Hola vikingos!
Ya sé lo que están pensando… ¿otro fic de Amai?
Tengo lista larga en espera, pero la verdad esta idea la tengo desde el primer capítulo de Cómo Escuchar a tu Corazón (para los que la han leído dicho fics)
Esta historia forma parte de mi saga de "Corazones" por lo que si no la han leído tal vez batallen en comprender muchos de los guiños que menciono, aunque pueden leer este fic sin problema alguno.
De momento no tengo cantidad de capítulos específicos para esta historia, sólo que hay algunos relatos sin contar en varios de mis fics, y me gustaría darles explicación, no necesariamente tienen continuación, son más bien un conjunto de one-shots. Otra cosa que deben saber es que la actualización será completamente irregular y el Rated puede variar.
Cómo entrenar a tu dragón no me pertenece, uso los personajes sin fines de lucro.
Nota: Pequeña limonada Hiccstrid al inicio y al final del capítulo, no la considero fuerte, según yo es muy tierna.
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~ LEYENDAS DEL ANTIGUO BERK~
Por Amai do
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Las reliquias de un jefe Parte 1
Armband, La pulsera
"Un corazón de oro"
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Se amaban locamente.
Eran recién casados.
Eran apasionados.
Eran los jefes de una de las islas más prometedoras del archipiélago.
Eran jinetes experimentados.
Eran leales uno al otro y a toda su gente.
Hiccup y Astrid eran tantas cosas, pero en esa noche estrellada sólo eran un hombre y una mujer que disfrutaban de esas nuevas sensaciones que el matrimonio les permitía deleitar con total libertad.
El castaño puso sus manos sobre las de Astrid, a ambos lados de su cabeza, contra la dura y áspera tabla que fungía como cama.
La rubia gemía alto y fuerte entre cada envestida que su esposo le daba contra su cuerpo.
-Mi lady… mi mamá está en la otra habitación. –advirtió en un murmuro avergonzado, con respiración entrecortada.
Astrid sólo se mordió el labio, arqueó su espalda y lo miró, asintió molesta mientras le arañaba un poco sus hombros después de soltar sus manos. –Lo sé… lo siento.
Hiccup se detuvo un momento y se acomodó mejor. –No… no te disculpes. Yo apenas y puedo controlarme. –la besó con desesperación, acallando cualquier sonido que saliera de su boca. Con inexperiencia clara se voltearon, quedando Astrid encima de él, siguiendo así con breves y cortos movimientos irregulares al principio pero encontrando el ritmo perfecto poco después hasta que unos momentos más ambos sintieron que alcanzaban las nubes con las puntas de sus dedos para después caer en picada, juntos.
Con fuertes jadeos y un cansancio físico que no habían disfrutado con tanta pasión la rubia se dejó caer encima del sudoroso cuerpo de su amado, tratando de normalizar su respiración pero era una tarea casi imposible para ambos.
Hiccup aprovechó para abrazarla y acariciar su espalda de manera tan tierna, hasta que calmaron sus respiraciones y corazones para dar después oportunidad a suspiros relajados y laxos. Astrid se acomodó un poco mejor, colocando su rostro encima del pecho de Hiccup donde le hizo pequeños mimos con las yemas de sus dedos, causando ligeros escalofríos en él.
Habían sido semanas difíciles. Justo en la noche después de contraer nupcias Dagur y su armada berserker atacaron Berk y desde entonces que se habían dedicado a reparar las destrucciones que habían quedado, las reparaciones necesarias en todas las cabañas y sobretodo ese día que se iniciaba la reconstrucción de la estatua de Stoick, pues Dagur había dañado tanto.
Justo ese día habían terminado las reparaciones más importantes y relevantes de la isla, faltaban detalles más sencillos que podían arreglarse con menos esfuerzo y dedicación de ellos dos, por lo que todo Berk celebró con una cena en el Gran Salón y cuando terminaron de festejar Hiccup y Astrid decidieron continuar con su "fiesta privada" en su nuevo hogar.
Tres semanas de matrimonio y apenas habían podido tener esas noches de amor, las cuales eran casi contadas con la mano, incluso tuvieron que cancelar el viaje exprés de luna de miel que habían organizado, pero desde ese momento todo prometía que recuperarían el tiempo perdido.
-Hay que hacer esto más seguido, por favor. –comentó Astrid, abrazando más posesivamente a Hiccup, acurrucándose a su lado y apoyando su rostro sobre su sudoroso pecho.
