Disclaimer: Full Metal Alchemist y todos los personajes pertenecen a Hiromu Arakawa. Este fanfiction está hecho solo con el único fin de divertir al lector y de expresar las ideas de la escritora las cuales surgen paralelas a la historia original.
La idea vino a raíz de la necesidad de saber más acerca de los personajes de Roy Mustang y Riza Hawkeye y de la sensación de querer escribir acerca de la historia de amor entre los dos. El fic seguirá la misma historia y secuencia del anime "Brotherhood" incluyendo solamente algunas escenas tras bambalinas, por así decirlo, entre Roy & Riza por lo que el lector puede encontrar varias similitudes, líneas y descripciones iguales a la serie al menos hasta el punto del día prometido.
Cualquier crítica constructiva es bien recibida en sus reviews.
MIRADA DE FUEGO
El comienzo.
Jamás imagino verla ahí. Después de tantos años seguía conservando su belleza, pero algo había cambiado su mirada, aquella mirada cobriza era ahora igual que la suya. Era la mirada de un asesino.
HACE TRECE AÑOS
Había anochecido y ahí estaba él, inerte frente a los cuerpos de sus padres quienes acababan de ser víctimas de un ladrón luego de que intentara robar su casa y su padre, en un arrebato tomara la pistola que guardaba en el desván para defender a su familia hiriendo al ladrón en una pierna pero provocando que respondiera disparando a su esposa y después a él. El pequeño Roy lloraba sin parar tomando la mano de su madre y moviendo el pie de su padre.
-Papá… Despierta… Mamá está herida… Papá…-
Dos militares entraron al lugar y tomándolo por la espalda lo sujetaron para sacarlo de ahí. Roy se rehusaba a dejar a sus padres, llorando y pataleando intentaba zafarse de ellos, pero la fuerza de un niño de diez años era insuficiente para lograrlo. Lograron meterlo a un vehículo de la policía y otro uniformado lo llevó hasta la comisaría. Varios de ellos intentaban hacer que hablara, que dijera lo que había visto, sobre todo querían información sobre quien lo había hecho. Pero el niño solo seguía viendo hacia el vacío sin decir una palabra. El capitán de la comisaría decidió dejarlo en una celda esa noche para protegerle mientras su único pariente con vida llegaba por él.
El día siguiente llegó y al pequeño Roy lo dejaron salir de la celda, pero a pesar de dejar la puerta abierta, el niño no se inmutaba. El oficial permitió que la mujer pasara.
-Estoy aquí Roy. Vamos. - La mujer robusta se acercó a él quien solo levanto un poco la mirada y luego de reconocerle se puso de pie sin decir palabra. Ambos salieron de la celda, la mujer agradeció a los oficiales y salieron de la comisaría. Un auto con chofer les esperaba fuera, el conductor abrió la puerta trasera para que ambos subieran, una vez dentro pudo ver de frente al chico quien pálido y con la mirada perdida aún temblaba. No pudo evitar sentir lástima, sabía que no iba a ser fácil que superara aquello, pero no podía dejarlo a su suerte, era su único familiar con vida, era el hijo de su hermano. -Iremos a ciudad del Este, ahí estarás mejor.-
Había pasado una semana, Roy estaba hospedado en el negocio de su tía Madame Mustang quien vivía en la parte superior de su casa de citas. Apenas comía y seguía sin decir una palabra. Una chica dejó la cena frente a su cama y salió de su habitación dejando la puerta entre abierta provocando que la música proveniente de la planta baja se colara. Por primera vez escuchó algo más que sus pensamientos y sus lamentos. Giró un poco la cabeza para ver entre la puerta, se puso de pie y comenzó a caminar de a poco, bajó las escaleras y cuando encontró una puerta la abrió lentamente hasta que pudo ver del otro lado a un par de hombres bailando con unas chicas, había otros más sentados en las mesas bebiendo alcohol de pronto, su vista se bloqueó por la silueta de su tía delante mirándolo desafiante y asombrada a la vez.
-Vaya! Miren quien decidió acompañarnos. - Y sin más, tomó al joven de la cintura y lo sentó en la barra de la cual era ella la encargada. Una joven castaña de piel blanca y ojos negros se acercó a él emocionada.
-Mírate! Todo un galán a tu corta edad. - Tomó una de sus mejillas y la pellizcó un poco para después guiñarle un ojo.
