*Reposteado desde Ao3. No podré hacer copy-paste de los enlaces aquí (son varios de investigación), pero puedo mostrarles el nombre más común para encontrarlos, y si no funciona, podéis enviarme mensaje privado para enviárselos directamente. Sin más, de aquí en adelante es puro copy-paste y arreglo de uno que otro error tipográfico.


Okey, antes de que comiencen a leer, os advierto que el fic tiene contenido sensible, si no es que las etiquetas son suficiente advertencia. Estuve com horas leyendo artículos sobre hospitales mentales en Rusia, pero lo más probable es que tenga mil errores sobre trama. No dudéis en comentarlo pero por favor, hacedlo sin ofensas.

El fic está dedicado a la página de fb "SOLO FANS DE VICTOR X YURIO" por acogerme de tan linda manera.


Yuri se levantó cerca de las 6 de la mañana ante los pequeños arañazos cariñosos e incesantes maullidos de su gato. Abrió un perezoso ojo esmeralda y le dio una mirada tentativa a su habitación. Había ropas tiradas en el suelo, él se encontraba enredado en sus cobijas, y su gato no hacía más que liarle. Soltó un pequeño bostezo, apenas audible por encima del usual barullo urbano, y observó al pequeño minino, que parecía ya haber hecho de su pecho una cómoda cama donde pasar el invierno. Yuri acarició su cabeza, sonriendo con sutileza ante el ronroneo que resonó desde su pecho y vibró por todo su petiso cuerpo. Y luego le preguntaban por qué le gustaban los gatos.

—Ya sé cuánto te gusta dormir conmigo cuando hace frío, pero tengo algo importante que hacer hoy, por favor permíteme levantarme. —el pequeño animal pareció entenderle, pero en vez de retirarse como su amo le pedía, se puso aún más cómodo ronroneando y sacando pequeños maullidos de satisfacción. El chico soltó un suspiro, y con la mayor delicadeza que pudo, tomó al felino y lo colocó a su lado, éste no se quejó del todo, puesto que la pequeña depresión donde antes se encontraba Yuri seguía tibia.

Yuri dejó un pequeño bufido, incrédulo ante lo conformista que era su gato. Se giró y dejó que sus piernas colgaran por el borde de la cama, se estiró un poco para disipar su estado aletargado. Le dio un vistazo al reloj digital que se encontraba en la mesita de noche, el cual, en letras rojas anunciaba que faltaban 18 minutos para las 6 a.m. Se puso de pie y caminó hasta su mesita de noche, donde también yacía su teléfono celular. Tenía un par de mensajes de la noche anterior de Mila y una notificación acerca de un evento en su calendario: "Comienzo de internado el Hospital Psiquiátrico de Tipo Especializado con Observación Intensiva de San Petersburgo."

Con otro suspiro salió de la habitación con camino al baño, tiró desde el nivel de su abdomen de su camisa del pijama y se la quitó en conjunto con los pants y los bóxer antes de tirarlos en el cesto de la ropa usada, entró al pequeño cubículo de la regadera y giró la manija del agua caliente, esperando un par de minutos más, regulándolo con un poco de agua fría antes de poder entrar a la ducha.

Fue breve con su aseo personal, y en menos de quince minutos ya se encontraba de vuelta en su habitación secándose el cabello con una toalla mientras que con otra más pequeña se secaba el cabello. Su gato parecía estar entreteniéndose con uno de sus calcetines y su teléfono sonaba con una llamada entrante. Al revisar el ID de llamada, leyó que decía "vieja loca".

— ¿Con qué quieres hacerme perder el tiempo ahora?

—Yuri, qué manera de recibir las llamadas, ¡y más de una amiga que te ha apoyado durante toda tu vida!

El chico simplemente rodó los ojos mientras chasqueaba la lengua. Sabía lo melodramática que era Mila y no había que hacerle mucho caso porque se encontraba cerca de padecer demencia senil. —Lo que digas, vete al punto. —le dijo al tiempo que buscaba unos bóxer limpios entre sus cajones. De verdad necesitaba ordenar su habitación.

Bueno, si tú lo quieres… —escuchó un suspiro dramatizado del otro lado de la línea. Rodó los ojos de nuevo—. Principalmente, quería felicitarte por terminar tu doctorado. Todos sabíamos que lo harías.

—Ajá.

—Y quería preguntarte a dónde te irías a hacer el internado, ¡le he insistido a Georgi que me dijera, pero no sucumbe!

Yuri soltó un bufido de fastidio juguetón, ya podía imaginarse a su amiga hostigando al pobre de Georgi para que le diera información. — ¿Qué hemos hablado acerca del acoso? —le preguntó fingidamente serio mientras terminaba de vestirse y caminaba hacia la cocina, donde se servía un poco de granola con yogurt.

—Los dos son un par de agüitados, ni es para tanto. Cómo sea, ¿dónde harás tu internado?

—En el de Tipo Especial con Observación Intensiva.

