Ejercicio de ruptura:

- Ship hetero.

- Escribir algo que no implique a Levi.

- Ni longfic, ni One-shot, unos 7 caps.

-AU (aunque parezca mentira, me siento más a gusto en el canonverse)

- Complicarme la vida con Mikasa.

El summary y el título son una mierda, posible cambio en un futuro.

Disclaimer: Estos personajes pertenecen a Hajime Isayama.

Advertencia: Mis AU están registrados como originales, solo yo puedo adaptarlos para mis fics. No copiar ni utilizar en otros fandoms.

Espero que les guste.


1

El tacón de sus sandalias resonó contra los adoquines que conducían hasta el porche de la casa de su mejor amiga. Entrecerró los ojos para disfrutar del aroma del césped recién cortado, deleitándose en la tranquilidad de esa zona residencial compuesta por dúplex y chalets.

Los padres de Sasha le habían permitido celebrar su cumpleaños en aquella casa, que pertenecía a su abuelo, mientras ellos aprovechaban unos días de vacaciones en una cabaña de un coto de caza.

Sonrió cuando distinguió las luces de colores desparramadas sobre la vertiente del tejado. Una suave brisa las mecía de forma leve, haciendo que entrechocaran entre sí. Era mediodía y todavía permanecían apagadas, pero estaba sorprendida de que su amiga se hubiera molestado tanto en la decoración.

Nunca había sido su fuerte.

Se detuvo a unos pasos de la puerta principal, admirando los sillones de mimbre que habían acomodado en un lateral del porche, frente a una mesa de similares características. Un par de maceteros repletos de plantas aromáticas ambientaban el pequeño rincón, y unas robustas columnas de madera sostenían una cubierta a dos aguas.

No pudo evitar comparar aquella imponente construcción con el piso de sesenta metros cuadrados que compartían en la ciudad universitaria. Sin duda, el entorno, las plantas y la madera la trasportaban a un ambiente más rústico, más natural. No obstante, comprendía que la familia de Sasha era numerosa y por eso requería de tanto espacio.

Decidió que sesenta metros cuadrados eran más que convenientes para sus actuales necesidades. Actuales y, probablemente, futuras.

En realidad, cualquier rincón donde pudiera tener una cama, una mesa y su preciado portátil le bastaba. Su pasión, la escritura, no conocía de espacios ni de límites. Podía llevar a cabo la actividad a los pies de un árbol, en un banco de piedra, sentada en un coche, e incluso en la biblioteca de la facultad de filología, donde estaba a las puertas de graduarse.

Acortó en pocos pasos la distancia que la separaba del escalón del porche. Revisó el regalo que había envuelto con cuidado minutos antes de salir de su casa, sabía que la castaña era fan acérrima de Harry Potter y la forma del envoltorio sugería lo que se hallaba en su interior.

Sin más dilación, tocó el timbre un par de veces y esperó con paciencia.

Escuchó pasos precipitados al otro lado de la pesada madera y una risa pegadiza que conocía demasiado bien. Sasha abrió la puerta y le sonrió.

—¡Cuánto tiempo! —exclamó con ironía.

Mikasa resopló por la nariz y le extendió la bolsa con el regalo. Sasha abrió los ojos sorprendida y amplió su sonrisa al distinguir la forma del paquete.

—¿Me has comprado un consolador?

—No creo que te haga falta. Estoy por alquilarle a Nikolo el sofá del salón.

Sasha se echó a reír y se apartó de la puerta para permitirle el paso.

—Sírvete. Ya están todos.

La música reverberó en sus oídos y se sorprendió al distinguir una ristra de luces de colores colocada en las paredes del pasillo. Elevó una ceja para dirigir una mirada interrogante a su compañera de piso.

—Parece sacado de una de esas pelis americanas, lo sé —dijo la castaña rodando los ojos—. Connie se empeñó. Tranquila, no hay gente desnuda ni borrachos vomitando por los rincones.

Mikasa asintió despacio.

—Pues menuda fiesta americana —comentó con ironía.

Sasha rió de nuevo ante la ocurrencia y se adelantó para avisar al resto. Pocas cosas llegaban a inquietar a Mikasa, pero no podía ignorar el cosquilleo que sentía en el estómago ante la perspectiva de verlos a todos juntos de nuevo.

