SMURF ICE - CREAM

Solamente había pasado unos días desde que había finalizado el campeonato regional de la Prefectura de Kanagawa, cuando un joven de cabellos negros paseaba por la ciudad. Aquel día su entrenador le había dado la tarde libre para que pudiesen despejarse de los duros entrenamientos que habían tenido para jugar aquel campeonato que decidía que dos equipos representaban aquella prefectura en el Nacional de Baloncesto. Por mala suerte, y por muy poco, su equipo no se había clasificado. En su lugar, el Shohoku había conseguido el segundo puesto. Ahora tenía el peso de ser el capitán de su equipo. No era un muchacho que le gustase las responsabilidades pero por sus habilidades lo habían nombrado capitán. Lo único que él deseaba era ver a esa joven que lo volvía loco con sólo mirarlo o sonreírle. Ella era la única responsabilidad que quería tener en la vida. Pero por motivos de estudios, permanecían separados y apenas podían verse. Aun así, sabía que sus sentimientos por ella no cambiarían.

-¡Ey, Sendoh! – Escuchó a sus espaldas.

Al girarse, se encontró con sus compañeros de clase que corrían hacia él. Parecían algo agotados, como si hubiesen estado corriendo durante mucho tiempo detrás. Una vez que se detuvieron enfrente de él, Uekusa y Koshino recuperaron el aire poniendo sus manos sobre sus rodillas pero, al ver un poco más por detrás de ellos, observó que se acercaba Hikoichi trotando.

-¿Venís corriendo? – Preguntó el muchacho de ojos azules.

-Sí. Es que no sabíamos por dónde te encontrabas – respondió el muchacho que tenía la cabeza rapada. – Es que resulta que después de que te marcharas…

-Ha llegado una chica preguntando por ti – terminó diciendo Koshino.

-¿Una chica? – Alzó una ceja extrañado.

-Una muy guapa. Iba comiendo un helado de pitufo y… - comenzó a decir Hikoichi cuando llegó a la altura de sus amigos.

-¿Una camiseta de Los Ángeles Lakers? – Le interrumpió Sendoh. - ¿Ha dicho dónde iba a estar?

-Mh… no. Lo único que ha dicho, ha sido "que pena…" y se ha marchado – respondió el muchacho de Osaka con un dedo en la barbilla.

-¿Por qué tanto interés por esa chica, Sendoh? – Koshino se cruzó de brazos. – Es la primera vez que te veo interesado en una chica.

-Bueno…esto… yo… bueno… - Sendoh comenzó a mirar hacia los lados porque no sabía que decir exactamente.

-Quizás no sea una simple chica y ES la chica – matizó Uekusa con el dedo índice levantado.

-¿Estás insinuando que esa chica es la novia de Sendoh? – Preguntó el jugador con una ceja levantada.

-Posiblemente – afirmó el muchacho de pelo rapado.

Mientras que sus compañeros intentaban averiguar quién podía ser aquella chica, el chico de ojos azules miraba al cielo con una pequeña sonrisa pintada en la cara. Cuando volvió a mirar hacia sus compañeros, éstos seguían con la misma conversación. Sonrió al verlos tan interesados por saber quién era aquella chica. No pudo evitar romper a reír, llamando la atención de sus compañeros que lo miraron sorprendidos. Después de eso, los cuatro continuaron su paseo por el centro de la ciudad. En la mente del chico de Tokio estaba aquella muchacha de la que ellos le habían hablado. "Espero que no te hayas marchado. Necesito verte…" pensó el jugador estrella del Ryonan.

