Atusó su pelo con algo de cuidado, recogiendo el mechón rebelde que trataba de escaparse de los dos pequeños moños de trenzas en la parte trasera de su cabeza. Tardaba mucho en hacerlos, pero le encantaban. Volvió a mirarse al espejo, pasando la barra de pintalabios rosa pastel de forma suave por su pequeña boca con anchos labios. A veces ella podía llegar a verse como una muñeca por su victoriana vestimenta y de la forma en la que se maquillaba, mas le gustaba parecerlo de todas formas. Sonrió con levedad. Se aseguró de que las lentillas azules estaban bien colocadas y sonrió un poco más.
Pocos segundos después salió del baño, atusando ahora la pomposa falda de su vestido blanco y negro de lolita, aplanando un poco la tela blanca de la falda. Bajó con cuidado las escaleras, pasando la mano por la barandilla de madera barnizada y brillante.
– Mamá, me voy ya.
– Está bien, Aline. Cuidate de camino. ¿Sí? No vuelvas a casa tarde.
Ella asintió, posando sus pequeñas y finas manos sobre su falda.
– Entendido. Me voy.
– Esto... Hija ¿No crees... que deberías vestir...
– Me gusta esta forma de vestir. – Dijo ella, tan cortante como pudo – Nos vemos.
Su madre dejó escapar un suspiro.
– Sí...
Movió su mano un poco para despedirse de la jovencita y esta cerró la puerta tras de sí con la bandolera negra con un par de lazos y bordados, hechos por ella misma, en rosa fucsia.
Es el primer días, de todos modos. Tengo diecisiete años, puedo adaptarme perfectamente... Y si no, ya no soy una cría, estoy acostumbrada a tener pocos amigos de todas formas Se dijo a si misma. Era cierto que la chica tenía amigas, ya lejanas por la distancia de kilómetros que les distanciaban a las tres, mas amigas... La gente siempre había dicho que era un poco rara, pero nadie se había atrevido a meterse con ella directamente. Lo cual era mejor, tanto como para ellos como para ella misma.
Miró la difurcación de la calle ¿El parque, o las tiendas? Tras unos momentos de duda decidió la primera opción, tal vez tenía suerte y podía ver a alguno de esos pequeños gorriones tan monos. Sonrió y caminó dispuesta a avistarlos. En el camino se entretuvo un poco, sí, pero aún así no tuvo muchos problemas pues había salido bastante pronto.
Llevaba en aquella ciudad desde el día de su nacimiento, así que se conocía todo a la perfección. Miró la cafetería, hacía un buen día y varias parejas, e incluso personas solas estaban sentadas en la terraza del lugar, refugiados del sol gracias a las sombrillas verde lima que daban sombra a las mesas desde arriba.
Siguió caminando, después de todo el instituto estaba apenas a un par de calles.
Miró la edificación, apretando un poco la cinta de su bandolera. Sin mayores expresiones se dio fuerzas para entrar. El tacón no demasiado alto de sus botas negras resonó contra el asfalto del patio. Miró de lado a lado. Había mucha gente después de todo. Tragó y acarició su brazo, alzando la cabeza para darse fuerzas a si misma otra vez y miró alrededor. Había olvidado mirar cuál era su clase. Se recordó lo idiota que podía llega a ser y caminó hacia el tablón, casi vacío de estudiantes.
Sus pasos pararon con cuidado al ver la espalda de un chico, muy alto. Era albino. Curiosa se movió hacia el lado y se acercó, aparentando ir a ver las listas. De reojo pudo ver el look del chico. Cabello albino, con la punta de su flequillo negro ¿Era natural?. Vestía... Vestía al estilo victoriano. Algo en su pecho le dijo que no estaba sola allí, que no se iban a meter tanto con ella.
Se despistó y olvidó que estaba mirando directamente al chico.
– ¿Se le ofrece algo, señorita?
Ella despertó de su ensoñación, sonrojándose un poco. Negó.
– Disculpame, me distraje con tu cabello. – Aceptó – No quería ser impertinente.
Ella se disculpó una vez más, haciendo una leve reverencia con la cabeza. Él la miró por unos segundos y sonrió un poco, negando.
– No se preocupe. – La tranquilizó. El alto chico alzó la mirada y miró alrededor – Ahora, debe disculparme a mi. Mi amigo me llama.
Por inercia Aline asintió, abriendo un poco sus rasgados ojos, grandes.
Vio al chico alejarse con andar elegante y tranquilo, acercándose a un chico pelirrojo con pinta de rockero. Ella alzó un poco su fina y rubia oscura ceja. Aquella era realmente una extraña pareja.
– ¡Sucrette! ¡Vamos a mirar las clases! ¡Quiero estar contigo este año también!
Miró hacia atrás. Un chico de pelo azul tiraba de una chica castaña de ojos verdes, que a carcajadas recorría el patio tras él, saludando a algunas personas. Ella se encogió un poco. ¿Allí eran muy abiertos? Ella más bien era un poco tímida.
Los dos amigos llegaron donde ella se encontraba, y no tardaron en notar la presencia de la pequeña chica de falsos ojos azules, quién les miró tragando de forma perfectamente ocultada.
– ¡Anda! ¿Eres amia de Lysandro? ¿O nueva?
– ¿L-Lysandro...? Disculpad... no- no conozco a nadie de aquí.
– ¡Entonces es nueva! – Exclamó con un entusiasmo no comprendido para la chica más baja la castaña – ¡Ja! ¡Me debes diez euros!
El chico la miró, girando bruscamente dejando de mirar las listas en el tablón.
– ¡¿Cómo?! ¡Claro que lo dije de broma, Su, por Dios!
