Cambio de Vida

Cambio de Vida

Capítulo 1: "El dolor de la última traición"

Era una mañana hermosa, hacía un ligero calor veraniego, pero con una dulce y refrescante ventisca de viento, que hacía más que perfecto un día de diversión en la playa o en una alberca.

- Inuyasha

- Dime - le contesto tan calmadamente, eran tan raras las veces en que se comportaba así, sobre todo cuando él acababa de verse con Kikyou.

- Dime, ¿en realidad te convertirás en un verdadero demonio? -le preguntó con un dejo de tristeza en los ojos temiendo de la futura respuesta que le daría.

-Pero en que tonterías estás pensando, claro que si me convertiré en un youkai, te lo he dicho muchas veces- contestó ahora fastidiado.

-Pero… -trató de pronunciar valientemente arriesgándose a una pelea segura entre el y la preocupada joven- por favor, no puedes pedir eso, no puedes, ¿ni siquiera lo harías por… kikyou? – prenunció secamente mirando en sus manos la perla completa, pero en muchos fragmentos.

-Kagome, deja de molestar, ya te dije que me convertiré en un gran y poderoso youkai, y eso será todo, no cambiaré de parecer, ni siquiera por Kikyou.

Aquellas palabras le dolieron, le dolieron tanto a Kagome, que trató desesperadamente ponerse de pie y salir directo a su casa; a su época junto con la Perla de Shikon, y jamás regresar, y que así, ese fatal destino no se cumpliera, pero todo eso era inalcanzable para ella en esos momentos, imposibilitada por el recuerdo de una promesa hecha en el pasado, en el de jamás dejar solo a ese hanyou detestable que en esos instantes amaba con toda su alma.

-¿Cuándo vendrá Kikyou para juntar los fragmentos?

-No lo sé… oye Kagome… - le habló tímidamente- Entonces… ya no nos volveremos a ver después de haber cumplido mi deseo.

-Si, eso creo –le respondió con un dejo de ahora enojo, cosa que notó haciendo que se alejara ligeramente de ella, aumentando su enojo y enfado instantáneo hacia él- eres un mal agradecido –le mencionó quedamente intentando que el no lo notara, pero como era un mitad demonio, ya lo había oído, y efectivamente momentos después de meditar el comentario, se volvió a una actitud arrogante y falsamente enojada.

-¿¡Pero que te crees!? ¡Tú deberías ser el mal agradecido, ya que YO junté todos los fragmentos de la perla y soy el más indicado para poder cumplir mi deseo!

-¡Mentiroso!, si más no recuerdo yo fui quien trajo de nuevo a esta época la perla, yo rompí los fragmentos en miles de pedazos, y yo con un poco de tu ayuda los reuní, porque sin mi ni siquiera hubieras sabido donde estaban cada uno de los fragmentos- le gritó ahora si muy enfada por su falta de juicio y consideración.

-Por supuesto que si hubiera sabido, lo hubiera conseguido con la ayuda de Kikyou, y es más me hubiera sido más fácil ya que ella no es una torpe niña fastidiosa como tú que solo nos atrasabas cada ves más en la búsqueda- le reprochó tan duramente, que no tuvo el valor de contradecirle, y que solo pudo quedarse ahí, callada, con la mirada baja, como si fuera una niña acabada de ser regañada por una intromisión entre los asuntos de los adultos.

Inuyasha trató de remediarlo, pero ya había sido demasiado tarde, Kagome estaba destrozada, pero aún así decidió aguantarse, darle otra oportunidad, la última, después de todo, era costumbre de él decir cosas estúpidas y después pensar en lo que acababa de decir, y también, porque era probablemente el último día en que se verían juntos, al igual que sus demás grandes amigos: Miroku, Sango, Shippo y Kirara, juntó con la anciana Kaede, que había aprendido a querer al igual que una abuela.