-Sí. –coincidió después de darle un beso en la frente. –Espero que ahora que terminaron las reparaciones podamos invertir más tiempo en nosotros. Llegábamos tan cansados que ni buenas noches podíamos decir. –se quejó, haciendo un puchero, mientras le tomaba la mano libre para entrelazarla con la de ella
La rubia le sonrió, moviéndose un poco para verle a los ojos y acariciar su rostro. –Lo sé, eso espero también yo. Creo que pasábamos más tiempo juntos cuando éramos novios, pero… también la hemos pasado bien ahora, aunque hayan sido pocas veces, ¿verdad? –preguntó coqueta.
-Más que bien. –coincidió con una sonrisa picarona.
Siguieron abrazados por breves momentos hasta que Astrid movió su mano para acariciar el rostro de Hiccup.
-Te amo, te amo demasiado. – le repitió al acercarse y besarlo de nuevo.
Él correspondió y le acarició la mano por la muñeca. Algo llamó su atención, en especial porque no había nada, estaba sola.
Hiccup la cuestionó con la mirada al separar la unión de sus labios, ella entendió a lo que se refería.
-Descuida, está aquí. –informó, girándose un poco, extendiendo su mano hasta la mesita que estaba al lado del lecho en donde brillaba ese valioso objeto de oro bajo la luz de la luna que se colaba por la ventana. –Me la quite al acostarme, recuerda que el broche no embona bien, de hecho el medallón que me dio mi tía también le pasó lo mismo.
Hiccup conmemoró eso mismo de la noche de bodas. Tomó la pulsera y se la puso de nuevo alrededor de su mano.
-No te la quites. –pidió con ternura. –Es una conexión entre…
-Una conexión entre el jefe, la esposa del jefe y Berk. –interrumpió la rubia. –Ya me has contado que era de una leyenda o algo así.
El castaño la tapó con una sábana para después sonreírle.
-Sí… se supone que fue la primer reliquia que encontraron los primeros vikingos que llegaron aquí. El aquel entonces el jefe de la primer expedición llegó con sus vikingos a territorio hooligan, mi papá me contó que después de tantas leguas y días de viaje encontraron ese…
-Montículo de tierra. –simpatizó Astrid burlona por el concepto con el que Hiccup se refería a Berk.
-Sí. –tomó la mano de ella y observó detenidamente la pulsera nuevamente. –Sabes, mi abuelo nunca le dio esta pulsera a mi abuela.
-¿Hamish? –preguntó curiosa, acurrucándose más con su esposo.
-Sí, cuando mi padre me dio el brazalete me contó que su padre, mi abuelo, nunca le dio la pulsera a su esposa. No porque no la amara, sino porque no era el amor de su vida… que su corazón le pertenecía a alguien más.
-No puedo creerlo. –dijo con asombro, apoyándose en su brazo. –¿Supiste de quién estaba enamorado?
-No, nunca. No lo conocí, y papá nunca me lo dijo. Supongo que no todos tienen la suerte de casarse con el amor de su vida.
-Sí, ni que lo digas. –susurró empezando a quedarse dormida. –Doy gracias por haber tenido esa suerte…
El castaño le acarició la mejilla y la contempló hasta que sus suspiros se volvieron completamente apacibles.
Hiccup miró de nuevo esa pulsera y de una manera tan extraña empatizó a todos los jefes que Berk había tenido. Tuvo mucha curiosidad por saber quiénes había forjado dicha alhaja, quien la había portado por primera vez, el por qué la habían hecho, y el significado verdadero de tal pulsera.
Entrelazó su mano con la de su esposa y se maravilló al verla dormir, él se colocó en una posición más cómoda también y empezó a acompañarla en el mundo de los sueños, sin siquiera imaginarse que la pulsera, el medallón burglar que Astrid tenía ahora en su poder y otro collar perdido en algún punto del archipiélago compartían una misma historia de origen.
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Un par de horas después amaneció. En esa época del año la noche duraba poco, optimizando el día y con él las labores de trabajo. Así que como buen jefe despertó antes que su esposa, le dio un beso al verla tan tierna, aunque se olvidó de eso al notar que ella tenía su hacha debajo de la almohada y la sujetaba con fuerza.
-Mejor no la altero… -susurró para sí, saliendo de puntitas, aunque su prótesis hacía mucho ruido.
Salió de su hogar sin hacer tanto ruido para no despertar a ninguna de las damas que aún descansaban, encaminándose a la forja donde iba a hacer un trabajo especial.
-Buenos días, Gobber. –saludó muy animadamente el muchacho.
-Buenos días, jefe. ¡Qué alegre se te ve! –alzó las cejas, picaronamente. -¿Cómo te fue anoche con Astrid? Los vi muy melosos en el Gran Salón al terminar la cena.
Hiccup se ruborizó un poco y se hizo el desentendido.
-Este… la verdad es que vengo a… a reparar algo.
