¡Hola, hola! Es mi primera vez escribiendo para este fandom, no me había animado hacerlo antes pero aquí estoy. Para esta historia me inspiré en una telenovela que me fascinaba cuando era más joven, tomé algunos elementos de la trama y el resto es de mi cosecha. Espero que sea de su agrado.

Si ven alguna falta de ortografía, un hechicero lo hizo.


Capitulo 1: Aniversario, ruptura… ¿Nuevo amor?

Que labios maldecidos

Porque quieren dañarme

Si yo sin ti me muero

Mi vida donde estas

No me toquen ese vals porque me matan

Ella me lo cantaba

Como ella nadie más.

No me toquen ese vals – Julio Jaramillo.

No estuvo conforme hasta que el último azulejo del baño le devolviera su reflejo cual espejo. Sonrió, como pocas veces lo hacía, ante tan buen resultado. Nadie en cien kilómetros a la redonda podría decir que Levi Smith no era un consumado dueño de casa.

Compensaba su deficiente habilidad en la cocina con su excepcional talento para la limpieza. "Sin mí, esta casa se hundiría en la inmundicia" pensaba mientras ordenaba el desastre de las habitaciones de sus hijas. Su arraigada desconfianza en las personas ajenas a su familia impedía que el servicio doméstico se ocupara del aseo de los cuartos, además que no se fiaba que los criados limpiaran como a él le gusta. Solo aceptaba la ayuda de Petra, su fiel empleada de su entera confianza. Ambos unían sus fuerzas para hacer relucir la casa como diamante.

Sin embargo, tal esfuerzo diario no era muy valorado en el resto de los integrantes de la familia Smith. Erwin llegaba siempre agotado del bufete de cual era jefe. La casa limpia como templo o sucia como baño público, Erwin no lo notaria, esperaba al llegar su acostumbrada taza de café y se encerraba en su despacho para seguir trabajando. Qué decir de Frieda, la hija mayor, prácticamente se pasaba todo el día donde su novio. Historia, la menor, pasaba encerrada en su cuarto con su móvil pegado a los ojos, teniendo prologadas charlas con Ymir por Skype.

El matrimonio Smith descansaba en su cama King size. Erwin leía un libraco que a Levi se le antojaba aburridísimo y no prestaba atención a nada más.

-Erwin… no me has comentado que te parece los centros de mesa que escogió Petra para el aniversario. Te envié una muestra a la oficina ¿Lo viste?

-Eh, si, si, muy bonitos… - comentó someramente sin despegar la vista del mamotreto.

Levi no quedó conforme con esa respuesta tan tibia. Hizo una nueva tentativa para arrancar una opinión sobre la organización de su aniversario de matrimonio, del cual Levi se ha encargado prácticamente solo. No quería quejarse pero… le preocupaba lo poco implicado que estaba su esposo en el evento.

-Erwin… ¿Qué opción de platillo de entrada te parece mejor para servir?

-Cualquiera estará bien para mí.

-Ya, pero dime cual prefieres. Te envié las opciones por correo.

- Escoge tú. Lo que elijas me parecerá bien.

-Eso no es una respuesta, Erwin – replicó Levi, fastidiado. El susodicho cerró el libro de golpe, se sacó sus gafas de lectura y lo miró.

-Por favor Levi, no me incordies con tantas preguntas del aniversario ¿no ves que estoy agotado?

-No lo suficiente para leer ese libraco, eh.

-Me paso todo el santo día partiéndome el lomo, estudiando y resolviendo casos, leyendo documentos y litigando, créeme que de lo último que me preocuparía sería sobre el color de los manteles o de las flores para el centro de mesa. Con tantas cosas que hacer en el bufete…

-Entiendo, pero…

-Sabes, estoy cansadísimo, me dormiré. Mañana hablamos con más calma ¿si? – acto seguido apagó la luz y le dio la espalda a su esposo.

Levi suspiró, pesaroso.


Sentado en la cabecera de la mesa, Levi desayunaba… solo, para variar.

-¡Petra! ¿Es que nadie se va a dignar a bajar a desayunar?

-El señor Smith partió temprano a la oficina y fue a dejar a la niña Historia al colegio – reportó Petra.

- ¿Y Frieda?

-Ahí viene, señor Levi.

Con su negro y brillante cabello meciéndose al caminar, bajaba la hija mayor del matrimonio Smith. Era la más parecida físicamente a Levi, heredando su color de pelo y la palidez de su tez.

