- Prólogo -

¡Se abre la puerta a la esperanza! ¿O no?

"La mundialmente famosa Academia Pico de la Esperanza reabre hoy sus puertas tras años de inactividad debido a su presunta relación con los eventos del llamado Más Grande, Más Terrible y Más Trágico Evento de la Historia de la Humanidad. Tras vencer definitivamente, no sin grandes sacrificios, a la organización terrorista conocida como Desesperación Definitiva, liderada por la fallecida súper modelo Junko Enoshima, la institución de seguridad global, la Fundación Futuro, ha reconstruido la escuela para así poder preparar a la próxima generación de símbolos de la esperanza, que trabajarán en pos de un porvenir brillante para nuestra nación y para el mundo."

Tsuuya estaba entusiasmado. Sin apagar el televisor, comprobó por última vez su apariencia. Su camisa de color verde oscuro estaba bien planchada, sus vaqueros negros le quedaban perfectamente. La sudadera con capucha que llevaba, desabrochada, sobre la camisa era del mismo color que los pantalones, salvando algunos motivos rojos, el color de sus zapatillas de deporte. Su cabello, de color rubio cenizo, estaba milimétricamente recortado y peinado hacia un lado, inamovible, y sus ojos de color verde grisáceo resplandecían de la emoción. Aún no se lo creía, pero iba a ingresar a la renovada Academia Pico de la Esperanza como un estudiante de su primera promoción. Contempló el boleto que tenía en la mesa.

"¡Enhorabuena! Eres nada más ni nada menos que el primer Estudiante Afortunado Definitivo de la nueva Academia Pico de la Esperanza."

Puede que hubiese ingresado a la academia por puro azar, pero él se sentía orgulloso de su título. A fin y al cabo, era el mismo que en su momento ostentó Makoto Naegi, el héroe de la Vida Escolar de Mutuo Asesinato, que fue el principio del fin para la Desesperación Definitiva.

También era algo así como su héroe de la infancia.

Guardó el boleto en su bolsillo, se despidió de su familia, y se dirigió rápido a coger el metro que le llevaría al edificio de la escuela.


Cuando llegó no había ni un alma. Ni alumnos, ni profesores, ni nada. Tan sólo estaban el imponente edificio de la Academia Esperanza y él, "cara" a cara. Tragó saliva pesadamente, y suspiró. Debía tratar de transmitir tranquilidad por mucho que los nervios le estuviesen devorando.

—Es natural que me sienta así —se dijo a sí mismo—, pero tengo que tranquilizarme si quiero dar una buena primera impresión. Después de todo, voy a encontrarme con verdaderos Estudiantes Definitivos. No puedo abrumarme demasiado por su presencia si quiero poder ir a clase con ellos.

Sin embargo, sus propias palabras de ánimo no eran suficientes para disipar sus inseguridades. Si esperaba mucho más, probablemente acabaría comiéndose la cabeza sin remedio, por lo que hizo de tripas corazón y se encaminó al interior del edificio.

O esa era su intención.

En cuanto agarró el pomo de la puerta, el mundo empezó a dar vueltas a su alrededor. Las formas y colores de árboles, edificios y nubes se mezclaron unos con otros en una amalgama sin sentido, en una mezcla discordante entre una obra de arte impresionista y el garabato de un niño de parvulario.

Tras semejante agresión a sus sentidos, Tsuuya no tardó en perder el conocimiento.


Despertó sobre un pupitre en un aula vacía. Una tenue luz amarillenta iluminaba lúgubremente la estancia, donde solamente podían divisarse numerosas mesas como la que le había servido de almohada, una pizarra y un escritorio, presumiblemente el del profesor.

Se levantó, aún un poco anonadado, y se acercó a una pared. Donde suponía que debía haber ventanas, encontró planchas sólidas de acero, unidas al muro con gruesos tornillos y clavos.

Al percatarse de ello, Tsuuya despertó de su ensoñación.

"Espera… ¡¿Dónde estoy?!", pensó. "Lo último que recuerdo es entrar en la Academia Pico de la Esperanza y… ¡Espera! No será que… ¿Esto es… la Academia?"

Confuso, miró a su alrededor. No terminaba de entender qué estaba sucediendo, pero si se quedaba quieto, nunca lo descubriría. Ni corto ni perezoso, se dirigió a la puerta de la sala, la cogió para abrirla y…

—¡Au!

Colisionó contra algo y calló de espaldas, dándose de bruces contra el suelo.