Llegó a su apartamento y se sorprendió al ver a una chica sentada en el suelo con los ojos cerrados y con unos auriculares puestos. Parecía que estaba escuchando música ya que movía la cabeza hacia los lados. Aquella chica tenía el cabello castaño pero parecía que lo tenía rubio debido a la claridad del tono. El pelo le llegaba por la mitad de la espalda y lo tenía completamente liso con las puntas un poco rizadas. Su piel era blanca que le daba un toque de porcelana y sus labios tenían un leve color rosa, al igual que sus mejillas. Se quedó mirándola desde el inicio de las escaleras sin poder evitar sonreír. La había echado de menos. Cuando la muchacha abrió los ojos, se pudo ver unos preciosos ojos verdes, pequeños y rasgados como los de un gato. La muchacha giró la cabeza hacia su izquierda y amplió su sonrisa al verle. Se quitó los cascos, dejándolos sobre sus hombros, se levantó del suelo y corrió hacia él. Se tiró a su cuello para abrazarlo. Sendoh la abrazó por la cintura mientras sentía que ella lo abrazaba fuerte.

-He ido a buscarte a tu instituto pero me han dicho que ya te habías ido – le dijo la chica separándose un poco para mirarle.

-Lo sé. Me lo han dicho después – Sendoh le apartó unos mechones que se habían puesto en su cara. - ¿Cuándo has llegado?

-Al medio día. Pensaba que no tenías clase y he venido aquí directamente pero no estabas – ella hizo un pequeño mohín mientras ponía los pies sobre el suelo. – Eso sí, deberías cerrar la puerta cuando sales. Te has vuelto a dejar la puerta abierta, como siempre.

-Lo único que tengo de valor eres tú, Mao. Así que no han podido robarme nada – pegó la frente para mirarla a los ojos y ella se mordió el labio mientras le rodeaba la cintura con las piernas. Sendoh puso sus manos debajo de sus muslos para sujetarla.

-Mira que eres bobo, Akira – rió la chica mientras negaba con la cabeza.

-Sabes que es cierto – rió él también y cerró los ojos al notar un pequeño mordisco por parte de ella. - ¿Has venido sola?

-No. Sabes como es mi instituto pero tengo permiso de mis tíos para quedarme en tu casa esta noche… - le respondió mordiéndose el labio inferior.

-Entonces no perdamos más tiempo… - le dijo antes de besarla.

A la mañana siguiente, alrededor de la hora de comer, una chica llegó a la Preparatoria Ryonan. Aquella chica sonrió mientras se ponía el cabello detrás de la oreja para que el viento no le pusiera el pelo en la cara. Sólo estaría en aquel lugar un mes, como mucho, pero se había alegrado de poder verle y estar más tiempo con él que unas simples horas como siempre les pasaba. Aquella mañana sólo tenía que ir a llevar unos papeles a ese instituto pero aprovecharía para ver como entrenaba. Como era normal y como le ocurrió el día anterior, los alumnos que andaban por esas horas por el patio delantero del instituto, se quedaron mirándola. Esa muchacha llevaba puesta una camiseta azul que le quedaba por la mitad del muslo pero, por el lateral, se podía ver unos pantalones vaqueros cortos y estaba calzando unas bambas de colores. Sin perder la sonrisa tras pensar en la noche que había pasado junto a él, comenzó a caminar hacia la entrada del edificio y buscó la sala de profesores. Todos los alumnos que se encontraban con ella, no podían evitar darse la vuelta. No sólo por la manera en la que iba vestida sino porque a todos, aquella camiseta les sonaba esa prenda de haberla visto llevarla al jugador estrella de baloncesto en los entrenamientos y también porque era más alta de la media de las alumnas que hay estudiaban.

