Inteligencia artificial
Hessefan
Disclaimer: Bleach desde ya que no me pertenece, no estaría haciendo un fanfic; todo de Noriaki Kubo.
Respondiendo al ítem 4 de la Tabla n°18: Les Luthiers: retosilustrados. foroes tablas-de-frases-f21/n18-les-luthiers-t776. htm [juntar los espacios para poder acceder]
Dedicado a fantasmaalineal.
Vale aclarar a que viene el título: La abreviatura para Inteligencia Artificial es AI, casualmente en japonés, Ai, es amor xD.
~ Lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro ~
Como su principal campo -entre muchos otros- era la ingeniería genética no pudo evitar enamorarse de los seres que habitaban ese territorio. Eran inferiores, pero poseían algo que escapaba de su comprensión y los hacía únicos.
En el año 1863 la tecnología de la Tierra era precaria, inútil y retardada, sin embargo en esa dimensión llamada Sociedad de Almas los conceptos que manipulaban, incluido el tiempo, era harina de otro costal.
Un agujero de gusano le abrió camino a ese mundo, aunque ellos solían llamarlo puerta senkai y más tarde también Garganta, nombre sin duda mucho más apropiado para describirlo.
Como todo genio no tardó en triunfar, y como todo genio, no tardó en caer. La ética de los humanos era algo que todavía no lograba manejar a la perfección. Fue así confinado a una cárcel subterránea acusado de experimentar con seres vivos.
Shinigamis, soldados especializados en el balance del Planeta.
Él se había enlistado por la única razón de poder mantenerse cerca de ellos y así avanzar en sus investigaciones, pero todo eso se vio truncado un buen día.
No se lamentaba, no le quedaba mucho de vida a su sistema y ya hacía 37 años que había perdido contacto con los suyos; pero no, tenía que aparecer ese maldito científico humano, su carcelero quien, cual cachetada, iba a refregarle en el rostro sus conocimientos.
Lo reconocía listo, poseedor de una mente prodigiosa que muchas veces le hizo dudar de que en verdad fuera originario de la Tierra, y era por eso mismo que le resultaba insultante que manejara conceptos más desarrollados que los suyos, aunque claro, en algunos aspectos él estaba varios pasos más adelante.
Tardes enteras compartidas, uno detrás de las rejas y el otro… bueno, de igual modo, con la diferencia que al dar la vuelta podía alcanzar la puerta que lo conducía a la libertad. Jornadas en las que ambos científicos compartían sus saberes, incluso algunos secretos.
No tardaron en "simpatizar" aunque esa no sería la palabra correcta ya que al preso, ese hombre de cabellera rubia y desordenada, nunca terminaría de agradarle; le parecía un tipo sumamente molesto, en especial cuando portaba esa sonrisa simpática y ese porte que parecía pretender esconder todo el caudal de saberes que poseía; no obstante se reconocían como colegas.
Ambos aspiraban a casi lo mismo, aunque por caminos distintos.
Su carcelero obtuvo uno de los puestos más altos dentro de los Trece Escuadrones y, con la idea de crear una organización dedicada a la investigación y al desarrollo tecnológico, fue en su búsqueda. Lógico, había sido su muso inspirador.
Y aunque no le apetecía estar bajo sus órdenes o reconocer su supremacía en muchos aspectos, ni tampoco ansiaba la libertad, acabó por acceder. La propuesta era tentadora y el científico rubio había sabido a dónde apuntar para lograr convencerlo.
Fue así como comenzó el calvario para el preso. Conformaban un dúo inigualable. El Batman y Robin de la ciencia -odiaba reconocer que a él le tocaba la parte del chico Maravilla-, lo positivo es que podía investigar a sus anchas, ahora respetando las intrincadas leyes del lugar.
—Mayuri-san, ¿recuerdas que te comenté sobre la cápsula de transferencia de poder espiritual?
El mentado lo miró con interés, pero un deje de aversión en la expresión, depositó los frascos sobre la mesa y musitó:
—El tenshintai, ¿qué con eso?
—Que bueno, pues… he estado pensando al respecto —sonrió cerrando los ojos— y si realmente estás dispuesto a correr el riesgo no soy quien para detenerte.