-Señorita Frieda, ¿Se le ofrece algo de desayunar? Hay un ommelette exquisito que preparó Nicolo, está para chuparse los dedos.

-No, gracias Petra, demasiadas calorías para un desayuno.

-Frieda, no puedes ir a la universidad sin desayunar –señaló Levi, un poco molesto por la creciente tendencia de su familia de salir lo más rápido posible de la casa.

- Tranquilo papá, tomaré algo ligero. Petra, porfa tráeme un jugo de naranja y unas tostadas.

-De inmediato, señorita.

Padre e hija masticaban en silencio. Levi no era un gran conversador, pero ese silencio lo estaba incomodando.

-¿Por qué el apuro, hija? Devoraste el desayuno, corrección, lo succionaste.

-Es que quedé de juntarme con Zeke –Levi alza una ceja – me va a ayudar con algunas materias que me cuestan, papá.

-Perfectamente te podemos pagar un tutor, Frieda, no tienes porque estar todo el día pegada a ese simio barbudo, mira que se puede aburrir de ti.

-¡Papá, por favor! Siempre estamos discutiendo por lo mismo. Sé que no te agrada Zeke, pero es mi novio te guste o no y tienes que respetarlo.

-No sé qué le ves a ese sujeto. No debe haber tocado una Gillette en su vida.

-¡Uy! Perdón porque Zeke no supera tus estándares de limpieza.

-¿No supera? Ni siquiera se acerca. – añadió Levi con desdén.

-¿Sabes? No importa, no pienso amargarme la mañana por esto. Adiós, papá –acto seguido, toma su bolso y se dirige hacia la puerta. Antes de tocar el pomo, recuerda algo y retrocede hacia el comedor.

-Se me olvidó decirte que Zeke será mi acompañante en la fiesta de aniversario.

-¡Sobre mi inmaculado cadáver!

-Demasiado tarde. Papá Erwin lo invitó y él ya confirmó su asistencia. Ahora sí, adiós. – lanzó un beso al aire y se marchó con una sonrisa triunfal.

-Eso está por verse –murmuró Levi para sí.


Eren estaba indignado y hacía notar su molestia ante cada paso que daba en la emisora. Despidieron a su compañera de programa para reemplazarla por alguien más joven y a la moda. Porque si, iban a añadir un segmento de moda y farándula con el fin de captar más audiencia. "Malditos, se vendieron al rating" mascullaba entre dientes. Claro, porque según sus jefes, los temas que él trataba (temas de denuncia y crítica social) eran "aburridos". No renunciaba no más porque tenía un querido ex esposo que religiosamente cobraba y exigía la pensión para la hija que tenían en común.

-¡Hey, Eren! ¡Eren! – lo llamó su jefe, Dot Pixis.

-Hola Pixis. – saludó Eren sin detenerse

-Deja fruncir el ceño, hombre, que te saldrán arrugas, o si no mírame, je je je.

-No tengo otra cara. He estado haciendo el programa yo solo toda esta semana.

-¿Todavía estás molesto por el despido de Riko? ¡Vamos, Eren! Mejora ese ánimo que te presentaré a tu nueva compañera. Es una belleza exótica.

- ¿Y eso que importa, Dot? Nadie la va a ver, esto es una radio si no te habías dado cuenta.

-Pero nosotros si la podemos ver – arguyó Pixis con voz sugerente. – Mira es ella. ¡Yelena, querida!

Eren estaba dispuesto a odiar a la reemplazante de Riko por solidaridad hacia ella. No obstante, al ver a la chica de corto cabello rubio mirando hacia todos lados con nerviosismo le hizo cambiar de opinión. Le recordaba a si mismo cuando entró a trabajar a la radio por primera vez.

Al ser interpelada, Yelena se levantó y se dirigió hacia ellos. Lo de belleza exótica le quedaba corto, bueno, todo le quedaría corto ante la tremenda estatura que ostentaba la mujer. Era tan alta como el padrastro de Eren, Keith Shadis, y eso era decir mucho, porque el hombre si que era alto. Eren se sentía como un umpa loompa al lado de ella.

-Yelena, te presento a Eren Jaeger – a la mujer le brillaron los ojos –trabajaran juntos en el programa.

-Gusto en conocerte Eren, espero que nos llevemos bien – estrechó su mano calurosamente. Tardó varios segundos de lo usual en soltarla.

