Bella Pov.
Sabía perfectamente que este era un acto cobarde, pero ya había soportado 5 largos años sin él, sin la luz de su sonrisa y sin ese mar verde jade que amaba, no, la gripe española se lo había llevado, lo había arrancado de mi lado cruelmente dejándome sin vida, por que él lo era todo, él era mi vida.
'Perdóname Edward' Pensé mientras gruesas lagrimas bañaban mis mejillas ante los recuerdos que se agolpaban en mi memoria haciendo que mi corazón se rompiese en miles de diminutos pedazos, ya no tendría sus besos, ni sus caricias, aquellas caricias que me hacían ver que la vida no era tan mala como parecía desde la muerte de mi padre. Mi mirada se fue hacia el puñal puesto cuidadosamente sobre mi cama, una sonrisa temblorosa escapo de mis labios al imaginar que pronto estaría con él, ya que dios no me había permitido ser feliz con él en este mundo tendría que permitírmelo en el cielo, no sabía si dios me castigaría por renegar de él después de que se lo llevo, aún que lo comprendía de cierta manera, se lo había llevado nuevamente junto a él para adornar el cielo con esa belleza tan impresionante de la cual yo estaba segura no era terrenal.
Di unos cuantos pasos seguros hacia el borde de mi cama mientras extendía una de mis manos empuñando el puñal con decisión. Lo admiré por unos segundos, ese puñal que seria la llave para estar el resto de la eternidad junto a él y todos mis seres amados. Una suave risita escapo de mis labios al recordar las palabras de la hermana de Edward, Elizabeth su gemela que se reía de una de mis novelas favoritas Romeo y Julieta, siempre decía que morir por amor era un acto cobarde para los débiles, que era mas valiente vivir por amor, por que así podríamos hacer honor a nuestro ser amado contando la historia de nuestras vivencias juntos, pero ya ni siquiera la tenia a ella, por que la gripe también se la había llevado junto a él.
— Es hora de estar con ustedes para siempre, Edward por favor espera por mi, amor mío — Murmuré en un débil murmullo empuñando con fuerza la daga hasta que un par de segundos después y con decisión la clave en mi pecho, el dolor agudo que sentí al soltarla y dirigir mi mirada hacia mi vestido me dio la certeza de haber tomado la decisión correcta. Los segundos pasaban y la sangre comenzaba a caer al piso de madera de mis aposentos, poco a poco me fui acercando a la cama en la cual me deje caer lentamente mientras la oscuridad comenzaba a hacerme compañía, la oscuridad que tanto había anhelado e idealizado no fue como lo esperaba, en ella no había estrellas ni mucho menos se encontraba él esperándome en el muelle junto a nuestra pequeña barca donde solíamos pasear; este era mi castigo por renegar de dios cuando se lo llevo, no me dejaría estar con él, no me dejaría verle ni por ultima vez ¿Que pecado habría sido yo capaz de cometer para que no me dejase ir hasta él y verle por ultima vez? ¿Era acaso pecado amar a un ángel? La respuesta fue clara cuando la oscuridad me invadió completamente, fue clara y tal como la daga se clavo en mi pecho, esa respuesta era: Sí.
Poco a poco en la oscuridad se fueron revelando viejas memorias junto a los hermanos Masen, recordaba a la hermosa joven corriendo cerca del lago y un apuesto joven le seguía de cerca mientras el viento acariciaba su rostro y hacia que sus mejillas se coloreasen con un exquisito rubor, ese día que lo vi por primera vez supe que era un ángel, un ángel que había venido a esta tierra en compañía de la perfecta musa que intentaba escapar de él 'Elizabeth' había él gritado su nombre, y jamás olvidaría el matiz de su voz, tan dulce y aterciopelado, el nombre de aquella joven había acariciado el viento cuando los labios de ese ángel lo habían pronunciado. Otro recuerdo me invadió, la primera vez que él y yo habíamos compartido un paseo con su madre y su hermana, ahora sabía que aquella joven de cabello cobrizo tan parecido al de él era su hermana gemela, la dulce Elizabeth, aún que eran idénticos eran muy diferentes, ella tenia la dulzura y candidez perfecta, pero también era muy honesta e inteligente y eso en nuestra sociedad no era muy apreciado, en cambio Edward, él era muy dulce y también caballeroso, era la mezcla perfecta, aún que tal como su hermana tenia otro rostro cuando se enfadaba siempre gritaba y refunfuñaba cosa que a mi me parecía encantadora. De pronto los recuerdos se fueron alejando y desapareciendo, estaba muriendo y a lo único que podría aspirar sería a eso, vagos recuerdos de mi memoria que sin duda no le hacían justicia a ninguno de ellos dos, esos ángeles que me habían salvado y me habían enseñado a vivir sin arrepentirme de nada, el silencio se hizo denso en la oscuridad que envolvía todos mis sentidos hasta que sentí algo frío en mi cuello, como una caricia para luego sentir como si me incrustasen cristales en él, una sensación extraña me recorrió el cuerpo y un calor abrazador se extendió por todas mis venas.