Mayuri chistó, por un momento creyó que se lo había negado debido al miedo estúpido de verse sobrepasado por él, pero a lo largo del tiempo había logrado conocer mejor al sujeto frente a sus narices y sabía que esa no era una preocupación, al contrario, constantemente lo alentaba a superarse, como un maestro al alumno y eso… eso le crispaba en verdad los nervios, pues parecía abrir una brecha más profunda entre ambos.
—¿Quién te entiende, Kisuke?
—¿Quieres o no?
—Ya conoces mi respuesta.
—Pues bien, como no tengo la más pálida idea de cómo será tu bankai —dijo con algo de gracia—, lo mejor será activar el dispositivo en un lugar alejado.
Kisuke Urahara comprendía que Mayuri Kurotsuchi era un hombre que no se acobardaba ante posibles límites, si para lograr éxito en sus investigaciones hacía falta experimentar consigo mismo, no dudaba en hacerlo. Pero había otras razones evidentes para acceder: si Urahara dejaba su cargo, él estaría delante de todo, pero no del Escuadrón Doceavo si no poseía bankai. ¿Entonces? Todo quedaría en nada.
Ambos tenían sus intereses.
Esa noche el capitán le aconsejó alimentarse bien y descansar lo necesario, por la mañana lo llevaría al campo artificial que había creado en antaño y cuya existencia era desconocida e imposible de detectar. Kurotsuchi supo esconder, pese a la juventud de su especie, la intranquilidad y ansiedad que lo habían embargado; no temía, pero era consciente de que podía ser contraproducente forzar el bankai de esa forma.
No obstante lo que lo alentaba a intentarlo con tanta terquedad era el hecho de que Kisuke lo había conseguido mediante esa forma. Si Urahara había podido, ¿por qué no lo lograría él? Eso disipaba todo posible temor y perplejidad.
Esa mañana discutió con su capitán más de lo habitual y por detalles irrelevantes, pero el científico rubio se limitó a ignorarlo, atribuía sus ganas de guerrear a la impaciencia por comenzar cuanto antes con el entrenamiento. Esa empatía a Mayuri le daba más motivos para ansiar patearlo. No quería que fuera condescendiente con él; aparte, si le buscaba pelea por todo era porque esperaba una respuesta a cambio y lograr así amenizarse.
Llegaron alrededor del mediodía, Mayuri se guardó la sorpresa al ver la enorme infraestructura hecha con la precisión de un cirujano, comprendía que no era una simple realidad virtual. Empezó a explicarle, pero la lentitud de Urahara lo sacaba de quicio, parecía no tener nunca apuros para nada.
—Pasar del shikai al bankai no es cosa fácil, a los más talentosos les cuesta alrededor de diez años lograrlo —sabía que le estaba explicando un tema ya masticado por el otro, pero agregó como dato extra—: a mi tomó dos días y medio con éste invento. Desconozco su límite, pero sé que lo tiene, es inestable. —Situó sobre la tierra firme una figura, similar a un muñeco de papel mal hecho y que se desplegaba como tal—. ¿Estás seguro que has logrado la materialización de tu zanpakutou? —investigó con cautela, sin ánimos de ofenderlo, pero le era menester hacerle entender de la gravedad de la situación si le mentía. Mayuri chistó molesto sin dignarse a responder. Urahara tomó eso como "sí" y con una mano apoyada sobre el tenshintai elevó la otra instándolo a desenvainar la katana—. ¿Nervioso, Mayuri-san?
—Tú me pones nervioso, no te callas nunca. —Era la más absoluta verdad; ya que ansiedad y adrenalina era lo que experimentaba, no nervios.
Extrajo a Ashisogi Jizou clavándola de inmediato en el muñeco, éste despidió una luz mortecina que luego mutó a un negro absorbente. La ligera ventisca obligó a Urahara a dar un par de pasos hacia atrás y cerrar los ojos, cuando los abrió se encontró con la materialización de la zanpakutou desenvainada.
—Oh, Mayuri-san, es espantoso —se burló el científico riendo sin reparos, pero Kurotsuchi no lo escuchó, estaba más entretenido en evitar que su propia arma lo devorase.
Pero era cierto, algo similar a un bebé deforme y enorme se hizo presente, su tamaño era monstruoso y parecía estar dispuesto a comerse a su dueño. Urahara se mantuvo unos minutos observando cómo su tercer puesto huía y afrontaba su propia zanpakutou, pero por su cargo no podía estar mucho más tiempo alejado de la doceava división.
