- Spike, deja de fast...
Buffy no llega a terminar la frase. De pronto un demonio aparece de un salto a su lado con un hacha que describe un arco preciso a la altura de su cuello con muy mala idea. Buffy lo ve por el rabillo del ojo y se aparta con su reflejos de Cazadora, justo a tiempo. Un mechoncillo de pelo rubio cortado limpiamente cae al suelo flotando. Demasiado cerca.
- ¡Hey, que acabo de gastarme una pasta en la peluquería! - Grita Buffy, realmente ofendida. Se va a enterar este imbécil. Buffy se gira, preparada para atacar, pero el demonio ya no está allí sino que se aleja corriendo muy rápido por el callejón, mucho más rápido que un humano. - ¿Le has podido ver, Spike? ¿Qué era?
Spike no contesta. Está mirando sorprendido el hacha que sobresale de su pecho.
- ¡Spike! Deja de hacer el tonto. - Buffy coge el hacha y la saca de un tirón.
- ¡Auch! - Dice él, sujetándose el pecho con gesto de dolor, mientras retrocede tambaleándose hasta apoyar la espalda en la pared. - Con cuidado, cariño. Qué no me mata pero me duele.
- ¿Cómo es que te ha pillado desprevenido, Big Bad? Estás perdiendo facultades. - Buffy juega con el hacha, practica un par de golpes. Demasiado aparatosa.
- Bueno amor, será que pensaba que tu cuello iba a parar el golpe. Tú en cambio tienes los reflejos tan finos como siempre. Pero se te ha quedado el pelo un poco raro. - Spike toma impulso en la pared y se acerca a ella con una mueca.
- Oye, no la tomes conmigo porque te hayan dado un hachazo. - Buffy se toca el pelo preocupada. Bueno, era un mechón pequeño, parece que ha sido poca cosa. Siempre se puede dejar flequillo. Se queda pensativa un momento. - ¿Te habían clavado un hacha antes? Tiene que doler bastante. - Dice Buffy, con aire inocente y un poco divertido.
- Ríete de la desgracia ajena todo lo que puedas, Cazadora. Cuando te den un hachazo a tí ya me reiré yo. - Spike la mira dolorido fingiendo enfado, pero se le escapa una sonrisa. Buffy se la devuelve.
- Cuando me den un hachazo supongo que me dará lo mismo si alguien se ríe. Vamos, tenemos trabajo.
Y se alejan los dos por el callejón, él con la mano en el pecho, ella balanceando el hacha con despreocupación.
