Jugosa Adaptación, personajes de la fabulosa Stephanie Meyer, la historia es de otra espectacular escritora al final del digo su nombre.
Advertencia esta es una Historia Homoerótica si no les gusta este tipo de lectura mejor cierren la pagina y busquen otra cosa para leer.
CAPITULO I
Rayos! ─ dijo Emmett, limpiándose el sudor de la frente.
Había estado toda la mañana cambiando las tablas del porche delantero de Alice. Se lo había prometido desde hace mucho tiempo y ahora estaba cumpliendo su palabra. Pero, ¿porqué tuvo que hacerlo en pleno verano?. El calor era insoportable. Había olvidado que en esta época el sol quemaba demasiado.
Se sentó en uno de los escalones y contempló el vecindario. Había nacido y crecido en este pueblo. Él y Alice habían crecido juntos. Eran los mejores amigos. Cuando cumplió quince, le había confesado a Alice que era gay. Su amiga sólo había sonreído y lo había abrazado fuerte, diciéndole que estaba muy contenta de que al fin se lo hubiera confesado.
Sonrió al recordar ese día.
Había sido igual con sus padres unos años después, cuando cumplió dieciocho. A pesar de la primera impresión acabaron aceptando que su hijo seguía siendo el mismo, sólo que con un gusto diferente.
Aún recordaba las palabras de su padre. "Eres mi hijo, y te amo tal como eres".
Había tenido unos cuantos novios, le gustaba mucho el sexo, pero desde hace un tiempo a esta parte, quería mucho más. Quería una relación. Suspiró profundamente. A sus 29 años, aún no había encontrado al hombre con el que deseara tener una larga relación.
Miró hacia el porche de la casa de la Sra. Morgan, la vecina de 70 años que vivía al frente, estaba mirándolo desde su casa. No entendía por qué nunca le había agradado a la Sra. Morgan. Desde que era un niño, siempre lo había reñido, gritado y echado miradas de enfado. ¡Diablos! Esa viejecita era la principal fuente de chismes del pueblo. Desde su porche se enteraba de la vida de sus vecinos. No sabía cómo era posible que las viejecitas del pueblo se dedicaran a telefonearse sólo para mantenerse al tanto de la vida de los demás. ¿Acaso habían formado algún club para eso?.
Pasando sus manos por su cabello, volvió a mirar el trabajo hecho. Aún le faltaba cambiar las tablas de los últimos escalones.
Se sacó la camiseta y se secó el sudor del rostro con ella.
─ ¡Emmett! ¡Acaso quieres causarle un paro cardiaco a la Sra. Morgan! ─ dijo Alice cerrando la puerta al salir, llevando una botella de cerveza en una mano y un libro en la otra.
─ Déjame en paz, enana. No aguanto el calor.
Sentándose junto a Emmett, sonrió. ─ Lo sé, por eso te traje esto ─ dijo dándole la cerveza fría.
─ ¡Gracias a Dios! Creí que me tendrías aquí sin ni siquiera darme agua ─ dijo Emmett sonriendo y tomando un trago de cerveza. ─ ¡Ahhh!
─ No vas a creer lo que acabo de descubrir ─ dijo con un tono misterioso.
─ No, no, no. No más chismes, por favor. No me interesa.
─ ¡Hey! ─ lo empujó con el hombro ─ Yo no cuento chismes.
─ Si tú lo dices.
Alice le dio el libro que tenía en la mano.
─ Yo sólo te cuento lo que todo el mundo sabe. Además no es un chisme, es algo que me parece muy extraño.
─ ¿Y por qué me das este libro? ─ dijo Emmett, mirando el libro. El torso sudoroso de un hombre aparecía en la portada, unos muy definidos abdominales. Leyó el titulo. Fuego Intenso.
─ El protagonista se parece mucho a ti.
─ ¡¿Qué? Deja de bromear.
─ No es una broma ─ dijo y le quitó el libro, pasó varias paginas y leyó ─ Él era alto, de 1.90, con músculos definidos. Sus abdominales y pectorales se marcaban en su camiseta. Los jeans desteñidos que usaba se adherían a sus piernas y a ese apretado trasero que lo hacían el hombre más sexy del pueblo. Su corto cabello negro brillaba al sol, y su rostro hermoso con unos pómulos altos y unos ojos azules tan intensos como el cielo de primavera, hacían desfallecer a cualquiera que los mirara. Sus labios gruesos y tan apetitosos volvían loco a todos cuando mostraba esa sexy y brillante sonrisa…
─ Hey, ese no soy yo ─ dijo Emmett sonriendo ─ aunque te agradezco que pienses que podría serlo.