Dio media vuelta, cambió de tema y se dedicó a elegir uno broche, Gobber dejó de hacer lo que realizaba, tras burlarse de esa actitud burlona, le ayudó.
-¿Harás un collar?
-No, de hecho quiero reparar la cadena del medallón de Astrid y… también esta pulsera. –informó al mostrarla a su buen amigo.
Gobber abrió los ojos conmovido, recordando muchas anécdotas de sus amigos Stoick y Valka, e incluso de Hamish y la verdadera dueña del corazón del padre de su mejor amigo. –La pulsera… el armband. –susurró con nostalgia.
-¿Arm… qué?
-Armband, así se llama la pulsera, ¿Stoick no te dijo lo que significaba?
Hiccup negó curioso, intentado acomodar con las pinzas pequeñas el broche del medallón burglar de Astrid, dejando la pulsera de lado momentáneamente.
El herrero carcajeó. –Ese amigo mío. Tu abuelo nos contó que la pulsera representa un lazo o unión entre los jefes. Dos dragones que están unidos por Berk.
-Por eso tiene las cabezas de esos repitles. –susurró Hiccup, apreciando la alhaja.
-Se dice que hace cientos de años el primer jefe de Berk encontró la pulsera en esta tierra. Otros dicen que la traía con él y que se la dio a su hijo para que la entregara a su esposa como regalo del Morgingjölf. De alguna manera se cuenta que encontrar esto en Berk le dio suerte a los hooligans, y en realidad fue porque la pulsera la tuvo la esposa del nuevo jefe, ella fue quien tomó la decisión y la iniciativa de empezar con cultivos y crear cabañas para dejar de ser viajeros por el mar. Berk tomó forma gracias a esa jefa.
-Vaya, no sabía eso. –mencionó mientras seguía absorto en la cadena en reparación de su esposa.
-Lo vimos en clase de historia, pero tú andabas volando. –regañó, recordando los días de adolescente.
-Sí, lo siento. Me perdí de mucho. Pero… ¿de dónde viene la pulsera? Si alguien la encontró aquí se supone que ya estaba hecha. –preguntó escéptico.
Gobber se sentó para ayudar el muchacho con el broche que intentaba hacer.
-Pues, hay otra leyenda…
Hiccup lo animó a que continuara.
-Dice que era una valquiria que un vikingo encontró bañándose en un lago de una isla. Al haberla descubierto pero sobretodo al tomar sus prendas y alas ella podía ser su mujer, pero él no la forzó y la dejó libre. Tiempo después la valquiria regresó al lago, pero otro hombre la vio y él sí la obligó a casarse; según se dice que la riqueza acompaña a quien esté casado con una valquiria, por eso el vikingo oportunista no la dejó escapar.
Hiccup dejó de trabajar para escuchar las palabras de su mentor.
-Pero por varias jugarretas del destino, la valquiria y el primer vikingo se volvieron encontrar; de ellos surgió un bello e inocente amor durante varios meses, hasta que el esposo de la valquiria los encontró.
-¡Cuánta tragedia! –ironizó Hiccup, buscando unas pinzas para embonar el broche.
-Lo sé, continúo… fue tanto su odio y el temor por perder todo el oro y la fama que conseguía a través de la valquiria que intentó matar al vikingo enamorado, pero como ocurre en los mejores dramas, la bella valquiria se interpuso y quien terminó con la daga en el corazón fue ella.
Hiccup se compadeció, no tanto de la mujer, sino del vikingo al ver que el amor de su vida morir frente a él.
-El vikingo enamorado sufrió tanto que mató al esposo de la guerrera de Asgard, cegado por el odio y el dolor sacó la daga del cuerpo de ella. Pero su sorpresa fue que al sacarla de su cuerpo el corazón de ella se había convertido en oro puro.
-¿Oro? ¿Es en serio?
-Es una leyenda, Hiccup, cualquier cosa que se diga la gente la creerá, todo puede pasar… como decía el corazón se fundió y con el oro se completaron tres amuletos que el vikingo había forjado tiempo atrás.
-¿Tres?
Gobber asintió.
-La valquiria había tenido una hija con el hombre que la obligó a casarse, a ella el vikingo enamorado le dio el medallón de su madre después de sumergirlo en el oro y quedar bañado en dicho metal, ese fue un medallón para la hija de la valquiria, quien se dice que cuando fue mayor heredó la belleza inigualable de su madre y se convirtió en jefa de una tribu que seguramente desapareció con el paso del tiempo.
-Waaa, no sabía de la hija, por eso la valquiria no dejaba a su esposo.