Todo mi cuerpo parecía arder, parecía que me quemaba y solo deseaba el alivio, sin duda la espiral de recuerdos me había llevado al infierno por que era la única explicación que podría encontrar para ello. La sensación era extraña ya que pronto me sentí flotar y sobre mi cuello algo muy frío y delicado, el calor comenzaba a desaparecer y algo frío se extendía por mi cuerpo, el latido de mi corazón disminuía lo podía sentir con cada fibra de mi ser, y lo sabía estaba muriendo lentamente y a medida que la vida se me escapaba de mi cuerpo, apretándome suavemente los labios y el sonido de una voz suave y musical rota por la angustia, comprendí que esa deidad era más benévola de lo que me había imaginado.
— Bella, mi vida — Cuando aquella palabras llegaron a mis oídos enseguida supe de quién se trataba, solo una persona me llamaba Bella y con esa dulzura.— Se que te duele pero debes aguantar un poco más. Hazlo por mi. — Murmuro con suavidad, y por él haría cualquier cosa, incluso si debía atravesar este infierno para poder quedarme con él.
— Carlisle — Suplico la voz de mi ángel llena de angustia.— Dime si he echo algo mal, su piel esta tomando un tono...Un tono azulado, esto no debería estar pasando.
Un respingo de vida me recorrió todo el cuerpo y el pánico se adueño por completo de mi, a pesar de mi juramento de no vivir en un mundo donde él no existiese, oírle así de alterado jamás era buena señal ¿Es que acaso no iba a irme con él? ¿Que pecado tan grande cometí en esta vida terrenal para no ser digna de su presencia?, temblaba mientras un sudor frío se extendía por todo mi ser ¿Que iba mal?.
Una voz parecida a la de Edward contesto a mi silenciosa pregunta.
— Ha perdido mucha sangre, y su corazón bombea muy lento la ponzoña...— Un denso silencio recayó donde fuera que estuviésemos en este momento.— Si no hacemos algo pronto, no completara el proceso...— Susurro las ultimas palabras como si estuviese analizando las reacciones de Edward o las mías propias.
— ¡No me voy a quedar de brazos cruzados mientras veo como su vida se me escapa! — Gritó mi ángel. Mala señal, Edward solo gritaba cuando la situación se desbordaba.
Si él no podía hacer nada, entonces todo se derrumbaría y me dejaría ir, solo deseaba dormir, aún que fuera por ultima vez entre sus brazos.
— ¡Carlisle! — Gruño mi ángel dándole un matiz de dolor, impotencia y rabia a su dulce voz.— No puedes fallarme ahora, lo que estoy haciendo es lo más egoísta que haré en toda mi existencia. ¡No puedes decirme que no hay solución! — Grito Edward lleno de dolor.— Por...Por favor, Ed...Edward, no te rindas — Suplique con la voz apagada, intentando darle ánimos, sabía que podríamos hacerlo juntos o al menos eso esperaba.
Finalmente la persona llamada Carlisle le dio la respuesta que él esperaba.
— Le diré a Alice que valla por tú hermana, Elizabeth es la única que puede salvar a Bella, solo espero que su corazón aguante un poco más, hasta que tú hermana llegue — Susurro esa voz con compasión y cariño a la vez mientras oía sus pasos alejarse rápidamente.
— Mi vida por favor, demuestra que eres fuerte y haz que este corazón lata con toda la fuerza que sea posible, por favor mi amor, será breve, lo juro, Elizabeth te salvara.— Murmuro Edward lleno de esperanza y eso fue como un soplo de vida para mi, mi corazón se acelero como cada vez que lo veía y su marcha se hizo más rápida con cada segundo que pasaba.
— Elizabeth por favor tú eres la única que puede salvarla, por favor no me falles hermana...— Murmuro la suave voz de Edward, y eso fue lo último que oí antes de sumirme completamente en las sombras.