Le deseó suerte y partió para volver al otro día y encontrarse con la misma escena. Doblegar una zanpakutou no era tarea sencilla, se requería más que fuerza, destreza e inteligencia, se necesitaba comunicación. Pasó otro día, y ya para cuando se cumplieron los dos y medio Kisuke estaba impaciente, aunque lo disimulaba muy bien.
Una de las razones por las que le permitió hacer la prueba era para comprobar la resistencia del tenshintai, por eso, pasado el tiempo prudencial, Urahara no pudo despegar sus sentidos de la afrenta. Ya no hacía chistes ni sonreía; la más absoluta y aterradora seriedad era lo que profesaba su rostro. Eso inquietaba a Kurotsuchi, para colmo Ashisogi Jizou era inclemente, veloz y enorme.
Y de mal en peor las espadas no se cansan, nunca.
En momentos como ese agradecía su descendencia; a diferencia de un shinigami cualquiera podía estar más tiempo sin comer, sin beber y sin dormir; pero claro, todo tiene un límite, y cuando parecía que Mayuri estaba llegando al suyo, algo inesperado sucedió. Urahara no despegó la vista, ¿había llegado el momento?
Sabía que el tenshintai no era perfecto y que tarde o temprano sus efectos acabarían por consumirse, no lo había hecho con el fin de hacerlo eterno. Algo que no se puede destruir o concluir -descubriría más adelante con sumo pesar- era algo muy peligroso.
Ashisoji Jizou, sin previo aviso y de la nada, frenó de repente, no sólo sus ataques, se mantuvo estático, como congelado. El tenshintai empezó a vibrar y la luz mortecina de antes volvió a aparecer. Fue un segundo en el que Kisuke logró verlo:
—Chikasumi no tate —alcanzó a recitar.
Un escudo rojo apareció ante Mayuri justo al mismo tiempo que, literalmente, Ashisogi Jizou se inmolaba contra él, autodestruyéndose por completo. El impacto, frenado en gran parte por el escudo del capitán, fue devastador.
Con un paso rápido de shumpo Kisuke se situó junto a su compañero, lamentando demasiado tarde los resultados por haber sido tan imprudente. Él no arriesgaba a sus subordinados, pero en su afán, y enceguecido por la confianza que tenía en las habilidades de Mayuri, se dejó llevar.
Su curiosidad casi mata al científico en vez de al gato.
Mayuri antes de cerrar los ojos, presa de un aparente coma, alcanzó a dedicarle una mirada de profundo desprecio. Que lo salvara no hacía más que acrecentar esa distancia entre ellos, además de resultar insultante; pero cabía reconocer que de no ser por la protección del rubio no hubiera sido capaz de sobrevivir para contarlo.
Plena noche. Cargó los pedazos (porque eran puros pedazos colgando a una masa) de su maltrecho colega rumbo al escuadrón. No era algo que la Cuarta división pudiera solucionar, dejando de lado en el problema que se metía revelando las razones de que su tercer puesto hubiera quedado desecho.
Podía atenderlo él mismo, pero necesitaba a Mayuri consciente, a fin de cuentas el experto en ingeniería genética era Kurotsuchi. No, no se trataba de un cuerpo común y corriente, literalmente debía reparar a Mayuri.
La composición anatómica del mentado sería todo un enigma para la medicina moderna, y la verdad es que Urahara poco sabía de los secretos del hombre. Le administró una droga para tratar de traerlo de vuelta puesto que sin sus indicaciones no contaría con necesarios y valiosos conocimientos.
Una sombra pequeña se iluminó en la pared, aunque la media luz del lugar le hacia parecer una figura grotesca, Kisuke sabía de quién se trataba.
—Akon…
—¿Qué sucede, taichou? —El niño fue abriendo paulatinamente los ojos a medida que visualizaba, con más claridad a cada paso dado, el destruido cuerpo de su otro superior.
—¿Qué haces por aquí a estas horas? —Pese a hacer la pregunta, enseguida le restó importancia—. Da igual, acércate y trata de ayudarme.