—¡Oye, fíjate un poco en lo que tienes delante! —se quejó aquello contra lo que se chocó.

Levantó la vista sólo para ver a una chica frente a él. Lo primero que le llamó la atención fue su pelo, de un color negro lustroso y brillante, como el cielo nocturno, rematado con mechas rosas en las puntas. Era largo, increíblemente largo, así a bote pronto, Tsuuya estimaba que de pie le llegaría hasta la mitad de los muslos. Aunque era imposible saber eso a ciencia cierta, pues la joven estaba sentada en el suelo, seguramente tras caerse de igual manera que él. Llevaba un top Bardot blanco y una blusa semitransparente de color rosa claro, desabrochada y anudada por abajo. Llevaba también unos vaqueros blancos ceñidos y zapatos con cuña brillantes dorados. Sus ojos, de un color azul claro que oscilaba entre lo hipnótico y lo artificial, miraban hacia arriba, como si tratasen de contemplar el posible chichón que le saldría en la frente por haber chocado con el chico, probablemente justo en el punto en el que su fino flequillo se separaba un poco. Su rostro era bonito, y aunque seguramente llevase más tipos de maquillaje de los que él se aprendería jamás, estaba tan bien aplicado que, en lugar de opacar imperfecciones, parecía resaltar hasta el infinito la belleza natural de la muchacha. Un chichón probablemente no sería nada. De hecho, con lo delgada que era, le extrañaba que el choque no le hubiera hecho volar hasta la pared.

Bueno, eso quizá fuese una exageración, pero es que la chica parecía de papel.

— Lo siento… —musitó el rubio poniéndose en pie. Le tendió la mano para ayudarla a levantarse—. ¿Te encuentras bien?

La chica se levantó por sí misma, ignorando la mano amiga del otro.

— Luego tendré que arreglarme eso… Espero que no se note mucho… Tengo que subir una foto antes de las diez —le miró mal por un segundo—. Por tu propio bien, espero que mi número de Me Gusta en Instagram no baje por tu culpa.

La ropa a la moda, el maquillaje perfecto, ese apego a las redes sociales…

— Eres Kasxmi, ¿verdad?

— La misma. Me extraña que lo preguntes, pensaba que saltaba a la vista.

Ami Kasou. Kasxmi era su nombre en las redes sociales. Era conocida por todo internet debido a su actividad por Twitter, Instagram, y su canal en YouTube. Siempre va a la última, está pendiente de todas las novedades en moda, complementos y cotilleos, y tiene un carisma muy especial que le ha granjeado un número de seguidores que se cuenta por millones. De hecho, los video blogs que sube a YouTube suelen ser número uno en tendencias, sobre todo aquellos en los que revela detalles de su intrincada vida amorosa y aconseja a aquellas personas que lo han pasado mal en el amor. Su frase más famosa es "Mi vida es un caos, así que sé cómo evitar que las vuestras lo sean". Siempre demuestra gran empatía con la gente que le deja comentarios pidiéndole consejo, y aunque también es muy criticada por otras personas, no se puede negar que sus vídeos y publicaciones han enganchado a montones de jóvenes por todo el mundo. De hecho, es precisamente eso lo que le ha hecho alcanzar su título definitivo.

Ultimate Influencer: Ami Kasou

La Influencer Definitiva cogió su IPhone último modelo del suelo y se despidió del chico con un grácil movimiento de mano.

—Voy a seguir buscando cobertura, os avisaré si consigo algo. ¡Ah! Los demás están en el gimnasio, creo que deberías ir con ellos. Eres el único que falta.

"¿Los demás? Se referirá a…"

Tsuuya recorrió a la carrera el oscuro pasillo repleto de puertas de aulas y salas de estudio. No tardó en encontrar una puerta doble: la del gimnasio, no había duda de ello. Sin pensárselo dos veces, atravesó la puerta.

En cuanto lo hizo, numerosas miradas se posaron en él. Acababa de irrumpir en el gimnasio, jadeando y hasta arriba de sudor. Parecía estar trayendo noticias espantosas.

—Ehm… Hola —saludó.

En cuanto todo el mundo se dio cuenta de que no parecía tener nada importante que decir, perdieron el interés en él rápidamente. Tan sólo se acercaron a él dos personas, un chico y una chica.

