CAPÍTULO 1

Habían pasado varios años después de la selección de las casas. Ahora Lily Evans estaba en quinto curso de la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería. Era una mujer completamente madura y responsable, en cambio, algunos no habían cambiado de la misma manera que Lily, por no decir que no habían cambiado en absoluto.

- ¡JAMES POTTER! - chilló la prefecta tan fuerte que medio comedor había saltado sobre sus asientos. El origen de su enfado fue la explosión que habían causado los merodeadores.

- ¡Eh, no he sido yo solo! - se defendió un muchacho de pelo negro y revuelto, con gafas redondas y una mueca de enfado en la cara. Ese era James Potter, nombrado anteriormente por una muy enfadada Lily Evans.

- ¡ME DA EXACTAMENTE IGUAL QUÉN HAYA SIDO, NO TE DAS CUENTA DE QUE ALGUIEN PODRÍA HABER SALIDO HERIDO! -. La pelirroja temblaba de rabia mientras que los profesores se levantaban de la mesa preocupados por el revuelo que se estaba formando a las puertas del Gran Comedor.

- Señorita Evans, no se sulfure y salga de aquí antes de que le dé un soponcio - dijo la profesora McGonagall cogiendo a Lily del hombro y llevándola fuera, lejos del alcance de James, que la miraba asustado. - Y a usted señor Potter lo veré en mi despacho después de la cena- y dicho eso, volvió a la mesa de los profesores para seguir hablando con Pomona Sprout, la profesora de herbología.

- Que grande James, que grande – dijo, aguantando la risa, Sirius Black. Por esas palabras, Sirius recibió una colleja por parte de él.

- No te rías Canuto, que si no me vengaré- comentó con picardía.

- Así, pues yo te meteré esa bonita snitch por el cu… -

- ¡Sirius! - exclamó desconcertado Remus Lupin.

- ...lo - terminó Sirius con una gran sonrisa en la cara.

Peter Petiggrew estalló en una sonora carcajada.

- Calla, Peter, que te meas encima - le advirtió James. Peter dejó de reír instantaneamente, no quería que se repitiera lo de la última vez.

Metros más allá, una más calmada Lily paseaba por los límites del lago, pensando en lo ocurrido en el Gran Comedor. Como aborrecía a James. Siempre tocandole las narices, porque, fuera donde fuera, ella se lo encontraba. Era su sombra. Lily seguía buscando un razón para eso cuando un chico medianamente alto, con pelo largo, liso y negro la sacó de sus pensamientos. Ese chico ere Severus Snape, de la casa de Slythering.

- Hola Lily- la saludó él.

- Hola Severus,¿ qué tal estás?- le respondió ella.

- No muy bien, me he enterado de lo que ha pasado allí dentro. Estoy harto de James y su pandilla, no los soporto.-dijo Snape molesto.

- Yo tampoco Severus, pero déjalo pasar, no me apetece que te metas en problemas por su culpa. No merecen la pena- le dijo la pelirroja.

- Lo sé, pero no me gusta que ese Potter siempre tenga que enfadarte al hacer una de sus gamberradas- continuó Snape.

- Déjalo, ignoralos, pasa de ellos como lo hago yo, no hagas nada malo y este curso será un paseo- concluyó Lily- Adiós Severus, tengo que ir a transformaciones-se despidió.

- Adiós- dijo triste Severus, no quería que se fuera, pero él también tenía que ir a clase.

- Colagusano, date prisa o llegaremos tarde a transformaciones- le decía Sirius a Peter, que todavía estaba acabando de desayunar.

- Ir yendo, yo os alcanzo- les dijo mientras engullía una tostada.

Los tres amigos se encaminaron hacia el segundo piso, cada uno a lo suyo. James jugaba con su adorada snitch, Sirius miraba hacia todos lados con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y Remus repasaba el horario de las clases que tenían ese día. Cuando llegaron al aula de transformaciones, se sentaron y miraron hacia la puerta para ver si venía Peter, el cual llegó diez minutos después con la mochila en los brazos y la cara colorada por la carrera. Justo después entró la prefesora McGonagall, seguida por Lily. Esta se sentó lo más lejos que pudo de James, pero el intento fue en vano, dado que James se puso rápidamene en el pupitre de al lado. Ella resoplo molesta y sacó sus libros, el tintero, la pluma y los pergaminos. Prácticamente al instante empezó a escribir lo que Mcgonagall estaba dicindo.

- Y así se transforma un pelícano en un escritorio- finalizó la profesora.- Señor Potter,¿me podría repetir lo que acabo de decir?- esa pregunta pilló desprevenido a James, que no había atendido a las explicaciones. El motivo había sido una lisa cabellera roja, unos grandes ojos verdes y una sonrisa que le daba tres vueltas a todas las sonrisas de Hogwarts. Si, lo reconocía, estaba enamorado de Lily Evans.

En la torre norte, Severus Snape tampoco atendía a las explicaciones de la profesora de adivinación. Estaba ideando un plan para vengarse de ese Potter que lo tenía tan harto. Todavía no lo llevaría a cabo, esperaría lo suficiente como para que ese se confiara y se viera fuera de peligro, ahí es cuando él atacaría. Severus se prometió que, al final de curso, Lily no se quejaría nunca de James Potter, a decir verdad, ni ella ni nadie. Se empezó a reír tan estruendosamente que lo tuvieron que echar de clase, pero a él no le importó, su plan era brillante.

En el segundo piso, los alumnos de quinto de las casas de Griffindor y Hufflepuf se quejaban en voz alta de la cantidad de deberes que les habían mandado.

- ¡Como sigan hablando doblo a una redacción de un metro y medio!- amenazó la profesora McGonagall, ya cansada de las quejas.- Ahora por favor recogan sus cosas y salgan del aula- dijo, pero como al ver que los alumnos seguían sin hacerle caso, se transformó en un gato atigrado de color gris. Al momento, los estudiantes se quedaron callados y empezaron a aplaudir. La profesora volvió a su forma humana y los chicos salieron en tropel de la clase de transformaciones, rumbo a sus asignaturas siguientes.

- ¿Qué os ha parecido la clase de hoy?- preguntó alegremente Remus.

- Aburrida- dijo James.

- Un tostón- opinó Sirius.

- Quería cortarme las venas- argumentó Peter, haciendo reír a sus amigos, menos a Remus.

- Energúmenos- se escuchó susurrar a alguien detrás de ellos.

- Eh, Evans,¿ después nos dejarías tus apuntes?- preguntó Sirius a Lily.

- JA, sigue soñando y pídeselos a tu amiguito Lupin- contestó ella de mal humor.

- ¿Qué te pasa? Ni que fuera luna llena- dijo Peter, pero después rectificó lo que había soltado y pegó un grito mientras se escondía detrás de Remus, que estaba blanco como el papel.

- ¿Qué has dicho?- interrogó Lily, llena de curiosidad por la extraña referencia que había formulado Peter.

- Nad-d-a- dijo nervioso.

- Vale- y se marchó por el pasillo hacia la clase de cuidado de criaturas mágicas, seguida por los cuatro amigos.