Disclaimer: Mystic Messenger le pertenece a Cheritz.

N/A: ¡Uff! Por un momento creí que no alcanzaría a terminar esto a tiempo, pero en mi país sigue siendo 19/06 así que supongo que aún estoy bien. No es de mis mejores trabajos, pero para estar contra el tiempo estoy satisfecha. Como bien dice en el summary, estos corresponderán a pequeñas viñetas u one-shots para celebrar nada más y nada menos que la ¡YooRan week! Estos dos son mi OTP en MysMe, y me sentía mal al no preparar algo de ellos. Mi idea es participar en toda la semana, pero como siempre sé las cosas a última hora, no tengo nada preparado con anticipación. Así que los relatos los iré escribiendo el mismo día en la mañana y los iré subiendo a medida que transcurre la tarde. ¡Espero poder lograrlos todos! Por lo mismo, si tiene algún error no duden en decirme. El prompt que escogí hoy fue First meeting o primer encuentro. ¡Espero les guste!

pd1. Por un momento pensé subir esto en "Tourniquet" al ser básicamente lo mismo, pero como son para una ocasión especial decidí dejarlos aparte.

pd2. Soy fanática de los AUs, así que lo más probable es que aquí me dedique más a ellos. Este, por ejemplo, es un AU. Si está dentro del universo canon avisaré.


Contrastes.

(Son muy diferentes entre sí, pero se quieren).


Día 1: Entre tinturas y miradas.

[Primer encuentro/First meeting]

Una de las ventajas de salir un domingo a media tarde era la poca cantidad de gente con la que te encontrabas en las calles, por lo que realizar una compra específica resultaba mucho más rápido que hacerlo un día de semana al atardecer, cuando todos salían de sus clases o de sus trabajos. Incluso si salía más temprano podría encontrarse con una cantidad mucho menor de personas, pero lamentablemente no sacrificaría el poder despertarse pasado el mediodía luego de trasnochar hasta las cinco de la mañana en LOLOL. Total, la tienda de productos para el cabello que quedaba cerca de su casa abría hasta las cinco de la tarde incluso los días considerados para el descanso.

El día anterior y tras salir de la ducha, mientras se secaba el cabello con la secadora, se percató de que nuevamente sus raíces castañas estaban emergiendo y pronto se volverían notorias. En sí la gran mayoría de sus compañeros de universidad sabían que su melena rubia de natural tenía poco; pero a Yoosung le agradaba tener el cabello claro (manteniendo su esperanza de ser popular en esos reflejos dorados) y no se sentía a gusto cuando comenzaba a parecerse a un pudín. Es por eso que ese día, luego de ponerse lo primero que encontró tirado sobre la silla de la habitación y verificando que sus ojeras no estuvieran demasiado marcadas, decidió ir a la tienda a pie para aprovechar el aire fresco que lo ayudaba a despejar su mente del adormilamiento. No obstante sus pasos seguían siendo flojos y pesados, pero se esforzaba.

Al entrar lo primero que hizo fue saludar cortésmente a la vendedora —una mujer guapa pero mayor, probablemente entrando en sus treintas—, quien le devolvió la sonrisa y le hizo unas cuantas de preguntas sobre sus estudios antes de proseguir con su trabajo de atender a una chica que llevaba un par de champús en la mano. Yoosung ya era un cliente frecuente en el lugar desde que había decidido comenzar a teñirse el cabello hace casi un año, y dado a su personalidad amena no había tardado en ganarse la simpatía de la señorita quien de vez en cuando le hacía descuentos de un 10 hasta un 15%, cosa que le venía bastante bien a su economía de estudiante aunque no fuese la gran cosa. Se dirigió sin titubear hacia los escaparates de siempre, en búsqueda de un decolorante y su fiel tintura rubio claro. La primera vez que cambió su color fue en una peluquería por la dificultad, pero luego de eso prefería hacerlo en casa para ahorrar tiempo y dinero. Inclusive, algunas veces se lo pedía a su mejor amigo, Saeyoung, que le diera una mano, aunque este siembre lo molestara amenazándole en dejarle el cabello como Zen.