El chico guardando compostura, asintió una vez y con suma calma empezó a trabajar a la par, tratando de mantener el mismo ritmo que su Capitán. A Kisuke le agradaba su temple, pese a ser el más chico dentro de su grupo -sin contar a su teniente- era el de sangre más fría. Eso era bueno en momentos de crisis.
Urahara volvió a sorprenderse, en apariencias estar tanto tiempo trabajando junto a Mayuri habían versado al crío, conocía métodos de biotecnología roja, sobre todo procesos regenerativos que algunos tildarían de mágicos, desconocidos en el mundo y que sólo eran posible -por el momento- en alguien como Kurotsuchi.
Cual pieza de rompecabezas fue ensamblado, despertó a medio proceso, protestando e insultando, pero igualmente soportando el dolor. Órganos internos destrozados, músculos, piel, no había nada que hubiera quedado inmaculado luego del acto kamikaze de la zanpakutou.
—Has quedado como nuevo, Mayuri-san —bromeó, porque pasada la tensión del momento fue lo único que supo hacer—, y la verdad que despertarte fue un error.
—¡Grandísimo idiota, ¿me vas a decir que no sabías que el tenshintai tenía un límite de tres días?!
Urahara se llevó un dedo al oído vapuleando creyendo con cada grito, más firmemente, que había sido un completo error. Fue más lo que los insultó que lo que les indicó hacer para ayudarlo. Despidió a Akon mandándolo a dormir y pidiéndole que no comentara nada de lo sucedido.
—O te callas o no te administro el analgésico —dijo serio, ya sin la usual paciencia que le solía tener Urahara a toda existencia viva y no. Pero Mayuri lo conocía, igual se la iba a aplicar, científico más benevolente en el universo no existía, así que se descargó, soltándole nuevos improperios por su imprudencia y falta de pericia. Actuar así como un novato.
No obstante Kurotsuchi bien sabía que no tenía de qué quejarse, Kisuke se había negado desde un principio por la razón de que el tenshintai era inestable. Él aceptó, libre albedrío, pero el dolor era tal que necesitaba descargarlo de alguna forma, o más bien la frustración de no haberlo conseguido.
¿Por qué? ¿Por qué tuvo que haber fallado y para colmo ante la mirada de Urahara? ¿Qué tenía que le permitía ser mejor? El mentado científico había desarrollado su bankai en dos días y medio mientras que él… él se retorcía del dolor, con la zanpakutou en un rincón de la sala, hecha trozos.
Cuando la medicación hizo efecto empezó a quedarse dormido, quiso gritarle por última vez, pedirle que se fuera bien al Averno, pero no lo logró. Lo último que vio antes de cerrar los ojos fue la figura del rubio sonriente tomando asiento a su lado. Era su responsabilidad y pensaba quedarse toda la noche junto a él, velando su sueño y su integridad física.
Despertó sintiendo como algo le azotaba el rostro, no supo qué era, pero cuando abrió somnoliento los ojos, descubrió la mirada iracunda de su tercer puesto. Le sonrió con franqueza consiguiendo que esa mueca lograra exaltarlo más.
—Buenos días, Mayuri-san, qué humor tenemos hoy.
—Idiota —chistó y luego frunció la frente, no era ningún niño ni ningún puto paciente para que se justificara tamaño sacrificio. Era indudable que Kisuke había pasado la noche durmiendo en la incómoda silla. Se sintió agitado, incómodo… ¿Agradecido?
¿Debía darle las gracias? Por supuesto que no, en gran parte era su culpa que él estuviera así. Urahara lo miró con una expresión en el rostro extraña, una que Mayuri jamás le había visto. Se sintió cohibido, para mal en peor estar sin su maquillaje lo hacía sentirse expuesto y vulnerable.
Kisuke lo notó: Se moría de ganas por mandarlo a freír espárragos, pero en vez de eso (y en vez de dar las gracias) optaba por quedarse callado. Esa era la manera retorcida en la que Mayuri reconocía sus "derrotas", incluso ante él.
—Me duele con un demonio la pierna izquierda, ¿seguro que lo hiciste bien? —reprochó con dureza.
—Pues, seguí tus indicaciones, y entre tantos insultos poco pude entenderte. —Elevó una taza del té que recientemente Akon le había dejado—. ¿Quieres desayunar?