Al llegar a la puerta del gimnasio, tras dar vueltas por el barrio mientras hacía tiempo para que llegara la hora del entrenamiento, no se sorprendió al ver un grupo de féminas animando a Sendoh. Ella se quedó detrás de ese grupo de chicas, con las manos cogidas en su espalda, y miraba como los chicos corrían de un lado para otro. Estaba feliz de poder verlo de nuevo jugar, aunque sólo se tratase de un entrenamiento. Ese grupo de chicas no se habían percatado de su presencia pero también tenía intención de hacerse notar. Notó que el bolsillo trasero de su pantalón vibraba, sacó su móvil y no pudo evitar suspirar. Se apartó de ese lugar para responder la llamada y así evitar gritar. Durante varios minutos, esa chica ponía cara de frustración y una mano en la frente. No era posible que sólo llevase veinticuatro horas fuera de su instituto y ya la estuvieran llamando. Pues no les daría el gusto, no volvería tan pronto. "La que se va a armar… ¿Y cómo pretende que las vigile si vamos a estar en diferentes institutos?" Pensó con frustración la muchacha. Suspiró con las manos sobre las caderas. Para no pensar en lo que le acaban de comunicar, volvió a la puerta del pabellón y no pudo evitar sonreír al ver a ese chico que amaba. De pronto, la pelota de baloncesto se dirigió hacia la puerta, al grupo de las féminas que no paraban de gritar como locas, haciendo que esas chicas se apartasen rápido. Cuando ella la vio, el balón se acercaba a ella con rapidez y, como si fue un acto reflejo, lo paró con ambas manos a muy pocos centímetros de su rostro y durante unos segundos, el balón rodó en sus manos hasta que se paró.

-¡Mao! – Gritó alguien con voz preocupado.

Al quitar el balón de la cara, observó que se trataba de Sendoh que la observaba preocupado por si le había dado. Las chicas, que habían ido a ver el encuentro, la miraron con recelo y más de una sintió celos porque él la llamase. Mao se acercó a la puerta y le entregó el balón.

-¿Estás bien? – Preguntó el jugador de baloncesto.

-Sí, lo estoy – respondió ella con una sonrisa. – Debéis tener más cuidado. El balón se hubiera perdido si no lo llego a parar.

-No lo creo. Ya estabas tú para pararlo – le dijo él con una sonrisa. – Eres demasiada buena como para dejar que el balón se marche y más si está en tu camino.

-Odio que me conozcas tanto – se puso las manos sobre las caderas.

-¡Sendoh, deja de hablar ya y venta para acá! – Gritaron desde el interior del gimnasio.

-Anda, ve. No vayan a castigarte – le dijo ella con una sonrisa y mirándole a los ojos.

-¿Luego vamos a cenar?

-Claro. Te espero en las escaleras – se fue a girar cuando Sendoh le cogió del brazo. - ¿Ocurre algo?

-Es que… se me hace raro tenerte aquí y… no quiero perderte de vista – la saltó algo nervioso. - ¿Te gustaría pasar? – Mao miró hacia adentro y vio las miradas curiosas de los compañeros de Sendoh.

-¿Estás seguro? No quiero distraerte.

-No lo haces. Desde que has llegado, no veo el momento de que acabe el entrenamiento para… - se detuvo al ver que ella negaba con la cabeza. – Es marcharte y pensar en los minutos que quedan para que acabe el entrenamiento o quedarte, y jugar sin distraerme – ella suspiró.

-Está bien, pasaré pero más te vale jugar bien – le regañó con las manos en la cintura. – No quiero ser causante de que el entrenador te regañe.

-No lo hará, tranquila – le dijo sonriendo.

-¡Sendoh! ¡Deja de hablar de una maldita vez y vuelve al entrenamiento! – Le gritó furioso el entrenador Taoka haciendo que el muchacho le subiera un escalofrío por la espalda.

-¿Qué decías? – Se burló ella.

-Vamos, pasa – le cogió de la muñeca y tiró de ella sin darle tiempo a quitarse las bambas.

