ANOCHECER.
PRÓLOGO.
La ensoñación me tenía algo aletargada, no obstante, escuché perfectamente la conversación que mantenían papá y mamá abajo.
Me incorporé en la cama, y la sábana bajó hasta posarse en mis caderas.
-Yo creo que sería lo mejor.
La voz de mamá sonaba algo diferente, como entristecida.
La ensoñación dio paso a una alerta constante; me levanté de la cama y caminé con cuidado hasta la puerta.
-No sé Bella, es demasiado premeditado. Ella aún es pequeña para separarla de nosotros.
En otro momento seguramente el comentario de mi padre me hubiese irritado. Pero lo único que hizo fue picar todavía más mi gran curiosidad.
-Aparenta catorce años Edward.
-Eso da igual, sigue siendo mi pequeña.
Hacía años que no escuchaba a mi padre referirse a mí de esa manera.
-Esto me duele igual que a ti. Pero no pienso permitir que le toquen un pelo, y tú tampoco lo harás. No la pondrás en peligro.
Lo cierto es que cuando mi madre se ponía dura, no había nadie quien le hiciera cambiar de parecer. Aunque estuviese equivocada.
-Lo mejor sería comentárselo a ella.
-Ya sabes qué dirá Renesmee Edward. Soy su madre y sé lo que es mejor para ella, y por supuesto lo es estar en un internado lejos de nosotros que no en la boca de los volturi.
Todo encajó entonces.
Mi corazón se aceleró, querían enviarme lejos por culpa de los volturi. Todo era eso…
No pude reprimir las lágrimas que enseguida brotaron de mis ojos, y retrocedí hasta volverme a acostar en la cama.
Era injusto. Como bien había dicho mi padre lo mejor sería que me lo preguntaran a mí primero antes de tomar una decisión ellos solos.
La luz brillante y azulona de la luna me bañó media silueta, y quise aferrarme a la esperanza de que alguien me apoyaría. Aun no sabía quién, pero alguien lo haría. Deseaba tener esa certeza y no hundirme.
Rápidamente, los pasos ágiles y silenciosos para cualquier humano normal –recalco humano normal-, impactaron en mis oídos. Por lo que me tapé con la sábana y fingí dormir cuando mis padres se asomaron a mi habitación.
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Me desperté algo ojerosa.
Me miré desde todos los puntos del espejo, asimilando mi desastrosa imagen. Ya de por sí mi piel era pálida, pues ahora lo parecía aún más por las ojeras, que aunque apenas se notaban, estaban ahí. O quizás era yo que me empeñaba en buscar imperfecciones.
Según tía Rosalie, eso a mi edad era normal.
Pero realmente, ¿cuál era mi edad?. Se habían cumplido cinco años desde que nací, y mi cuerpo aparentaba catorce o un poco más; la idea de convertirme en una adolescente inmadura y egoísta rondaba por mi cabeza desde hacía meses, porque ya me tocaba, pero me quería resistir. Y después de lo que oí anoche, todavía más.
No escogí la ropa con esmero, tan solo me enfundé sin ánimos dentro de un chándal de la marca Nike, regalo de tía Alice –que adora esa marca-, y mi pelo... tan solo me lo recogí en una simple cola de caballo de la cual se me escaparon los típicos rizos rebeldes que siempre se salían con la suya por más que yo me quisiese resistir.
Había probado con gomina, espuma, agua e incluso a la fuerza bruta con las manos. Pero era como picar en hierro frío, el resultado era y sería siempre cero.
Encontrar las deportivas me costó unos diez minutos de mi valioso tiempo.
Mi habitación de hecho era un desastre, un burdel como mi padre se empeñaba en llamarlo. No había nacido para desvivirme por mantenerlo todo en su sitio.
Finalmente las hallé una en cada punta de la habitación, y me las puse después de coger unos calcetines de mi mesita de la ropa interior.
Nada más estar lista, bajé con rapidez las escaleras que conducían al piso de abajo. Saltando los últimos cuatro escalones.
-¡Renesmee te tengo dicho que no hagas eso!, podrías hacerte daño. –me reclamó mi madre apareciendo de la nada y deslumbrándome unos instantes.
La verdad, esperaba aquello.
Mi madre desde que escuchó a tía Rosalie comentarme que estaba en la edad de la adolescencia, había cargado los tanques esperando que yo diese el primer signo de cambio para atacar. Y la verdad se le daba de pena.
La conversación de anoche volvió a mi cabeza, resonando con la misma gravedad que una grabación en un contestador en mis oídos.
-Lo mejor sería comentárselo a ella.
- Soy su madre y sé lo que es mejor para ella, y por supuesto lo es estar en un internado lejos de nosotros que no en la boca de los volturi.