Se acercó a una de las luces que parpadeaba con una tonalidad verdosa y se percató de que se trataban de las mismas que se colocan en los árboles de navidad. Resopló de nuevo ante la ocurrencia, algunas cosas no cambiaban.

Avanzó por el estrecho pasillo y desembocó en un salón repleto de rostros conocidos. Parpadeó hasta ajustar sus ojos al cambio de iluminación y dio un cabeceo a modo de saludo. Nunca había destacado por ser especialmente expresiva, pero sus amigos de toda la vida la conocían demasiado bien como para esperarse otra cosa.

—¡Mikasa!

Marco se incorporó de su silla y se acercó para darle dos besos.

—¿Y ese peinado? Qué atrevida, te queda genial. Todo te queda genial.

Mikasa murmuró un «gracias» en voz baja, sin saber muy bien cómo encajar aquel cumplido. Jamás había llevado el pelo tan corto, pero un incidente había dado al traste con la melena que estaba dejando crecer. Por fortuna, tampoco daba demasiada importancia a esos detalles y debía reconocer que el corte pixie que le había hecho el peluquero para arreglar el desastre era lo más cómodo que había llevado nunca.

—¿A que sí? Le da un aire sofisticado —agregó Sasha mientras destapaba unos sándwiches en la alargada mesa dispuesta en el centro.

Mikasa le dedicó una mirada de advertencia y después volvió a recorrer con sus ojos el resto del salón. La mayoría de sus amigos se habían desperdigado por diferentes ciudades al comenzar sus estudios universitarios y no siempre coincidían en vacaciones para organizar encuentros como aquel.

Distinguió a Krista junto con Ymir acurrucadas en un extremo del sofá, comentando animadas las jugadas de los que estaban con la videoconsola. Decidió ayudar a Sasha y a Marco a disponer lo que faltaba en la mesa. Había platos de plástico repletos de snacks, sándwiches, una tortilla casera, frutos secos y algunas latas de cerveza y refrescos bien frías.

—La carne para la barbacoa la sacaremos después, aún es temprano. Nikolo preparó algunas tortillas y un postre, lástima que no haya podido quedarse.

Nikolo hacía escasos meses que estaba muy presente en la vida de las dos muchachas. Sasha lo había conocido al celebrar el aniversario de sus padres en un restaurante del centro. Fue amor a primera cata. El descaro con el que abandonó la mesa para ir a conocer al cocinero en persona había sido tan insólito como productivo, sobre todo teniendo en cuenta que a las dos semanas comenzaron a salir. Siete meses más tarde, la relación atravesaba su mejor momento. A Mikasa ya no le sorprendía regresar de la facultad y encontrarse al muchacho sumergido en la reducida cocina del apartamento. A menudo les dejaba alguna sorpresa en la nevera para que pudieran compartir en su ausencia.

Mikasa era una chica de pocas palabras, pero se esforzó en ser sociable. Marco le preguntó acerca de sus estudios y su convivencia con la castaña. Hacía tiempo que no lo veía, ¿tres años, quizás? El pecoso se había marchado a Trost, una ciudad que estaba a nueve horas de trayecto donde ofertaban la carrera de periodismo. Jean lo había acompañado un año más tarde.

Sintió cierto alivio al ver que sus amigos apenas habían cambiado. Marco continuaba con esa radiante sonrisa y esa mirada risueña tan únicas. Su piel estaba algo más bronceada y las pecas de su rostro se habían multiplicado. Krista se deshizo del abrazo de su novia y se incorporó a la conversación. La rubia seguía luciendo como una muñeca, con un maquillaje impecable que resaltaba sus irises celestes. Quizás Sasha era el caso más relevante, con su figura más estilizada y su cabello más cuidado. No obstante, eran cambios que ella había percibido de forma gradual.

Mientras hablaban, apareció Annie con dos latas de cerveza para ofrecerle una sin mediar palabra. Ambas tenían un carácter más introspectivo y se comprendían a la perfección. La veía a menudo en el gimnasio, impartiendo clases de defensa personal. Tanto ella como Ymir habían optado por ponerse a trabajar en lugar de continuar sus estudios.

—Hola, Mikasa.

Giró el rostro al escuchar su nombre. De no ser por el tono de voz y aquellos ojos ambarinos, no lo habría reconocido.

—Hola, Jean —respondió con cortesía.