— Wow, de verdad que apuntas alto, ¿eh? En ese caso me seguirás viendo a mí y a Georgi, porque ya aplicamos como interinos también.

—Cómo sea. —Yuri fingió molestia en su tono, aunque en el fondo se encontraba algo aliviado de no ir completamente solo a la boca del lobo—. Tengo que colgar, se supone que comienzo en una hora y prefiero llegar con anticipación en mi primer día. Hasta al rato, vieja loca.

— ¡Adiós! ¡Buena suerte Yuri!


El complejo psiquiátrico era un edificio imponente, de ladrillos rojos y ventanas de cristal cuadradas, la otrora prisión femenina hospedaba a personas que habían cometido actos socialmente peligrosos en estado de locura por enfermedades mentales. Yuri atravesó las puertas principales e ingresó a la sala de recepción. Le dio su nombre a la secretaria y se sentó a esperar a que llegara su turno.

— ¿Plisetski Yuri? —el chico levantó su rostro al escuchar su nombre, frente a él se encontraba un hombre algo robusto, con facciones rígidas en el rostro y una pequeña señal de calvicie en la parte superior de su casco. Yuri se levantó con algo de torpeza y caminó hasta el doctor.

—Ese soy yo. —el doctor pareció examinarle un par de segundos antes de asentir con la cabeza, teniendo todos los asuntos en orden, le extendió una mano a modo de saludo.

—Mi nombre es Yakov Feltsman, soy el doctor a cargo de esta institución. —le explicó al tanto que revisaba una tabla de madera con información tanto de pacientes como de los aspirantes a personal—. En tu currículum dice que te graduaste con honores de la universidad de San Petersburgo en el área de psicología, tanto la licenciatura como el doctorado, también hay varias cartas de recomendación por parte de profesores. —comentó—. Sígueme por aquí —indicó a un pasillo.

Yuri caminó tras el robusto hombre, el hombre parecía bastante estricto, pero él se esforzaría al máximo por ser un buen doctor.

Tras un par de minutos, llegaron a una pequeña oficina, Yakov le hizo señas a Yuri para que tomara asiento y el chico acató.

—Sólo falta que firmes un poco de papeleo y comenzarás a trabajar de 8 de la mañana a 4 de la tarde. ¿Quedó claro? —Yuri asintió con la cabeza.

—Sí, señor. Lo entendí perfectamente.

El Dr. Yakov le extendió algunos papeles del seguro y de acuerdos sobre sus horarios, descansos, etc., en conjunto con un bolígrafo para que los firmara. Yuri garabateó con soltura sobre la hoja de papel antes de regresárselo al doctor, éste los tomó y los archivó en conjunto con otros más en un cajón para el personal.

—El área de enfermeros se encuentra al fondo, ahí encontrarás tu casillero, el cual contiene tus batas, —explicó al tiempo que le extendía unas llaves y un folder beige—. Ahí viene tu primer caso, ten cuidado.

—Haré mi mejor esfuerzo. —Aseguró Yuri mientras se levantaba de su asiento y seguía las instrucciones del doctor a cargo.


Llegó al área de descanso que se encontraba algo vacía a excepción de algunos enfermeros que se encontraban tomando un pequeño descanso antes de volver a la carga a las extenuantes horas de trabajo. Yuri revisó el número en la llave antes de detenerse en el casillero número 135. Lo abrió y encontró algunas batas y un pequeño folder de costilla para que organizara los papeles. Sacó la primera bata que pudo alcanzar y se la puso encima de su ropa, y en cuanto cerró el casillero, se encontró un par de ojos grises como el metal. Dio un pequeño respingo de la sorpresa pero se recobró lo suficiente como para darle una pequeña mirada fulminante.

—Soy Otabek Altin —explicó el chico con simpleza, cabello castaño en un undercut y expresión seria—. Tú no me recuerdas, te conocí en el secundario pero jamás hablamos.

Yuri estaba seguro de que para este punto tenía un pequeño tic en el ojo. ¿Acaso este tipo era un acosador? Obra de su incredulidad, sólo pudo abrir y cerrar la boca en gestos incomprensibles. Intentó gesticular un poco pero sus manos no parecían querer cooperar con él. El chico le siguió observando por un par de segundos mientras observaba las expresiones divertidas de sus demás compañeros.

—Di algo o los demás creerán que en vez de ser interino, eres un paciente.

— ¡¿Y qué esperas que diga si tú fuiste el rarito que se me acercó así sin más?! —le reclamó. El otro chico siguió sin pestañear siquiera.

—Simplemente pensé que sería mejor saludar a un conocido, Plisetski. —explicó mientras se encogió de hombros.

—Pues tu lógica es muy rara. —Otabek se volvió a encoger de hombros. Bajó su vista a su muñeca y revisó su reloj.

—Fue agradable tener esta conversación contigo, pero mi descanso acaba de terminar. Espero poder hablar más contigo en la hora del almuerzo, hasta luego.

Incluso cuando el chico se fue, Yuri siguió haciendo gesticulaciones de incredulidad en la dirección que había tomado.