-Hay Inuyasha-suspiró, ante los ojos atónitos de ese joven, que muy pronto se convertiría en un demonio, olvidándose por completo de su existencia- nunca cambiarás- le sonrió Kagome tiernamente, mientras se acercaba para abrazarle- recuerda una cosa, siempre estaré contigo, pase lo que pase.

Kagome pudo sentir como Inuyasha tembló de pies a cabeza, como efecto secundario del comentario y acto seguido, dejaba caer unas cuantas gotitas de un líquido cristalino que resbalaron hasta escurrir por sus mejillas, causando en ese momento un reproche de su parte, ¿Cómo puedes llorar en estos momentos Kagome?, pero se dio cuenta de algo, esas lágrimas no le pertenecían, le correspondían a Inuyasha.

Atónita, se separó unos cuantos centímetros de él para poder ver si era cierto lo que sucedía, y así fue, Inuyasha lloraba en sus brazos, ¿pero porque lloraba?, se suponía que todo lo que a continuación sucedería era para bien, pero entonces ¿porque se entristecía?

-¿Jamás me dejarás?-le preguntó a Kagome quien le miró sorprendida.

-Nunca te dejaré… -le respondió ahora feliz- a menos…a menos que tú no quieras.

Duraron unos cuantos minutos más abrazados, hasta que se separaron y serenamente se dirigieron a la aldea, en donde seguramente estarían sus amigos.

Pasearon felizmente por el recorrido mirando cualquier cosa, divertidos y acongojados por la simple prueba de tenerse juntos y disfrutar del momento, que supuso Kagome, duraría para siempre.

Después de unas cuantas horas que le parecieron unos cuantos segundos, llegaron a la choza de la anciana Kaede, en donde había recordado, tenían purificando el cuerpo y alma del fallecido hermano de Sango, que por más que intentaron no pudieron salvar; Kagome se reprochaba a si misma el simple hecho de no haber podido hacer algo, pero Sango que se suponía debía ser la más afectada en todo esto, le sonreía incondicionalmente diciéndole una y otra vez que era el destino, y que nada se hubiera podido hacer, ya que había muerto desde hace mucho y con anterioridad, y que prefería que el descansara en paz, a que fuese un alma solitaria como lo era Kikyou.

Inuyasha no quiso entrar por alguna razón desconocida, tal vez por el temor de meter la pata, así que ni siquiera se dignó a despedirse, solo se vió alejándose rápidamente de la cabaña saltando velozmente entre la copa de los árboles.

Kagome entró lentamente dentro de la cabaña, en donde se dispersaba un ambiente melancólico y oscuro, a pesar de estar purificando toda esa área.

-Sango…-le susurró Kagome tímidamente.

-¿Si Kagome?- se dirigió a ella dulcemente, mientras pasaba con sumo cuidado al lado de su difunto hermano Kohaku.

-Yo, bueno, creo que deberías descansar, es decir…bueno… haz estado aquí y no has dormido ni comido nada, puedes enfermar- le dijo muy apenada mientras se apretaba fuertemente sus manos esperando algún enfado de su amiga.

-No te preocupes- le sonrió felizmente la cazadora de monstruos mientras le abrazaba esperando consuelo.

Kagome sorprendida, solo se quedó abrazando a su amiga, ya que sabía no encontraría palabra alguna para poder aliviar ese consuelo que ella tanto buscaba, por lo que solo se quedó ahí, hincada, abrazada de Sango, quien minutos después la soltó y le dijo que saliera de la cabaña, que no quería verla involucrada en cosas tan tristes como esa; ya que ella se merecía mas felicidad después de tanto sufrimiento que tuvo al luchar contra Naraku y juntar los fragmentos, y ahora que por fin él había sido derrotado, tenía que ahorrarse más cosas desastrosas.

- Pero Sango no es…-trató de defenderse la miko

-Pero nada, ahora sal de aquí y ve con Inuyasha.

-Si señorita Kagome, baya a pasear un rato con él, le hará bien-le dijo Miroku quien había entrado desprevenidamente a la cabaña colocándose a un lado de Sango.