Roy seguía absorto en sus pensamientos y su mirada seguía estando fija hacia el frente, a pesar de que sus sentidos parecían estar despertando después de la muerte de sus padres, aún no conseguía coordinarlos.
-Cuidado Linda, este chico será mi novio cuando crezca, aléjate de él. - Otra chica se colocó frente a él quitando a la previa de un empujón. -Tranquilo guapo, yo te cuido. - Lo tomó de la cintura y lo bajó de la barra para sentarlo en la única mesa libre. -Ya cenaste? - Roy apenas parpadeó. La chica hizo una mueca. -Bueno, tomaré eso como un no. Iré por algo de comer espera aquí. - La joven rubia ojiazul se puso de pie y se dirigió hacia una puerta trasera.
Luego de perderla de vista Roy pudo apenas notar delante suyo a un hombre que lo miraba con desdén. En la misma mesa tenía una botella de whisky vacía y otra más a la mitad, de un movimiento tiró al suelo la botella vacía provocando que se hiciera añicos y a los pocos segundos una niña apareció a lado suyo tomándolo del brazo.
-Vamos a casa padre. Ya es tarde. -
-Tss! Maldita sea Madame, ¿acaso esto es una guardería? ¿Qué hacen estos dos mocosos aquí?. - Se puso de pie de golpe zafándose del pequeño brazo de su hija que lo sujetaba y caminó hacia la mesa donde estaba Roy. Se sentó delante suyo y lo miró fijamente a los ojos. -Hey! Mocoso! Estás escuchando? ¿Qué diablos haces aquí?.-
-Demonios Berthold deja de hacer desfiguros y vete con tu hija a casa.- Pero el hombre no parecía escuchar a Madame quien a pesar de no perder detalle de lo que hacía su amigo, sabía que sería incapaz de hacerle daño a Roy.
-Oye Madame, es él ¿cierto? ¿Este es el mocoso que ha quedado paralizado de miedo?... ¿Cuánto tiempo vas a seguir así ah? - Al ver que el niño no se inmutaba el hombre comenzó a exasperarse y justo antes de golpear la mesa con su mano, la joven rubia regresó con un plato de comida y lo colocó delante del niño.
-Vamos Sr. Hawkeye no sea tan rudo con el niño, ha pasado por un infierno. -
-Ja! Este mocoso no tiene idea de lo que es el infierno.- Se puso de pie y antes de irse señaló a Roy con su dedo índice y agregó.- Deja de lamentarte y decide ¿acaso no eres hombre?.- Hawkeye se dio media vuelta y al pasar a lado de su anterior mesa tomó la botella a medias de whisky que estaba ahí y salió del lugar. La niña que lo acompañaba dudó por un momento y antes de seguirle, se dio media vuelta y se colocó delante de Roy.
Entonces el niño la pudo ver a detalle y su vista se enfocó en ella. Era una niña apenas un par de años más chica que él, pelo rubio hasta los hombros y ojos marrones. Y entonces lo vio. En ese pequeño par de ojos resplandecientes cobrizos, había decisión, entrega, parecían tener vida propia y en ese momento, todos los sentidos de Roy se conectaron de nuevo poniendo atención solamente en ella.
-Lo que haya pasado, no puedes cambiarlo… Ahora solo importa el futuro. - Y sin más, se dio media vuelta perdiéndose en la salida, Roy pudo verla por una de las ventanas del lugar y se dio cuenta como alcanzaba a su padre y a pesar de su pequeña estatura lo tomaba de la mano para guiarlo a casa. Esa pequeña no tenía idea de lo que había provocado al ver de frente sus ojos negros tristes y perdidos que ahora lentamente volvían a la normalidad. El pequeño Roy apretó los puños y comenzó a comer del platillo que tenía delante suyo causando el asombro de la joven Rubia y de Madame quien lo observaba desde la barra esbozando una sonrisa.
Ya habían pasado meses desde que recuperó sus sentidos y sus ganas de vivir. Seguía recordando a sus padres pero no por aquella aterradora escena, sino por todas las cosas buenas que le habían dado.