Una vez que la joven se quedó al lado del entrenador Taoka, Sendoh volvió al entrenamiento. Nadie comprendió el comportamiento de su capitán para con esa joven. Esa chica se sentó en el suelo a lo indio y se quitó el calzado mientras observaba el entreno. Las demás chicas que habían ido, la miraban con celos. Sendoh la miraba de reojo de vez en cuando y vio que había iniciado una conversación con el entrenador Taoka y parecía pasárselo bien. El hombre le respondía con seriedad pero más de una vez no pudo evitar sonreír a esa chica. Sendoh no paraba de esbozar una espléndida sonrisa. Tenerla ahí le recordaba sus años de secundaria cuando ella, junto a varias chicas, asistían al entrenamiento del club de baloncesto pero, lo que más le gustaba, era cuando ellas acaban terminando jugando al baloncesto con ellos. Más de una de una vez, las miradas de Sendoh y Mao se habían encontrado y con esa mirada se podía leer lo que ambos sentían el uno por el otro. Todos los compañeros del basquetbolista lo observaba curiosos por las miradas que le lanzaba a esa chica e intuían que clase de relación tenían.

Era casi de noche cuando llegaron a una gran casa con influencia occidental en el límite que había entre la zona de Ryonan y de Shohoku. Se detuvieron en el muro donde había placa que ponía "Familia Saionji". Aquella casa había pertenecido a la familia paterna de la muchacha y ahora su tío vivía en ese lugar junto a su familia. La muchacha le dio la espalda a la verja negra que llevaba hasta la cintura de ambos jóvenes. Se cogieron de las manos y se miraron a los ojos. Ninguno de los dos quería soltar las manos del otro por temor a no verse más.

-Te quiero, Akira – le dijo ella hinchando un poco las mejillas.

-Y yo a ti, Mao. No sabes lo que me gustaría que asistieras a Ryonan conmigo – le dijo con una sonrisa y apretó las manos. – Así podría verte todos los días.

-Sabes lo que más deseo es estar contigo pero ya sabes como es mi padre. En Shimane…

-Lo sé, no tienes que darme explicaciones – se acercó a ella y le dio un beso dulce. – Con tenerte ahora conmigo, me hace feliz – ella lo volvió a besar poniendo las manos sobre las mejillas y luego le sonrió.

-A mí también me hace feliz con poder pasar este mes contigo, Akira. Lo llevo deseando desde que vine para tu cumpleaños.

-Estos dos últimos cumpleaños han sido los mejores que he tenido en toda mi vida – le dijo atrayéndola hacia él rodeándole la cintura con un brazo. – Y todo es porque estás conmigo.

-Mira que eres tonto – rió la muchacha y le dio un beso mientras ponía las yemas sobre las mejillas de él. – Pero aun así no puedo evitar quererte.

-Es una pena que esta noche tengas que dormir en casa de tus tíos… - le besó en la clavícula que su camiseta dejaba ver. - ¿Podré verte mañana?

-Posiblemente pero no puedo prometerte nada. Quizás mañana tenga que entrenar con mi hermana y… bueno, llevo dos días sin hacerlo y no creo que mi hermana me permita estar más tiempo sin…

-Es una pena pero dile a tu hermana que pasado mañana serás mía – le besó la nariz mientras que la joven cerraba los ojos.

-Me parece bien – rió y se volvieron a besar antes de separarse. – Tengo que entrar ya. Sabes que mi tía odia que lleguemos tarde…

-Luego hablamos – la muchacha asintió con una sonrisa.

A la mañana siguiente, todos los alumnos de la preparatoria Ryonan cuchicheaban mientras veían a una chica que su vestimenta era una camisa blanca de manga corta abotonada dejando los botones, de color negros, superiores abiertos. Los filos del cuello y de las mangas estaban bordados en plata y después un trozo en gris, con el logo de una luna creciente en el brazo izquierdo. En el cuello, había un lazo en color azul pero estaba sin atar. En cuanto a la parte inferior, llevaba una falda gris que comenzaba en el abdomen y terminaba por la mitad del muslo. Esa prenda tenía tres botones a cada lado, en color blanco, en forma de decoración y una línea blanca al lado de los botones. Sus zapatos eran unos botines blancos con unos calcetines negros que terminaban por debajo de sus rodillas. Esa muchacha caminaba hacia la entrada a donde se encontraban las taquillas de los zapatos. Cuando llegó a las de segundo, empezó a buscar una con la mirada. Las chicas la miraban con recelo y eran las que más cuchicheaban. Cuando esa muchacha encontró la que buscaba, del macuto que colgaba de su hombro izquierdo, sacó sus uwabaki que eran blancas con las puntas blancas con bordados de oro y grisáceos. Se apoyó en las taquillas mientras se los ponía y miró hacia la puerta. Sabía que sería una gran sorpresa para él. Dejó sus botines en su taquilla y se marchó hacia la segunda planta donde se encontraba las aulas de los alumnos de segundo. Le daría la sorpresa en la hora de comer.