Sus ojos violetas recorrieron las marcas, y al no encontrarla en los estantes de arriba se acuclilló para seguir buscando en el sector inferior. Fue en ese preciso instante cuando escuchó que la puerta principal se abría, y aunque no prestó atención en su momento, quien sea que había entrado caminó hasta posicionarse justamente a un lado suyo. Yoosung, más que nada por inercia, no pudo evitar darle un vistazo al chico de pie que igualmente parecía interesado en buscar un decolorante, y por un momento creyó haberse quedado sin palabras.

Era un muchacho de estatura promedio —pero claramente más alto que él—, guapo y de look llamativo. Con unos bototos militares, pantalones oscuros ajustados, camiseta rasgada, chaqueta de cuero mal colocada a propósito para obtener un aire rebelde, sus diez uñas perfectamente ennegrecidas, un tatuaje de un ojo inquisitivo en el brazo, muñequeras y una correa como gargantilla, mirada celeste falsificada a causa de unas lentillas enmarcada en delineador, y cabello níveo con algunos mechones rojizos decolorados esparcidos entre su cabellera desordenada; parecía un modelo o esos integrantes de una banda visual de estilo punky. Pero lo que más le llamaba la atención a Yoosung era su notorio parecido a no podía recordar quién. Como si lo hubiese visto en otro lado, pero no precisamente a él. ¿Y si era famoso? Trató de recordar asociando ideas sin despegarle la vista quizás por su inusual aspecto, quizás porque el chico desprendía una esencia diferente a lo que estaba acostumbrado. Un aire que exteriormente daba el mensaje de «no te acerques», pero por la forma en que se movía o cómo sus ojos se paseaban entre las estanterías demostraba que era un chico común y corriente con el ceño un poco fruncido.

Se dio cuenta que lo había observado por más tiempo que el aceptable cuando notó esos ojos claros fijos sobre los suyos, con una expresión seria pero no precisamente molesta. Yoosung, al verse atrapado con las manos en la masa, se sintió avergonzado y rápidamente volteó el rostro haciendo como si siguiera buscando agarrando cajas de tinturas al azar. Además, verse frente a frente con el chico estiloso, nada que ver con él ya que traía puesto un hoodie viejo y unas ojeras que le llegaban hasta el piso, se sintió un poco intimidado y no pudo evitar colocarse la capucha con tal de ocultar un poco sus mejillas enrojecidas y sus labios fruncidos por el bochorno.

Creyó que todo había terminado allí y esperaría que el chico se marchara para tratar de respirar, cuando de pronto una voz un poco aflautada pareció dirigirse a él.

—Oye.

Yoosung se sobresaltó y volteó la cabeza de a poco, observando al muchacho con cautela más que nada por precaución. En una de esas le reclamaría por estar observándolo descaradamente, pero el chico seguía manteniendo su semblante imperturbable.

—Di-dime…

El desconocido apuntó hacia abajo y Yoosung rotó el cuello siguiendo la dirección. Decolorante, claro. Justo cuando iba a preguntarle cuál quería, sintiendo el titubeo naciente en su voz, el chico nuevamente retomó la palabra:

—¿Puedes pasarme ese frasco azul que está justamente allá abajo?

—¿Eh? ¡Ah! Claro —murmuró, alargándole uno aún desde su posición acuclillada—. To-toma…

El joven se inclinó un poco para recibirlo, la chaqueta de cuero deslizándose aún más por sus hombros. No le agradeció, pero no era como si Yoosung se fuera a sentir ofendido por eso. Incluso no le había importado porque estaba concentrado en otras cosas, como en la oreja derecha llena de perforaciones o la mirada fría a la cual quería echarle la culpa a las lentillas. En serio, nunca había sentido tanta tensión estando alrededor de alguien, y Yoosung no sabía si era porque había una posibilidad de estar frente a un chico famoso que él desconocía o porque simplemente el joven le resultaba…

Interesan-

—Hey —mencionó el chico de forma repentina, nuevamente volviéndolo a la realidad. Y Yoosung quiso morirse nuevamente por ser tan poco disimulado—. Ya deja de mirarme, pero si quieres un consejo, quizás el castaño no te queda tan mal.

Dicho eso, se dirigió hacia la sonriente vendedora sin agregar una palabra más. Compró el decolorante y se marchó, dejando al chico rubio con una extraña sensación en el pecho y los ojos bien abiertos por la sorpresa, incluso se llevó una mano a su franja de raíces trigueñas y comenzó a tantearlas sin saber muy bien el por qué.