-Así que quieres estudiar alquimia.- Roy asintió. Madame Mustang soltó una carcajada.- Habrá que ver, pareces otro desde aquél día.-
-Por favor tía, ayúdame. -
-Lo haré si dejas de llamarme así, se escucha demasiado personal. Dime solo Madame. Creo que sé quién puede enseñarte alquimia pero dime, ¿De qué te servirá?-
-La alquimia es la ciencia que ayuda al pueblo. Una vez que la aprenda, entraré al ejército y haré la prueba para convertirme en alquimista estatal. Así podré ayudar a los más débiles y evitar que lo que ocurrió con mis padres se repita. -
-¿Ayudar a otros eh?.- Madame sonrió satisfecha. A pesar de su corta edad, pudo notar el deseo sincero de su sobrino y se dio cuenta del gran potencial que tenía. -De acuerdo, te llevaré con él.-
Hacer que Berthold Hawkeye lo aceptara como discípulo no fue fácil mucho menos después de que lo viera en aquél lamentable estado la noche en que lo conoció. Le tomó dos años a Roy convencerle hasta que finalmente el Alquimista se dio cuenta de la perseverancia del niño y lo tomó como alumno. Tenía solamente cuatro años para aprender de él, ya que al cumplir los dieciséis podría enlistarse en el ejército para después hacer el examen de alquimista estatal. Siempre que Roy comentaba sus planes, su maestro lo golpeaba en la cabeza diciéndole que solo sería un perro de los militares, pero eso no hacía que él desistiera, sabía que la resistencia de Berthold a los militares iba más allá sin embargo nunca pudo averiguar más ya que era muy hermético en su vida personal, inclusive le tenía prohibido a su hija salir de su habitación mientras él estuviera ahí. Una vez en la que Roy se atrevió a preguntar por su esposa se ganó un gran golpe en la cabeza y rodillas al tiempo que le mencionaba muy marcadamente que no era de su incumbencia. En todo ese tiempo no se había cruzado con ella, una parte de él ansiaba cada día para verla aunque fuese a la distancia y agradecerle por aquellas palabras que lo habían vuelto a la vida, pero su padre ponía especial esmero porque eso no ocurriera.
Finalmente llegó el día en el que dejaría Ciudad el Este hacia Central para entrar a la academia militar. Ahora tenía 16 años y gracias a los conocimientos de Berthold en alquimia básica podría estudiar más arduamente en la capital para finalmente aplicar el examen en cuatro años más. A pesar de saber que no era bien recibido ahí por convertirse en perro militar, fue a casa de su maestro para despedirse y agradecerle y fue entonces que la vio. Estaba atrás de la casa, sacando un par de sábanas de una canasta y colocándolas en las cuerdas que colgaban desde la pared hacia uno de los árboles. Primero la vio solo de espaldas, tenía el cabello más largo y después sin saberse observada se giró hasta que ambos estuvieron de frente. Roy camino hacia ella y pudo ver de cerca aquel par de ojos cafés que le habían hecho despertar de la pesadilla.
-¿Me recuerda? Soy Roy, Roy Mustang.- El joven extendió su mano derecha esperando que la chica le correspondiera el saludo. La joven rubia extendió también su mano derecha para responderle, pero un ruido dentro de la casa llamaría la atención de ambos, en especial la de ella quien sin dudarlo corrió dentro para auxiliar a su padre quien se encontraba en el piso.
-Papá! ¿Estás bien?.- Roy entró a la casa y al ver a su maestro inconsciente corrió a lado suyo para levantarlo y colocarlo en el sofá. Luego de tomarle el pulso miró a la chica quien no dejaba de ver a su padre preocupada.
-Está bien, solo se desmayó. Iré por un médico. -
-No es necesario. - Roy la miró extrañado. – Su tren sale en poco tiempo, será mejor que se vaya yo me encargaré de mi padre. -
Mustang se quedó inmóvil por un segundo, luego sonrió.
-No podría irme sabiendo que está mal. -
-Si despierta y lo ve aquí, solamente conseguirá que lo corra a patadas. - La chica también sonrió. -Riza… Mi nombre es Riza… Vaya o perderá su tren. -
-La veré luego, Riza.- La joven observó como salía de su casa luego de escucharle decir esas palabras que sonarían más como promesa que como despedida.
De nuevo, el tiempo pasaba volando y cuatro años más habían transcurrido. Roy formaba ahora parte del ejército y regresaba a Ciudad del Este. En ese tiempo había acudido a la biblioteca de Central y dentro de sus estudios se enteró que Berthold Hawkeye era un alquimista renegado quien había descubierto una técnica sumamente poderosa la cual se negaba a mostrar al público por ser igualmente peligrosa a pesar de los intentos de la milicia para que compartiera sus investigaciones. Luego de investigar más y con ayuda de Maes Hughes, un amigo que recién acababa de conocer en la academia, supo que esa técnica utilizaba el fuego como base y había un fuerte rumor que aseguraba que aquella técnica había cobrado la vida de su esposa. Ansioso por que su maestro le contará más a su arribo al Este, y solo después de asegurarse que Madame estuviese bien, se dirigió hacia la casa de Berthold.