Sendoh se encontraba en la azotea, apoyado en la pared de la puerta, cuando la puerta se abrió. Desde que Mao estaba en Kanagawa, se levantaba con una sonrisa y con la alegría de poner verla cuando el día finalizase. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no se percató que una chica se ponía de cuclillas a su lado. Esa persona sonrió al verlo sonreír y sin pensarlo, acercó sus labios a la mejilla del chico y le dio un beso, haciendo que Sendoh se apartara de golpe, sorprendido.

-Hola, Akira – le dijo Mao con una sonrisa.

-Mao… ¿qué haces aquí? – Le preguntó sin salir de su asombro.

-Quería darte una sorpresa. Por eso no te dije que estaré este mes aquí, en Ryonan… contigo – se puso de rodillas a su lado. Sendoh sonrió de oreja a oreja.

-Me encanta esta sorpresa – ella se acercó a él y lo besó con cariño. – Y esta aún más.

-Entonces… la que estoy pensando… nos gustará mucho más… - se mordió el labio inferior y luego se sentó sobre él a horcajadas.

-¿Aquí? ¿Ahora? – Ella asintió. Sendoh rompió a reír poniendo sus manos sobre la cintura de la joven.

-Llevo queriéndolo desde esta mañana y creo que tenemos una hora, ¿no? – Se movió débilmente y ambos jadearon débilmente. – Va… Akira, por favor.

-Con una condición – ella le miró con una débil sonrisa. – Que esta noche, sea como sea, vuelvas a pasar la noche conmigo. Quiero que pases las noches conmigo.

-Akira… no puedo. Si fuese un viaje como los demás, en que sólo estoy unos días, podría quedarme pero es un mes. No creo que mis tíos me lo permitan – le dijo con algo de tristeza. – Peeeerooo…. Puedo hacer que me dejen dormir contigo unas cuantas noches a la semana. Como por ejemplo… una noche sí y otra no – le sonrió.

-Eso sería increíble… - murmuró antes de besarle con ganas.

Al volver a la clase donde le habían metido durante un mes y sentarse en su mesa, se quitó el lazo de alrededor de su cuello y empezó a darle vueltas y a jugar con él. Parecía que algo le preocupaba. Se lió el lazo en el lazo y luego lo deshizo. Repitió aquello varias veces mientras su mirada se dirigía hacia el cielo azul. Dejó escapar un largo suspiro y dejó el lazo sobre la mesa. El cabello estaba un poco desordenado después del encuentro sexual que había tenido con Sendoh en la terraza del instituto pero aquello no lo importó. Ya la miraban con recelo por haberla visto hablar con el jugador estrella del club de baloncesto, como si le importase que le mirasen mal por tener el pelo desordenado. Se cogió el pelo y se lo echó hacia adelante para peinárselo con los dedos despacio mientras que su mente pensaba en algo que le preocupaba. Al escuchar un murmullo repentino en la clase no le sorprendió pero alguien dejó un uniforme de gimnasio de chico sobre su mesa y eso hizo que mirase sorprendida. Sonrió al ver que se trataba de Sendoh.

-Lo siento – le dijo ella.

-No te preocupes por eso. Lo único que me lo tienes que devolver para la última clase. Tengo gimnasia a esa hora – le habló él con una sonrisa mientras que ella se levantaba de su asiento y luego asintió con una pequeña sonrisa.