—Quiero volver a intentarlo —dijo sin rodeos. Kisuke se tomó su tiempo para responder, la circunspección pocas veces vista en él volvió para atormentar a Mayuri (supo que le diría que no de alguna manera astuta y zalamera)—. No me vengas con idioteces, Kisuke —se adelantó.
—Es que… —musitó dejando la taza sobre el tablero, pese a que Mayuri siempre le recriminara la indolencia de depositar bebidas cerca de equipos tan delicados— ya has visto lo que…
—No pasaré los tres días —lo interrumpió, tajante.
—Eres como un niño, Mayuri-san —rió apenas, sin duda parecía un crío que ansiaba un juguete nuevo—; pero, ¿con qué zanpakutou? —Guió la mirada hacia dónde la katana yacía en tres partes.
—La repararé, buscaré una forma de hacerlo. En sí no son tan complejas, tienen vida, poseen un ADN similar al que portamos.
—Sé que son elementos vivos.
—No está muerta. Puedo revivirla. Reaccionan al ADN de cada dueño.
—Qué terco eres. —Suspiró y decidió sincerarse—. Temo que… —perdió la mirada, ya no vivaz ni circunspecta, si no afligida— pase algo similar. —Mayuri chistó otra vez—. No quisiera…
—Ya, si me muero me tiras a una fosa común.
—Ojalá, amigo mío, fuera algo tan fácil. —Kurotsuchi enmudeció, no sólo por el mote empleado de amigo sino porque descubría con pasmosa facilidad que la razón de Kisuke para negárselo era lisa y llana preocupación. No por la responsabilidad o el cargo de capitán, ni siquiera tener que rendir cuentas ante el Gotei trece. No quería perderlo, a él; ¿era eso?—. ¿Con quién discutiré si te pasa algo?
Mayuri realizó una mueca que trató de reflejar enfado, pero pareció más una risa amortiguada y por ende una mueca convertida en una sonrisa tenebrosa.
—La tienes a esa niña andrógina.
—Es hora de que empieces a llamarla por su nombre. —Sabía cuánto se molestaba Hiyori al respecto—. Además no es lo mismo.
Mayuri intentó girar en la camilla y darle la espalda, ignorarlo le nacía cuando no podía insultarlo, ya sea porque lo había enmudecido de la impresión o porque no encontraba fuerzas para refutarle lo dicho. Un dolor agudo se hizo presente que le llevó a encorvarse, pero sintió, cual bálsamo, las manos de su colega sobre la piel desnuda tratando de ayudarlo, con una suavidad propia de todo capitán que debe aprender a medir su fuerza.
Lo dejó, no tenía tampoco energías para negarle el favor y a decir verdad de otra forma no lograría sortear el obstáculo que de repente su propio cuerpo -y el dolor del mismo- representaba.
Durmió, por muchas horas más. Le tomó tiempo recuperarse del todo, pero pasadas las semanas volvía a insistir con intentarlo de nuevo. Urahara le escapaba, podía leer en los ojos del hombre de cabellera exótica las claras intenciones, pero una tarde lo acorraló y ya no tuvo más escapatorias.
Si quería intentarlo de nuevo debían encontrar la forma de poder desactivar el tenshintai antes de las 72 horas, no obstante Mayuri lo mandó a callar, no fallaría. Tanta convicción por parte del tercer puesto le dio seguridad, aunque fuera momentánea, aunque aún tuviera sus dudas. Dicho y hecho, Kurotsuchi no falló.
El ser humano es el único animal en el planeta Tierra que necesita cometer el mismo error cien veces para aprender; por fortuna él no pertenecía a esa especie inferior.
Reparar su propia zanpakutou por vez primera le sirvió para hacer nuevos descubrimientos al respecto, sobre la naturaleza de estas y su manera de comportarse, y eso sin dudas le ayudó a la hora de despertar el bankai. Pero su efímera sensación de victoria y supremacía se vio opacada con el tiempo por un acontecimiento fortuito.
La existencia del Hougyoku no podía simbolizar más que desgracias.
La orbe de distorsión, creada por el mismo Urahara en secreto, sería la pieza de arte científico más valiosa, pero a la vez el objeto que lo sentenciaría de por vida, marcando un antes y un después. Sin dudas Kisuke era brillante, sin dudas Mayuri debió haberse sentido honrado de trabajar a su lado, y aunque lo conocía listo, no pudo creer que hubiera tenido ese momento de estupidez inconmensurable… crear algo así.