Me costó volver a la realidad, lo vi en los ojos llenos de curiosidad de mi madre.
Quise gritarle enfurecida que no llevaba razón y que la egoísta era ella:
-Lo sé mamá, pero siempre tengo cuidado. – sin embargo salió aquello.
Mamá arqueó una de sus majestuosas cejas, y pasando un brazo por mis hombros me llevó hasta el comedor en donde mi padre estaba leyendo el periódico de ese día sin demasiado interés.
Se me formó una pequeña sonrisa al ver a mi padre dejar el periódico para centrar toda su atención en mí.
No sé qué pensarían los demás chavales de mi edad, pero eso a mí me gustaba.
Quería a mi padre, y estaba muy agradecida de que fuera como era, simplemente perfecto en todos los aspectos.
-No has tenido pesadillas esta noche, ¿no?. –la preocupación en la voz de mi padre me alertó un poco.
Exactamente desde unos dos meses atrás para acá, no podía parar de tener pesadillas confusas de las cuales me despertaba en medio de la noche gritando asustada y sudada. Sin embargo lo interesante de la cuestión, es que no recordaba nada de ellas.
Mi madre no le dio importancia alguna, pero mi padre… mi padre parecía desvivirse por mí a cada instante de su eterna vida.
Tomé asiento frente a él y junto a mamá, y asentí sin mirarle a los ojos directamente. No quería que viese la incertidumbre en mi cara, porque seguramente pretendería meterse dentro de mi cabeza para averiguar qué pasaba conmigo.
Y todavía mis poderes no estaban lo suficientemente desarrollados como para mantenerlo a raya más de unos segundos.
Mamá me sirvió mi acostumbrado vaso de sangre.
Sin embargo no iba a comer hasta que me explicasen qué iba a pasar conmigo.
Me centré en ella.
E inmediatamente, ella me miró esperando la pregunta.
-¿Vas a enviarme lejos de aquí solo por los volturi?.
Sabía que no había tenido ningún tacto. Es más acababa de nombrarme la fisgona del siglo. Pero todo carecía de importancia al lado del problema, mí problema apodado volturi.
Mamá abrió sus bonitos ojos impactada, y casi pude ver la expresión enfurecida de mi padre en su precioso rostro.
-¿Nos escuchaste?. –me preguntó sin caber de su asombro.
En ese momento me vi ya sin fuerzas para seguir manteniéndole la mirada, por lo que la bajé hasta mis manos y empecé a jugar nerviosa con ellas encima de la mesa.
-Sí. –afirmé.
-¡Pero Renesmee eso es…
Sin embargo mi padre no dejó a mi madre seguir replicándome:
-Exactamente ¿Qué es lo que quieres saber?. –su voz dura y ronca me puso el vello de punta.
Era en esos momentos cuando me sentía menos mitad vampiro de lo que ya era, y veía a mis padres como una amenaza. Sobre todo a papá.
-No quiero irme lejos de aquí papá, aquí soy feliz, tengo algunos amigos y Jacob puede venir a verme siempre que quiere. –los ojos se me llenaron de lágrimas al nombrarle – No quiero irme lejos. –volví a repetir.
Supe que había sido un error nombrar a Jacob ante mi padre tan temprano.
No sabía qué era lo que le molestaba a papá de Jake, pero algo muy gordo debía de ser para que se pusiese furioso como solía suceder.
-Cielo –mamá consiguió con esa voz tan dulce que yo subiese la mirada hasta su bonito rostro -, ¿no comprendes que estás en peligro quedándote aquí?. Renesmee, si te pasase algo… -el rostro de mamá se endureció – jamás podría perdonármelo.
Las lágrimas escaparon de mis ojos, y mamá me las limpió con la yema de sus dedos.
-Pero yo no quiero irme.
Mamá me sonrió con tristeza, y me cogió de un brazo haciendo que me sentase en su regazo.
-Sé que sabes que es lo correcto.
Hundí mi cara en su pecho de mármol:
-No quiero separarme de vosotros. –sollocé.
Noté los labios duros y fríos de mi madre besar mi cabeza, y después caricias en el pelo que provocaron que la cola de caballo se deshiciese.
-A veces es necesario alejarse de quien más quieres para mantenerlo a salvo.
No entendí por qué mi madre dijo todo eso mirando a mi padre con un brillo especial en los ojos. Pero no le di demasiada importancia, no me enviarían lejos así de fácil. Lucharía por ello.
-Y ¿Por qué no nos volvemos a mudar a Forks?, quizás sea el sitio más seguro. –a lo mejor existía esa posibilidad.
-Forks es el lugar más peligroso para ti Renesmee. –me explicó papá mientras miraba a mi madre.
Sus ojos transmitían un mensaje codificado para mí, pero no para mamá que enseguida volvió a mirarme con amor.