No, definitivamente Sasha no era de las que más habían cambiado. Jean había dejado crecer su melena, aunque mantenía los laterales rapados por costumbre. Su cabello rubio ceniza caía lacio hasta su nuca y su rostro estaba enmarcado por una corta barba bien perfilada.

Sin embargo, lo que más la sorprendió fue la madurez que transmitía su mirada. Su forma de hablar era más pausada, más serena y no gesticulaba de forma tan exagerada como antes.

La última vez que lo había visto fue el día que decidió abandonar la carrera de derecho tras el primer curso, enfrentándose a su madre para poder empezar Bellas Artes en Trost.

—¿Cómo estás? —preguntó él mientras destapaba una lata de cerveza—. Cada vez te cortas más el pelo.

Ella abrió también su lata de cerveza y dio un buen sorbo. Recordó el disgusto que se había llevado Jean la primera vez que se deshizo de su larga melena cuando estaban en secundaria.

Mikasa no daba la imagen típica de ratón de biblioteca. Sus rasgos asiáticos, esa mezcla tan exótica y cautivadora, habían hecho suspirar a más de uno en sus años de instituto. No obstante, sus ropas holgadas, su cabello corto, la ausencia de maquillaje y su cuerpo fibroso no colaboraban en realzar esa feminidad, ese estándar de belleza en el que algunos la querían encajar.

—Aún estoy a tiempo de rapármelo.

Jean la miró alarmado durante un segundo.

—Me alegra verte. He estado tan metido en la carrera que apenas he regresado a Sina. Verlos a todos… reconforta.

Al menos en ese aspecto parecía que no había cambiado en absoluto. Jean solía expresar sus sentimientos de forma muy abierta, algo que para ella resultaba tan apabullante como llamativo. Se alegraba de que continuara conservando esa peculiaridad tan poco común entre los chicos.

Conversaron un poco acerca de sus rutinas, poniéndose al día sin indagar en terrenos demasiado personales. A los pocos minutos, Annie reclamó la atención del rubio al tomar el control de la videoconsola y Jean aceptó el reto encantado.

Mikasa se sentó a la mesa donde el resto degustaba los entrantes.

—Está muy cambiado, ¿verdad? —comentó Marco al cabo de unos segundos.

—Sí —respondió Mikasa con un cabeceo—. La carrera de derecho lo tenía amargado.

—La falta de sexo lo tenía amargado —apuntó Ymir ganándose un codazo de Krista—. No me mires así, sabes que es verdad. Se nota que ha tenido su desahogo.

Marcó tosió al beber de su refresco y soltó una risilla prudente.

—Bueno, ese no es el punto. Todos hemos cambiado, aunque mantengamos parte de nuestra esencia. A mí me satisface ver cómo seguimos creciendo.

Ymir puso los ojos en blanco.

—No te pongas sentimental, aún no hemos sacado la tarta.

Marco rió de buena gana y se acercó un poco más a Mikasa.

—Oye, ¿sigues escribiendo? Hace tiempo que no publicas nada.

Sasha llegó en ese preciso instante con una bandeja repleta de canapés caseros. Se sentó al otro lado de su amiga, esperando expectante la respuesta. Mikasa se sintió incómoda por el exceso de atención.

—Cuando empecé la carrera dejé de escribir, demasiados cambios... —Algunos asintieron—. Ahora estoy muy motivada con un manga y lo he retomado, he empezado una historia pero en otra plataforma y con otro nombre.

—¿Y no nos dices nada? —preguntó Krista con un mohín—. A mi me encanta leerte.

—A mi también, esas cosas se avisan Mikasa —la reprendió con suavidad Marco.

—A ti lo que te gusta es la temática yaoi, pillín —dijo Ymir—. ¿Sigues en esa línea?

—Sí. He publicado tres capítulos. Por ahora está gustando.

—¿Por qué no iba a gustar? Escribes muy bien. No entiendo por qué no intentaste entrar en periodismo como Marco —argumentó Sasha.

—Es distinto —contestó él—. Creo que eso habría matado su creatividad.

—¿Nos pasarás el link? —preguntó Krista esperanzada.

—Mmm, si quieres... Aunque si no has leído el manga no vas a comprender algunas cosas.

—Ahora entiendo por qué te aíslas en tu cuarto con más frecuencia.