Por alguna razón, algo le dijo que debía observar por última vez al extraño antes de que desapareciera para siempre de su vida, y eso fue lo que hizo. Levantó la cabeza y miró a través del cristal de la fachada. La escasa cantidad de gente en las calles le facilitó la tarea.

Porque allí estaba, de pie a unos cuantos pasos de la tienda. Y esta vez era el chico de pelo blanco quien lo estaba observando a él y no viceversa. Se mantuvieron unos segundos así, hasta que finalmente le dio la espalda y desapareció doblando en una de las calles principales, con la bolsa de su reciente compra en la mano y la chaqueta que continuaba deslizándose por su espalda.

Yoosung tiró del cordón de su capucha sintiendo el ardor en el rostro. Ni siquiera había podido percatarse que su fiel tintura rubio claro se había agotado.


—Oye, Yoosung —Saeyoung le llamó mientras sus dedos tecleaban a la velocidad de la luz en su celular, acostado con total comodidad sobre la cama del dueño de casa—, ¿te molestaría si viene mi hermano?

El aludido quitó por un segundo su mirada violácea de la pantalla de su computador, dado a que se encontraba en la mitad de una espectacular pelea contra uno de los jefes de su juego predilecto. Sabía que Saeyoung tenía un hermano gemelo, pero no lo conocía —aunque suponía que debía ser igualito al pelirrojo— y siempre había pensado que su amigo era algo reacio al hablar sobre sus familiares, por lo que le llamó la atención que lo nombrara de forma repentina.

—¿Tu hermano?

—Sí. O sea, como no me avisaste que no pudiste conseguir la tintura y vine especialmente a ofrecerte mis espectaculares servicios de peluquero a domicilio…

—Lo olvidé, lo siento —se disculpó Yoosung. La verdad es que, después de ese extraño encuentro, su cabeza había estado bastante perdida como para recordar que le había pedido nuevamente ayuda a su amigo para recuperar el rubio perdido.

El chico de gafas soltó una risa suave.

—Eso no importa, tu cama es bastante más cómoda que la mía para echarse a descansar. Pero como te decía, le pregunté a Saeran dónde andaba y me acaba de responder que está por aquí cerca. Pensé que podríamos reunirnos aquí para luego irnos juntos a casa, pero si te molesta puedo decirle que me espere en la esquina-

—¡No, no! ¡No me molesta- ah, necesito recuperarme! —Apretó frenéticamente varias veces el botón izquierdo de su ratón antes de continuar—: Dale la dirección y dile que venga, no me molesta. ¡Y he ganado 5000 puntos de experiencia!

—Muchas gracias, cariño.

—Eso sí, ni se te ocurra ponerte meloso.

—Como diga, capitán.

El pelirrojo tecleó la dirección y luego de recibir una respuesta afirmativa por parte de Saeran, ambos chicos lo esperaron cada uno metido en lo suyo: Yoosung entrando en partidas de LOLOL hasta que se le acalambraran los dedos y Saeyoung molestándolo mientras fotografiaba su diferentes expresiones dependiendo si ganaba o perdía. A los veinte minutos se escuchó el timbre, y el pelirrojo se puso de pie de un salto.

—¡Yo iré a buscarlo!

—¿No debería ser yo por ser el dueño de la casa?

Nah, así le quitas la emoción a la presentación. Quédate aquí y no te muevas, que ya vuelvo.

Yoosung no respondió y dejó que su amigo se dirigiera a la puerta principal mientras él aguardaba en la habitación. A los pocos segundos regresó, siendo seguido por otro joven un par de centímetros más bajo que él. El rubio, al dirigirle la mirada y reconocerlo, se quedó helado. Su cabeza marcando ocupado.

El chico de la tienda, con su cabello decolorado y aspecto inusual, estaba en su hogar. Frente suyo, al lado de Saeyoung, sobre su alfombra, dentro de las cuatro paredes pintadas de amarillo que formaban su habitación. Era él y no una ilusión transitoria producto de la leche chocolatada que había tomado mientras jugaba. Era él, con esa mirada falsificada igualmente incrustada en su persona. Yoosung creía en las casualidades, pero esto era demasiado.