─ Déjame terminar Emmett ─ volvió su mirada a lo que estaba leyendo ─…usaba una botas marrones algo desgastadas, que le hacían parecer aún más sexy… ─ dijo mirando a Emmett a los ojos y luego a sus botas. Volvió a mirarlo a los ojos y levantó una ceja. Emmett sólo rodó los ojos.
─… el tatuaje celta que llevaba en el antebrazo izquierdo y el símbolo chino de la esperanza tatuado en su bíceps derecho hacían desear saber qué más ocultaba bajo la ropa.
Emmett miró el tatuaje en su antebrazo y acarició con su mano el que tenía en su brazo derecho. Miró a Alice sorprendido por la descripción.
─ No es una broma ¿verdad?
─ No, y aún no termino ─ siguió leyendo ─ cuando usa su chaqueta de cuero negra, es como un imán del sexo. Atrae a hombres y mujeres por igual. Y más cuando esta montado sobre su Harley. El trabajo ha acentuado los músculos de sus piernas que se tensan cuando está sobre la motocicleta y sus musculosos brazos te hacen desear ser protegido por ellos.
─ Ok, te creo. Ése definitivamente soy yo. Pero ¿quién diablos escribió ese libro? ─ puso la botella de cerveza en el suelo y le quitó el libro a Alice. Miró la contraportada. No tenía fotografía, sólo un nombre. Anthony Masen.
─ Aquí dice que vive en este estado, pero no dónde. Puedo decirle a Jasper que lo investigue.
Jasper Hale era uno de sus mejores amigos, y era el Sheriff del pueblo. Estaba seguro que podía ayudarle a averiguar el paradero de Anthony Masen.
─ Tonto, acaso no sabes que la mayoría de los escritores no usan su nombre real. Puede ser cualquiera en este pueblo.
─ Lo sé. ¡Demonios!
Cerró el libro, miró a Alice con el ceño fruncido.
─ ¿Quién rayos es Anthony Masen?
Había pasado una semana desde que descubrió que alguien había escrito acerca de él, no sólo sobre su apariencia sino también sobre su vida. Había leído tres veces el libro, y no estaba equivocado al decir que el protagonista llamado Jack, era él. Hasta su trabajo en la constructora de su familia estaba descrito en el libro.
El autor tenía que ser definitivamente alguien que vivía en el pueblo y que lo conocía muy bien. Pero hasta ahora no sospechaba de nadie. No estaba molesto por el libro como cuando recién lo descubrió, ahora sólo estaba intrigado. Había leído los otros cuatro libros del autor, y el protagonista siempre tenía alguna cualidad o característica de él. Quería tanto saber quién era la persona que lo admiraba tanto como para escribir esas historias pensando en él.
Estuvo bastante excitado y caliente cuando llegó a las partes eróticas del libro. Y las últimas veces tuvo que masturbarse para calmar su erección. Eso hacía que quisiera conocer al escritor, porque él estaba seguro de que era un hombre y que era gay.
El timbre del teléfono lo sacó de sus divagaciones.
─ ¿Aló? ─ dijo poniendo sus pies sobre el escritorio.
─ Hola Emmett, ¿puedes hacerme un favor?
Oh no. Esperaba que no fuera algo extraño. A veces Alice le salía con cada cosa.
─ ¿Y ahora que quieres?
─ ¡Hey! No desquites tu frustración conmigo.
Suspirando bajó los pies del escritorio y se pasó una mano por su cabello.
─ Lo siento, es que he estado trabajando hasta tarde y no he dormido mucho ─ dijo mirando los planos que estaba haciendo. Tenía un proyecto que debía entregar en una semana y estaba bastante retrasado.
─ Bueno, lo que te voy a pedir te va a cambiar el humor.
Sonrió cuando escuchó eso ─ ¿Y cuál es ese favor?
─ Me acaban de llamar de El Ángel Azul. La nueva historia de Anthony Masen ya está a la venta y quiero que me recojas una copia. Y creo que ver al dueño de la librería hará que te sientas mucho mejor.
─ Está bien recogeré el libro y no molestes en cuanto a Edward ─ dijo poniéndose de pie ─ Además necesito un descanso.
─ Hmm
"El Ángel Azul" era la librería que había abierto en el pueblo hace poco más de un año. Su dueño, Edward Cullen, era el tipo más lindo que hubiera conocido en su vida.