Mikasa le lanzó una mirada cómplice a su compañera de piso. Detestaba que el tema de conversación girara en torno a ella, pero estaba muy motivada con ese fic y se alegraba de comprobar que sus amigas mostraban genuino interés en su obra.

—He pensado en pedirle una comisión a Rivere, para la portada.

—¡Ah, joder! Me encanta esa chica. Hace un fanart yuri delicioso.

—Ymir —murmuró Krista algo sofocada.

—También dibuja yaoi, aunque no quiero nada demasiado gráfico para la portada.

Ymir liberó un gruñido de decepción.

—El problema es que he intentado contactar con ella y no lo consigo. Está hasta arriba de encargos y siempre que abre comisiones llego tarde.

—Entiendo —dijo Marco, pensativo—. ¿Por qué no se lo encargas a Jean?

Se hizo un silencio.

—¿Qué andas diciendo de mí? —preguntó el rubio desde su posición en el suelo.

—Nad...

Marco interrumpió a Mikasa.

—Haces comisiones y Mikasa necesita una portada para una historia suya. —Se dirigió a su amiga en voz baja—. Créeme, dibuja muy bien.

—¿Una historia? —preguntó Jean antes de girar de nuevo su cabeza hacia la pantalla— ¡Mierda, Annie, no seas tramposa!

—Nunca debes darle la espalda a tu enemigo —contestó ella cortante.

—Joder —se quejó una vez más al ver a su personaje recibir una oleada de patadas contra un muro.

Unas palabras ensangrentadas en la pantalla indicaron su derrota. Jean la miró incrédulo.

—Yo me abro.

Entregó su mando a Connie, ignorando los abucheos con los que intentaba provocarlo. Descruzó sus entumecidas piernas y se incorporó. Acercó una de las sillas hacia la mesa y se sentó a horcajadas apoyando sus brazos en el respaldo.

—¿Y qué es eso que escribes? —preguntó con curiosidad.

Alargó una de sus manos para alcanzar un sándwich y lo mordisqueó mientras le dedicaba toda su atención a la muchacha. Mikasa le lanzó una mirada de soslayo a Marco. No se avergonzaba de sus historias, pero tampoco se las había enseñado a todos sus amigos, sabía que no todos estarían interesados.

—Un fic. Escribo fanfics.

Jean masticó sin inmutarse.

—Son historias basadas en personajes de otro —aclaró Marco.

—Sé lo que es un jodido fanfic, Marco.

—¿Lo sabes?

—Ya me han hecho encargos para portadas.

—Pero no sabías que Mikasa escribía.

Jean se encogió de hombros.

—Tampoco me lo había dicho.

Sobrevino otro silencio. A Mikasa no le pasó desapercibida la mirada que intercambiaron las chicas.

—Jean, sé que tienes poco tiempo, no te preocupes —comenzó a decir.

—Vamos Mika, es lo que hago a diario —contestó él restándole importancia—. Aunque tampoco quiero que te sientas obligada. No sé si has visto mis trabajos, quizás no te guste mi estilo.

—Él no sabe cómo escribe y ella no sabe cómo dibuja —apostilló Ymir con malicia—. Buen trabajo, Marco.

El pecoso desvió la mirada avergonzado.

—Solo fue una sugerencia.

—Jean, a mí me gustaría ver tus trabajos —comentó Krista inclinándose hacia el rubio—. Ya va siendo hora de que nos muestres cómo dibujas.

—Sí, Jean —concordó su novia—. No te imagino. Me cuesta creer que dibujes algo que no sean penes en los márgenes de las libretas.

Jean la fulminó con la mirada, pero sacó el móvil de uno de sus bolsillos y abrió su perfil de IG. Después, lo deslizó en dirección a la pareja.

—Ese es mi perfil. Hace un año que estoy subiendo mis dibujos digitales ahí. Llevo un par de meses con las comisiones, sobre todo dibujo personajes de videojuegos, pero me adapto a lo que me pidan.

Mikasa observó con curiosidad cómo a la rubia se le cambiaba radicalmente la expresión de su rostro. Sus ojos azules se agrandaron al máximo y su boca compuso una mueca de genuino asombro. Incluso la inexpresiva Ymir dio un respingo en su asiento.

—Joder —exclamó la castaña arrebatándole el móvil con poca delicadeza a Krista—. Venga ya, muéstrame tu auténtico perfil.

A Jean se le hincharon las atléticas de la nariz.