Riza abrió la puerta asombrada de verlo ahí de pie frente a ella a pesar de ello, suspiró y se hizo hacía un lado para dejarle entrar. Mustang pudo ver en sus ojos un dejo de tristeza y melancolía muy diferente a lo que había visto la última vez y entonces, un pensamiento atravesó su cabeza.
-¿Cómo está?-
-El doctor dijo que es Tuberculosis. No tiene mucho tiempo. - Y con una mirada le indicó el camino hacia la habitación en donde yacía su padre. Roy entró en ella y pudo verlo completamente indefenso, de un color casi amarillento y con rastros de sangre en su boca.
-Maestro Hawkeye, he vuelto.- El anciano abrió apenas los ojos y respingó al ver a Roy con el uniforme del ejército.
-Veo que finalmente te has vuelto un perro de los militares. - Mustang asintió. – Eres un estúpido, ¡Largo de aquí!.-
-Maestro, estoy consciente de que el sistema no es perfecto pero, gracias a su ayuda estoy completamente decidido a dar mi vida hasta lograrlo.-
Berthold emitió una sonora carcajada la cual luego de unos segundos se convirtió en un ataque de tos. Roy intentó acercarse a ayudarle pero con un ademán de su mano, el anciano se lo impidió. Luego de limpiarse a medias la sangre de su boca le dijo: - Tienes un corazón noble Roy, pero demasiado ingenuo también.-
Mustang sintió un escalofrío, era muy egoísta de su parte pensar si quiera en preguntarle acerca de aquella técnica de la que escuchó en Central ahora que estaba en ese estado, pero a pesar de reprimirse a sí mismo lo dijo. – Señor, estando en central mientras estudiaba en la academia…-
-Así que ya lo sabes…- Interrumpió el anciano. Esbozó una sonrisa. -Supongo que era inevitable que no te enteraras. - Roy lo miró asombrado y aguardó en silencio. -Has venido a perder tu tiempo si crees que te enseñaré a usarla. Esa alquimia está maldita, nadie más debe usarla. Morirá conmigo. -
-Entiendo que puede ser peligrosa sin embargo, tiene que confiar en mí.-
-¿Confiar? ¿En ti?... ¿Por qué debería? -
-Porque soy el único que puede revindicar su investigación y volverla hacia el bien común.-
Berthold pudo ver en el chico esa determinación que no veía desde que se aferró a él para que lo aceptara como discípulo ocho años atrás, esa sed de poder que le embriagaba la mirada aunque sin parecer codiciosa, dominada por ese corazón noble, sabía que aún estaba muy verde pero también sabía que no habría podido encontrar nunca mejor aprendiz. Un dolor en el estómago que se extendió hasta su pecho se apoderó de él y a los segundos la tos hizo que casi se ahogara con su misma sangre. Estaba cerca, no tenía tiempo.
-Me gustaría verlo Roy Mustang lamentablemente el infierno me está esperando… Cuida a mi hija ella… Ella es la única a quien le confíe mi investigación. - Un último espasmo provocó que más sangre saliera de su boca hasta que finalmente, cayó muerto en la cama.
El funeral había terminado, Roy acompañó a Riza hasta su casa quien le invitó a entrar para tomar un café. Hawkeye no había llorado en todo el funeral y tenía un tanto a intrigado a Mustang quien la miraba a escondidas esperando el momento en que se quebrara, pero la joven parecía ya resignada a la muerte de su padre desde hacía tiempo. No habían cruzado muchas palabras, pero había algo en la mirada de la chica que hacía que se oprimiera su estómago. No estaba seguro de que decir o hacer, era incluso extraño estar en aquella casa sin su maestro, solo con ella. Pensó en preguntarle si necesitaba algo pero fue Riza quien rompió el silencio al tiempo que se sentaba frente suyo.
-Sé que está aquí por la investigación de mi padre-.
