Título: Deseo, deseo…
Género: Alternative Universe. Romance, acción, sobrenatural, cosas de la vida.
Personajes: [Luffy, Nami], [Zoro, Robin]
Nota: One Piece es obra de Eiichiro Oda y Alladin fue adaptada por Walt Disney Pictures.
1. Príncipe y ladrona
Luffy miraba el reloj con pesadez. El tiempo le parecía inmóvil. Sus hermanos estaban cada uno en lo suyo. Sabo seguía los pasos del Rey como si fuese su sombra y Ace correteaba a las sirvientas mientras alardeaba de su musculoso cuerpo, con el afán de hacer enojar al Rey y a su sombra. Bufó cansado y enojado. Miraba el ir y venir del péndulo como si fuera lo más interesante del mundo cuando oyó los gritos de la nueva consejera del Rey, una mujer muy fina y elegante, que había viajado por todo el mundo. Podía decirse que ella era la candidata ideal para el puesto que ocupaba y con mucha razón el Rey la había elegido como consejera en lugar del vejestorio que estaba antes, pero sin embargo, Luffy no confiaba en ella. Rara vez la notaba relajada, siempre parecía observar todo con detenimiento y ni hablar de entablar una conversación con ella, ya que comenzaba a adularlo y eso le daba comezón.
Junto a los gritos histéricos de la mujer comenzaron a oírse los gritos de un hombre, que hicieron que él sonriera abiertamente y diera un salto de alegría. Él ya había vuelto de hacer lo que tenía que hacer en la ciudad y al fin podría quitarse el aburrimiento escabulléndose por ahí, tal como hacía siempre, aún cuando sabía que le estaba prohibido salir de palacio, y mucho menos ir a dónde le gustaba ir.
Al abrir la puerta se encontró con una sonrojada mujer alta y de grandes pechos y un cabreado guardaespaldas peliverde con las orejas coloradas. Sonrió más enfáticamente para luego dar paso a una estruendosa carcajada que indignó a la mujer y tranquilizó al varón.
─ ¿Puede decirle a su guardaespaldas que haga su trabajo correctamente? ─ ella hablaba con seguridad. ─ Lo que hizo es absolutamente indecoroso ─ agregó. Luffy arqueó una ceja.
─ ¿Indecoroso? ─ soltó el guardaespaldas. ─ ¡Aquí la única indecorosa es usted! ¡Anda por allí y por acá husmeando lo que hacen los demás, mostrando sus tetas a todo el mundo! ─ gritó muy fuera de sí.
─ Zoro, vámonos ─ fue lo único que dijo Luffy antes de tomarlo por el brazo y arrastrarlo hacia afuera sin siquiera mirar a la mujer, que quedó por un momento atónita ante la reacción del príncipe.
─ ¡Luffy sama! ─ el aludido la vio de reojo.
─ Hancock, suficiente ─ el rostro de Luffy estaba tan serio que ella enmudeció y no pudo hacer nada para evitar que se fuera.
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─ Esa mujer está loca ─ el tono de voz de Zoro delataba lo cansado que lo traía esta situación. Se habían detenido en una de las terrazas de palacio a beber algo mientras Luffy devoraba un sándwich. ─ Debes decirle a tu padre lo que hace, no puedo creer que el Rey la soporte
─ Sabe mucho, mi padre la tiene en ese puesto porque necesita a una persona como ella ─ dijo con indiferencia. ─ Además, no tienes por qué darle explicaciones ─ mordió el sándwich. ─ Tú eres mi guardaespaldas y tienes que hacer lo que yo digo ─ tragó. ─ Quiero ir a la feria ─ cambió de tema y Zoro comprendió que no debía hablar más de la mujer, ya que no tenía ningún caso. Suspiró y dio el último trago a su cerveza.
─ Está bien ─ dijo. ─ Pero que no sea como la última vez ─ se cruzó de brazos, mostrando molestia.
─ No ─ rió Luffy. ─ Esta vez no llamaré la atención, lo prometo ─ sonrió. ─ Quiero comer todo lo que pueda. Ese lugar está lleno de cosas deliciosas ─ babeaba. Zoro rodó los ojos.
─ Eres un príncipe, sólo debes ordenarle al cocinero que te haga lo que desees y no salir a arriesgar tu vida inútilmente a las calles de la ciudad ─ acotó sabiamente a lo que Luffy hizo un puchero.