-Ey, Sendoh. ¿Qué haces aquí…? – Preguntó una voz detrás del ojiazul. Ambos miraron y Mao vio que se trataba de un chico que iba rapado y que era un poco más bajo que el muchacho de Tokio. – Vaya, has tardado en ligar con Saionji – bromeó el Point Guard del equipo de baloncesto.

-Sólo he venido a traerle el uniforme de gimnasia. El de su escuela se lo ha dejado en… - contestó mirando a su amigo pero acabó mirándole a ella.

-…Shimane. Me lo he dejado en Shimane – terminó diciendo la joven.

-Pues deberías, al menos, tener un uniforme de gimnasia. El otro uniforme no hace falta que te lo compres pero… no vas a pedirle a Sendoh el uniforme cuando nos toque, ¿no?

-A mí no me cuesta nada, Uekusa – aseguró el muchacho de ojos azules con una sonrisa.

-Lo malo es que te toque a la misma vez que a nosotros – Mao se apoyó en el filo de la mesa. – Bueno, de vez en cuando podré usar el chándal que nos ponemos encima del uniforme del equipo…. ¿no?

-Podrías, sí, pero con ese resaltarías aún más – la joven negó con la cabeza.

-Oye, ¿por qué no después del entrenamiento vamos a la tienda de los padres de Uozumi? He escuchado de Hikoichi que tienen un restaurante de fideos – propuso Uekusa tras comprobar las miradas que se lanzaban. – Podemos decírselo a todos a ver si quieren venir y… por supuesto, puedes venir si quieres, Saionji.

-Claro, me parece buena idea – sonrió la muchacha. Los dos miraron a Sendoh mientras esperaban que el chico contestara.

-Vale, iremos – Mao se rió levemente ya que había notado que no le apetecía pero lo hacía por ella. – Pero nos vamos pronto. Mañana hay entrenamiento por la mañana temprano.

-Sendoh, ¿tienes fiebre? – Fingió sorpresa su compañero de equipo mientras que la muchacha los observaba con una pequeña risa. - ¿Desde cuando eres tan responsable? – Bromeó.

-Siempre lo he sido – respondió con una sonrisa.

-¿Qué ocurre aquí? – Preguntó una voz. Eran Koshino y Fukuda que se agregaban a la conversación.

-Sendoh ha aceptado ir al restaurante de Uozumi pero, eso no es lo más extraño. Ha dicho que tenemos que irnos pronto porque mañana hay entrenamiento por la mañana – bromeó Uekusa.

-¿Mañana hay entrenamiento por la mañana? – Habló Fukuda. Los demás asintieron. – Jolines…

-¿Te encuentras bien, Sendoh? Estás muy raro desde que esa chica ha venido – le preguntó Koshino señalando a Mao con la cabeza.

-No puedo encontrarme mejor, créeme, Koshino – respondió el capitán del equipo de baloncesto.

-Hola. Me llamo Mao Saionji, encantada – le ofreció una mano con una sonrisa. – Siento no haberme presentado ayer… ni el otro día pero él no sabía que iba a venir y quería darle una sorpresa.

-Lo mismo digo. Yo soy Koshino – le apretó la mano algo extrañado. – Y él es Fukuda… Supongo que a Uekusa ya lo conoces, ¿no? – La chica asintió mientras retiraba la mano. - ¿De qué instituto vienes?

-Del Instituto Privado Byakko Géminis – respondió la chica sonriendo con los ojos cerraos, con los brazos en la espalda y ladeando un poco la cabeza.

-¿¡QUÉ!? – Exclamaron los tres chicos que iban al club de baloncesto haciendo que toda la clase mirasen hacia ellos sorprendidos.

-¿Cómo es posible que… tú….Sendoh…conozcas a alguien de ese instituto? – Preguntó sorprendido Koshino.

-Fuimos juntos en la secundaria – el ojiazul miró a la muchacha de ojos verdes. – Nos hicimos amigos pero tomamos caminos diferentes.

-Y tan diferentes… Whoau… ahora entiendo por qué no has dicho de que instituto provenías esta mañana – habló atónito Uekusa.