-¿Harás lo que se te dice?.
Suspiré cansada, quizás sí sería lo mejor.
-Está bien. –acabé aceptando.
Mamá volvió a acariciarme el pelo que se me empezaba a enredar, y mi padre me sonrió satisfecho a lo que volví a suspirar sin ánimos.
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No tenía ánimos ni siquiera para comer
Todo era un remolino de altibajos y parecía que algo quería tragarme hacia abajo
Exprimiéndome antes al máximo.
Volviéndome loca.
Volví a mirar la fotografía que había rescatado de la agenda del año pasado, y suspiré.
Estaba manchada por mis lágrimas, pero todavía así era perfecta para mí. En ella se veía plasmada la libertad.
Mi libertad.
Sonreír al recordar como Michael, mi mejor amigo se tropezó tras tomar la fotografía al querer empujarme para hacer la gracia. Posiblemente sería a él a quien más extrañaría de todos ellos.
Mi grupo de amigos no era demasiado grande, pero tampoco pequeño. Simplemente éramos los raritos de siempre que un día decidimos juntarnos y empezar a salir juntos casi todos los fines de semana al centro, de ahí salió nuestra extraña amistad.
La abracé con fuerza, y volví a meterla dentro de la agenda, en el mes de diciembre. Concretamente el día que daban las vacaciones.
Seguramente los podría ver de nuevo esos días.
Tras meter la agenda en la mochila y dejarla encima de la cama, lo sentí.
De nuevo mi corazón palpitó emocionado.
La típica sonrisa estúpida se formó en mi boca, y noté las mejillas arder bajo mi pálida piel.
No esperé ni siquiera a oír la llamada a la puerta, salí precipitadamente. Pero, me detuve justo al principio de las escaleras.
Alguien había abierto la puerta al igual que yo sin esperar respuesta.
Lo había escuchado y por supuesto olido, y estaba segura de que si no era mi padre quien había abierto, estaría refunfuñando mirando de reojo a Jacob con mala cara.
Amplié la sonrisa al escuchar su voz. Y cerré los ojos aspirando su aroma tan especial, que aunque, me quemaba un poco, me parecía exquisito.
Inmediatamente después de comenzar a bajar las escaleras de caracol de mi casa, volví a detenerme. ¿Estaría presentable?, diablos ni siquiera me había parado a mirarme.
Así que empecé a subir otra vez las escaleras que había descendido, sin embargo, la ronca voz de mi padre me detuvo:
-¿Has estado llorando?.
En ese momento deseé que la tierra me tragara, y sobretodo no tener que gastar energías en evitar que mi padre entrara en mi mente.
Lo odiaba cuando lo hacía.
Siempre intentaba hacerlo, al principio lo tomé como un juego, a ver quién aguantaba más… pero él siempre me ganaba.
Y desde luego casi me desmayó en ese mismo momento cuando quería fulminar a mi padre con la mirada al notar a Jacob detrás de él mirándome preocupado.
Mi padre giró la cabeza mirando hacia donde yo lo hacía, y de nuevo, con esa mueca que siempre se le formaba en su bello rostro, me dijo sarcástico como él solo sabía hacer:
-Oh, sí, está aquí el chucho.
Quizás en otro momento de menos tensión incluso hubiera sonreído por la salida de humos de mi padre.
Pero no pude más que rodar los ojos fastidiada y sin remedio, bajar a abrazar a Jacob que me sonrió con una maravillosa y amplia sonrisa que lo hacía más guapo de lo que ya era.
Me noté algo inquieta cuando nos separamos, sus brazos en los instantes en que me había abrazado me habían proporcionado una calidez y un bienestar especiales… y de golpe y porrazo separarme de él me causó desconcierto.
Lo noté algo más alto y bastante más musculado, ¿es que nunca dejaría de crecer?. Mi madre me contó una vez que Jacob empezó midiendo solo 1.65 cuando ella lo conoció, y ahora seguramente rondaría los dos metros y algo. Pero lo peor es que parecía aun más grande por sus músculos grandes y desarrollados.
En definitiva, era demasiado atractivo para una pre-adolescente como yo.
Sentí la mirada de mi padre clavada en mi perfil, y la incomodidad volvió sacudiéndome con fiereza.
Por lo que, bajé la mirada de la de él y se lo dije sin rodeos, sin importarme que papá estuviese ahí o que la conversación comenzase fatal.
Tan solo, lo dije:
-Me voy.
Y así empezó todo…
Nota:
A los que ya me conocéis por "Luz de estrellas", supongo que sabréis cómo va esto. A los que no, simplemente decir, que suelo actualizar una vez cada semana y por un mínimo de reviews, (siempre los suplico XD). He querido centrarme más en Renesmee que en Jacob, gracias por leerme.