Maldita sea su curiosidad.
Mayuri entonces podía regocijarse, podía aspirar a obtener el puesto más alto dentro del escuadrón y sin la ética de Kisuke, sin dudas, sería mucho más libre de actuar, pero una parte de él no le permitía disfrutar del todo la circunstancia. Ya no tenía quien lo limitara, cierto, pero tampoco tenía a quien superar, ni con quien discutir, ni compartir conocimientos, porque el resto de los que conformaban el equipo de investigación eran simples amebas al lado de Urahara.
Era insultante sentirse de esa manera, como abandonado. Llegó así a la conclusión de que Kisuke en el fondo, lo despreciaba; a fin de cuentas nunca había comprendido su naturaleza, lo juzgaba muchas veces de sádico, quizás no con palabras, pero sí con miradas y con los limites que le imponía.
¿Qué se suponía que debía hacer con el silencio reinante dentro del doceavo escuadrón? Sin capitán y sin teniente. Akon era la única figura que deambulaba por allí, llevando adelante el trabajo como si el mundo siguiera girando y en marcha; para Mayuri se había detenido, en el preciso instante que descubrió que su molesto colega se había fugado.
Urahara lo había moldeado de una forma, lo había instruido, recién caía en la cuenta de ello, pero no permitiría que lo siguiera haciendo, al diablo con su ética y moralina. Se había ido y sus palabras y sus órdenes -incluso su presencia- ya no tenían peso para él.
No tardaron en nombrarlo capitán, apenas se enteraron que poseía bankai y teniendo en cuenta que era ya de por sí integrante del escuadrón, fue cuestión de tiempo, de hacer las pruebas, odioso protocolo, y nada más. Sin embargo ese vacío, esa soledad, seguía creciendo en su pecho, como el agujero de los hollows.
Le ofrecieron un teniente, pero a él no le interesaba tener a una mosca inservible rodeándole y rindiéndole falsa pleitesía.
No, mejor aún, crearía un teniente que se ajustara a sus necesidades, a las actuales y a las futuras. Moldearía una criatura, de la misma forma en que Kisuke lo había hecho con él de manera simbólica. Y de la misma manera la despreciaría, porque tenerle compasión a algo que no siente es ridículo.
Trabajaría para él y acataría las ordenes, cuando dejara de servirle haría uno mejor. Desechable.
Esa era la palabra. Se sentía desechable.
Ahora ya no tenía a quien superar, ahora sólo quedaba ser él mismo y sacar provecho de sus conocimientos. Sin Kisuke no tenía a quien admirar y odiar, el resto no eran más que algo, especímenes de investigación, poca cosa en comparación.
Necesitaba crear un cuerpo artificial, pero no un gigai convencional, éste debería ser capaz de formular análisis, rápidos y correctos; poseer la capacidad de dar una respuesta ante problemas complejos y sobre todo ser autónomo, auto-regulable y autodidacta para evitar tener que actualizar el sistema a cada rato.
Haría una copia de su cerebro, para evitar tener que explicarle nociones básicas. Necesitaba no sólo un alma modificada si no su propio ácido desoxirribonucleico. La elección de la capsula tampoco fue adrede, decidió que mejor sería prepararlo él para minimizar al máximo posibles errores.
Era un trabajo que le tomaría tiempo, no podía darse el lujo de echarlo a perder por detalles tontos.
La primera fase que consistía en crear un Alma Modificada al nivel de un teniente, resultó en varios intentos fracasados, la ansiedad iba a matarlo, pero Akon estaba allí para recomenzar las pruebas con la paz que lo caracterizaba. Eso, aunque no lo hacía verbal, tranquilizaba al nuevo Capitán del doceavo escuadrón.
Noches enteras en vela estudiando detenidamente los pasos a seguir, en medio año la máquina estaba hecha, y aunque sus rasgos fácilmente la determinaban sexo femenino era un hecho irrefutable que se trataba de una criatura asexual.
Era un ser consciente, como toda alma modificada, con la capacidad de percibir.
La llamó Nemu.