El primero era un chico de piel morena y ojos oscuros. Su cabello más corto por los lados que por el centro, oscilaba entre el castaño oscuro y el rubio oro entre unos rizos y otros. Llevaba puesta una camisa blanca lisa por fuera del pantalón, y unos pantalones tejanos marrones. Su calzado también era completamente normal. Lo único que destacaba de su atuendo era la gran mancha negra que decoraba el costado izquierdo de su camisa. Para Tsuuya le era imposible descifrar si estaba ahí por motivos estéticos, o si el muchacho se había manchado de petróleo, aceite de motor o pintura negra recientemente.

—Se manchó intentando poner en marcha un coche que hay aparcado a la entrada del edificio —dijo la chica, como adivinando en lo que estaba pensando.

— Es verdad —admitió su acompañante—. Debía ser alguna clase de broma, porque ni el aceite de motor es tan oscuro, ni el coche tenía motor.

Tsuuya se sorprendió un poco ante esas palabras. ¿Cómo que no tenía motor? ¿Y cómo supo la chica en qué estaba pensando?

La joven se rio un poco.

—Se ve que estaba para poco más que para decorar, y no le des demasiadas vueltas, se me da bien leer caras.

—Adivinar exactamente en lo que estoy pensando sólo con mi expresión facial es demasiado específico…

"Aunque, bien pensado, no es tan sorprendente cuando hablamos de Estudiantes Definitivos."

Sin perder la sonrisa, la joven se presentó.

—Por cierto, soy Megumi Houseki, la Cuidadora Definitiva.

Ultimate Carer: Megumi Houseki

El rasgo más distintivo de la joven era su radiante sonrisa, que brillaba casi como el oro blanco. Sus ojos rosados transmitían tranquilidad, y su cabello castaño claro con californianas rubias caía, ondulado, sobre sus hombros. Llevaba una indumentaria sencilla: un jersey negro de manga larga y cuello en pico ceñido al cuerpo, y una falda de tela vaquera con algún descosido. Llevaba medias negras hasta poco más abajo de la rodilla, y zapatos negros y blancos tipo Converse. A pesar de su aparentemente normal aspecto, tenía esa aura especial que solamente una persona con un talento definitivo transmitía.

—Mi nombre es Ugoki Hoiru, soy el Ingeniero Definitivo. Da igual si es un vehículo, un tendido eléctrico o un ordenador, seguramente pueda repararlo y mejorarlo —afirmó sonriendo y señalándose a sí mismo con el pulgar.

Ultimate Engineer: Ugoki Hoiru

—Buenas… —saludó el rubio con nerviosismo— Mi nombre es Tsuuya Funanori, el Estudiante Afortunado Definitivo.

Ultimate Lucky Student: Tsuuya Funanori

—Estudiante Afortunado… O sea, ¿tu talento es tener suerte?

—Básicamente, mi talento es ser un Estudiante Definitivo por sorteo, más bien. Porque suerte, lo que viene a ser suerte… Pues no tengo mucha, la verdad.

Eso no era del todo cierto. La verdad era que Tsuuya llevaba desde que tenía uso de memoria viviendo rachas de muy buena y de muy mala suerte una tras otra. Cuando tenía seis años, se quedó encerrado en el cuarto de baño de una piscina porque el pestillo se quedó atascado y no podía abrir la puerta. Pasó doce horas dentro, pero para cuando salió, resultó que a sus padres les había tocado un premio de más de diez mil yenes en una lotería cuyo boleto había escogido él. En otra ocasión, se perdió en un bosque yendo de ruta, sólo para que le encontrase un cazador furtivo y le secuestrase para no alertar a la Policía. Afortunadamente, se le había hecho un agujero en la mochila, y el pienso que había llevado para alimentar a los patos se le había ido cayendo, haciendo un camino que los guardabosques siguieron hasta encontrarles a él y al cazador. Le dieron una recompensa bastante generosa por la captura del delincuente, pero como alimentar a los animales salvajes también era ilegal, pues le quitaron casi todo por la multa. Así que, en resumen, podría decirse que su vida se resumía en una serie de afortunadas y desafortunadas coincidencias. Mismamente, se acababa de convertir en un Estudiante Definitivo, sólo para acabar encerrado en una escuela sin tener medio ninguno para salir…

Espera, es verdad, estaba encerrado en una escuela.

—Por cierto… ¿Ha averiguado alguien cómo salir de aquí?

—Si alguien lo supiera, no estaríamos todos aquí —respondió una chica que estaba apoyada en la pared del fondo del gimnasio, bastante alejada del resto.