-Pero Miroku…

-Nada de peros señorita Kagome, yo me quedaré con Sango.

-Está bien- respondió resignada y un poco enojada ante el egoísta comportamiento de sus dos amigos.

Salió de la pequeña cabaña a regañadientes, pero no dijo nada más ya que quería ahorrarles más problemas a sus amigos, así que decidió a buscar a Inuyasha.

-¿A dónde te fuiste?- se preguntaba Kagome mientras seguía la dirección que había seguido Inuyasha la última vez que lo vió.

Caminó durante 30 minutos, sin respuesta alguna de donde podría estar Inuyasha, hasta que escuchó algunas voces; estuvo dispuesta a averiguar de quien podrían ser las voces, pero se retracto tan rápido como lo pensó, ya que había recordado algo, estaba en el corazón del bosque, con muchos monstruos a su alrededor que probablemente tendrían hambre, mucha hambre, y ella no traía su arco y flechas, así que se olvido completamente de las voces y comenzó a escabullirse quedamente entre los árboles esperando que nadie la escuchara.

Se detuvo unos momentos a ver que podría escuchar, pero todo se volvió muy silencioso, hasta que se volvieron a escuchar ambas voces, y decidida a ver ahora si de quien o quienes se trataban, se acercó a donde las voces, descubriendo algo muy amargo para su corazón; Kikyou e Inuyasha hablaban, pero de algo de suma importancia.

-Kikyou ya te lo he dicho, me convertiré en un Youkai completo.

-Muy bien, lo que tu digas, ¿pero no habrás olvidado tu promesa no es así?- le dijo fríamente al hanyou, quien momentos después bajó la mirada.

-No, no la he olvidado, después de poder pedir mi deseo me iré contigo al otro mundo como lo he prometido, te daré mi vida, te pertenecerá- respondió seriamente mientras se acercaba lentamente a Kikyou para poder abrazarle.

- ¿Y qué sucederá con mí reencarnación?- le preguntó haciendo que Inuyasha se tensara de sobremanera ante una nada cohibida Kikyou.

- Kagome…Kagome no tiene porque enterarse de nada, después de todo, ella se marchará momentos después de que pida el deseo, así que no sabrá lo que sucederá.

-Vaya, es la primera decisión cuerda y responsable que te he oído decir desde hace mucho tiempo- le respondió sarcásticamente.

Kagome se sintió usada, usada y destrozada, y sobre todo extrañada, Inuyasha esta vez no había percibido su olor como lo hacía otras veces.

-"Debe de estar tan ocupado que ni siquiera se ha dado cuenta de que yo estoy aquí y e descubierto su descarado engaño"- pensó la miko quien a paso lento se retiró del lugar sin decir una sola palabra.

-"Es un desconsiderado, por lo menos hubiera esperado a que yo me fuera…para….para siempre de esta aldea."- pensaba la miko sin fijarse por donde iba debido a las voluptuosas lágrimas que salían de sus ojos chocolates, hasta chocar fuertemente contra algo y caer al suelo.

-¡Ah!, lo siento, yo… no me fije por donde iba, fui una torpe, lo siento- comenzó a disculparse sin ver siquiera de quien se trataba pues estaba tratando de desviar la mirada para que no se diesen cuenta de su llanto.

Dio media vuelta e iba a comenzar a correr, pero fue detenida bruscamente por un fuerte brazo, uno tan fuerte que de un jalón logró lastimare de sobremanera haciéndola exaltarse.

Estaba dispuesta a safarse groseramente de su agarre, pero para su sorpresa vio al medio hermano de Inuyasha que le veía sardónicamente a pesar de no demostrar sentimiento alguno ante los que le rodeaban.

-Humana, ¿Cómo osas irte sin siquiera disculparte después de haberme tocado con tu sucio cuerpo?- le reprendió incultamente el youkai, quien esperaba pacientemente por la respuesta de Kagome sin importarle que esta aún estuviera bañada en lágrimas.