Una vez había tratado de acercarse, pero al verlo rechazar varias veces a otros tipos, decidió sólo darle su espacio. Tenía miedo que también lo rechazará, así que sólo siguió visitando cada semana la librería con el pretexto de recoger los libros que Alice pedía. Le gustaba mirarlo cuando entraba en la tienda y lo veía tan absorto leyendo. Usaba anteojos de lectura, y se veía sexy con ellos. Su lustroso cabello cobrizo le caía sobre la frente. Sus largas pestañas ocultaban sus ojos color esmeralda. Su nariz fuerte en su bello rostro lo hacía lucir tan atractivo. Y sus labios, gruesos y provocativos, se veían tan suaves. Ansiaba tanto probar cuán suaves podían ser.
Tomando las llaves de su Harley salió de su oficina. Tal vez lo encontraba leyendo algún libro y podía verlo a escondidas unos minutos.
Edward estaba bastante distraído colocando las nuevas copias del libro Deseo Oculto de Anthony Masen en el estante de libros nuevos. Ya había puesto una copia en el escaparate de la gran ventana del frente de la tienda.
Le encantaba arreglar ordenadamente sus libros y disfrutaba mucho recomendar uno que otro libro.
Amaba mucho su tienda. Nunca creyó que mudarse a este pueblo sería lo que su corazón necesitaba para sanar.
Estaba esperando a sus clientes frecuentes. Ya había llamado a quienes habían pedido el nuevo libro de A. Masen. Ellos llegarían pronto.
Estaba colocando el último libro cuando lo sintió. Era como un sexto sentido, ya que siempre sabía cuando Emmett McCarty estaba cerca. Unos minutos después escuchó la campanilla de la puerta. Levantó la mirada y se quedó paralizado como siempre lo hacía cuando veía a Emmett. Le gustaba perderse en esa intensa mirada azul.
─ Hola Edward, vine a recoger el libro que pidió Alice ─ dijo con esa ronca y sexy voz.
Edward parpadeó y unos segundos después recién captó lo que había dicho Emmett.
─ Sí, ya llegó. Te lo envuelvo en un momento.
Edward tomó un libro y se puso tras el mostrador. Sacó papel y empezó a empaquetar el libro. Mirando de vez en cuando a Emmett que estaba dando vueltas en la tienda. Sabía muy bien que los libros románticos que pedía eran para Alice, su amiga, porque lo único que compraba para él eran novelas de terror y las nuevas revistas de arquitectura.
Le gustaba esperarlo cada miércoles cuando Emmett llegaba a reclamar sus revistas o algún otro libro. Era el mejor día de la semana. A pesar de lo mucho que le gustaba Emmett, aún no tenía el valor suficiente para acercarse. Aún no se sentía preparado para comenzar alguna relación.
Sabía que le gustaba a Emmett, lo había cogido varias veces viéndolo con ardor en los ojos. Pero tenía tanto miedo exponerse a ser herido nuevamente. Quería estar listo pero temía tanto hacer esperar demasiado a Emmett, y que él encontrara a alguien más. Primero quería lidiar con sus propios demonios antes de aceptar a Emmett.
Sabía que Emmett le estaba dando su tiempo, y se lo agradecía en el alma. Deseaba tanto poder acercarse. Lo deseaba intensamente.
─ ¿Sabes de que trata está vez?
─ ¿Qué? ¿Qué cosa?
No sabía de qué diablos hablaba Emmett. Lo miró desconcertado.
─ El libro ─ dijo señalando con su mentón el estante de libros nuevos ─ ¿Tienes alguna idea quién es el autor?
Esas últimas palabras hicieron que le dedicara toda su atención a Emmett. Dejó lo que estaba haciendo y lo miró detenidamente ¿Por qué preguntaba eso?
─ ¿Por qué preguntas? ¿Has leído sus libros?
Era la primera vez que Emmett se interesaba en los libros de Anthony Masen. Eso era extraño.
─ ¡NO!, no claro que no. Sólo es curiosidad.
Sonrió al ver el rostro de Emmett volverse rojo. Era la primera vez que lo veía ruborizarse. Estaba bastante seguro que había leído algún libro de Anthony Masen.
─ Hmm ¿Y te gustó Fuego Intenso?
─ Sí, en especial las partes calientes.
Cuando Emmett se dio cuenta lo que había dicho, se puso más rojo si fuera posible. Luego al ver la sonrisa con hoyuelos en el rostro de Edward, le devolvió la sonrisa.
─ Está bien, me atrapaste. Sí, leí uno de sus libros.
Edward levantó una ceja y su sonrisa se hizo más amplia.
─ Ok, los leí todos ─ dijo sonriendo y observando la boca de Edward.