De pelo color verde oscuro, ojos grises helados y piel blanca como la de un cadáver, transmitía bastante temor. Eso, combinado a la ropa que llevaba (un vestido negro estilo gótico de una sola pieza sin mangas, mitones y botas de cuero del mismo color, y vendajes blancos cubriéndole brazos y piernas) le daba un aire más bien siniestro. El único elemento no atemorizante de su apariencia física era el broche de plata con forma de clave de sol que decoraba el lado izquierdo de su pecho, justo sobre su corazón.

—Perdónala, no tiene mucho tacto —comentó Ugoki forzando una risa—. Esa es Momo Kuroshinzou, la Compositora Definitiva.

Ultimate Composer: Momo Kuroshinzou

—Entiendo… Por eso la clave de sol.

La verdad era que no había nada más en su apariencia que le incitase a pensar en que esa chica era compositora.

—Si te fijas un poco mejor, lo verás —le apremió Megumi, adivinando de nuevo en qué estaba pensando.

Tsuuya obedeció sin rechistar y agudizó un poco la vista. No tardó en darse cuenta de a qué se refería la chica.

—Tiene notas musicales en las vendas…

—No son vendas —explicó el ingeniero—. Kuroshinzou va siempre preparada por si le llega la inspiración, por lo que se recubre los brazos y piernas de papel continuo para componer en caso de que se le ocurra algo de repente.

—¿No sería más fácil llevar una libreta? —preguntó el rubio, algo extrañado.

—Puede, pero tiene sus motivos. Quizá tengas la oportunidad de preguntarle en algún momento.

—Parece que la conoces muy bien.

El rizoso se encogió de hombros.

—Somos amigos de la infancia, aunque hace mucho que no hablamos, la verdad.

—¿Dos amigos de la infancia distanciados por el paso del tiempo? No hay país ni cultura para el que esa historia no sea un cliché de lo más típico.

—Pues siento decirte que es una historia totalmente real, Honnyaku —respondió Ugoki con un deje molesto en la voz.

—Este es Saeki Honnyaku, Tsuuya. El Filólogo Definitivo.

Ultimate Philologist: Saeki Honnyaku

Era un chico exageradamente alto, de pelo azul recortado y peinado hacia arriba, y rostro completamente redondo y lampiño, como el de un bebé. Sus ojos, de color ambarino, daban algo de miedo, pero su media sonrisa amigable lo compensaba, a pesar de la escasa amabilidad de sus palabras. Llevaba una camiseta negra con un texto larguísimo escrito en blanco en una tipografía que Tsuuya era incapaz de entender, cubierta parcialmente por una camisa de cuadros roja desabrochada. Su atuendo se completaba con unos vaqueros oscuros con una cadena en un lateral, y unas botas negras de montaña. Sus gafas de montura negras le daban un aire intelectual que desentonaba con el aire casual de la parte superior de su vestimenta y el estilo rockero de la inferior. Era como si intentase abarcar más culturas urbanas de las recomendables, pero no le quedaba mal en absoluto.

—Saeki, no le provoques demasiado —le regañó la cuidadora—, estamos todos algo tensos por la situación en la que nos encontramos.

—Es cierto, lo siento —se disculpó el peliazul, aunque no parecía muy arrepentido—. Este chico de aquí es el que faltaba, ¿no? Un placer conocerte, por cierto, ya has escuchado a Houseki mi nombre —dijo extendiéndome la mano.

—Un placer, yo soy Tsuuya Funanori —respondió el rubio estrechándosela.

—Y bueno… Ahora que Funanori ya está aquí, ¿no debería pasar algo? El anuncio decía que nos reuniéramos todos en el gimnasio.

—La cosa es que Ami no está, se fue a buscar un punto en el que hubiera cobertura móvil para ver si podía contactar con el exterior… —respondió la chica.

—Sí, bueno, y subir un par de fotos a las redes sociales también —le interrumpió Saeki, escéptico.

—Sí, bueno, eso también —concordó ella.

—De todas formas, no creo que lo consiga… Este sitio está pensado para estar totalmente aislado, incluido el exterior —intervino Ugoki—. No hay ninguna antena, cable de fibra óptica ni nada que pueda generar señal por aquí.

—Es verdad… Antes hablaste de un vehículo en el exterior… ¿Dónde estamos exactamente?

—En la Academia Pico de la Esperanza… O al menos en un edificio idéntico. Fuera hay una especie de ciudad, pero está abandonada.

—¡¿Qué?! ¿Entonces somos las únicas personas en una ciudad entera?

—A ver, llamarlo ciudad es una exageración… —respondió Megumi—, es más como un barrio pequeño, no debe haber más de veinte o treinta edificios, y la escuela es de lejos el más grande de todos.

