Nota de la traductora: Muchas gracias a devirnis por haberme permitido traducir su compilación de one-shots. Todo el crédito es suyo; yo sólo trasladé su trabajo de un idioma a otro.
1. El comienzo
La primera cosa que notó fue el cabello rubio. Y los goggles. Sam ya sabía quién era desde antes de verlo en persona. Primero había sido el amigo idiota del Tren Cole. Pero ahora era el idiota que había estado presente en la detonación de la Bomba de Masa Ligera y en el hundimiento de Jacinto; el idiota de Delta, el pelotón al que siempre se le confiaba salvar al mundo.
Fue en Vectes, cuando vio los goggles y el color del cabello, que finalmente le puso un nombre a aquel rostro. De alguna manera, la CGO se sentía más pequeña después de que hubiera salido de la provincia de Embry. Ahora sabía más sobre los Gears, e interactuaba con ellos con más frecuencia. Era lo que provocaba vivir en una isla pequeña.
Y como resultado de las "diferencias" con los sobrevivientes locales, Sam se había encontrado en el campo de batalla con más frecuencia. Él la había visto desactivar artefactos explosivos improvisados. Habían intercambiado algunas palabras.
No sabía qué era lo que la atraía de él. Quizá era algo tan superficial como el color de su cabello; los rubios no eran tan comunes por alguna razón. O quizá era esa actitud desinteresada de chico malo. O su famosa inteligencia. Aunque lo que fuera que la atraía de él no importaba. Después de su último breve encuentro, había decidido que era hora de hacer algo.
Cuando entró al enorme y ajetreado bar con Frank Muller, inmediatamente divisó al rubio sentado junto a la barra. Muller eligió una mesa y preparó las cosas para su juego, mientras ella iba a pagar la primera ronda.
Baird tenía un vaso casi vacío en frente de él; y ésa fue su manera de empezar. Sam pagó por dos tragos y se deslizó junto a él.
—Vamos, Baird. No seas un imbécil antisocial toda tu vida. Tómate un día libre —deslizó uno de los vasos hacia él—. Muller nos está enseñando a jugar ajedrez naval.
Baird volteó y le dirigió una mirada fría.
—Oh, eso es tan emocionante... creo que me acabo de mojar los pantalones.
Ella dejó de hablar, completamente aturdida. La acidez en su voz había sido inesperada, tan injustificada, que le tomó un momento poder entender qué era lo que había pasado. La humillación llegó segundos después.
—Jódete, entonces —le arrebató el trago y se dirigió hacia Muller.
Muller no había visto nada; o era demasiado agradable como para pretender que no se había dado cuenta. Agradeció a Sam por el trago que ella le ofrecía y comenzó a explicar las reglas de su juego. Sam sólo escuchó a medias, sintiendo aún el dolor del rechazo de Baird. Le molestaba que eso le hubiera afectado. Normalmente era ella quien realizaba el rechazo; que se lo hicieran a ella no era nada frecuente. Y la frialdad del que había recibido lo hacía todavía peor. Él no estaba interesado en ella. No le interesaba nadie excepto él mismo, y quizá Augustus Cole.
El juego comenzó y Sam se obligó a poner atención. Su plan era emborracharse completamente esa noche. El último par de días había transcurrido sin incidentes, y habían pasado años desde que se había sentado y jugado algo con sus amigos.
A la mierda Damon Baird. Ese cabo malhumorado, egoísta e idiota no valía nada como para molestarse por su culpa. Vectes podría ser una isla pequeña, pero eso no significaba que tuviera que hablar con el odioso bastardo otra vez.