-Sí, pocos sabían ese dato. –Gobber tomó su tarro de madera y le dio un sorbo, después se limpió el bigote limpiándose las gotas de bebida. –Hizo lo mismo con su propio collar, en el cual se dice que guardó un secreto, nunca nadie supo de qué trataba porque sólo su hijo tuvo acceso a él después cuando murió, fue como el emblema de su familia.
-¿Tuvo hijos?
-Sí, con el paso de los años ese vikingo se casó y tuvo una familia. Aunque… no te he dicho lo de la pulsera.
-Sí, por favor. Estoy esperando. –se impacientó el jefe, pues fue el origen de la charla.
Gobber carcajeó de nuevo al verlo tan ansioso.
-El vikingo tomó de la valquiria una pulsera que él le había regalado tiempo atrás, hizo lo mismo que con los collares y también la sumergió en el oro hirviendo de lo que quedó del corazón de su amada, y se formó ésta que tienes en tus manos. Con las pocas gotas de oro que sobraron, el vikingo las enterró en una parte de la isla donde se solían ver
-Vaya… entonces se supone que la pulsera está hecha de un corazón… -Hiccup puso un poco de cara de asco.
Gobber se volvió a reír.
-Se supone, pero de un corazón de oro. Pon atención en la forma de la pulsera dos dragones a punto de besarse, unidos por el broche que intentas arreglar. Se dice que cada uno de los pequeños dijes que tiene la pulsera cuenta la historia de quienes han tenido en sus manos está alhaja. Aunque sea mínimo detalle, cada jefe le agrega algo para dárselo a su esposa… o mujer que amen.
El castaño tomó la pulsera, la observó con detenimiento.
-¿Ha estado con las esposas de los jefes de Berk desde entonces?
-Sí, eso se cree. Algunos pensaron que el primer jefe fue quien se enamoró de esa Valquiria y trajo consigo el collar y la pulsera.
-¿Y dónde está el collar? –preguntó curioso.
Gobber se encogió de hombros.
-Pues no lo sé. No siempre puedo saber todo acerca de las leyendas que se cuentan. –se defendió, haciendo reír al muchacho.
-Lo sé, lo siento. Sabes cómo soy de curioso.
-Sí muchacho, te pareces a tu madre en eso. La leyenda cuenta que los dioses convirtieron el corazón de su valquiria en oro para que se quedara con su amado. Vieron con buen parecer lo que él hizo y de alguna manera, las personas que conocen la leyenda aseguran que algún día esos tres objetos se volverán a reunir, y cuando eso suceda, la bendición de los dioses recaerá en esa persona y en toda su descendencia.
-La bendición de los dioses… -susurró Hiccup, intrigado por la historia.
Hiccup trató de terminar nuevamente, pero en eso llegó Eret, irrumpiendo la amena plática.
-¡Qué bueno que te encuentro! Llegó el aviso que una redada de pesca se hunde, pescaron en la zona que habías dicho que no. –informó agitado.
-¿Por qué pescaron allí? Hay muchas rocas que dañan los barcos. –preguntó al ponerse de pie.
Eret se molestó por recordar la situación. -Pues, los gemelos…
-¡Eso lo explica todo!
El jefe observó el broche inconcluso de la pulsera y el del medallón de Astrid que casi estaban listos. Tendría que esperar ese broche.
-Anda jefe, ve. Yo termino el broche, ya prácticamente lo acabaste. Sólo falta que se enfríen. –animó el herrero.
Hiccup agradeció, se montó en Toothless y se retiró volando. –Vamos amigo, hay un lío que arreglar.
Gobber siguió embonando el gancho para sujetar el medallón, aunque algo le causó curiosidad. Era la textura de la base del medallón y la pulsera. Los tocó al mismo tiempo.
Los olfateó.
Incluso lamió sus dedos para probar el sabor del metal.
-Qué raro… -se extrañó. –La pulsera y el collar son de la misma calidad de oro.
El herrero no le dio tanta importancia hasta que terminó el broche. Una vez que lo hizo, abrió los ojos desmesuradamente, asombrado por lo que acababa de descubrir.
-¡ES EL MEDALLÓN DE LA VALQUIRIA Y LA PULSERA DE LA ESPOSA DEL JEFE!
Se carcajeó por la ironía. Tantos giros que dio el destino y volvió a unir los objetos.
Gobber se fijó que nadie lo estuviera mirando, porque descubrió algo más. Tomó los objetos y entró de nuevo a uno de los cuartos detrás de la armería. Buscó en uno de los cajones y sacó un pequeño paquete. Con cuidado alcanzó el collar que Stoick le había dado y lo colocó con gentileza sobre la mesita de madera que estaba allí.