-Digamos que no quería dar explicaciones de como he conseguido entrar en ese instituto – se encogió de hombros. – O las típicas reacciones que los demás suelen tener cuando se enteran.

-Es que… no se ven a mucha gente de ese instituto y… por eso mismo la gente actúa como actúa…

-No os preocupéis por eso. Los de mi instituto estamos acostumbrados a esas reacciones – les sonrió con los ojos cerrados. – Oh, Uekusa… ¿No deberíamos irnos? Tenemos que cambiarnos de ropa, ¿no es así?

-¡Es verdad! Ya se me había olvidado – exclamó el muchacho con la cabeza rapada y Mao cogió el chándal de Sendoh.

-Luego te lo devuelvo – le dijo mirándolo fijamente a los ojos y con una media sonrisa.

En ese momento, se percataron que aquella chica era más que una simple amiga por la forma por la que el chico de ojos azules la miraba mientras que se marchaba. Uekusa le contó lo que había pasado con Sendoh desde llegó y lo alagó por su forma de jugar. Las chicas que andaban por el pasillo, la miraban con los brazos cruzados y con cara de pocos amigos. No le gustaba que esa chica nueva anduviera cerca del club de baloncesto y menos de Sendoh. En ese momento, Mao se detuvo y sacó el móvil del bolsillo del bolsillo de su falda. Se sorprendió al ver que se trataba de su tío. Miró al chico con el que iba y, tras sonreírle antes de apartarse, lo cogió.

-Ven directamente al hospital cuando acabes las clases – le contó una voz al otro lado de la línea haciendo que la chica se quedase de congelada en el sitio.

-¿Ocurre algo? – Se giró hacia Uekusa que seguía esperándola a una distancia prudente.

-Tengo que comprobar una cosa.

-No estoy embarazada, tío – masculló entre dientes. – Si es eso lo que te preocupa.

-No es eso, Mao. Los de tu instituto me han pedido que os examine y les mande los resultados – la voz estaba seria. La muchacha castaña se acercó al chico y continuaron caminando.

-Tío... pero… ¿tiene que ser hoy? Me prometiste que…

-Sé lo que te prometí pero tú me prometiste que me harías caso mientras estuvieras aquí – le cortó fríamente.

-Pero es que… no sé a qué hora terminaré el entrenamiento…

-Ya veo. Entonces mañana por la mañana te vendrás conmigo y te examinaré – dijo la voz seriamente pero ya no parecía tan fría. Mao se despidió de Uekusa cuando llegaron a los vestuarios y ella entró en el de chicas. – También quiero asegurarme de que no te quedas embarazada de ese chico. Eres demasiado joven todavía.

-De acuerdo, prometo ir directamente hacia el hospital en cuanto me levante – dijo dejando la ropa sobre la banca y puso la mano libre sobre su cintura. - ¿Cuándo la examinarás a ella?

-Supongo que hoy pero conociéndola, quizás se inventa otra excusa como tú y tendré que esperar hasta mañana.

-No era una excusa… tío…

-Lo era, lo sé. Ahora te dejo. Seguro que tendrás clase y, como sigas hablando conmigo, llegarás tarde.

-¡Hasta mañana, tío…! - exclamó con una sonrisa en los labios antes de colgar.

La clase de Sendoh tenía la hora libre. El profesor no había asistido al instituto debido a una imposición al levantarse esa mañana de la cama o eso les había contado a los alumnos otro profesor. El jugador de baloncesto se acercó a la ventana y se quedó mirando a los estudiantes que hacían Educación Física con una pequeña sonrisa en los labios. La curva aumentó cuando la vio a ella saltando el potro con facilidad. A esa joven, que lo traía loco, siempre se le había dado bien los deportes y no le sorprendía el hecho de verla saltar tan fácil el potro. Koshino observaba a su compañero con los brazos cruzados pero no se acercó a él en ningún momento. Un muchacho de la clase se acercó al jugador seis del equipo de baloncesto y le preguntó:

-¿Qué le ocurre a Sendoh?