—Ese es mi auténtico perfil.

—Jean. —Krista no podía disimular su asombro—. Pero si parece un personaje en 3D.

Le dio un codazo a su novia para que girara la pantalla. A esas alturas Connie y Annie habían apagado la consola y se habían colocado justo detrás de la pareja para contemplar las imágenes.

—Por fin alguien que le dibuja unas buenas tetas a Tifa —comentó Connie.

—Ya te digo —aseguró Ymir.

Jean se infló como un palomo, lanzándole una mirada de suficiencia a la pecosa.

—¡Qué calladito lo tenías, Jeanbo!

Connie y Sasha se desternillaron al escucharla.

—¡Cuánto tiempo sin oír eso!

—Sois unos cabrones —se defendió Jean—. Y tú la que más—dijo señalando a Ymir—. Habíamos acordado no volver a mencionar ese apodo.

—Yo no acordé nada contigo.

—Justo hace un rato estaba comentando lo mucho que habíamos madurado… —suspiró Marco.

—Es el efecto de quedar con tus amigos de toda la vida —explicó Krista.

Mikasa aprovechó el jaleo para agarrar el móvil de Jean, pidiéndole permiso con la mirada. El muchacho asintió, abochornado por las risotadas de sus amigos. Cuando contempló la pantalla, se quedó sin palabras. Era un trabajo digital impecable, con unas texturas muy bien conseguidas. Jamás pensó que Jean tendría ese nivel, incluso rivalizaba con algunos de sus ilustradores favoritos.

Minimizó la imagen para observar el resto de sus trabajos. Aparecieron algunos sketches muy limpios, otros menos trabajados pero que se comprendían a la perfección. La anatomía era correcta y huía de esa rigidez que a menudo traía de cabeza a otros artistas. Se maravilló ante el detalle de los reflejos en los ojos y de las hebras de los cabellos, pero lo que más le impactó fue la capacidad de dotar de expresividad a cada uno de ellos, sin importar el acabado.

Intuyó que cobraría bastante por ello. Eran trabajos muy profesionales y tampoco deseaba invertir tanto dinero en una portada. Además, le preocupaba el hecho de que solo había personajes femeninos, bien dotados, por cierto.

—Son muy buenos —comentó con voz neutra—. Se te da muy bien.

Jean aceptó de vuelta el móvil, ignorando el escándalo que estaban montando Sasha y Connie a su costa.

—Gracias. Ojalá pueda dedicarme a la animación. Sé que está difícil, pero bueno, por ahora me gano unos ahorros con las comisiones.

Mikasa asintió.

—Creo que tienes nivel para lo que te propongas.

Jean se llevó una mano a sus labios y carraspeó de nuevo. El rubor de sus mejillas ganó intensidad.

—Entonces, ¿quieres que te haga esa portada?

Mikasa vaciló un instante.

—No sé si tengo suficiente dinero para...

—¡Qué dices! Venga Mikasa, no voy a cobrarte por eso.

—Ni yo voy a dejar que lo hagas de gratis. Es tu trabajo.

—Pero...

Ella negó con la cabeza. Su mirada no daba lugar a réplica.

—Está bien —dijo Jean, dándose por vencido—, pero acepta el descuento de amigo.

Ella vaciló de nuevo.

—Los personajes de mi portada son masculinos.

Jean se encogió de hombros.

—También dibujo chicos.

Ymir estalló en una sonora carcajada en ese preciso momento, acaparando toda la atención. Se incorporó con lágrimas en los ojos y le dio una fuerte palmada a Marco en la espalda.

—Eres un genio —dijo antes de alejarse riendo hacia el baño.

Jean intercambió una mirada confusa con el resto. A veces el humor ácido de Ymir escapaba a su comprensión.

—Y, ¿qué tenías en mente para la portada? —le preguntó a Mikasa tras acercar la silla un poco más a la suya.

La colonia del muchacho invadió sus fosas nasales. Era un olor bastante agradable, ligero. Tenía un toque afrutado y a madera. Al instante creyó que ese detalle quedaría de maravilla para su próximo capítulo. No recordaba haber hecho hincapié en los olores con anterioridad, salvo cuando se trataba de algo repulsivo como un cadáver o un vertedero.

A veces encontraba la inspiración en los momentos más insospechados.

—No había pensado una escena en concreto todavía. Solo he publicado tres capítulos, el resto lo tengo que revisar.