– ¡Bleeeeeh! Mentiroso. - La chica le sacó la lengua infantilmente, y la pelimorada dejó escapar una leve risa, aunque tapó con su mano sus labios, no quería ser desconsiderada.
– Per-
– Que tierna~
Sus mejillas se sonrojaron un poco ante el comentario del chico de pelo azul.
– Yo soy Alexy, ella es Sucrette. ¿Eres Aline? – Ella asintió un poco – ¡Vamos a la misma clase!
Lo recordó, no había conseguido mirar su clase al final.
– ¿Es así? Que alegría... - Reposó su mano con cuidado en su pecho – Parecéis... agradables – Aunque sois un poco raros, pero no parecéis malas personas pensó.
– Que monada. ¡Es totalmente como Lys!
Sonrió, aún sin saber quién era el tan nombrado chico al que se parecía.
– Perdonadme, pero... ¿Q-Quién es Lysando?
– Lys es aquel – La castaña señaló en la distancia atrás suya. La chica de lentillas azules miró hacia atrás – El de pelo blanco y estilo victoriano.
– Oh, es el muchacho de antes.
– ¿Ya os conocíais?
– No... No diría que nos conocíamos. – Miró a la chica de nuevo, de forma tranquila y calmada, posando sus manos juntas en el vuelo de su falda, por delante de su cuerpo – Nos cruzamos aquí, cuando trataba de ver mi clase. Me lo... quedé mirando sin querer e intercambiamos un par de palabras. Tan solo eso. – Explicó.
– Vaya, entonces es cierto que no fui la única que se le quedó mirando cuando lo vi. Es que es tan... tan sexy... a su manera.
Las mejillas de la de pelo morado se sonrojaron con levedad.
– Oh, vamos, pobrecita. No seas pervertida delante de ella, la vas a asustar. – Carcajeó y regañó el chico a la chica, golpeando un poco su hombro.
– Ya, ya. Lo siento, Aline.
La nombrada negó. Estaba bien, no era una niña tampoco.
Abrió los labios, mas un desagradable sonido de un micro acoplándose sonó por el lugar.
"Por favor, id todos a vuestras respectivas clases. Re-Repito... Id todos a vuestras respectivas clases y se os explicará todo lo necesario. Y-Y también ehm... se os presentará"
– Puuh, el Señor Farres nunca será bueno dando anuncios.
La chica castaña rió ante el comentario del chico de ojos rosas. Extraño color ahora que la chica lo pensaba.
– ¿Señor Farres?
– Nuestro profesor. Uno de los... "pocos" – La chica hizo un par de comillas con sus dedos – Venga, vayamos adentro. Aline, te guiamos.
La nombra asintió, contenta de haber podido llevarse bien con alguien nada más empezar.
Los tres anduvieron por los pasillos, por los que los otros alumnos también paseaban de aquí para allá, buscando cosas en sus taquillas o simplemente yendo con sus amigos hacia sus clases correspondientes. Los dos chicos que iban delante de ella hablaban animadamente de cosas que, realmente, a ella tampoco le importaban mucho. No de momento, al menos.
– Aline. – La llamaron – Por aquí, ven. -La llamó la chica castaña con una sonrisa y moviendo su mano. Asintió y la siguió.
El aula no era especialmente grande. Las ventanas dejaban ver al otro lado unos cuantos árboles, era un bonito lugar en realidad. Miró a los dos chicos que acababa de conocer y los siguió hasta el final de la sala, en las dos últimas mesas se sentaban aquel chico pelirrojo y el victoriano joven. Delante de ellos la castaña y el peliazul se sentaron. Escuetamente la castaña saludó al chico pelirrojo, que movió un poco sus dedos. El albino le sonrió formalmente y asintió con la cabeza.
– ¿Y ella? ¿Eres una lolita? – Una voz desconocida le hizo sobresaltarse. Miró hacia delante, un chico moreno sonreía alegremente, mirándole con sus ojos azul celeste.
– A-Ah... bueno, me gusta este estilo... ¿por qué?
Él negó, sonriente.
– Por nada. Te queda bien.
- A-Ah, gracias.
– Lys, ¿No te recuerda a Nina?
Ella les miró, sentándose con cuidado en la silla, girándose para mirarles. El chico la miró, tranquilo.
– Bueno, tal vez un poco. Tiene un leve parecido. – Sonrió él.
– Hum~ Espero que no te siga a todos lados.
– Que desconsiderado... – Soltó la de ojos azules, sin querer – Oh, disculpa. Tal vez Nina era una amiga tuya, disculpa.
El de ojos bicolores rió un poco.
– No se disculpe, señorita. Está bien. Ella es un poco... bueno... – Rió con levedad, negando.
– … Es como ver a gente de la edad victoriana conversar. – Dijo un chico de pelo castaño, acercándose desde uno de los pupitres a su lado – Sorprendente.
– Aw, a Kencito le gusta el rollo victoriano. ¿Quieres que vayamos de compras?
– ¡Ni loco! ¡Llevate a Armin!
– ¡Ni lo pienses! Yo fui con él antes de ayer, casi me mata a colores fosforitos. Luego me llevo a un parque ¡A un parque! Inaceptable.
Los presentes rieron, divertidos, menos el castaño.
– ¡Entonces, tenemos una cita, Ken~!
– ¡Ni muerto! ¡Y deja de llamarme así, maldita sea!
Miró a los chicos, riendo con levedad.
– … ¿Sois hermanos? – Preguntó, en voz leve y con cuidado de no ser demasiado entrometida.
– Somos gemelos. Yo soy el guapo.
– Oh, ¡eres el más idiota querrás decir! – reprochó el de ojos rosas, entre risas.
– Ambos los sois.
– ¡Castiel! -La castaña golpeó el hombro del pelirrojo, carcajeando.
Realmente aquel instituto iba a ser agradable ¿hmn?