Después de varios minutos, y un par de direcciones por parte de sus compañeros, Yuri logró encontrar la habitación en la que su primer paciente se hospedaba.

Revisó un poco el folder que le había entregado Yakov antes de dirigirse al lugar. El nombre del paciente era Viktor Nikiforov, su edad era 32 años, al parecer había enloquecido tras presenciar el asesinato de su pareja y le había devuelto el favor al perpetrador, alarmando a varios ciudadanos en el proceso. Antes de ello había sido un patinador de hielo profesional al igual que su pareja. Planeaban retirarse a Japón después de competir, el lugar de procedencia del segundo, durante un tiempo antes de que un fanático enloquecido los emboscara en un callejón y asesinara al asiático. Como advertencias médicas venía estrés postraumático con ataques maniaco-depresivos y esquizofrenia, como medicina prescrita venía el litio.

Le pidió al guardia que le dejara pasar, para lo cual, éste le pidió una identificación que le acreditara como competente para atender a aquél paciente. Yuri le mostró el permiso firmado que le entregó Yakov para que usara en lo que tramitaba una credencial de interino, y entró a la habitación.

La habitación se encontraba escasamente iluminada, el rayo de sol matutino que se filtraba por la ventana siendo la única fuente de luz. La habitación tenía tamaño individual, y encima de la cama, se encontraba un hombre de cabello plateado, con batas de franela de color azul pálido, concentrado mientras dibujaba algo en un pequeño bloc con una pequeña sonrisa en el rostro. Sopló a un par de borrones que había hecho y levantó la vista, plenamente consciente de la presencia del otro.

—Yakov me dijo que tendría un nuevo doctor —dijo, aún con aquélla suave sonrisa plasmada en su rostro—. Aunque me dijo que aún estaban por confirmar tu llegada. ¿Cuál es tu nombre?

—Yuri. —respondió con la voz más nivelada que pudo, avanzó un par de pasos hacia el paciente y trató de observar el bloc de dibujo que Viktor sostenía en sus manos.

—Te llamas igual que Kobuta-chan —observó Viktor con simpleza, regresando su atención al bosquejo sin terminar.

— ¿Kobuta-…chan? —repitió el rubio algo confundido ante la palabra.

—Sí, le digo así de cariño porque le gusta mucho el Katsudon y su apellido incluso se parece. —soltó un ligero respiro al tiempo que daba un par de elegantes trazos más—. Significa 'cerdito', aunque él insiste en que su apellido es por 'victoria'. Bastante raro, ¿no lo crees?

Yuri comenzaba a sentir a los cabellos en su espalda erguirse, el ambiente de la habitación no le daba buena vibra. — ¿'Victoria…'? —sin embargo, siguió preguntando.

—Sí. Victoria. —de repente, las manos del peliplateado se detuvieron, sostuvo el bloc entre ambas manos, lo giró y le mostró el dibujo que había hecho a lápiz de, quien Yuri asumía, era la persona de la que su paciente tanto hablaba. Su sonrisa parecía aniñada con sus ojos entrecerrados y su expresión de orgullo ante sus habilidades artísticas. Yuri observó a Viktor con un poco más de detenimiento, y notó las pequeñas erupciones alrededor de sus labios, así como lo resecos que éstos estaban, una clara muestra de deshidratación. Su cabello carecía de brillo, lo cual indicaba baja ingesta de melanina. Sus manos temblaban un poco sobre los bordes del bloc.

La página amarillenta contenía un boceto simple pero elegante de un chico pelinegro, con ojos perseverantes y una expresión que ama. Parecía estar bailando en un traje negro ajustado. Yuri asumió que ese traje era de patinaje.

— ¿Te gusta? —le preguntó Viktor emocionado—. El traje lo diseñé yo para su coreografía en el GPF: Eros. —se jactó con una sonrisa.

—Ya veo.

De repente Viktor fijó su vista en el vacío, su expresión volviéndose sombría y sus ojos llenándose de un pesar terrible. Lástima que Yuri notó su cambio repentino de humor un segundo demasiado tarde.

—Él habría sido el ganador en aquélla competencia. —sentenció, su voz grave y llena de ira—. Si no hubiera sido por ese maldito… —el temblor en sus manos acrecentó, logrando que se le cayera el bloc de dibujo al suelo con un estrepitoso sonido, llevó sus manos a su cabeza al tiempo que su cuerpo entero temblaba al compás de su acortada respiración. Se mecía un poco y parecía tirar de sus mechones plateados con fuerza.

Yuri logró salir de su estupor un minuto después de que comenzara su ataque, llamó al guardia, el cual les avisó a otros enfermeros que el paciente en el aula 48 se encontraba teniendo otro ataque.

Pasó media hora entre empujones al personal, intentos fallidos de aplicar la medicina y el tiempo en que la anestesia entraba a su sistema para poder controlarlo.

Mientras tanto Yuri sostenía el dibujo de Yuuri vistiendo Eros entre sus manos.