—¡¿ÉL ES TU HERMANO?! —soltó. Enseguida, al notar el tono alto que había empleado, rápidamente se llevó las manos a la boca—. ¡Ah! ¡Lo siento! Es sólo que no me lo esperaba.

Saeyoung pestañeó confundido por la reacción de su amigo, pero rápidamente sus labios se curvaron en una sonrisa de oreja a oreja. Parecía orgulloso de tener a su hermano cerca, y pasó uno de sus brazos sobre los hombros de este, atrayéndolo bruscamente hacia su cuerpo. El chico de cabello blanco frunció el ceño, pero no articuló ninguna queja.

—Tú ya lo dijiste, Yoosung. Este es mi hermanito gemelo, Saeran Choi —manifestó con alegría tironeando aún más de él. Saeran, el chico, rápidamente le empujó para liberarse del abrazo excesivamente cariñoso, pero al pelirrojo no pareció importarle—. ¿Verdad que nos parecemos?

—No mucho la verdad…

—Bueno, es verdad que el adoptó ese estilo rebelde y se cambió el color de cabello y todo, pero fíjate. ¡Si tenemos el mismo rostro!

En ese momento fue cuando Yoosung pudo terminar de conectar las piezas que tenía esparcidas dentro de su cabeza, encajando sus ideas una por una. Por eso cuando había visto a Saeran en la tienda le había recordado a alguien, y no porque fuera alguien famoso que saliera en televisión o miembro de alguna banda popular de la actualidad. Simplemente se parecía a su mejor amigo porque era el hermano gemelo de su mejor amigo, con un abismo de diferencia pero con la genética intacta.

Realmente el mundo era un pañuelo, o la historia de su vida por fin había encontrado un punto y coma. Se rascó la nuca y admitió que las palabras ya no le saldrían con facilidad.

Saeran, quien se había apartado de su familiar unos cuantos pasos para evitar otro ataque de cariño, dirigió su completa atención hacia Yoosung. Se mantuvo en silencio por unos segundos y el menor sentía sus músculos tensarse. Por poco colapsa cuando vio que los labios del muchacho se separaban y murmuraban con diversión:

—Oh, así que volvemos a vernos, chico castaño.

El pelirrojo parecía anonadado. Se ajustó las gafas y señaló a ambos con el dedo.

—¿Chico castaño? ¿Ustedes ya se conocen?

Saeran sonrió, colocando ambas manos dentro de los bolsillos de sus pantalones oscuros. Sus ojos intactos sobre los del menor.

—Digamos que… ya tuvimos nuestro primer encuentro.

Yoosung lamentó haberse quitado el hoodie porque ya no tenía capucha con la cual ocultar su creciente sonrojo. Saeyoung, por su parte, no dejaba de sentir curiosidad.


—Creí que te lo dejarías crecer hasta el recambio y no que me pedirías ayuda para nuevamente teñirlo, Yoosung.

El aludido dejó escapar una risa, cerrando los ojos al sentir el contacto de las manos de Saeran acariciando con gentileza su cabello, sus dedos largos de uñas pintadas enredándose en las hebras de dos colores. A un costado de ellos y sobre el lavamanos, se encontraba un pote plástico con una mezcla de agua oxigenada y tinte café chocolate.

—Lo pensé, pero se estaba demorando mucho —confesó—. Además, fuiste tú quien me dijo que el castaño no me quedaría mal. —Dicho eso arqueó la espalda echando la cabeza hacia atrás, en búsqueda de los ojos celestes de su pareja. Las lentillas y el delineador seguían allí, pero ahora transmitían un mensaje cálido que a Yoosung le encantaba apreciar. Ver a Saeran al revés le mareaba un poco pero eso qué importaba—: Quiero gustarte más, y en cierto modo me alegra que sea con mi color natural.

El menor de los Choi alzó una de sus cejas, pero rápidamente suavizó su expresión. Le hubiese dicho que ya no había manera de que le gustase más, pero prefirió juguetear un poco. Volvió a posicionar la cabeza de su novio de forma correcta, y tras acariciar nuevamente su cabello se colocó los guantes transparentes y comenzó a untarle la tintura cuidadosamente con el cepillo. Él también se decoloraba solo, así que sabía de sobra cómo tenía que ser la aplicación.