-Quedas en buenas manos, querida. Eren hazle un tour a Yelena para que se familiarice con el lugar. Nos vemos. –Se despidió de la mujer con un beso muy cercano a la comisura de los labios.

-Vamos, Brienne, hay mucho que conocer.

-¿Brienne?

-¡Yelena! Perdón, soy pésimo con los nombres – se apresuró a decir Eren. Odiaba que su boca fuera más rápida que su cerebro la mayoría del tiempo.


-Ese Erwin es un aburridooo – exclamó Farlan al oír lo que le contaba Levi sobre los pormenores del aniversario.

-Eso desde siempre- acotó Hange, quien conocía al susodicho desde hace más tiempo por trabajar juntos en el mismo bufete.

Los tres inseparables amigos se reunían en el café de siempre para ponerse al día sobre sus vidas. El tema principal, era, claro está, el aniversario de matrimonio de Levi.

-Eso no es lo más terrible. Resulta que a Erwin se le ocurrió invitar al King Kong oxigenado a la celebración. ¿Lo pueden creer?

-¿Qué invitó a quién? –preguntó Farlan. Hange se desternillaba de risa.

-Pues al macaco ese que tiene Frieda por novio.

-¿Zeke? Si está más bueno que el pan ¿por qué lo odias Levi? –preguntó Farlan.

-No confío en él.

-Pero enano, ¡Si tú no confías ni en tu sombra! – dijo Hange entre risas. -¿Qué lo hace diferente al resto de la gente?

-Hay algo en él que no me gusta…

-La barba. – dijeron Hange y Farlan al unísono.

-Además de eso. No sé… siento que no es sincero al actuar, nunca nadie sabe, ni siquiera Frieda, que es lo que piensa, que opina. Es ambiguo y misterioso, como que esconde algo. No quiero sujetos así en mi fiesta.

-¿Qué vas a hacer entonces, Levi? Sabes mejor que yo lo testarudo que es Erwin. –dijo Hange.

-Ya veré el modo de convencerlo.

-Nada más fácil, Lev – dijo Farlan – Dile que no tendrán sexo hasta que desinvite al macaco.

-Erwin no me toca hace meses, no va funcionar. – afirmó Levi con desgana. Le avergonzaba admitir que Erwin no lo tocaba ni con un palo.

-¡NOO! ¡No puede ser posible! – exclamo horrorizado Farlan, quien no concebía que las personas se pasaran más de un día sin tener acción en el ring de cuatro perillas, como solía decir.

-Entonces estás más acumulado que premio de la lotería. Ahora entiendo el genio que te gastas, debes tener las bolas…

-¡No te pases Hange Zoe! ¿Me van a ayudar o se van a burlar de mí? – replicó Levi enojado.

- Ya, ya... vamos pensando en algo – dijo Hange.


La emisora Trost se caracterizaba por ser el principal medio de información durante muchos años gracias al compromiso de sus periodistas de entregar noticias relevantes y contingentes, de calidad; por buscar incansablemente la verdad sin importar incomodar a los peces gordos del gobierno y no temían denunciar las injusticias y generar debate.

La pérdida de audiencia en los últimos años, produjo una reestructuración de la radio. La gente ya no quería escuchar desgracias, calamidades y se decantaban cada vez más por temas livianos. Farándula, moda, chismes, eso es lo de hoy y eso es lo que radio Trost pensaba darles para reconquistar a su público.

El único programa con temas serios que estaba sobreviviendo a esta avalancha de cambios era el que conducía Eren Jaeger. Si bien toleró la inclusión de Yelena y la admisión de otros temas, logró que su programa conservara parte de su esencia, es decir, que se mantuviera la discusión de asuntos políticos, económicos y de denuncia social.

Después de que Eren y Yelena discutieran sobre el alza del transporte público y oyeran las opiniones de los radioescuchas, tocaba leer los saludos y tweets de la audiencia. Eren lo consideraba innecesario, pero era parte de los cambios introducidos por la emisora.

-Por último, Ana Lisa Melano nos escribe: "Me encanta su programa 3 3 un saludo desde Lomas Turbas". Gracias por escucharnos, Ana Lisa.

Suena la cortina del programa. Eren observa a una Yelena tratando sin éxito de ahogar una carcajada.

