Fancy Sensations

Si me quedas tu, me queda la vida

Ella, misteriosa y silenciosa como la noche, su vida estaba envuelta en penurias, su destino era por consecuencia su propio sufrimiento, la vida en la cual era protagonista, tan monótona y aburrida que podría matar si quisiera, pero aún así hasta el más mínimo detalle faltante la pondría histérica de una forma ilógica e inusual en su carácter sombrío.
Él, perfecto, radiante y alegre como el día nada podía quitar la sonrisa que surcaba indiferentemente sus labios, era tan hermoso que muchas mujeres habrían roto las vallas de la razón para encontrarse con aquel rostro hipnotizante.
Nunca en sus vidas habrían prevenido aquel encuentro catastrófico, un encuentro en cuál ambas vidas se cruzarían y tendrían que convivir juntas.
Ella lo miro de reojo y el solo sonrío, cuanto le fastidiaba su felicidad, era tan infeliz, lo veía tan injusto, pero él, él claro, seguía sonriendo como siempre lo había hecho, desde chico había aprendido que la mejor cura para un día gris era una sonrisa, aquella que brillaba sin momento ni lugar, solo brillaba.
Su vestido era de un gris perlado en el cual se adherían suaves destellos plateados, intento sonreír, pero lo que logro estuvo muy alejado de ser una sonrisa y en su mente se dibujo aquella mueca que él solía llevar pegada en los labios, examino cada detalle con su característico ojo perfeccionista y se volteo a verlo, él sonrío y en sus profundos ojos azules pudo ver por primera vez la honestidad que lo embargaba en un camino que él no había escogido en un principio, pero que ahora no cambiaría por ningún tesoro.
Ella continuo caminando por la alfombra aterciopelada, con la vista aferrada al suelo, hasta tropezar con un escalón violáceo, mordió su labio inferior y miro directamente al cura, quién empezó con el terrorífico discurso.
El contemplaba lo irracional que escondía aquella belleza, sus labios carnosos, el cobrizo brillante de su cabello, el aroma embriagador a primavera, un verde cálido en aquellos ojos desilusionados, ella le devolvió la mirada y se sumergió en sus profundos ojos azules mientras admiraba su sonrisa, una sonrisa que de ahora en más le pertenecía solamente a ella.
Él abrazo su cintura con suavidad y por primera vez en la vida sus labios se unieron en un dulce movimiento, ella le devolvió el beso con la misma intensidad, él se aferro a su cuerpo y sintió la fricción que destilaban sus labios, una conexión que siempre había existido, pero que se encontraba oculta.
Y entre el medio de la multitud enloquecida el viento les susurro la melodía del amor