—¿Y… cuando acaban los edificios qué hay? —preguntó el rubio con algo de miedo.

Hubo unos segundos de silencio incómodo, pero finalmente alguien respondió.

—Nada. Tan sólo un muro enorme de metal.

Tsuuya se giró para ver quién le había contestado. Era un chico de cabello negro puntiagudo y ojos rojos, vestido con un abrigo gris que le llegaba hasta las rodillas, abrochado con botones de arriba abajo, unos pantalones con motivos de camuflaje y botas negras. Llevaba una estrella de cinco puntas color rojo sangre bordada en el bolsillo del pecho de la chaqueta. Era de altura media y bastante delgado, pero aun así imponía bastante.

—Eh… ¿Hola?

—Soy Takato Akakori —se presentó el serio chico—. Disculpad que me metiera en vuestra conversación, pero no pude evitar escucharos. Estuve inspeccionando toda la zona, y el muro que rodea la población es demasiado alto, duro o grueso como para que podamos atravesarlo con los medios de los que disponemos. Lamento afirmar que estamos totalmente atrapados.

A pesar de su tono seco y formal, daba la sensación de estar realmente frustrado. Debía ser del tipo de persona que no se rendía fácilmente.

—Jamás pensé que escucharía al chico que organizó un motín contra la dirección de su escuela hablar en un tono tan derrotista —comentó Saeki.

—¿Un motín?

—Sí, ¿no lo viste en las noticias? Hace algo menos de un año, un estudiante de tercero de secundaria organizó por sí mismo una manifestación a la que acudieron todos los estudiantes de su instituto tras un cambio en la dirección de éste y el anuncio de que iban a subir la tasa de estudios. La situación se acabó volviendo algo violenta, y acabaron responsabilizando al alborotador de todo y expulsándole. Sin embargo, el director de la Academia Pico de la Esperanza le propuso continuar sus estudios en su escuela bajo el título de Revolucionario Definitivo.

Ultimate Revolutionary: Takato Akakori

—Parece que soy bastante famoso… —comentó él con una sonrisa forzada, como lamentándose—. En efecto, ese soy yo. Y, por mucho que me pese, no tengo forma de salir de aquí haga lo que haga… Al menos de momento.

Había un cierto brillo en sus ojos carmesíes que daba a entender que aún no se había rendido del todo. A Tsuuya le pareció bastante impresionante.

—Sois todos personas bastante increíbles, ¿no? —dijo casi sin querer.

—Bueno… Tú no eres tan diferente a nosotros —respondió el pelinegro—. Al menos sabemos tu talento definitivo, que hay personas que lo ocultan…

—¿A qué te refieres?

Takato señaló con la cabeza a un grupo de tres chicas que conversaban a pocos metros. Una de ellas tenía el cabello naranja corto, ojos color verde esmeralda y mejillas sonrosadas. Vestía con una americana gris, pantalones púrpuras y una camiseta marrón con manchas de pintura. En la muñeca derecha llevaba una pulsera naranja con dos cordones sueltos similares a colas de zorro. Y en la pierna izquierda, al llevar el pantalón remangado podía verse un tatuaje con forma de delfín arcoíris.

A su derecha, una chica de pelo morado oscuro y ojos castaños hablaba con ella con un semblante más serio. Su mandíbula fuerte acentuaba su imagen regia, y el pirsin de su nariz y su afilado eyeliner acentuaban la sensación de peligro que transmitía. Vestía con una blusa blanca hasta arriba de dibujos abstractos, unos pantalones negros sencillos, como de traje, y un sombrero redondo del mismo color. Llevaba una corbata desajustada también negra, y una muñequera igual en el brazo derecho, acompañada por una blanca en el izquierdo. Su calzado era formal. En general daba una impresión peligrosa: seria pero extravagante en su justa medida. Le invitaba a estar alerta con ella cerca, y no tenía muy claro si venía de El Bronx o de Hollywood.

La tercera del grupo era una joven de cabello rubio platino. Llevaba un vestido rojo con escote que acentuaba su busto y se extendía hasta la mitad de sus muslos. Llevaba un cinturón de cuero negro con hebilla plateada y dos correas atadas en forma de equis por encima del vestido, y por debajo llevaba unos pantalones oscuros de látex. Sus zapatos eran de tacón. Sus ojos, negros como la noche, parecían vacíos y daban algo de miedo. Una goma roja ataba su pelo en una cola de caballo.