-¿Se puede saber cuál es el chiste? –preguntó Eren, sin comprender aun el motivo de las risas de Yelena y de Connie, el técnico en sonido.

Yelena trataba de decir algo, pero sus carcajadas eran más fuertes que su necesidad de comunicarse.

-¡Te bailaron sabroso, hermano! Jajajajaj – exclamó Connie.

-Bueno, allá ustedes. Me largo.

Yelena fue tras él entre espasmos de risa.

-¡Eren jajaj, esperjajajaj! – empezó a toser de manera convulsiva.

-¿Estas bien? – se acercó el hombre, preocupado. – siéntate aquí, iré por agua.

"Aaaah, es todo un caballero" A Yelena le costaba disimular la atracción que sentía hacia su compañero.

-Ya regresé.

La mujer iba a estirar el brazo para tomar el vaso de agua que le era ofrecido, pero en cambio recibió un chorro de agua fría que la paralizó. El brazo quedó extendido.

"Retiro lo del caballero" pensó. "Pero sigue siendo guapo"

-¿Qué es esto?

-Agua.

- ¡Lo sé! Quiero saber porque está en mi cara, Eren.

-El karma.

- ¡Que rencoroso, Jaeger!

-No es rencor, Yelena. Si te tomabas el agua te ahogarías más.

- ¿Qué, viste un capítulo de House y ya te crees médico? – pregunto risueña.

-Ja, ja, ja, no. Vi uno de Grey´s Anatomy.

- Tonto.

- Mi padre es médico, por eso lo sé. Bueno, ahora sí que me tengo que ir. Toca cuidar a la bendición.

- ¿No me vas a ofrecer algo para secarme la cara, por lo menos?

Eren revolvió entre sus bolsillos de sus pantalones. Sacó un pañuelo.

-Con devuelta, eh. – y se marchó dando zancadas.

Yelena sostenía ese trozo de tela como lo más valioso del mundo. Dio un gran suspiro.

"Si es un caballero después de todo"


Hange Zoe llevaba trabajando en el bufete de Erwin desde la creación del mismo. Graduados en la misma casa de estudios, Erwin la mandó a buscar apenas la mujer se tituló, pues quería contar con una de las mentes más brillantes de su generación, además que fuera de su plena confianza.

En ese mismo bufete conocería al que actualmente es su esposo, Moblit Berner, el único que soportaba estoicamente sus excentricidades. Y desayunar sushi era una de esas cosas. El dolor de estómago que sentía en estos momentos, mientras estudiaba un caso, le daba la razón a la advertencia de Moblit. El la miraba con preocupación.

-Cariño, ¿te pasa algo?

-Tengo a Jordan colgando del aro – y se fue corriendo cual Bolt en 100 m planos.

Llegó en tiempo record al baño de damas. Para su mala suerte, estaba fuera de servicio.

-¡Mierda, no!

Miró hacia el baño de hombres. Parecía que todos los varones se pusieron de acuerdo para hacer uso de los baños al mismo tiempo, porque no paraba de entrar y salir gente. Hange se mecía en sus pies tratando de contener las ganas de cagar y pensando en una alternativa que no fuera liberar a Willy a vista y paciencia de los abogados del bufete

"¡Los baños en la oficina de Erwin! Casi nadie los ocupa. ¡Hange, eres una genio!

Y con un sigilo que enorgullecería a la pantera rosa, la mujer se escabulló a los servicios higiénicos.


-… y debe estar dormida antes de las diez. ¡Ah! Nada de comida chatarra… ¿Me estas escuchando, Eren?

-Reiner, ya te pasé el maldito cheque, no entiendo porque sigues acá hablándome sobre cómo cuidar a mi propia hija.

-Es que es ese el problema – replicó Reiner – No sabes cuidar a tu propia hija ¡Ni siquiera sabes cuidar de ti mismo! – exclamo, mirando a su alrededor la entropía en su máxima expresión en el departamento de su ex esposo.

-Mira, Reiner. No seré Mary Poppins, pero a Gabi no le ha faltado ni techo, ni comida ni diversión mientras ha estado bajo mi cuidado, que te quede claro.

-¿Le llamas cuidado el quedarse hasta las cinco de la mañana jugando Fortnite?

-Está bien, está bien. No vamos a jugar Fortnite. Para tu tranquilidad vamos a jugar Clash Royal ¿Te parece?