─ ¿Y por qué preguntas sobre el autor?
Emmett levantó la mirada ─ Es debido a los protagonistas de sus libros.
─ ¿Qué pasa con ellos?
Emmett se apoyó en el mostrador y bajó la voz ─ Algunos de los protagonistas se parecen a…
Emmett se detuvo y miró a Edward a los ojos.
─ No importa. Sólo quería saber si conoces dónde vive el autor.
─ No lo sé, pero ¿por qué te interesa saberlo? ─ miró a Emmett con los ojos llenos de curiosidad.
Emmett quedó prendido de esos ojos color verde, estaba fascinado por el fuego que ardía en ellos. Lentamente acercó su rostro al de Edward, el ansía y el deseo llenaban su mente y quemaban su piel. Su erección ardía dentro de sus jeans. Bajó la mirada a esa dulce boca, queriendo probar la miel de esos labios y sentir la suavidad de los mismos. Sentía una opresión en su pecho que no le dejaba respirar. Cuando el aliento de Edward rozó su piel, su control se perdió. Se acercó más y tomó posesión de esa boca que había ansiado por tanto tiempo probar.
Lentamente acarició sus labios, delineándolos con la lengua.
─ Déjame entrar ─ susurró junto a la boca de Edward.
Cuando Edward al fin abrió su boca. Emmett la invadió con su lengua y se perdió en su sabor. ¡Dios!, sabía a menta y a algo más. Era la esencia única de Edward. Y al fin estaba probándola. Saboreó cada rincón de esa boca, chupando su lengua y deleitándose con su dulzura.
Puso una mano tras el cuello de Edward y lo jaló haciendo el beso más profundo. Sintió la mano de Edward tras su cuello y sus lenguas rozándose en el caliente beso. Ambos gemían y se devoraban sin tregua.
Cuando la campanilla de la puerta sonó, ambos se separaron sobresaltados.
Emmett vio la miríada de emociones que pasó a través de los ojos de Edward. Desde deseo hasta temor, y luego Edward cerró la puerta de sus sentimientos. La máscara que ocultaba sus emociones estaba otra vez ahí.
Edward dio un paso atrás y salió de detrás del mostrador para atender al cliente que acababa de entrar.
Emmett se quedó de pie donde estaba, tratando de calmar su respiración. Se estaba riñendo a sí mismo. Sabía que había cometido un error, había asustado a Edward y él no quería eso. Le gustaba demasiado Edward y no quería echar a perder las cosas entre ellos. Quería a ese hombre y tenía miedo de perderlo por un maldito y estúpido error. Aún no era tiempo, pero al tener a Edward tan cerca, había perdido la cabeza.
Se quedó allí, esperando que su erección bajara. Pasó las manos sobre su cabello y suspiró con pesar.
Escuchó a Edward hablar con el cliente unos minutos y luego la campanilla de la puerta sonó otra vez anunciando que estaban solos de nuevo.
Edward volvió detrás del mostrador y terminó de envolver el libro de Alice sin mirar a Emmett ni una vez.
─ Ya está ─ le dio el libro en una bolsa con el logo de la librería, evitando la mirada de Emmett.
─ Edward, lo de hace un rato. Por favor perdóname ─ dijo Emmett esperando que Edward lo mirara. Pero éste sólo miraba al suelo.
─ No te preocupes ─ dijo en un susurro, luego levantó la mirada y Emmett pudo ver la tristeza en sus ojos.
─ Sé que te gusto, y tú también me gustas. Pero no creo que esté listo para una relación como la que quieres. Sé que vas en serio conmigo. Te conozco. Pero por favor dame tiempo. No quiero estropearlo. Sé que eso sucedería si nos apresuramos.
El pecho de Emmett se apretó con la emoción. Edward no lo había rechazado, sólo pedía tiempo. Y él estaba dispuesto a darle todo el tiempo del mundo, porque sabía que lo que sentía por Edward era único y verdadero y no quería perderlo.
Levantó una mano y acarició con suavidad la mejilla de Edward. Delineando con su pulgar los labios hinchados.
─ Te quiero Edward, y podemos empezar poco a poco. Sólo quiero una oportunidad para conocernos mejor ─ dijo mirándolo a los ojos ─ Quiero pasar más tiempo contigo, pero sin presiones ─ dijo lo último en tono de súplica.
Edward se quedó unos segundos en silencio luego brindándole la sonrisa más hermosa que había visto en su vida, tomó la mano de Emmett posada en su mejilla y entrelazó sus dedos con los suyos.
─ Está bien. Creo que ya es hora de dejar el temor atrás.