—La pelirroja se llama Nathel Ducos, la Ilustradora Definitiva. Es bastante conocida por hacer ilustraciones para libros, cómics y demás. Hay quienes opinan que su técnica no tiene parangón, pero muchos veteranos de la industria opinan que tarda demasiado en acabar sus trabajos. Si quieres mi opinión, yo creo que tienen miedo de verse superados por una amateur, y por ello la critican de forma tan vehemente. Por otro lado, la del pelo morado es Ojika Tsukishima. La primera mujer del país en pisar la llamada Meca del Cine. Es productora, directora y editora, y si todavía no ha actuado es porque los famosos hacen cola para aparecer en sus películas. Si aparece su nombre en alguna parte de los créditos, está asegurado que es marca de calidad.

Ultimate Illustrator: Nathel Ducos

Ultimate Filmmaker: Ojika Tsukishima

—¿Y la otra?

—Ese es el problema. Estuve hablando con ellas hace apenas unos minutos, y dice llamarse Ikami Kinkai, y no recordar su talento.

Ultimate ?: Ikami Kinkai

—Bueno, igual tiene amnesia… Quizá con tiempo recupere la memoria —intervino Megumi.

—O nos está intentando engañar. Hay algo en ella que me inspira desconfianza, si fuera vosotros tendría cuidado.

Y dicho eso, se fue, dejándonos a los cuatro con bastante mal cuerpo.

—¿Vosotros qué pensáis? —preguntó Tsuuya tras varios minutos de incómodo silencio.

—Que no merece la pena preocuparnos por eso ahora —respondió Saeki—. Lo primero que tenemos que hacer es salir de aquí a como dé lugar, luego ya nos ocuparemos de amnesias y falsas identidades.

—Yo no creo que nos esté tratando de engañar, la verdad… —intervino la cuidadora.

—Ni yo, pero sí es cierto que estamos en una situación bastante complicada y que debemos estar atentos —dijo Ugoki.

—Aunque hay gente que parece no ser consciente de ello todavía… —comentó el más alto de los cuatro, mirando al fondo del gimnasio, en dirección a la canasta de baloncesto.

Justo donde había dos chicos teniendo un uno contra uno de basket. Uno de ellos era sencillamente enorme: una masa de músculos de casi dos metros de altura, que vestía únicamente con una camiseta de tirantes rojiblanca y unos pantalones cortos blancos de deporte. Llevaba su cabello pelirrojo recortado casi al ras, decorado con motivos tribales realizados haciendo cortes más profundos. Sus ojos naranjas brillaban con furor, y parecía echar humo cada vez que respiraba. Sus piernas no habían conocido nunca una cuchilla. El otro era considerablemente más bajito y menos musculoso, pero también estaba considerablemente más moreno. Vestía tan sólo con un bañador azul sencillo, decorado tan sólo con el dibujo en blanco de la silueta de un tiburón en la pierna izquierda. A parte de eso, lo único que llevaba era unas sandalias y un collar de cuerda negro terminado en lo que parecía ser un colmillo. Su cabello, de color amarillo desvaído, parecía desgastado y quemado, seguramente por efecto de cloro y radiación solar. A pesar de estar sudando la gota gorda, sus ojos amarillos brillaban dando a entender lo mucho que disfrutaba el encuentro.

—Aunque no lo parezca —comentó Saeki—, ninguno de los dos es el Baloncestista Definitivo, ni nada por el estilo. La mole es Kenmei Oushi, el Culturista Definitivo. Se dice que tiene la fuerza física de veinte hombres. El otro es Ikisame Raimei, el Surfista Definitivo. Ha dominado olas que para muchos parecían imposibles, y dice que su próximo objetivo es remontar un tsunami.

Ultimate Bodybuilder: Kenmei Oushi

Ultimate Surfer: Ikisame Raimei

—Entonces… ¿Qué hacen jugando al baloncesto?

—Al parecer es su afición común, seguro que no tardan en hacerse amigos —comentó Megumi.

—Que, por cierto, hablando de amigos… Además del dúo deportista, tenemos también al dúo científico.

—¿Dúo científico?

—Sí —respondió Ugoki—. Además, menudos dos fueron a juntarse, nada menos que el Físico Definitivo y la Cirujano Definitiva. Ahí los tienes.

El ingeniero señaló hacia el centro de la sala con el dedo, donde Tsuuya encontró a dos personas que, a decir verdad, destacaban bastante.