-¿Por qué lo preguntas? ¿Por qué parece un bobo en una nube? – Su compañero de clase asintió algo cohibido. – Creemos que es por la novia… pero no estamos seguro de que esa chica lo sea. Esa chica parece muy buena para estar saliendo con un gandul como Sendoh – respondió sin mirar a su compañero.

-¿¡Novia!? ¿¡Es que Sendoh tiene novia!? – Preguntó el muchacho sorprendido haciendo que la clase mirase hacia ellos menos el nombrado, que seguía embobado mirando hacia el patio.

-¿¡Qué!? – Exclamaron las chicas al escucharlo y se acercaron al Shooting Guard.

-¡No puede ser! ¡Sendoh no puede tener novia! – Exclamó una chica.

-¡Dinos que no es verdad, Koshino! – Gritó otra chica.

-Chicas, chicas. Calmaos – intervino otro chico al ver que Koshino estaba rodeado por tanta chica. – Sendoh es un chico bastante popular. No sería extraño que él estuviera saliendo con alguien – todas las alumnas de esa clase lo miraron con cara de pocos amigos.

-Mizaki… mejor calla sino quieres salir escaldado – le dijo otro alumno cerca del oído. – A ver, chicas. A parte de Sendoh hay más chicos en el instituto que…

-¡No hay ninguno como Sendoh! – Gritaron las chicas con todos sus pulmones haciendo que el objeto de la conversación mirasen hacia ellos.

-¿Me habéis llamado? – Preguntó el muchacho proveniente de Tokio girándose hacia sus compañeros.

-Sendoh… dinos algo…. – comenzó a decir una de las chicas de la clase sonrojada hasta las orejas. - ¿Es… es verdad que… tienes novia?

-Mh… - se puso a pensar en la conversación que había mantenido con Mao en la azotea. – Sí, tengo novia – respondió con una sonrisa y al cabo de unos segundos. – Llevamos juntos casi dos años.

-¿¡QUEEEEEEEEEEE!? – Exclamaron las chicas con exageración.

-¿Y cómo es? – Preguntó uno de los chicos con sorpresa. - ¿Y por qué nunca te hemos visto con ella?

-Ella asiste a otro ins… - se calló al ver la cara que había puesto Koshino y giró la cabeza hacia la venta. - ¡Mao! ¿Qué haces ahí subida? – Preguntó a la chica que había encima de una rama del árbol que había enfrente a su clase. - ¡Te vas a caer! – Se acercó a la ventana preocupado.

-¡Oh, hola! – Dijo la chica castaña poniéndose de pie en la rama. – Tranquilo, no lo haré – le sonrió y saltó para agarrarse a la rama de arriba.

-¡Mao… por favor! Bájate – le pidió Sendoh preocupado y se sorprendió, al igual que todos los que estaban viendo como subía tan fácilmente, pero no pudo evitar estar preocupado.

Mao consiguió sentarse en la rama en la que se había subido y estiró un poco el brazo pero no llegaba al balón que estaba estancado al final de esa rama. Se echó unos pasos hacia esa dirección pero se detuvo cuando escuchó un crujido proveniente del lugar de donde se encontraba. Sendoh veía aquello con un nudo en la garganta y dejó de oír lo que pasaba a su alrededor. Ni si quiera escuchaba los gritos del profesor de gimnasia le lanzaba a la joven de ojos verdes. Otro crujido le puso la carne de gallina y comenzaba a ponerse blanco. La muchacha que asistía a otro instituto se paró al escuchar el tercer crujido y arrugó la boca. Sabía que si seguía hacia adelante, habría una gran posibilidad de que la rama se rompiese. Estiró el brazo pero seguía sin llegar. Puso una mano sobre la rama mientras que con la otra intentaba coger la pelota que estaba estancada pero, de repente, la rama de aquel árbol se rompió…