-Dijo que era la única a quien se la había confiado, pero no estoy aquí por eso. No hoy. - Riza lo miró extrañada luego de escuchar esa respuesta y sus labios se curvearon mostrando una pequeña y ligera sonrisa. Sujetó la taza del café con ambas manos y no pudo evitar temblar un poco.
-Gracias por todo lo que hizo por él. -
-Era lo menos que podía hacer luego de que me aceptara como su discípulo. -
-Mucha gente creía que estaba loco. -
-Yo no, incluso sé que tenía razón… Ahora que soy un perro del ejército podría morir como basura a lado del camino. Aun así, si puedo ser uno de los que construya este país y defender a la gente con estas manos, entonces seré feliz. - Riza lo miraba expectante sorprendida incluso por la confesión que acababa de hacerle. Roy se percató de que se había dejado llevar. – Lo siento, también debes creer que soy ingenuo. -
-Para nada. Creo que es un sueño maravilloso. - Roy la miró asombrado y pudo ver en su mirada que había sido sincera con su comentario.
La joven le sonrió sinceramente provocando que Mustang se pusiera nervioso y esquivara su mirada. "¿Será malo creer en un futuro dónde todos sean felices? ¿Debería dejarlo cumplir los sueños de mi padre?" Esas preguntas atravesaron la mente de la joven de pronto quien, una vez que pudo ver a los ojos de nuevo a Roy, tomó su decisión.
-Estoy segura de que mi padre también lo creía. – Mustang la miró asombrado tratando de entender su comentario. Luego la joven añadió: -Que usted sería el único capaz de utilizar su técnica.- Sin decir más se puso de pie esperando que el militar la siguiera hasta la antigua habitación de su padre. Luego de estar dentro, prendió algunas velas para que hubiera iluminación suficiente y se colocó a lado de la cama. Después de mirar a Roy por última vez y confirmar su decisión, se dio media vuelta y comenzó a desabrochar su blusa. El corazón de Mustang comenzó a latir un poco más rápido luego, la joven se quitó la prenda y cruzó sus brazos delante de su pecho para cubrirse. Roy tuvo que acercarse un poco más a ella para visualizar mejor su espalda que ahora con el cabello corto de ella facilitaba admirarla por completo. Por alguna razón la respiración de Riza comenzó a acelerarse y su rostro a encenderse cuando sintió que Roy se acercaba, a pesar de no estarle viendo directo a la cara, tenía pena de que la viera semi desnuda. El joven estiró su brazo hasta casi tocar la espalda de Hawkeye y solo a escasos milímetros se detuvo, ahí en esa hermosa piel blanca siguiendo la silueta torneada de la chica estaba todo lo que necesitaba saber acerca de la alquimia de fuego, un tatuaje de tinta enrojecida mostraba en el centro una cruz con un círculo de transmutación el cual era atravesado por lo que parecían dos serpientes bajando entrelazadas hasta rozar la espalda baja de Riza y dentro miles de letras explicando la técnica. Fue casi como magia, de forma casi instantánea lo comprendió, sabía que era lo que tenía que hacer y cómo había que hacerlo. Mustang se quitó su abrigo y se lo colocó a la chica cubriéndola e indicándole que había terminado. Después se giró dándole la espalda para que pudiera vestirse.
-Le aseguro que no defraudaré la confianza que ha depositado en mí. Seguiré por mi camino hasta llegar a mi objetivo. - El tono con el que Roy habló hizo que la joven comprendiera al fin lo que ella misma estaba buscando, de niña había tenido esa misma sensación al ver de espaldas a su padre y ahora al tener a Mustang así, lo entendió. Quería seguirlo en ese camino, estar a su lado y ser testigo de su carrera hasta que pudiera ayudar a otros y a él, pudiera protegerlo.
Pasaron tres años y Riza estaba por terminar la academia militar justo cuando la orden de Exterminio a Ishval fue dada por el Führer. Hawkeye se había ganado a pulso ser conocida como" Ojo de halcón" haciendo referencia a su excelente puntería y a su apellido y fue requerida para ir a la Guerra. Aun ignorante de lo que estaba por vivir, no pudo evitar sentir un poco de entusiasmo por ir a Ishval y verlo. Sabía que Roy había conseguido convertirse en alquimista estatal y que estaría en la línea del frente. Ella junto con otros francotiradores serían los encargados de cuidar a la distancia y neutralizar a cualquiera que quisiera interferir con ellos.