"Lo" en eslovaco; ella no era un él, era algo neutro; la forma de denominar a "ELLO" resultó ser "Lo". La idea se la había dado el pequeño Akon, con todos los conocimientos que poseía sobre los idiomas. Le encantó, la llamaría así.
—Taichou —pronunció un estoico Akon cuidando las palabras—, creo que Lo ha superado todas las expectativas —la observó, mirada lejana, apagada, sus circuitos estándar estaban en funcionamiento, pero ella permaneció en su sitio esperando indicaciones.
—"Nemu" —le corrigió el científico—, llámala "Nemu" —tomó distancia de la máquina y la observó—. Así te llamas, ¿entendido?
—Sí, señor.
—Sígueme —le ordenó—, fuiste creada como un arma de guerra, pero necesitas práctica. —Quería probarla, estaba inquieto, quería ver los resultados—. ¡¿Qué haces, idiota, muévete?! —La maquina dio un paso al frente y, adoctrinada, pidió disculpas por su falta—. Akon —se dirigió a él— consíguele ropa.
Se la llevó desnuda hasta la zona asignada para los entrenamientos, lugar que integrantes del doceavo escuadrón habían copado para ver la nueva creación. Algunos se quedaron azorados al ver las redondeces que cubrían su pecho, olvidando que no era siquiera un ser técnicamente vivo.
Kurotsuchi percibió como la máquina tiritaba de frío y asintió con una sonrisa de satisfacción en los labios. Ahora debía probar los neurotransmisores que comunicaban el dolor. No le servía tener una máquina que no conocía los límites del mismo, corría el riesgo de autodestruirse sin esas demarcaciones lógicas que evitaban que un humano pasara la barrera entre la vida y la muerte.
Desenvainó a Ashisogi Jizou y la sometió a un riguroso enfrentamiento. Clavó la katana más de una vez en distintas partes de su cuerpo, acorralándola y divirtiéndose con sadismo al comprobar que sentía dolor y desesperación.
Era perfecta.
Cuando lo creyó oportuno, la dejó en paz, ante la mirada horrorizada de los demás integrantes que presenciaban la escena como si de una atracción de circo se tratara.
—¡¿Qué miran infelices?! —resopló molesto.
Y es que varios opinaban que más allá de ser una máquina, esta no estaba exenta de las sensaciones humanas y lograba sentir dolor, someterla a esos experimentos entonces era cruel. Al científico no le parecía así. La llevó a su baño personal y le ordenó lavarse y luego curarse las heridas. Algunas eran graves, cortadas profundas que habían destrozado las imitaciones de órganos internos, así que necesitó ser él quien la reparase.
Ya vestida, quedaba probarla una vez más, pero debía hacerle una katana, que no sería una zanpakutou, pero cumpliría la misma función, a fin de cuentas se trataba de un arma de filo, nada más. Más tarde podría comprobar si en verdad estaba a la altura de un teniente, para así poder presentarla ante el Sou-taichou y solicitarle el puesto vacante de segundo al mando.
Nemu aprendía con una velocidad asombrosa, tanto que azoraba al científico, pero desde ya que la había hecho con un límite razonado, la máquina tenía sus imperfecciones.
Akon, una tarde, se animó a pronunciar algo respecto a tan magnánima creación, para su juventud, lo era, pero Kurotsuchi siempre fue consciente de que nada lograría opacar al Hougyoku, ningún invento. Nemu era una buena creación, sí, pero nada que un buen científico fuera incapaz de crear.
Nemu era algo con vida, algo que aprendía con velocidad, no sólo nociones necesarias para ser la segunda al mando dentro del departamento de desarrollo tecnológico, sino también las intrincadas maneras que poseían los shinigami o humanos para relacionarse entre sí.
Algunos conocimientos se le escapaban, como el amor, la amistad, la tristeza, pero aprendió de todos modos a lidiar día a día con sus demás compañeros quienes en poco tiempo aprendieron a tratarla como "ella", como alguien, y no como "algo", como "Lo". Pero Kurotsuchi no, él era muy consciente de que "Lo" no dejaba de ser lo que era, su mejor creación, pero no lo que él pretendía.
Seguía siendo la sombra de Kisuke Urahara y ese nombre seguiría corroyéndolo por dentro.
