Vicio

Corporación Cápsula. Saga de los Androides.

La peli turquesa ya estaba harta, más arriba de la coronilla. Todos los días era lo mismo y no sabía si podría seguir resistiéndolo. Mañana, tarde y noche, a toda hora debía soportarlo, pero ni siquiera su mantra mental evitaba que mordiera su labio instintivamente al darle la espalda. Ya casi pensaba que era un acto totalmente calculado, pero eso no era posible. No viniendo de él.

Sí, él. Aquel ser malvado al que invitó coquetamente a quedarse en su casa, sin pensar realmente en las consecuencias. Aquel ser que la insultaba y la trataba de manera grosera cada vez que la veía. Aquel ser que descaradamente se paseaba solo en unos ajustados pantalones cortos por su casa, provocando en ella más de mil pensamientos lujuriosos, de los que ya no podía casi huir ni ocultar con mucho éxito. Estaba enviciada, a tal punto, que memorizó el horario en que ese ser salía a comer o simplemente al baño solo para hacerse la encontradiza, a sabiendas de que aquellos encuentros no serían para nada cordiales.

El primer día que lo vio así, no pudo impedir que su boca se llenara de saliva, sin embargo, luego de tragar duro, lo llamó descarado exhibicionista, a lo que él simplemente le respondió que ese atuendo se lo había entregado su propia madre y que si tanto le molestaba podía quitárselo y andar desnudo, tal como lo había sugerido cuando regresó. Bulma solo le gritó de vuelta que era un idiota y se retiró furiosa, sintiendo su rostro como una brasa.

Ese día iba camino a la sala, para ver la televisión luego de trabajar en los laboratorios. Y como todas las veces anteriores, se topó con su huésped en el pasillo. Pero esta vez algo era diferente. Él llevaba puesta una camiseta, cosa que en parte la alegró y en parte la defraudó.

- ¿Qué tanto me ves, humana? – le pregunto él, de manera casi neutral. Casi, porque su tono evidenciaba que sabía lo que ella miraba.

Ella se quedó sin habla un segundo. Él nuevamente la había sorprendido mirando su cuerpo y eso era realmente humillante, pero para disimularlo optó por hacerse la ofendida

- ¡Vaya! Veo que por fin entendiste que la gente no anda paseándose con el torso desnudo por la casa…- enseguida le hizo un desprecio y agregó - ¡Ni menos frente a señoritas decentes como yo!

-Ja, ja, ja – rio de buena gana él - No te creas tanto, mujer, que no lo hago por ti. Por si no lo has notado hoy esta más fresco que otros días… y aunque realmente no me molesta, no quisiera tener que interrumpir mi entrenamiento por un maldito resfrío.

Ella lo miró extrañada. El hombre parecía buscar conversación. Decidió seguirle el juego, para saber que tramaba.

-Tienes razón… - aceptó ella, con un tono más cordial - Pero solo se debe a que hay un problema con la calefacción…

Él la miró un momento y enseguida le dijo, muy serio – Entonces ¿A qué demonios estás esperando?

Ella pestañeó un par de veces no comprendiendo – No entiendo a qué te refieres…

El sonrió burlón y avanzó, sobrepasándola para decirle, sin voltear a verla – Me refiero a que ambos nos beneficiaríamos si solucionas aquello… - y sin decir nada más se alejó por el pasillo.

Bulma quedó de una pieza, mientras su rostro casi explota, por el sonrojo violento que la afectó en ese momento. Acababa de darse cuenta de que él era consciente de su vicio.