Una pequeña chica pelirroja y un muchacho de cabello plateado brillante conversaban animadamente. Los ojos de la joven estaban cubiertos por su flequillo recto, mientras que los del chico resplandecían en un tono azul claro casi transparente, como el hielo. Su indumentaria consistía en una camiseta de manga corta de color azul oscuro, decorada únicamente con el dibujo de un copo de nieve algo más claro, ocupando todo el lado frontal de la misma. Sus pantalones eran vaqueros completamente normales. Con todo, sí había un elemento algo discordante en su vestimenta, y era un cable que surgía de su reloj, conectaba con su camiseta por la manga izquierda, y luego salía de la parte baja de la misma por la derecha para unirse a una especie de dispositivo cuadrangular en su cintura.

—¿Qué es eso que lleva ahí?

—Un regulador térmico —explicó el ingeniero—. De hecho, el reloj y la camiseta son parte de ello también. El doctor Samui es muy sensible al calor, así que utiliza ese dispositivo para que su camiseta siempre esté soltando aire frío hacia adentro.

—¿Doctor?

—Sí. Tiene nuestra edad, pero ya tiene tres doctorados: en mecánica cuántica, electromagnetismo y termodinámica.

Ultimate Physicist: Yukimaru Samui

—Y ella no es menos impresionante —declaró Megumi.

Tsuuya se fijó un poco más en la joven bajita. Su rostro había sido conquistado por las pecas, y sus ojos apenas se veían, pero se le veía verdaderamente feliz hablando con su compañero. Vestía lo que parecía ser un uniforme de instituto cualquiera, con su camisa blanca, su chaleco y falda granates, y su lazo, pero con el elemento extra de una bata de quirófano blanca salpicada de…

—¿Eso es sangre? —preguntó Tsuuya tragando saliva pesadamente.

—Probablemente lo sea —reconoció Megumi—. Kohaku ha realizado numerosos viajes a países de todo el mundo para aprender técnicas quirúrgicas de todo tipo. Dice que siempre lleva la misma bata a todos los sitios, así que es probable que llegó un punto en el que ya no se quitaba.

Ultimate Surgeon: Kohaku Chinori

"Eso quiero pensar yo también", pensó el rubio, y luego recordó que la cuidadora probablemente le estuviera leyendo la mente, aunque ella no dijo nada más.

—Se te ve bastante sorprendido… —dijo una vocecilla desde… ¿abajo?

Tsuuya bajó un poco la vista, sólo para descubrir a una chica de cabello cobrizo y ojos verdes felinos.

—¡¿Cuánto llevas aquí?! —exclamó, sorprendido.

—Llegó a la vez que yo, solo que no habló hasta ahora —dijo Saeki.

—¿De verdad no te diste cuenta? —preguntó Ugoki, mirándole de soslayo.

—A ver si vas a ser peor persona de lo que pareces… —dijo Megumi, sólo para recuperar su típica sonrisa en menos de un segundo—. Es broma.

—¿Pero por qué no dijiste nada?

—No quería interrumpir… —dijo ella con una risa avergonzada.

Bien visto, Tsuuya no sabía por qué no se había percatado de su presencia antes. Vale que no fuese muy alta, pero tampoco era tan bajita (debía medir alrededor de ciento sesenta centímetros). Vestía con un uniforme escolar azul y blanco, con el único plus de una diadema con orejas de gato coronando su cabeza. No es que llamase demasiado la atención, pero tampoco era para pasar desapercibida. De hecho, su cara le sonaba de algo…

—Espera, eres… ¿Ryūko Fukitsu? ¿La cantante?

—Ehm… ¿Sí?

Ryūko Fukitsu era la ganadora más reciente de un concurso de talentos para adolescentes muy famoso en la televisión japonesa. Fascinó al público y al jurado con su fantástica voz, y su primer sencillo, Neko Kawaii Desu Ne, fue disco de platino a nivel internacional. Sin embargo, la recordaba con ropa bastante más llamativa, aunque eso probablemente fuese sólo para actuar. No obstante, parece que la estética gatuna no era sólo para su yo público.

Ultimate Singer: Ryūko Fukitsu

—Así que la noticia de que ibas a entrar a la Academia de la Esperanza con el título de Cantante Definitiva resultó ser cierta —comentó Tsuuya—. Muchos decían que era fake.

—Pues aquí estoy… Lo que pasa es que no quise comunicarlo oficialmente para no causar mucho revuelo, pero parece que al final fue peor —comentó.

—Vaya… —"Es mucho más… despistada de lo que me esperaba de una famosa", pensé.

—Y bueno, ya conoces a todos los Estudiantes Definitivos —dijo Saeki—, exceptuándole a él, claro está.