─ De ninguna manera, el cocinero no sabe hacer lo que hace aquel chico de las cejas raras
─ Deberías decirle a tu padre que lo contrate ─ Luffy negó.
─ No ─ se puso de pie. ─ Me gusta salir a divertirme, en palacio me aburro
─ Vámonos antes de que me arrepienta ─ Zoro no estaba muy convencido, pero allí fueron los dos, escapándose hacia la ciudad.
─ Nami ─ un susurro hizo que la joven rodara los ojos.
─ ¿No comprendes lo que es estar en silencio, Chopper? ─ dijo. ─ Si continuas llamándome, no podré tomar nada
─ No es eso ─ negó con la cabeza. ─ Sería más fácil si fueras sobre mi ─ dijo él, susurrando. Chopper era el pequeño compañero de Nami, la ladrona: un pequeño reno con una incipiente cornamenta que por alguna causa mágica desconocida podía hablar.
─ No quiero ─ ella volvió la vista a su objetivo, una hogaza de pan muy dorada que parecía relucir de entre las demás. ─ Ahora tú vas hasta allí y distraes al panadero ─ dijo y volteó a verlo a los ojos. ─ Y ni se te ocurra hablar ─ lo regañó. El pequeño reno tragó saliva y asintió.
Mientras el panadero, conmovido por la presencia del pequeño reno en medio de la ciudad y buscando la forma de devolverlo al bosque se distraía, Nami tomó la hogaza de pan y corrió hacia su escondite. Chopper hizo un delicado movimiento, zafándose del agarre del panadero y corrió detrás de ella. Cuando quisieron acordarse, se habían perdido entre la multitud.
Nami guardó el pan en su bolso y se acomodó el cabello. No podía seguir llamando la atención corriendo de aquella forma desesperada. No podía localizar ni a Chopper ni al panadero. Pero si vio a un joven de cabello negro que comía como si no hubiese un mañana. Junto a él estaba un hombre alto y musculoso, de un extraño cabello color verde, que tomaba del pico de una botella. El cocinero del puesto no daba a basto con las ollas y sartenes. Ella llevaba una falda larga de color rojo, con vuelo y una blusa sin mangas con flores. Andaba descalza y su cabello largo lo tenía recogido, dejando varios mechones cayendo a los lados de su rostro. Se acercó a ese par, pensando en robarles algo de dinero, puesto que parecían tenerlo.
─ Esto es lo último que tengo ─ dijo el cocinero rubio de cejas rizadas, mientas se sentaba al otro lado de la barra.
─ Por mi está bien ─ dijo Luffy sobándose el estómago, que estaba hinchado por tanto comer. ─ Todo es muy delicioso ─ sonrió.
─ Tu amigo me agotó la reserva de todo el mes ─ miró de reojo a Zoro que dormitaba apoyado en una columna a unos pasos de ellos.
─ Mañana volveremos ─ dijo, levantándose. Cuando se dio cuenta, había golpeado a una jovencita, que cayó al suelo haciendo un quejido. Inmediatamente Luffy la tomó por la mano e hizo que se levantara. Con el rostro lleno de salsa y preocupación le preguntó ─ ¿Estás bien?
─ Si ─ dijo ella con fingida timidez. ─ Tienes salsa ─ sonrió señalándole la cara. Él, muy fresco, se limpió con la camisa, que era a cuadros verdes y negros. También llevaba pantalones cortos de mezclilla y ojotas.
─ ¡Oye tu! ¡Ladrona! ─ se oyó a lo lejos y Nami dio un respingo. Sin voltear podía saber que era la voz del panadero. Instintivamente y sin saber bien por qué ni cómo, tomó al joven desconocido de cabello negro y apetito voraz de la mano y corrió con todas sus fuerzas hacia el bosque. Guió sabiamente su camino hasta alejarse por completo de la feria y subió a un árbol muy grande con agilidad, siendo seguida por Luffy que parecía divertirse a lo grande.
Sobre la copa había lo que parecía una 'casa del árbol'. Era pequeña, pero acogedora. Tenía una puerta y una ventana. Adentro varios cojines, y una pequeña mesa. Todo estaba hecho en madera rústica y decorado con sencillez, pero buen gusto.