Kagome, quien estaba fuertemente sujetada por la varonil mano del youkai, presa del coraje, odio, el desprecio y la envidia, solo atino a decir la única palabra que le desahogaba por completo.

-¡ABAJO!

-¿Qué dices humana?- preguntó levantando una ceja sin captar aún lo que esta había dicho, hasta que escuchó a lo lejos un enorme alboroto por algo que había caído fuertemente hacia el suelo.

-¡ABAJO, ABAJO, ABAJO, ABAJO! Ahora, ¿puede ser tan amable, oh gran señor de las tierras del oeste ¡de soltar mi brazo! y dejar de encajarme sus garras?, ¿Qué no puede ver ni oler la sangre que brota de la herida que me a causado?- le dijo Kagome exasperada sin siquiera notar las consecuencias que tenía en el ánimo de Sesshoumaru.

-¿Así que lo que se acaba de escuchar caer a lo lejos es el despreciable de mi medio hermano?- preguntó tranquilamente aún sin disminuir la presión en su agarre hacia Kagome.

- Si, así es fue Inuyasha el que se escuchó a lo lejos

- ¿Y como es que yo no sabía que tu mujer podías tener ese control sobre el hanyou?

-En primera nunca preguntaste y en segunda no tenía porque decírtelo.

-"Esta mujer, ¿Cómo no me di cuenta antes de que esta mujer podría ser interesante?" Y dime, ¿fue culpa de Inuyasha el que estés llorando?- preguntó tajantemente mirándole a los ojos causando en Kagome un pequeño sonrojo.

-No te incumbe "pero que demonios le esta pasando a Sesshoumaru, definitivamente todos ya están fuera de remate en esta época"

Sesshoumaru, al darse cuenta de lo que acababa de decir, quitó el agarre que tenía con Kagome haciendo que esta aullara de dolor debido a la brusquedad de su movimiento además de causar que la herida se hiciese más profunda.

-Lárgate mujer, no querrás que te mate, pero antes- se apresuró a decir antes de que Kagome se fuera- quiero, como te dije de un principio que te justifiques conmigo.

Kagome, fastidiada ya de estar tanto tiempo ahí, se decidió por hacerle caso al caprichoso youkai, no sin antes dar una mueca de insatisfacción.

Sentía tanta vergüenza y cólera a lo que estaba a punto de hacer, pero no tenía de otra, no quería quedarse con Sesshoumaru lo que restaba de sus últimas horas en el sengoku.

-Discúlpame Sesshoumaru- dijo molestamente ante un triunfante e inconforme youkai- ¿Qué?, ¿no fue suficiente?- le dijo burlona.

-Así es, no es suficiente, justifícate como la servidumbre que eres-le dijo divertido sin cambiar el semblante de seriedad y odio hacia los demás habituales.

Kagome sentía tanto odio hacia Sesshoumaru en esos momentos, nadie, ni siquiera su madre le había dicho esas cosas tan bajas a ella, y él no sería el primero, incluso sintió como se le subía el color rojo hasta la cabeza de puro coraje.

-¡No pienso disculparme de esa manera contigo!, ¡ si no quieres aceptar mis sinceras disculpas de hace un momento no es mi problema haya tú!- le gritó, volteándose molesta, sintiendo como de nuevo ejercía el youkai presión sobre la reciente herida que le había causado.

-Auch, ten cuidado por donde me agarras, duele, esta bien, esta bien.- se rindió Kagome arrodillándose en el suelo haciendo una reverencia exagerada enfrente de Sesshoumaru, quien a su vez le veía satisfecho.- Lo lamento mucho señor Sesshoumaru, lamento que mi torpe comportamiento le haya afectado.- terminó levantándose del suelo y quedándosele mirando a los ojos dorados de Sesshoumaru, notando que esta había sacado todos los fragmentos de la perla de su pequeño frasquito y los sostenía fuertemente en su mano derecha.