Mikasa no sabía cómo abordar el tema. Jean no era homófobo, después de todo, Marco era gay. Sin embargo, no estaba segura de cómo le iba a sentar que le encargaran una ilustración para un fic yaoi.

—¿Qué temática es?

—… Romance.

El otro no ocultó su sorpresa.

—También hay acción. Son los personajes de un manga, aunque en mi fic están en un universo alternativo donde se ven involucrados en un crimen.

—Qué interesante.

—Chicos, vamos a preparar la barbacoa. Estoy deseando hincarle el diente a unas chuletas que encargó mi padre. —Sasha se inclinó sobre su amiga para darle un apretón en el hombro—. Después abriré los regalos.

Con un gesto, indicó al resto que pasaran por la cocina para llevar las bandejas de carne y las pechugas de pollo que había puesto en adobo la noche anterior. Uno a uno fueron desfilando hacia el patio trasero, dejando a Jean y Mikasa a solas en el salón.

Ella dio otro sorbo de su cerveza, abrumada ante el repentino silencio que los rodeaba.

—Quería que la portada hiciera referencia a alguna de las escenas en las que se intuye la atracción, sin que fuera explícita.

Jean alzó una mano.

—¿Te parece bien si leo tu fic para inspirarme?

Mikasa estuvo a punto de decirle que no era necesario, pero se detuvo antes de pronunciar las palabras. Lo cierto era que no tenía muy claro qué escena escoger para que representara a toda la historia. Quizás la visión objetiva de su amigo pudiera ayudarla a decidir, aunque seguía teniendo sus reservas al tratarse de Jean.

—Puedo mandarte el borrador por mail —se escuchó decir.

Jean sonrió y sacó su móvil de nuevo.

—Tranquila, no le revelaré nada a Marco.

—Te advierto que está en bruto. Prefiero que leas los primeros capítulos desde mi cuenta, así te haces una idea de cómo es la narración una vez perfilada.

Jean juntó su dedo índice y corazón para llevarlos a su frente, imitando el clásico saludo militar.

—¿Tienes mi nuevo número?

Ella lo miró extrañada.

—¿Nuevo?

—Sí, cambié de móvil —explicó él de forma vaga—. La verdad es que hace tiempo que no mantenemos contacto.

Mikasa desvió la mirada. ¿Cuánto hacía que no hablaba con Jean? No solía estar muy atenta a los grupos de Whats, de hecho, los tenía silenciados para evitar que le llenaran el móvil de memes y conversaciones insustanciales. Se sintió culpable al haber apartado de su vida a algunos de sus viejos amigos, aunque su amistad con Jean había tenido sus altibajos.

El muchacho fue el primero que quiso poner tierra de por medio.

—¿Por qué no duplicaste la tarjeta?

Jean la miró perplejo un instante y después se encogió de hombros.

—Me apetecía cambiar. El nuevo es más fácil de recordar —explicó de forma precipitada—. ¿Me dices el tuyo o…?

Mikasa irguió su espalda y le dictó su número.

—¿También has cambiado el e-mail?

Jean rió con suavidad y negó con la cabeza.

—No, es el mismo.

—Bien.

Permanecieron en silencio unos segundos. Sus miradas conectaron, ojos oscuros y enigmáticos frente a esa tonalidad miel, más suavizados.

—Será mejor que salgamos fuera.

—Sí.

Jean descartó las dos latas vacías en la basura. Salió al exterior y se dirigió a una enorme mesa extensible cubierta por un mantel de papel. Habían desperdigado alrededor varias sillas y taburetes, aunque la mayoría permanecía de pie para conversar con mayor fluidez. Una bocanada de humo le golpeó en pleno rostro. Connie batallaba para encender dos bolsas de carbón, mientras Sasha colocaba en una mesa auxiliar todos los utensilios necesarios para cocinar, además de unos platos para ir depositando la carne.

Pensó en ayudar a su amigo, pero optó por buscar primero otra cerveza. Acabó integrándose en una animada conversación que mantenían Marco y Krista acerca de una película que se estrenaba a finales de mes en el cine. De manera inconsciente, dirigió una rápida mirada hacia el lugar donde Annie y Mikasa intercambiaban unas palabras.

Muchas cosas habían cambiado en dos años, pero otras continuaban siendo igual de fascinantes.