─ Odio a estos tipos ─ dijo ella al fin, rompiendo el silencio. Luffy se había sentado en uno de los almohadones. ─ No comprenden que uno roba para comer ─ estaba tan enojada que no se había dado cuenta que no estaba con Chopper sino con el tipo al que había elegido como siguiente blanco. Al notarlo se sonrojó.
─ El Rey es muy estricto con sus leyes ─ el rostro se le ensombreció. ─ Si te encuentra algún guardia no dudará en cortarte la mano ─ parecía que las palabras salían con preocupación.
─ ¿A si? ─ dijo ella. ─ Nunca me han apresado ─ estaba orgullosa. ─ ¿Y tú? ¿Eres nuevo? ─ estaba segura de no haberlo visto antes por ahí.
─ Hace poco que vengo ─ sonrió con cierto nerviosismo. ─ Es que ese Sanji hace muy rica comida ─ volvía a sentirse hambriento. La carrera hasta allí había logrado que la comida bajara. De cualquier forma no podía decirle a la chica que él era príncipe, así que se limitó a cambiar de tema. ─ ¿Vives sola aquí? ─ preguntó.
─ No, vivo con un amigo ─ Nami se acercó a la ventana y corrió la cortina. ─ Es pequeño, pero con una gran vista ─ a lo lejos se podía ver el palacio, imponente y majestuoso.
─ No es la gran cosa ─ se refirió a la vista de palacio, olvidándose de preguntar por el 'amigo' de la chica. Luffy estaba bastante molesto en ese instante.
─ Me encantaría vivir allí, rodeada de joyas y ropa fina ─ Nami, sin percatarse de lo que sentía Luffy, alucinaba con sólo decir cuál era su sueño más anhelado. ─ Ser la dueña de todo
─ Estar rodeada de gente que te dice qué hacer ─ acotó él, pero ella no lo escuchaba.
─ Ser pobre no tiene nada de bueno ─ él tampoco la escuchaba.
─ Es como estar encerrado ─ dijeron los dos al mismo tiempo y sus miradas se encontraron.
Un ruido los alertó. Nami cerró las cortinas.
─ Son los guardias ─ dijo en un susurro. ─ Ven, vamos ─ lo tomó por la mano y Luffy se puso de pie. Salieron por un hueco en el techo y subieron más alto en el árbol. Saltaron hacia otro árbol y la rama donde Nami pisó se quebró, haciendo que ella resbalara hacia abajo. Luffy la sostuvo, pero él tampoco estaba seguro pisando. Ambos cayeron sobre un cúmulo de hierba debajo. Cuando abrió los ojos, uno de los tres guardias tomaba a Nami por el cabello mientras ella gritaba improperios e intentaba zafarse del agarre.
─ Rata inmunda ─ decía con desprecio. ─ Pagarás caro ─ escupió el rostro de Nami. Luffy se puso de pie hecho una furia y fue detenido por los otros dos guardias.
─ Suéltala ─ ordenó.
─ ¿Quién te crees que eres? ─ al terminar de decir eso, el guardia empalideció. Sintió el filo de una espada en su garganta.
─ Más respeto con tu príncipe, imbécil ─ la voz ronca de Zoro le erizó la piel. Nami había callado. ¿Príncipe? ¿Ese joven era uno de los príncipes?
─ Lo… lo siento ─ el guardia bajó a Nami, pero no le soltó el cabello. ─ Disculpe, su majestad ─ hizo una leve reverencia. ─ Pero no puedo soltarla, son órdenes del Consejo ─ Luffy apretó los dientes.
─ Lo arreglaré con Hancock
─ ¿Estás segura de que ella es la indicada? ─ la voz retorcida de un hombre erizó la piel de Hancock que apenas terminaba de entrar en aquella habitación del palacio, una a la que nadie se atrevía a ir. ─ ¿No sería mejor que buscaras un hombre? ─ la mujer arrugó el ceño.
─ Ella es más que suficiente ─ se cruzó de brazos junto a la puerta, le daba repulsión entrar en ese lugar, pero no le quedaba otro remedio. Si quería llegar al poder, debía confiar en lo que aquel sujeto le había dicho.
─ Será mejor que te apresures, sino el Rey no te escogerá ─ rió con malicia el sujeto.
─ Cállate