-¿Por qué todos los que me rodean disfrutan haciéndome enojar?, se nota que tú he inuyasha son hermanos- susurró para sí sin darse cuenta de que Sesshoumaru le había escuchado con mucha facilidad.

-¿Sabes que?, ya me voy, ya me quiero largar lo más pronto posible de esta época, y ya quiero olvidarme de todo lo que me sucedió aquí, quiero estar en paz en mi cama esta noche, darme una ducha con agua caliente, comer ramen y croquetas de pescado, además de esas deliciosas bolitas de arroz que hace mi madre, aunque se que cuando me vaya…ya no podré regresar, y que aunque pasen tan solo 500 años y que se que un hanyou puede vivir más que eso ya todos estarán muertos…

Estaba la miko tan absorta en sus pensamientos, que no se dio cuenta como la perla comenzaba a brillar tenuemente, hasta que se fue unificando todos lo miles de fragmentos dando forma a la tan buscada y codiciada Perla de Shikon.

-Mujer, ¿dices que bienes de 500 años en el futuro?, ¿y que yo para ese entonces ya habré muerto?, ¿por eso vistes como una inadaptada pordiosera? ¿Y mencionas esas cosas sin sentido?

-Así es- suspiro pesadamente la miko mientras se daba media vuelta y comenzaba a caminar lentamente hacia la aldea- y lo más triste es que incluso a ti te llegaré a extrañar, Sesshoumaru, señor de las tierras del oeste, hijo del gran Inutaisho, y medio hermano del que destrozó mi corazón.

Se fue alejando tristemente dejando a Sesshoumaru pensativo recordando todo lo que le había dicho esa extraña humana a quien siempre había despreciado no solo por lo que era, si no por la razón de que siempre se encontraba al lado de su despreciable hermano inuyasha.

-¡Kagome!- gritó el pequeño zorrito con lágrimas en los ojos mientras que se dirigía a toda velocidad hacia Kagome quien estaba sangrando en gran cantidad de su brazo izquierdo.

-¿Shippo?, ¿Qué sucede?- preguntó la despreocupada miko sin haberse dado cuenta de toda la sangre que chorreaba de su brazo de las marcas que Sesshoumaru le había hecho momentos atrás.

-¡Kagome! ¿Qué sucedió?- le preguntó el pequeño zorrito llorando incontrolablemente viendo las heridas de Kagome.

-oh esto, no te preocupes no es nada, ya ni siquiera me duele, lo que si es que creo que necesitaré ropa nueva, porque esta ya esta toda manchada, y no creo que en esta época existan unos buenos jabones para quitar la sangre de mi uniforme- le respondió fingiendo una amplia sonrisa que logró convencer al inocente niño quien le tomaba de sus piernas tratando de llevarla dentro de la cabaña para que le curaran.

-¡Kagome!, ¿Qué a pasado?, ¿te encuentras bien?, ¿he inuyasha?, ¿Dónde esta?- preguntaba Sango dejando por un lado al cuerpo de su hermano poniendo total atención en Kagome.

-Señorita Kagome ¿Quién le ha hecho esto?- preguntó Miroku inspeccionando las heridas.

-No es nada, un simple incidente oportunista con Sesshoumaru, pero todo está bien, además ya no me duele.- le dijo tratando de reconfortarlos, cosa que no pudo lograr como lo hizo con Shippo.

-Pues con razón no lo sientes, también tienes puesto una especie de veneno que neutraliza todo síntoma.

-Es extraño señorita Kagome, ¿dice que fue el medio hermano de inuyasha quien le hizo esto?-preguntó incrédulo el monje.

-Así es, fue él-respondió dudosa la miko- "no lo entiendo ¿Sesshoumaru me puso una droga para que no me afectase el dolor?, ¿el tiene ese poder?, ¿Por qué lo hizo?".