-El armband, el Krage y el Hewie… un mismo corazón, un corazón de oro que merece ser escuchado… -sonrió embobado por ver esas reliquias vikingas de Berk y manifestar que la leyenda era verdadera. –Si por mi fuera le daría el hewie a Hiccup ahora Stoick, pero tú mismo pediste que Axel se lo entregara cuando estuviese listo para ser el mejor jefe que puede llegar a ser, así que, algún día estos muchachos se enterarán de la verdad. Gobber tomó el "hewie" y lo guardó de nuevo en la bolsa que selló justo como su antiguo amigo lo había solicitado.
Se limpió una lagrimilla y salió de la herrería, con el medallón de Astrid y la pulsera de ella también.
–En cuanto al Krage… el medallón burglar, el oro más puro del Archipiélago, claro… sí nació del mismo Asgard.
El herrero se rio por la irponía y las jugarretas del destino. Esos dos muchachos eran la descendencia de aquellos amantes, por fin ese corazón estaba completo.
Un par de horas después divisó a Hiccup que regresaba de la zona dañada de pesca y le entregó las alhajas.
-Gracias Gobber. Ahora ya no se le caerán a Astrid. –sonrió, agradecido mientras veía la joyería dorada.
-De nada, muchacho. Dile que no se quite la pulsera, debe estar con la jefa de Berk siempre. Hay maldiciones en Berk que dicen que si el verdadero amor del jefe no tiene esta pulsera, cae tristeza en la isla y en ellos también.
El castaño obedeció. –Gracias, lo tendremos en cuenta.
Hiccup le ajustó la cola a Toothless para que empezara a volar y cumplir con los deberes como Alfa.
-Anda amiguito, tiempo libre de mí; ya me ayudaste mucho por hoy.
Mientras tanto él iría a prepararle algo especial a su esposa, pues le gustaba sorprenderla y estaba dispuesto a cumplir a promesa que se habían hecho la noche anterior acerca de invertir tiempo para ellos después de haberle dado prioridad a la reconstrucción de Berk.
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Preparó una canasta con pocos alimentos, eso le hizo recordar la primera cita que tuvieron años atrás, poco después de que Astrid quedara ciega tras un accidente en la Orilla del Dragón. Caminó hasta la cala y dejó listo el lugar para después irla a buscar, sin embargo su sorpresa fue tal que vio a su lady bañándose en el lago.
Rio con ironía, pues recordó una vez que la encontró bañándose igual un par de años atrás, justo unas semanas antes de que formalizaran su relación. Se dio cuenta que su reacción no era igual a la de aquel entonces cuando se puso todo rojo y le aventó sus prendas para que se cambiara rápidamente; ahora era diferente.
Eran ellos dos, estaban casados y se amaban con locura juvenil.
Se acercó con sigilo y tomó la capucha de Astrid, esa misma que él le regaló cuando le pidió que se casara con él. La rubia, al escuchar un ruido diferente se tensó, estaba de espaldas y aunque llevaba un camisón holgado éste se pegó por todo su cuerpo, dejando apreciar sus curvas y atributos. Se agachó con cuidado tomó una roca del lago, pues era la única arma contra el visitante que tenía detrás de ella; se volteó de inmediato con intención de asustarlo, pero la asustada resultó ser ella al ver a su esposo parado a unos cuantos pasos de la orilla del laguito, sosteniendo su capucha.
-¿Segura que no eres na valquiria? –preguntó, admirado por su belleza.
La rubia le arrojó la piedra, aunque claro que sin la intención de pegarle. –Muy segura. Sólo soy una vikinga que acaba de casarse con el amor de su vida y descubrió que es heredera a una tribu extinta, también.
Hiccup rio por ese detalle. Astrid le guiñó un ojo y lo invitó a entrar en la cálida agua haciendo un pequeño ademán.
-¡Qué lástima! Si fueras una valquiria podría obligarte a casarte conmigo; ya que te descubrí bañándote y me quedé con tus ropas. –empezó a jugar, dejando la capa de lado para después empezar a desabrochar la propia y hacerle compañía a su lady.
-No me casaría a la fuerza bajo ninguna situación. –alardeó, impaciente de que Hiccup entrará, recibiéndolo con los brazos abiertos cuando él sólo se quedó con su ropa interior, ingresando el lago. –Además habría un problema…
-¿Cuál problema? –preguntó abrazándola por la cintura.
-Que ya te mencioné que estoy casada.
-¿Eso qué?
-Amo a mi esposo y le soy fiel, además… él es demasiado guapo comparado contigo.
-¿Qué? –gritó Hiccup, fingiéndose ofendido.
-Sí, el jefe de Berk. ¿Lo has visto? De seguro tú también se enamoras de él. –bromeó, besando la punta de su nariz.
