esto la gran mayoría debe saberlo XD).

Hanfu: es la ropa tradicional usada por la etnia han de China (que ha sido la mayoría de la población durante toda la historia de China), hasta la Dinastía Qing. Dejare una imagen de la prenda en mi página de Facebook (Ebano Wigram), por si quieren ver como es.

Cuarenta y nueve: significa "muerte agónica" o ´´sufrimiento hasta la muerte´´ en japonés. No tiene mucha relevancia en la historia, pero quería dejar un poco de ironía de por medio, como un preludio para la tortura que Sougo le haría al amanto XD.