-Eres imposible, Eren. Créeme que serías la última persona en el planeta a la que encargaría el cuidado de Gabi. No seguiré malgastando mi tiempo aquí. Adiós cariño – dijo, dirigiéndose a su hija.

-¡Adiós papi! – dijo una voz que se oía desde el baño.

-Qué te vaya bien con el kilómetro parado. – dijo Eren zalameramente.

Se escuchó un portazo como despedida.

Eren compuso una cara de alivio.

Su relación con su ex esposo no era la mejor. Las circunstancias de su separación fueron caóticas y muy dolorosas para el periodista. Le profesaba un sincero amor a Reiner, afecto que acabó al descubrir que este lo estaba engañando con otro. Luego partió una ardua lucha por la custodia de la hija que tenía en común, Gabi. Lucha que por cierto perdió, ya que como señalo Reiner, Eren era incapaz de cuidar de sí mismo. En el departamento reinaba el desorden: ropa tirada por todas partes, libros desparramados, juguetes tirados, etc., etc. El único lugar decente era el baño. Con esos antecedentes, sumados a su aspecto desaliñado, inclinaron la balanza en favor de Reiner. Así, el periodista solo obtuvo visitas los fines de semanas y una tarde que otra que se quedaba cuidándola cuando su ex suegra Karina no podía hacerlo.

Abrió el refrigerador.

Nada.

Si se le puede llamar nada a una pujante colonia de hongos que habitaba lo que antes había sido un tomate.

-Papá ¿Qué hay de comer? – preguntó Gabi, tratando de mirar por sobre el hombro de Eren.

-Nada que un ser humano pueda comer sin contraer una gastritis.

-¿Little Caesar? –preguntó la niña.

-Little Caesar – confirmó el padre.


Padre e hija llegaron al departamento con sus estómagos llenos y los dedos grasientos de tantos trozos de pizza que engulleron. Ambos lucían unas diademas de cartón que simulaban ser las de un emperador romano.

-Si tu papi pregunta, dile que comimos una ensalada césar. Ni se te ocurra mencionar que fuimos al Little Caesar – aleccionó Eren a la pequeña Gabi.

- Si, pa. Me iré rodando al baño, tengo que hacer del 2 – dijo la niña sobándose la pancita.

Eren tomó su laptop y se echó al sofá. Le dedicaba un rato todos los días para avanzar en su libro, que esperaba publicar pronto. Se asesoró con sociólogos, historiadores, otros colegas; se aprovisionó y consultó mucha bibliografía que estaba desparramada en su sala para armar su escrito y sostenerlo con bases fidedignas. El tema era sensible y molestaría a más de alguien, pero eso era una razón más para publicar su libro.

El timbre interrumpió la corriente de ideas que fluía de sus dedos. Eren con esfuerzo se levantó (las pizzas le había pasado la cuenta) y abrió la puerta.

-¡Armin! ¿Pero qué te pasó?

Un hombre más bajo que él, de cabello rubio hasta los hombros y grandes ojos azules, entró sin saludar, arrastrando los pies. Emanaba derrota.

-Me han asaltado por enésima vez, Eren. Ah, hola Gabi.

-Hola tío Armin. Mi papi no le gusta que juguemos a Fortnite, así que jugaremos a Clash Royal.

-¡Un momento, señorita! Tiene que terminar sus deberes – amonestó Eren.

- Pero papaaaaaáááá, es muy aburridoo. Además me cuesta matemáticas y lo sabes.

-Mira, metete a Youtube y en vez de escuchar a tus chinos, buscas a Julio Profe y problema solucionado. Literalmente.

-Está bien. Y no son chinos, son coreanos. – se marchó a su habitación para tratar de hacer su tarea.

Los adultos estaban sentados en la isla de la cocina, tomando un café. Armin le contaba los detalles de su asalto numero mil.

-… como no encontraron nada de valor o que se pueda reducir en el mercado negro, el sujeto me golpeó.

-Armin, no puedes seguir así.

-He concurrido todas estas veces a la policía. Pero ya no me toman en serio.

-Ja, esos tipos no pescan ni un resfriado. Siempre están del lado del poder. Si hubieras sido hijo de algún político, créeme que hasta escolta te colocan y atrapan al ladrón en cuestión de horas. Pero no, un ciudadano de pie no tiene esos privilegios. Pero si eres vendedor ambulante… ¡se te abalanzan como carroñeros! Porque para ellos es más grave vender choripanes en la calle que los asaltos. No nos protegen y más encima nos roban ¡Cuantos millones no se han embolsado ilegalmente esos sinvergüenzas!