—Te gusta mirarme mucho, ¿verdad? —murmuró.

—Perdona si te molesta.

—No lo haces.

—¡Pero la primera vez me dijiste que dejara de mirarte tanto!

—Tch. Me ponías nervioso, es todo.

Yoosung no se esperaba esa respuesta, por lo que se mordió los labios. Ahí supo que cada vez que ocurría algo que lo avergonzaba terminaba o frunciendo la boca o mordiéndose el labio inferior. Este era un buen momento para agradecer que la tintura que Saeran le aplicaba con cautela estuviese fría, porque así le apaciguaba el calor producto de esos rubores que aún no podía controlar. Aunque el chico de pelo blanco, desde su posición, bien podía ver sus orejas rojas, pero no mencionó nada al respecto.

El menor carraspeó tratando de recuperar el dominio de la conversación. Balanceó las piernas y relajó los hombros.

—Tú también lo haces, incluso la primera vez que nos conocimos. ¿Lo recuerdas? ¿En la tienda?

Pero Saeran no parecía ceder.

—Recuerdo haber visto tus raíces.

—¡¿Por qué siempre dices eso?!

—Porque como estabas de cuclillas, desde donde yo estaba se veían.

—¡Saeran, olvida ya mis raíces! No vayas a volverte un bromista de mal gusto como tu hermano. Aunque debo decir que me alegra que seas más tranquilo que él, cada vez que me ayudaba terminaba temiendo por mi vida —suspiró. Acto seguido, juntó los párpados y continuó con alegría marcada en su voz—: Me da risa que Saeyoung ahora diga que se siente desplazado desde que nos volvimos pareja y haya sido «reemplazado en su labor de peluquero a domicilio», pero sé que en el fondo está contento por ti. Por nosotros.

Yoosung guardó silencio por unos segundos. Saeran continuaba su labor en silencio, de seguro dándole la razón a través de su mutismo. No obstante, no se contentó con ello y le dirigió un vistazo rápido, relajándose al ver que una pequeña sonrisa tiraba de las comisuras de su acompañante.

—Ah, antes de que lo olvide —prosiguió el chico cambiando de tema—, puedes llevarte mi decolorante si lo deseas. Ya no lo necesitaré más.

—No lo quiero.

—¿Eh? ¿Por qué no?

Saeran abandonó su faena por unos segundos antes de voltear. Se quitó uno de los guantes y le entregó a Yoosung una caja antes de volver a su quehacer de continuar tiñendo a su pareja. El ex chico rubio miró el objeto entre sus manos y leyó la descripción en voz alta.

—¿Otra tintura? ¿Y roja?

—¿Quién fue el que me dijo que me vería bien pelirrojo?

—Oh, ya ve-veo. Pero, ¿sabes? No quiero que nuestro punto de encuentro pierda dos clientes tan rápidamente, me sentiría mal.

—Yo no era cliente frecuente…

—A partir de ahora compraré los champús allí. ¡Puede que siga obteniendo ese bello 15% de descuento!

Saeran no fue capaz reprimir una carcajada ahogada y dejó caer su frente en el hombro de Yoosung por instante. Al final de cuentas, él también había acudido allí porque su hermano le había contado que su «mejor amigo» o lo que sea compraba productos para el cabello a un precio menor que en resto de los locales. Desconocía completamente la identidad del chico, y jamás pensó que se trataba del mismísimo Yoosung, quien le había arrebatado el corazón casi sin esfuerzo. Pero ese día, incluso antes de entrar a la tienda, ya se le había quedado viendo a través de la vitrina de cristal.

Ese chico, fuese quien fuese e independiente de su hoodie desabrido y rostro cansado, no dejaba de brillar por sí mismo. Su rostro era un imán y era como si metal corriese por las venas de Saeran, quien tras titubear, decidió acercarse de igual forma porque sabía que si no lo hacía lo lamentaría por siempre. Aunque fuese una conversación de tres minutos, necesitaba un intercambio de palabras, observarlo a poca distancia. Parecía ser un chico interesante oculto tras su sencillez y su extraño gusto por la tintura dorada.

Y, sinceramente, no se había equivocado. Aunque se moría de ganas de verlo castaño, no se había equivocado.