Aunque al llegar ahí supo el infierno que sus camaradas vivían, nadie hablaba. Solamente comían o descansaban antes de ser llamados a la batalla de nuevo. El clima de Ishval por el día era un calor intenso, el sol quemaba la piel blanca de los soldados de Amestris mientras que, por las noches acompañado de tormentas de arena, fuertes vientos azotaban la zona para después dar lugar al frío que se apoderaba de las mismas almas militantes. Pasaban de las 4 de la mañana y a pesar de estar agotada, no conseguía dormir. Sentada en el piso recargada solamente en lo que alguna vez fue una pared de una escuela, en ese mismo lugar en el que estaba su regimiento, Riza cerró los ojos y casi de forma inmediata los abrió de nuevo. Era lo mismo, aun con los ojos cerrados seguía viendo sangre y escuchando mujeres y niños gritar. Había sido testigo de varios asesinatos incluso ahora, después de un mes en Ishval ella misma había tomado varias vidas. Sacudió su cabeza intentando deshacer aquellos pensamientos y entonces una explosión la hizo levantarse de golpe. Podía verse el humo desde donde estaba debían ser 400 ó 600 metros máximo desde su ubicación. El capitán llegó hasta el lugar pidiendo a todos los francotiradores se acercasen. Había sido una emboscada de Ishvalanos varios soldados estaban mal heridos, luego de ser seleccionada como líder de escuadrón para esa misión Hawkeye llevó a sus compañeros hasta los puntos altos donde podrían ver todo lo que ocurría dentro del radio de la explosión, esperando para evitar que más soldados salieran lastimados y aguardando la llegada de los llamados "héroes de guerra" los alquimistas estatales. En posición y a través de la mirilla del rifle con el que cuidaba el flanco derecho, pudo ver un niño de piel café y ojos rojos llorando y justo detrás de él, llegando recién, varios alquimistas avanzaban cautelosos. Y entonces lo vio, observó cómo Roy se acercaba al niño cargándole intentado sacarlo de en medio a pesar del desapruebo de varios de sus camaradas. No pudo evitar sonreír al darse cuenta de su gesto y justo cuando dejaba al niño en el piso fuera del peligro inminente, un reflejo captó la atención de la chica quien apenas alcanzó a divisar se trataba de la mirilla de otro rifle apuntando directo hacia él. Fue solamente gracias a que, con el Sol que estaba saliendo recién, mostraba el lugar exacto al cual estaba apuntando: su cabeza.
Se escuchó un disparo y Roy cayó delante del niño cubriéndolo con su propio cuerpo. Los otros alquimistas estatales giraron alertas buscando de donde había venido el disparo y cuando localizaron la torre donde se encontraba Hawkeye, se dieron cuenta de que había disparado a muerte al agresor apenas a tiempo para salvar al alquimista de Fuego.
El niño se puso rápidamente de pie y salió corriendo hacia una multitud iracunda de Ishvalanos que se acercaba lista para vengar la muerte de su gente. Con piedras en mano, palos y varias armas propias del ejército robadas de los soldados caídos, atacaron a los soldados desprevenidos. Todo había sido una trampa, utilizaron al niño para llamar la atención y poder atacar por la retaguardia. Todos los francotiradores del escuadrón que dirigía comenzaron a disparar al igual que ella, quien apuntaba a las piernas de los rebeldes para inmovilizarlos, sin embargo, más soldados seguían cayendo hasta que, solamente escuchó un chasquido y luego de la típica reacción alquímica, varios torbellinos de llamas arrasaron con todos dando fin a la emboscada.
Lo buscó de nuevo hasta encontrarlo con la mirada, respiró aliviada al ver que seguía con vida. Pudo ver que tenía ambas manos delante suyo cruzadas, aún estaban cargadas energéticamente y continuaba haciendo reacción luego de haber provocado las llamas que acabaron con los rebeldes. A pesar de la distancia notó su rostro desencajado pálido y sus ojos ahora parecían más grises con bolsas y ojeras debajo de ellos. Mustang se giró de frente observando el edificio desde lo bajo, buscando a aquél solado que acababa de salvar su vida y a pesar de la distancia, se topó con un conocido par de ojos marrones. Jamás imagino encontrarla ahí en ese infierno, pasando lo mismo que él. La observó por un instante, suficiente apenas para darse cuenta de que algo había cambiado en su mirada, aquella mirada cobriza era ahora igual que la suya. Era la mirada de un asesino.