-Estabas trabajando en tu libro ¿verdad? – adivinó Armin tras la apasionada perorata de su mejor amigo.

-No puedo evitarlo. Esto me emperra demasiado, Armin. La próxima vez puedes que termines muerto.

-Lo sé y he estado pensando en algo para evitar que pase lo peor. Por eso vine a preguntarte si conoces algún lugar bueno donde enseñen defensa personal. Recuerdo que Mikasa y tú asistieron a una academia o algo así.

-A pocas cuadras está el dojo de los Leonhardt. Es muy bueno, Mikasa estuvo entrenando allí antes que el Cara de Caballo se la llevara lejos. El señor Leonhardt ha sido campeón regional de judo 5 veces consecutivas.

-Suena bien… pero preferiría algo más privado. Sabes que apesto en deportes y quiero evitarme la mayor cantidad de humillaciones posibles.

-Tienen clases individuales, pero tienes que pagar más.

-Lo que sea para que ya no me asalten o me manoseen viejos lesbianos. Esos son los peores.


Tras liberar, no a un willie, si no al equivalente a tres, Hange se prestaba a retirarse muy ufana por su hazaña. Moría por contarle a su esposo que hizo del dos en el baño de hombres sin ser descubierta. Alegre por la perspectiva de contar una entretenida historia, se lavaba las manos canturreando una melodía de una canción de moda.

-No me acuerdo, no me acuerdo. Y si no me acuerdo no pasó, eso no paaasoooó.

Un aroma de dudosa reputación le recordó que no había despachado a sus Willies, a los que dicho sea de paso, los bautizó como Bruce Willis, por los duros de cagar. Entró al cubículo para darle una digna despedida cuando se obligó a encerrarse en él.

Dos inesperados usuarios ingresaron al lugar. A Hange le tocaba esperar a que estos tipos realizaran sus necesidades fisiológicas para poder salir sin ser advertida por ellos. Así que se subió al retrete y medio encorvada para que no se asomara su cabeza, esperó.

Casi se resbala por la sorpresa. Conocía muy bien esas voces. Y lo que estaban haciendo no era precisamente cagar. Porque nadie gime sensualmente ni aplaude mientras evacua ¿verdad?

Sus nudillos estaban blancos por la fuerza que hacía para afirmarse de las paredes del cubículo. Solo quería desvanecerse y se lamentaba que la taza del baño en la que estaba arrimada no fuera una entrada al Ministerio de Magia.

Cuando los caballeros terminaron la faena, Hange se dejó caer como manteca derretida. Le tomo unos minutos regularizar su respiración y a duras penas llegó a su despacho.

-Amor, te tardaste mucho, ya te iba a ir a buscar. ¿Estás bien? – preguntó solicito Moblit – Hange, estás pálida. Dime algo por favor. – suplicó ante la falta de respuesta de su mujer.

Hange parecía en estado de shock. Sus ojos estaban muy abiertos y casi no parpadeaba. Caminaba como una autómata.

-Cariño, mejor tomate la tarde para que descanses. A la tarde te acompaño al médico. No te preocupes, le explicaré a Erwin.

La mujer pareció reaccionar ante el nombre de su jefe. De golpe volvió su energía, tomó su bolso enérgicamente y se retiró rápidamente, sin explicación.


El bar Liberio se transformó de un tiempo a esta parte en una especie de meca para los fanáticos del baseball, un antro para los gamers y una guarida para geeks y otakus, desde que el nuevo dueño tomó las riendas del negocio. Fue la última voluntad de Tom Xavier que Zeke Jaeger (en ese entonces estudiante de medicina) heredara el lugar y continuara su legado.

Y así fue. Añadiendo a los sábados donde sagradamente trasmitían la liga de baseball, se incluyó los viernes de karaoke y para el resto de los días, Liberio se transformaba en anfitrión de torneos de juegos de todo tipo y sede de juntas para los fanáticos de la animación japonesa. Zeke sabía que el señor Xavier estaría orgulloso del éxito de Liberio, que era lo que quería para el negocio.

Comenzaba a sentirse el flujo de gente que señalaba que Liberio cobraba vida una noche más. Yelena se dirigía al segundo piso con la seguridad de quién conoce el terreno en que se está moviendo. Abrió la puerta con la confianza de ser siempre bien recibida.