Hiccup negó divertido por las ocurrencias de su esposa.
-Astrid… -la regañó con ternura antes de besarla apasionadamente. –También te amo.
Hofferson rodeó al castaño con sus piernas alrededor de la cintura y después, sin que Hiccup se lo esperara le dio un buen golpe en las costillas.
-Auch….
-Eso es por verme mientras me bañaba.
Hiccup se sobó su parte afectada. –Era inevitable, agradece que era yo, o si no alguien más te podía obligar a casarte.
Astrid se rio por la inocencia de su esposo. –Ya lo estoy, y así será siempre, pase lo que pase.
El castaño la besó inevitablemente.
Sin darse cuenta empezaron a acariciarse más de la cuenta, como si necesitaran sentir el cuerpo del otro. Se hundieron un poco más en el agua y se permitieron disfrutar de ese momento.
-Traje un poco de… comida para que… tuviéramos un rato especial aquí. –le dijo mientras ella enroscaba sus piernas alrededor de su cintura, sujetándose de su espalda, e Hiccup la cargaba por los muslos.
-¿Qué más especial puede ser que esto? –preguntó al morderle un labio.
Hiccup pasó sus besos hacia su cuello húmedo, colando una mano debajo de la prenda que estaba totalmente pegada a su cuerpo, así que la hundió de nuevo para tener más oportunidad de acariciarla por completo.
Astrid emitió un gemido ahogado mientras ella también le daba un mordisco en el hombro del castaño, siguieron varios minutos en ese juego previo a lo que ellos esperaban, hasta que se separaron un poco y se comunicaron con sus miradas. Los ojos de ambos reflejaron deseo, pasión y amor; sobretodo amor, mucho amor. No hicieron falta las palabras para decir lo que ambos necesitaban.
Astrid bajó los calzoncillos de Hiccup, la cual no supo entendió por qué se los puso y con su mirada le pidió que la tomara nuevamente.
El jefe le sonrió complaciente para realizar lo que había estado esperando todo el día.
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La valquiria salió del agua y empezó sacudirse un poco. Caminó hasta donde había dejado sus plumas y ropajes y se asustó al ver que no estaban.
-No…-susurró, sabía lo que eso podía significar. Lo había escuchado de sus amigas Olrun, Alvit y Svanhvit.
No quería que le pasara eso. Se sintió prisionera de inmediato. Ya no tendría su libertad.
-¿Buscas esto? –preguntó una ronca voz enfrente de ella. Alzó su mirada, con algo de pudor porque estaba desnuda aún y descubrió a un hombre. Castaño, de complexión fornida además de hermosos y cautivantes ojos verdes.
-Ladrón. –siseó la valquiria, tratando de taparse.
El hombre se quedó embelesado al ver la belleza de esa mujer. No era común y corriente, era más bella de lo que imaginó.
-No sabía que eran tuyas… -musitó el varón, completamente rojo por la pena, desviando la mirada.
Nissa se molestó e ingresó de nuevo al agua, pero no ayudaba mucho porque estaba cristalina.
-Es mi vestimenta. –reclamó molesta.
-Lo siento, aquí van. –las aventó al agua para que la chica las tomara, pero las atrapó antes de que tocaran el agua.
-¡No! –gritó desesperada. –No deben mojarse por ningún motivo.
El castaño se asustó por el grito que dio. La valquiria salió de inmediato y después de sacudirse el agua se colocó su vestido y sus alas.
El hombre se maravilló por la gracia en la que se movía y se cautivó en su larguísima cabellera rubia, sin mencionar la mirada azul de ella.
-¡Deja de verme! –le gritó, dándole la espalda mientras terminaba de vestirse. -¡Nunca vuelvas a hacer esto!
-Lo… lo siento… pensé que eres mi…
-¿Esposa?
-Mi hermana. –aclaró. –No estoy casado. A veces le juego bromas a mi hermana. Dijo que se bañaría y… pensé en asustarla. Jamás te había visto.
Nissa se confundió un poco mientras terminaba de arreglarse.
-¿No sabes quién soy?
-¿Debería?
La rubia sonrió, así sería más fácil escapar.
-No, y es bueno que no lo sepas. –la valquiria estaba por emprender vuelo, le salpicó un poco de gotas de agua que rociaron de su cabellera rubia, aventadas con toda alevosía y ventaja. –Hasta nunca, mortal.
La valquiria empezó a volar ante la atónita mirada del hombre, se burló de él, sobretodo porque le regresó sus alas, si el vikingo lo hubiera querido, ella habría tenido que casarse con él.
Tocó su pecho, en busca de su medallón, la llave para entrar a Asgard, pero… no lo encontró. Se tocó con desesperación y un temor mayor la invadió porque no encontraba su más preciada reliquia.
