Advertencias: Palabras malsonantes (chicos muy malhablados), temas adultos y sexuales.


Había a llegado un punto en el cual ya no tenía excusa alguna en caso de que alguien le preguntase por sus evidentemente extrañas y bizarras acciones, y era perfecta y dolorosamente consciente de ello (y en aquellos momentos le daban ganas de reírse en alto de si mismo y su creciente estupidez; pero hacerlo no era realmente buena idea teniendo en cuenta que la lista de cosas dudosas sobre su persona estaba ya a rebosar). Si bien nadie había llegado (al parecer) a percatarse de ellas, era muy probable e inminente que alguien llegase a hacerlo más temprano que tarde, y no tener explicación alguna hace que la ansiedad creciese cada día un poco más, casi imperceptiblemente, y que le quitase el sueño por las noches. Aunque, se atrevía a admitir una de cada cien veces, sólo para si mismo, el miedo no era ni de lejos la principal razón por la que llevaba ya un par de semanas encontrando el sueño a altas horas de la madrugada.

"¿Volverá? ¿Volverá hoy a visitarme en sueños? ¿Seré capaz de volver a probar el falso pero dulce néctar una vez más?"

No podía dejar de pensarlo, una y otra vez, en cuanto las luces estuviesen apagadas y pudiese dejar su alegre actitud y sonrisas a un lado - porque la oscuridad no iba a juzgarlo por la poco ortodoxa y altamente lasciva expresión que no logra borrarse de la cara mientras anticipaba, una noche más, la visita de aquel estúpidamente atractivo ser en sus sueños.

La excitación por el mero hecho de pensar que era mucho más que probable que fuese capaz de volver a verlo le impedía conciliar el sueño y, cuando sentía el familiar calor en el bajo vientre, acunándolo una vez más, apenas dudaba dos segundos (los suficientes para ponerse cómodo) en enterrar la mano en su propia entrepierna, sin molestarse en bajarse los pantalones de pijama o la inexistente ropa interior, mientras ahoga sus gruñidos, gemidos y agitada respiración en su almohada, mordiéndola si es necesario; porque lo último que quería era que su hermana pequeña le escuchase gimiendo el nombre de otra persona (de otro hombre), mientras embestía sin piedad contra las sabanas de su cama y movía cada vez mas rápido la mano, imaginando que no es la suya, sino una mas grande, mas hábil, mejor cuidada.

Y no se sentía mal por ello siquiera. Su imaginación es suya únicamente y no hace daño a nadie; no tiene sentido que se sienta culpable por mancillar la amistad con su compañero de equipo de esa manera, porque ni siquiera son amigos en primer lugar.

Si bien la oscuridad de su cuarto y las ahora mancilladas sabanas no tienen ojos ni dedos acusadores, sus compañeros de clase y seniors del equipo del baloncesto si que los tienen.

Y bocas.

También tienen de eso.

Bocas muy grandes y ruidosas, amenazantes incluso, nada que ver con la todavía mas ruidosa boca y perfectos y ¿suaves? (en sus sueños lo son, y se sienten genial alrededor de su polla acompañado de, oh, esa viperina y húmeda lengua) labios de su amante nocturno.

Sabía (por supuesto que sabía) que esas bocas ruidosas, ojos agudos y dedos acusadores existían y que, tarde o temprano, serían usados para acusarlo de sus extrañas acciones. Sabía y temía; pero debía admitir que aquello le pillo totalmente por sorpresa.

–Takao, ¿se puede saber qué cojones miras? – fue lo que soltó Miyaji, solo con unos bóxer de leopardo puestos, un día en los vestuarios delante de todos los jugadores titulares del equipo presentes, que estaban desvistiéndose después del entrenamiento extra al que debían someterse por tener el privilegio de jugar en los partidos regularmente.

Y es que si algo no tiene su no tan querido senpai son paciencia, vergüenza y pelos en la lengua.

– ¿Uh? – fue la única respuesta que se le ocurrió automáticamente en aquel momento, dejando entrever su sincera desorientación con el asunto.

Porque, sinceramente, lo único que había hecho era quitarse la camiseta y poco más; no tenía ni puta idea de qué narices hablaba Miyaji que, por cierto, había logrado captar la atención del capitán Ootsubo y Kimura a pesar de que estaban a punto de desaparecer en las duchas con la toalla en la mano. E incluso la de Midorima, que estaba desatándose los cordones de las zapatillas, sin camiseta y sin dignarse a mirar a su interlocutor, pero claramente interesado en lo que ocurría. Aunque por supuesto que era demasiado orgulloso para admitirlo.

Miyaji suspiró como si estuviese harto de la estupidez de la vida misma.

–Ya me has oído, Bakao. Llevamos cinco minutos metidos aquí y no le has quitado la mirada a Midorima de encima ni un puto segundo.

Y no es que el rubio tuviese malas intenciones, pero andarse con rodeos no era su royo. Si algo lo inquietaba o intrigaba, inquirir en el momento mismo le parecía lo mejor.

"Claro que un poquitín de tacto no le vendría mal al chaval" fue lo que pensaba el capitán, que miraba al resto del equipo de manera algo inquieta. Su intuición de capitán era más que decente, y tampoco había que ser un genio para darse cuenta de lo más probable fuese que todo aquello acabase de muy malas maneras y palabras, sobre todo por parte de Midorima. Por eso mismo se sujetó la toalla con más firmeza sobre las caderas, dispuesto a intervenir en caso de que fuera necesario.