Nemu no era perfecta, esa cosa no era la satisfacción que necesitaba para limpiar de su mente el nombre del científico rubio. Se había prometido a sí mismo superarlo, demostrándose también que nunca necesitó nada de él, que incluso era mejor que él.
Nemu ni siquiera servía para rellenar el hueco que los conocimientos de Kisuke habían dejado. No la hizo con el fin de que pudiera superarlo a él y a fin de cuentas su presencia siempre le venía a recordar que era una máquina, algo que no encajaba en éste mundo, ajeno a los humanos; tal cual como él.
Sin embargo eso no lo conmovía, al contrario. Aprendió a despreciarla, logrando así disipar los fantasmas que la huida de Urahara dejó dentro del doceavo escuadrón; se mantuvo durante años haciendo experimentos, buscando uno que lograra opacar al que poco tiempo después fue el mayor invento dentro de la Soul Society.
Y cuando creyó que Kisuke era una mera sombra del pasado, el pasado volvió para hacerse presente. El Hougyoku despertó con consecuencias desagradables, una guerra inevitable dio comienzo. Fue gracias a ésta y a la necesidad de encontrar una forma ideal para enfrentar exitosamente a Szayel Aporro Grantz, que tuvo una inspiración.
Las habilidades del Espada eran asombrosas. Un revés del destino. Indudablemente haberse cruzado con él en el camino fue una de las mejores eventualidades que como científico pudieron ocurrirle. Preparó una droga a la que bautizó Formula para Súper Humanos y esa sería la base de la que utilizaría mucho más adelante.
Era menester prestar atención a la guerra presente y no disolverse en cálculos mentales y fantasías, porque por el momento lo eran.
Escuchó de la boca de sus colegas el nombre de Urahara, la capitana de la cuarta división cometió el desacierto de hacer un comentario en doble sentido que crispó sus nervios. Entonces, era cierto: Kisuke pensaba hacerse cargo de las consecuencias de sus actos, de su invento.
Quizás no saldría vivo de esa. Mayuri chistó furioso ante la idea, que no se le ocurriera morir, no ahora que podría superarlo, tenía que vivir para verlo, para sentirse orgulloso de haber trabajado a su lado y arrepentido por haberlo hecho a un lado.
Esperó a que la guerra llegara a su fin.
¡Perdón! La idea era hacer un one shot, sin embargo la historia da para mucho, mucho más (bueno, no sé si tanto, pero da para una entrega más) así que será por capítulos (dos nada más, y un extra); eso me permitirá relajarme, dedicarme a otras cosas y volver sobre éste.
Explicaciones varias a continuación (no se me queden dormidos que ya termino):
—¿Mayuri como extraterrestre?: Esto me nació cuando estaba viendo la saga del pasado. Porque en el animé Hiyori lo llama "extraterrestre" en forma despectiva cuando él se refiere a ella como "nene".
—No soy buena para laCF, así que no considero ni consideraré este fanfic como tal, pero debo confesar que haber leído tanta CF alimentó este monstruo llamado AI. Sin embargo las fuentes las citaré cuando termine, porque temo que descubran hacia dónde apunto xD
—Tenshintai: Debido a que Ichigo la interrumpe a Yoruichi cuando está explicándole qué es lo que pasará si no logra el bankai en tres días, me tomé la osada libertad de inventar cómo lo descubren. Pobre Kurotsuchi x´D
—Como extra: Noté un detalle (tonto por cierto xD) en el animé, cuando recién lo muestran a Mayuri en la saga del pasado, sus ojos son "normales", sin embargo, cuando lo muestran mientras está sin el maquillaje (después de la pelea con Ishida) tiene ojos amarillos, iguales a los de Yoruichi (y los de Szayel). Se me cruzó por la mente que puede convertirse en gato y me reí como una desquiciada. No, eso no está en éste fic (y dudo que lo agregue) pero me pareció curioso y quería compartirlo con la humanidad toda (¡cuac!)
Y lo que viene a continuación ya es puro invento, hasta aquí lo que todos conocemos y leímos en el manga.
Es todo, dejo de parlotear como loro drogado. Nos estamos leyendo, si les gustó o no tienen los reviews para putearme o amarme. Ustedes eligen. Si ven errores violentos avísenme también que estoy más dormida que despierta.
Gracias por leer =).
11 de mayo de 2010.
Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.