Pensó que había caído al lago, y así fue. Miró hacia abajo y un pequeño destello parpadeó en la orilla del lago donde ella y Tamsin, su amiga, se habían bañado; sin embargo, el curioso hombre ya lo estaba tomando entre sus manos.
-¡No! ¡Ladrón! –masculló, regresando a la tierra.
El varón se asustó con tremendo susto. –Yo… yo no he hecho nada. Me encontré esto. –confesó, mostrando el gran medallón de oro, con extrañas runas grabadas en él.
Nissa trató de guardar la compostura. Se mordió el labio.
-Me pertenece, dámelo. –extendió su mano, suplicando por él.
El vikingo sonrió, sacaría provecho de eso.
-Pero yo lo encontré. ¿Por qué aseguras que es tuyo?
La valquiria rubia se frustró. –Es… es un medallón, me lo dio mi padre. Es de oro sólido y tiene grabado mi nombre.
-¿En serio? ¿Cómo te llamas?
La valquiria no quería decir, si hablaba él tendría poder sobre ella, indeliberadamente se convertiría en su mujer, y se había prometido a sí misma que jamás permitiría que fuera usada por nadie, menos por un mortal.
Por otra parte el vikingo dedujo su ambigüedad de decisión, pero ya era tarde, él ya había leído el nombre.
-No me quieres decir, no importa. Entonces no te lo daré. –presumió el collar ante sus ojos, moviéndolos de lado a lado.
La rubia se molestó, necesitaba el collar para irse, pero sin él no podría entrar.
-Me dijiste mortal y empezaste a volar, eso no es muy común en las islas que he visitado. Aunque… he escuchado historias. Relatos de vikingos que juran haber visto hermosas mujeres bañándose en los lagos, que tomaban sus vestimentas y las retenían así para casarse con ellas.
Nissa empezó a sudar en frío, asustada de que ese hombre le hiciera lo mismo.
-¿Eres una valquiria? –preguntó curioso, sin dejar de mirarla.
La señalada se rio de buena gana. –No, no soy una valquiria.
-Ah…
-De hecho… -Nissa se acercó con aires de seducción. –Soy LA valquiria. Favorita de Asgard, y la única capaz de hacer esto.
El hombre no supo más, porque sintió un golpe en su brazo.
-Esto es por tomar mis alas. –le dio una patada en las rodillas para que se cayera. –Y esto… es por todo lo demás. –tras decir eso le dio un puñetazo en el vientre de nuevo, para dejarlo sin aire.
El vikingo resopló con fuerza varias veces hasta que recobró la respiración, pero era demasiado tarde, porque la Valquiria ya había tomado su medallón y emprendido vuelo hacia las nubes.
El hombre sonrió embelesado al verla marcharse, recordando la inscripción en el medallón. -¡Qué Valquiria!... Nissa…
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Cuando terminaron de amarse salieron del lago y se recostaron sobre la manta que Hiccup había puesto para el dichoso picnic. Comieron algo y volvieron a descansar acostados, viendo cómo el cielo empezaba a tornarse naranja. Allí Hiccup aprovechó para darle la pulsera y colocarla con suavidad sobre su mano.
-No sé qué nos espera mi lady, pero confío en que podremos con lo que venga. Esta pulsera que tienes aquí representa un amor de dos personas que se amaron con todo el corazón, fue un sentimiento tan valioso que uno de ellos terminó incluso convertido en oro, ese mismo oro que ahora reposa en tu mano.
Al escuchar eso Astrid admiró y apreció más la belleza que ahora le pertenecía.
-¿Cómo sabes eso?
Hiccup le contó las historias que Gobber le había compartido en la mañana. La rubia simpatizó por escuchar y por saber los antecedentes de esa pulsera y de las añadiduras que había tenido a manos de cada jefa de Berk.
-Vaya… la bendición de los dioses le espera a quien tenga los tres objetos. Lástima que tenemos sólo uno. –bromeó Astrid, recostada plenamente sobre Hiccup. Se había puesto la camisa de él mientras que el castaño se había dejado la ropa interior esperando que se secara, lo cual ya había ocurrido.
-Sí, de momento, pero ojalá algún día puedan reunirse, para que el corazón esté completo y la valquiria pueda seguir amando a ese vikingo. –empatizó el jefe, acariciando la cabeza de su lady.
Tras unos momentos de silencio el hombre volvió a tomar la palabra.
-Ya sé por qué el vikingo enamorado fundió el corazón de la amada y lo envolvió en su collar.
-¿Por qué? –preguntó curiosa, alzando un poco la cabeza para mirarlo directo a los ojos.