-Deberías decirle a Porco que aprenda a tratar a las damas – se quejó Yelena ante el hombre sentado en el escritorio con los pies encima de este.

-Solo está haciendo su trabajo, no seas dramática.

-Solo decía – dijo encogiéndose de hombros y tomando asiento en un sofá.

-¿Qué se te ofrece, Yel?

-Un choco – ron, sin hielo please.

-No te preguntaba por algo de tomar. ¿Qué necesitas?

-¿Es que no puedo visitar a mi mejor amigo y ex crush a su antro? – Zeke la miró escéptico. – A ti no te puedo engañar, necesito un favor enooorme y solo tú puedes ayudarme.

-Sabes que cuentas conmigo para lo que sea ¿Y qué es eso de ex crush? ¿Ya me cambiaste por otro? –preguntó risueño.

-Para perjuicio de tu ego, en mi nuevo trabajo conocí a un papazote diez mil veces más guapo que tú ¿Cómo la ves?

-Eso no lo creo mi querida Yel. ¿Qué tal si bajamos y me cuentas? – le sugirió. Rodeó el hombro de Yelena y ambos se dirigieron a la salida.

-¿Esa invitación incluye al choco ron?

-Claro.

-¿Por cuenta de la casa?

Zeke se detuvo a mitad de la escalera.

-Está bien, está bien, no me des nada. Como que ya se me está olvidando lo que te iba a contar… si tan solo…

-Sí, mujer, el trago va por cuenta de la casa – se sentaron a la barra. –Pieck, dale un tónico para la memoria a esta señorita y para mí una cerveza.

-Un choco ron y una cerveza a la orden, jefazo.

-¿Cómo van los estudios, Pieck? –preguntó la mujer alta dando un sorbo a su brebaje.

-Me queda un examen y soy libre como Elsa. – contestó la chica.

-Pieck es la más brillante de su generación. Será una gran médico.

-Nunca seré tan buena como tú – replicó Pieck. –Cuando vuelvas nos darás una paliza en los exámenes, estoy segura.

-Que no se te olvide Pieck, que para los señores Jaeger, Zeke ya les está dando una paliza a todos ustedes. –recordó Yelena.

-Ya, ya, basta de hablar de mí y cuéntame sobre tu nuevo crush que según tu es más guapo que yo.

-¿Hay alguien más guapo que el jefe Zeke? Si es real debe valer una fortuna. – comentó Pieck.

-Si lo vieras, Piecksie… se me cae la baba como Homero ante una rosquilla. Pero que digo... ¡Velo con tus propios ojos!

Desde su Smartphone, la mujer mostró una foto de un hombre de una larga cabellera castaña que le llega hasta los hombros, una insipiente barba y unos enormes y preciosos ojos color verde enmarcados en unas gruesas cejas que le daban carácter. La estudiante y barista examinó detenidamente aquel rostro, como si buscara algo en él. Luego miró a Zeke.

-A ver, déjame ver, Yel. – pidió Zeke impaciente.

-¡Que impaciente te has vuelto con los chismes! Pareces vieja bisagra.

-¿Vieja bisagra?

-Si no estás en la puerta, estas en la ventana. Dicho de otro modo, chismoso.

-Gajes del oficio, mi querida Brienne.

-Él también me llamó Brienne – dijo suspirando. –Es guapo, educado y le gusta GoT...

- Muéstramelo, quiero saber que tanto le ven ustedes a ese tipo.

- Pero primero me tienes que hacer el favor que te voy a pedir, que para eso vine.

-Ya, dime que quieres.

-Consígueme una entrevista con tu suegris.

- ¿Con Erwin?

-Sí, con él. Eren y yo necesitamos entrevistarlo para nuestro programa…

-¿Eren?

-SI, mi nuevo crush ¿Es que no me estas prestando atención? Te dije que es mi compañero de trabajo.

-Verdad, verdad.

-Nuestras cabezas van a rodar si no conseguimos al menos una cuña, así que te imploro que me ayudes.

-Mira, el sábado ceno con él. Le preguntaré ¿Te sirve?

-¡gracias, gracias, gracias, gracias! – Se abalanzó la periodista con eufórica gratitud –Me largo que mañana madrugo. Zekey, eres el mejor.

-No me agradezcas tanto, que aún no hablo con mi suegro.