– ¿Uuh? – repitió Takao, alargando un poco mas las úes esta vez mientras levantaba las cejas.

Pillado con las manos en la masa, con su objetivo en el punto de mira, mirando como su compañero se desnudaba, tirándoselo mentalmente. "Y lo gracioso de todo este asunto" , se reía mentalmente Takao "es que ni siquiera yo mismo me he percatado de que me estaba comiendo al as de nuestro equipo con los ojos, cuando al parecer era la cosa más evidente del mundo para Miyaji-senpai."

Bieeeeen, una gran ovación para Takao Kazunari, que se la casca por las noches pensando en la persona menos honesta consigo misma que conoce. Gracias a Asa Oha que no se ganaba la vida como ninja, porque sin la ayuda de sus padres estaría cascándosela por las noches pensando en el as de su equipo, sí; pero encima de unos cartones en la estación de trenes mas cercana a su instituto, bien abrigadito con periódicos de hace más de una semana.

Miyaji abrió la boca, dispuesto a seguir inquiriendo no de la manera más amable del mundo, con las manos en las caderas y cara de querer meterle a alguien una piña por donde les quepa, pero la monótona voz de Midorima Shintarou hizo que todo el vestuario cerrase la boca y levantase las cejas en sorpresa.

– Miyaji-senpai, con el debido respeto, dudo mucho que eso sea de tu incumbencia.

Midorima terminó de desatarse los cordones con parsimonia y se quitó las zapatillas, sin perder de vista al rubio por el rabillo del ojo, el cual parecía sorprendido al principio (Takao en aquellos instantes luchaba por salir de su estupor, sin demasiado éxito), pero su expresión cambió en cuestión de milésimas de segundo de sorprendida a altamente ofendida.

"Hora de evitar la tercera guerra mundial" fue lo que pensó Ootsubo mientras agarraba el hombro izquierdo de Miyaji y lo forzaba cuidadosamente a que se girase, indicándole con un sacudido de cabeza y expresión exasperaba que por favor, POR FAVOR, lo dejase estar por una vez. Y es que el pobre capitán lo ultimo que quería era meterse en las vete a saber qué extrañas cosas se traían entre manos el extraño dúo.

Por unos segundos Miyaji parecía dispuesto a montar allí la guerra civil (que no mundial) a pesar de las silenciosas suplicas de su capitán, pero al final lo único que hizo fue chasquear la lengua, quitarse la horrenda ropa interior de un tirón y dirigirse a las duchas dando fuertes pisotones mientras murmuraba sobre el poco respeto que se le mostraba como senpai, alegando que no tenía malas intenciones y explicando bastante explícitamente que les haría al cuerpo de sus irrespetuosos kohais como consiguiese una piña; una bien grande.

Kimura rió por lo bajo, siguiendo el camino que había dejado a medias para ir a las duchas seguido por Ootsubo; que suspiraba mientras fantaseaba con toda la calma que tendría una vez terminase los exámenes de entrada a la universidad y dejase de ser el capitán de aquella pandilla niños de preescolar con metralleta y completamente de locos.

Y allí se encontró Takao, de pie en el mismo sitio, como si hubiese echado raíces a pesar de las frías baldosas debajo de sus zapatillas blancas de deporte; con la mirada todavía fija en el lugar en el que unos segundos estaba el (para que mentir) bien proporcionado trasero de Miyaji. Con la mente casi completamente en blanco, no tenía ni idea de qué hacer o decir en aquellos instantes.

– Takao.

Midorima lo llamó, bajito, pero en los oídos del propio Takao el sonido resonó algunos segundos. Ni siquiera se atrevió a girarse.

– Ta-ka-o.

Midorima volvió a llamarlo, más alto, más despacio, más (¿seductor?) amenazante.

"Suficiente por hoy, Kazunari. Sé un hombre, gírate, mira a ese gigante a la cara y ríete. Ya nos auto-compadeceremos mientras nos masturbamos esta noche. Ahora, no."

Así que Takao se giró, sonrisa estúpida bailándole en los labios.

– Shin-cha~an, ¿qué...?

"Qué narices haces totalmente desnudo, sin gafas siquiera, sin dignarte a taparte de cintura para abajo por lo menos (pero con los dedos de la mano izquierda vendados, já), y llamándome de esa forma?"

Y en aquel instante el cerebro de Takao sufrió un cortocircuito severo y dejó lo que fuera que iba a decir en el aire. Aire que, por cierto, ya no notaba entrar ni salir de su cuerpo. Por no hablar de la anormal temperatura de su cara, que seguro que oscilaba entre el rojo de un tomate y el de un semáforo.

Midorima abrió la boca para decir algo pero la cerró, como si se lo hubiese pensador mejor, y observó a Takao un par de segundos antes de hablar, expresión inescrutable y serena.

– En lugar de quedarte ahí como un pasmarote deberías darte una ducha. Apestas como un cerdo, por no hablar de que tienes la pinta de uno también.

Y tal cual, se puso la toalla en la cintura y se metió en las duchas él también.

No pudo evitarlo. Takao comenzó a reírse como un maníaco en mitad del vestuario, mientras Miyaji le gritaba que se duchase de una puta vez y no se olvidase de tomar su jodida medicación, que luego le daban brotes raros como aquellos.


Notas de autor: ¿Lo sigo? ¿No lo sigo? ¿Os gusta? ¿No os gusta? ¿Críticas constructivas por favor? ¿Un churro? ¿Dos churros?

P.D: Amo a Miyaji con locura. Maldito bastardo sexy y ruidoso.