—¿A él? ¿A quién se refiere?

—A Kiba Souzou —respondió Megumi—. Es un poco difícil verle si no le buscas, porque…

—En realidad, estoy justo aquí —dijo una voz justo detrás de Tsuuya.

—¡Ah! —el rubio gritó del susto.

—Perdona, perdona… No quería asustarte —se disculpó Kiba.

Tsuuya se giró para encarar al chico. Era algo más bajo que él, de pelo largo hasta los hombros y completamente enmarañado, de color negro, dejaba entrever alguna cana fugaz. Sus ojos, de color violeta claro, cambiaban constantemente de dirección a la que mirar, y su sonrisa torcida inspiraba bastante desconfianza. Llevaba una chaqueta de traje blanca y unos pantalones igual de formales del mismo color. La camisa de debajo era violeta clara, y la bufanda negra con toques del mismo color. Llevaba guantes negros en las manos, y lo que parecía ser un antifaz morado sobresalía un poco del bolsillo de su americana.

—Eres… ¿El Showman Definitivo, o algo así?

El chico se llevó dramáticamente una mano al pecho.

—Me ofendes. Aunque no lo parezca, pese a esta ropa tan llamativa que estoy llevando ahora mismo, soy el Ladrón Definitivo. Mi talento consiste en, bueno, te lo imaginas, entrar en sitios y coger cosas.

Ultimate Thief: Kiba Souzou

—¿Y no llamas un poco la atención yendo tan… de blanco?

El ladrón se encogió de hombros.

—¿Y si te dijera que mi último golpe fue en un circo y me camuflé fingiendo ser el mago? No hay tanta diferencia entre un ilusionista y un buen carterista, después de todo. A veces, cuanto más llamas la atención por un lado, más desapercibido pasas por otro. Si no, preguntadle a nuestra compañera fanática de las redes sociales —dijo mientras jugueteaba con el IPhone que llevaba entre las manos.

—¿En qué momento lo cogiste?

—Cuando Tsuuya llegó, me empecé a impacientar, así que fui a por él para que me persiguiera y estuviésemos todos aquí.

—Entiendo… —dijo el rubio con una gotita de sudor recorriéndole la sien.

—Estará aquí en tres… —dijo mientras miraba a su muñeca, en la que no había ningún reloj— Dos… Uno… ¡Ya!

Y como si la hubieran invocado, Ami abrió la puerta del gimnasio, y se dirigió directa a nuestra posición.

—¡Tú! ¡Carterista de poca monta! ¡Devuélveme mi teléfono!

—Todo tuyo —dijo el sonriente ladronzuelo.

Pero fue interrumpido.

—Bueno, ya era hora de que estuvierais todos. La espera se me estaba haciendo eteeeeeeeeerna. Más que ir a comer con mis primos, los pandas.

Era una voz chillona y aguda, como de niño pequeño. Sin embargo, tenía un cierto deje malicioso que puso completamente en alerta a todos los presentes.

—Ya es hora de hacer mi aparición estelar… Upupupupupupupupupupupu…

Las luces del gimnasio se apagaron de repente. Dos focos se encendieron, y empezaron a moverse descontroladamente, hasta detenerse en un mismo punto: la mesa de conferencias que había al fondo del enorme gimnasio. De repente, un hueco se abrió en la mesa y una figura saltó del interior. El agujero se cerró y la misteriosa silueta se puso en pie sobre la mesa.

Era un oso de peluche. La mitad de él era blanco y adorable. La otra mitad era negra, con una sonrisa macabra y un ojo rojo brillante.

—Estimados estudiantes de la refundada Academia Pico de la Esperanza, lamento informaros que ha habido un cambio de última hora en la dirección del instituto. Vuestro nuevo director es… ¡Yo mismo! ¡El único! ¡El inimitable! ¡El gran Monokuma! —comenzaron a sonar aplausos por todo el recinto—. ¡Es hora de que una nueva batalla entre la esperanza y la desesperación comience, damas y caballeros! ¿Quién ganará? ¡Lo sabremos cuando terminemos de escalar esta alta y escarpada montaña de cadáveres! ¡Que empiece el juego!


Hooola, buenass.

Pues aquí estamos, haciéndole un remake un poco mejor pensado a mi vieja historia de Danganronpa. ¿Qué pasará? ¡Lo sabremos en próximos capítulos!

PD: Para que nos aclaremos un poco, esta historia se sitúa entre Danganronpa 3 y Danganronpa V3. En qué punto exacto… Ya se verá.