-Quería sentirla cerca de él. Que su corazón estuviere junto al suyo, y así escucharlo.
-¿Escuchar al corazón?
-Sí, escuchar la voz que realmente deseaba obedecer y seguir… el corazón de la persona que amaba. –simplificó. –Es lo que yo quiero también. Escucharte y disfrutar de tus ideas, planes y pensamientos para llevarlos a cabo. Tú eres mi corazón, no sé qué haría sin ti.
La rubia le dio un beso, Hiccup era tan tierno sin proponérselo.
-No quiero que te quites esa pulsera, nunca. Gobber dice que cosas malas pueden pasar si te la quitas. No creo mucho en eso, pero…
-No me la quitaré Hiccup. No porque crea en maldiciones o leyendas, sino porque me la diste tú. Porque me corresponde ahora y me debe de recordar la unión que tengo hacia ti y hacia Berk. De alguna manera me da mi lugar como tu esposa, consorte de la isla y… eso es un verdadero honor para mí. Espero hacer bien mi trabajo, funcionar bien como parte del equipo que somos.
Hiccup le acarició la mejilla, ella cerró los ojos para disfrutar de ese gesto.
-Mereces mucho más que una pulsera, Astrid. Mereces el mundo entero, pero tienes que conformarte con este pescado parlanchín. –bromeó sin dejar de tocarla.
-No Hiccup. Sabes que no es así. Soy como soy por las circunstancias que he tenido que vivir. Créeme que no soy mejor que nadie ni nadie es mejor que yo. Somos personas y… todas somos valiosas. Admito que antes me creía superior pero, no tengo por qué hacerlo y menos ahora que sé que soy heredera a una tribu y jefa de Berk. –se encogió de hombros.
Hiccup se mordió el labio y la admiró de nuevo, enamorándose a cada segundo.
-¿Segura que no eres una valquiria? –preguntó sin creer a la mujer que tenía en frente, o mejor dicho encima de él.
-No, no que yo sepa. –mencionó con sarcasmo.
Volvieron a besarse, una manera tan íntima y tan intensa que ni ellos mismos podían entender.
Eran los descendientes de muchas personas que habían luchado y sufrido por estar juntos. Pocos de ellos lo lograron, pero ellos sería la disrupción, aunque el oro con el que el collar burglar de Astrid y la pulsera acarreaban una condenación, la cual, según las valquirias, se rompería hasta que el corazón estuviese de nuevo junto.
Sin que los jefes de la isla lo supieran o imaginaran, unos ojos grises los observaban desde los arbustos.
-Hay dos piezas, cuando consigan la tercera les daré la fortuna que había guardado para ti Nissa y para Mannet. –susurró la ninfa que veía a los jefes. –Por fin se reencontraron, después de tantos años. Una hija de la valquiria y un hijo del vikingo. Espero que esta vez ellos sí logren estar juntos.
A lo lejos escuchó que la llamaban y se giró para obedecer, escabulléndose entre la naturaleza para no ser vista.
-Tamsin te he estado buscando. –se quejó otra valquiria que apareció allí. -¿Qué ves?
-Tranquila, Medsky. Sentí que las reliquias del corazón de Nissa se unieron y vine a ver. –señaló a los enamorados mientras se besaban.
-¿Las tres partes? –preguntó emocionada.
-Sí, pero al parecer ya no están juntas… sólo fue por un momento.
-¿Y ellos? –preguntó Medsky, la pelirroja.
-Ellos tienen dos. Falta el hewie de Mannet. –comentó con emoción, empezando a marcharse para darles más privacidad a la joven pareja.
-Ese era mi favorito. –mencionó con nostalgia acompañando a Tamsin, la valquiria castaña.
-No importa eso. Mannet y Nissa nos dejaron esta misión. Cuando las tres reliquias se unan les daremos la gran dicha que ellos no pudieron disfrutar. –agregó la castaña, emprendiendo vuelo con sus alas de cisne.
-Aunque sólo funcionará si esa pareja escucha su propia voz, si escucha su corazón.
-Descuida, a cómo los vi. No tendrán problemas.
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Continuará en el siguiente capi "Hewie: El emblema Hooligan, La mente y el corazón"
Notas de la autora:
Medio confuso esta primera parte de las leyendas. Digamos que es una especie de prólogo, al menos ya saben lo de la pulsera y lo que representa. En el siguiente explicaré el famoso hewie y porqué Gobber lo tenía. Para los que leen CEATC, seguramente recuerdan que el rey Axel entregó ese medallón a Hiccup por medio de una carta que Stoick le dejó.
Espero que les haya gustado/entretenido o desesperado más XD
Gracias por leer
**Amai do**
Publicado: 20 de abril de 2017