-Será mejor que vendemos esa herida antes de que se infecte- ordenó la caza monstruos arrastrando a Kagome a un rincón de la expensa cabaña donde comenzó a vendarle cuidadosamente.

Kagome, por otro lado, aún seguía sumida en sus pensamientos, aún no podía creerse que Sesshoumaru, el orgulloso Sesshoumaru hubiera remediado por medio de una droga las heridas que ÉL mismo le había causado.

Momentos después, dentro de la confortable choza entró una anciana cargada con ropajes de sacerdotisa, seguramente regalos para su hermana, ya que demostraba una sonrisa inigualable en el rostro cansado y lleno de arrugas quien hace mucho que no reía así.

-Oh, Kagome ¿pero que a sucedido?, ¿tienes más ropa?.

-Estoy bien anciana Kaede, no fue nada, pero no, no tengo ropas en estos momentos para cambiarme.

Kaede, quien estaba apacible hacia unos momentos, dudó un momento tras la respuesta que pensaba darle a Kagome.

Miró por unos momentos un poco dudosa las ropas finas y hermosas que traía, y sacrificada y un poco decepcionada por tener que entregarlas antes de tiempo se las dio de buena manera a Kagome, quien ya curada las sostenía con un poco de pena.

-No creo que sea buena idea, no creo que sea justo además yo me marcharé muy pronto y…

La anciana le calló enojada e indignada ante los comentarios de la miko, quien le veía un poco sorprendida ante tan agresivo gesto de su parte.

-Calla jovencita, tómalo, después de todo te mereces esto y mucho más de mi parte, y no podría darte unas corrientes y gastadas ropas de sacerdotisa que tanto odias, ya que no se te ven bien, o si no te convence nada de esto, tómalas como un recuerdo de esta vieja anciana.

Kagome se sentía acongojada ante tal gesto de la anciana, que inmediatamente sacó al Monje Miroku de ahí para vestirse.

Era un hermoso y fino kimono medieval hecho a mano con unas enormes mangas bordadas con un pequeño paisaje en donde se contaba la creación de la perla de Shikon y su fin hace cincuenta años, mientras que en lo que restaba del traje mostraba el regreso de Kagome junto con la Perla, y la reconstrucción de los fragmentos junto con el fin de Naraku.

En si, el kimono no tenía un color base, era como si el traje fuese un completo cuadro donde retomara todo cuanto el autor pusiera, y Kagome, sorprendida por tan como hermoso, fino y práctico atuendo le agradeció con mucho fervor a la anciana quien le veía con ojos desorbitados ante la belleza de la pieza entera que formaban Kagome y traje.

-Es hermoso- pronunció Sango quien le admiraba cada detalle al kimono, pero sobre todo, al increíble parentesco que tenía la mujer que luchaba contra los interminables monstruos, con la gran sacerdotisa Midoriko, y por también los bien parecidos rostros bordados de sus amigos y el suyo.

-Pero anciana Kaede ¿Por qué hay un pedazo aún sin bordar?- preguntó la caza monstruos al notar un pedazo del paisaje totalmente en blanco.

-Muy simple- respondió la anciana feliz por la pregunta- es porque aún no ha terminado la historia, tal vez Kagome se quede aquí, o tal vez se vaya, tal vez Kikyou muera, o siga errante por este mundo, aún no se sabe, es por eso que aún no lo he cosido.

Kagome ante respuesta tan inesperada de su parte, se sorprendió, en primera por la buena reflexión de la miko anciana, y en segunda porque no sabía que ella había tejido tan hermoso atuendo.

-Bueno, creo que iré a buscar a Inuyasha para poder prepararnos para la llegada de Kikyou- mintió la miko al darse cuenta de que la Perla estaba completo en su mano sin que esta se diera cuenta.

Salió minutos después tras la aceptación de sus amigos, quienes felizmente la miraron salir despreocupada de la cabaña con un atuendo hermoso y muy resistente, ya que este también había sido hecho con el pelo de rata de fuego como el de Inuyasha.