PRÓLOGO:
Saltando los canales de la tele, Romano buscaba con que distraerse en la casa del "bastardo España", como se refería al dueño de casa. Antonio había invitado a Lovino a pasar una linda tarde y él tuvo que aceptar de mala gana, no tenía ánimos de tener que escuchar sus suplicas para que lo fuera a visitar. Además, lo dejaría descansar un rato de su mafia que últimamente le estaba dando muchos dolores de cabeza.
Con el cuerpo recostado sobre el sofá, termino dejando el canal de noticias donde hablaban de los últimos casos policiales que ocurrieron en Madrid, cuando de pronto el teléfono de la casa comenzó a sonar.
-¡Bastardo, el teléfono está sonando! –, gritó desde el living a la cocina.
-¿podrías contestar, Lovino? –, respondió desde la cocina el dueño de casa.
-No me dan las ganas, tarde mucho en acomodarme en este sofá de mierda que tienes –, contesto sin apartar a vista del televisor
-Está bien, ya voy –, accedió de mala gana el español saliendo de la cocina con su delantal de tomates y miro al chico arqueando una ceja, – ¿al menos podrías vigilar la comida?
-¿Por qué no mejor me vigilas esta, stronzo? –, contestó de mala gana sin mirarlo y mostrándole el dedo del medio, - ¿qué no ves que veo la televisión?
-Es cierto, perdóname Romano –, acotó, prefiriendo no hacerlo enojar y tomado el teléfono respondió, – Hola, habla Antonio
-Al fin contestás viejo –, dijo un angustiado argentino desde el otro lado de la línea, – necesitamos "sha" tu ayuda, che.
-¿Martín?, ¿qué está pasando? – De por si era muy extraño recibir una llamada por parte de Argentina, este nunca le hablaba a menos que sea por algo importante o fuera obligado por otra persona.
-¡Suéltame culiao! ¡No me toqui' conche'tumadre! –, se escucha la voz de la chilena gritar por el otro lado de la línea, la voz de su hija, su niña, la luz de sus ojos.
-¡Hostia, Martín! ¿Qué carajo está pasando? ¿Qué le están haciendo a mi niña? – su lado paternal floreció rápidamente a escuchar sus ruidos.
-¡Suelta esa joven senhora agora!
-Esa voz…-, dijo extrañado el español.
-Es Brasil. Decile a Portugal que venga con vos ahora… la mafia italiana nos va a matar a menos de que nos ayudes viejo-, explicó Martín empezando a darle un mini ataque de histeria y comiéndose la poca uña que le quedaba sana mientras apretaba el teléfono con la otra mano.
-¡¿Cómo que la mafia, dónde están?! ¡¿Qué gilipollada hicieron ahora, capullos?! –. La voz de España era de furia y preocupación por sus niños y su sobrino como hacia siglos que no se la escuchaba.
-Es una larga historia… y muy extraña… pero te la cuento después, ahora necesito que vengas lo antes posible al Vaticano-, le explicó con urgencia y luego colgó abruptamente el teléfono dejando al español pasmado con la boca abierta del otro lado.