-¡Adiós Pieck! – se marchó a paso ligero. Se había sacado un enorme peso encima.


Después del cierre del local, Pieck se acerca a su jefe. Una idea inquietante estuvo rondando toda la noche en su cabeza. Carraspeó.

-Jefe…

-¿Qué pasa Pieck?

-Ya hice la cuadratura de la caja.

-Muy bien Pieck – la chica se quedó quieta.

-¿Quieres informarme alguna otra cosa? –preguntó Zeke al notar la vacilación de la muchacha.

-Conoces a Eren ¿cierto?

-¿Qué te hace pensar eso?

-No soy tonta ni mucho menos ciega.

-Creo conocerlo. No estoy muy seguro.

No mentía. Eren era un nombre familiar, mejor dicho el nombre de un familiar al que no veía hace años. No podría afirmar si seguía siendo el mismo de ese entonces.


-¡Hange! Me tienes preocupado, mujer. No me digas que el bobo de Mou te sigue jodiendo con eso de tener hijos. – dijo Farlan a modo de saludo.

Una Hange muy agitada citó de emergencia a Farlan en el café de siempre. Su voz sonaba desacostumbradamente alterada, sin ningún atisbo de la afabilidad que la caracterizaba. En persona no se veía mucho mejor: lucía pálida y revolvía compulsivamente su té Chai latte.

-Todavía no llega Levi, con lo quisquilloso que es con la puntualidad.

-No esperamos a Levi, Farlan. Él no puede saber esto… por ahora.

Le narró a Farlan lo que vio en su aventura en el baño de hombres. El acto en sí no era traumático, sino más bien, la conversación post coital que sostuvieron los dos amantes fue lo que impresionó a Hange, porque sugería que existía entre ellos algo más que un acostón.

-¿Cuándo vas a dejar a Levi?

-No es fácil, Mike. Tengo que hallar el momento oportuno. No es algo que pueda soltar así no más.

- Has estado buscando ese momento hace tres años, Erwin ¿Cuánto más he de esperar?

-Es complicado…

-No lo es. Mírame, por fin pude ser sincero y me separé de Nanaba. No sabes el alivio que siento… vivir nuestro amor sin secretos, sin mentiras ¿no te encantaría estar así?

-¿A qué precio? Tu ex mujer no te deja que te acerques a tus hijos.

-Mi caso es diferente. Tus hijas ya son mayores, Levi no tiene influencia en ellas así que no las vas a perder.

-Dame tiempo. No puedo darle a Levi esta noticia a días de nuestro aniversario.

-¿Es que piensas celebrarlo? Eres un cínico, Erwin Smith.

-¡Es un maldito hijo de puta! – exclamó Farlan, dando un puñetazo en la mesa haciendo saltar las tazas. -¡Le iré a dar una paliza tal que se arrepentirá de haber nacido!

-¡Cálmate Far! Necesito tu consejo, no sé qué hacer. Los dos son mis amigos.

-¡Obvio que hay que contárselo a Levi!

-¿Pero a días de su aniversario? Eso lo va a destrozar.

-¡Con mayor razón hay que decírselo lo antes posible! No puedo permitir que mi mejor amigo haga el ridículo viviendo una mentira. Levi no se merece esto.

-Tienes razón. Todavía me cuesta creer todo esto… tenía a Erwin en un pedestal… como pudo ser capaz de esa iniquidad…

-Para que veas que uno no termina de conocer a las personas. Ahora te toca la parte más difícil: contarle a Levi. Yo lo haría, pero es sabido lo mal que me cae Erwin así que mi palabra no tendría mucho valor como la tuya.

-No Far. No pienso entrometerme en asuntos de pareja. El que tendrá que decirle la verdad va a ser Erwin y me encargare de que así sea.

-¡Lo vas a poner de sobre aviso! Tendrá tiempo de fraguar una mentira más o menos convincente.

-No lo hará. Si se niega a confesarse, yo misma le revelaré lo que vi a Levi.

-No me convence el plan…

-Tienes mi permiso de extirpar el pene a Erwin a patadas.

-Mucho mejor.


Si había algo que Levi odiara más era el hecho de hallar su desengrasante favorito, Mr. Musculo, en el anaquel más alto del supermercado. Estampó su correspondiente reclamo, habló con el supervisor y no hubo caso: se rieron en su cara.

-Pero señor, aunque coloquemos el producto más abajo de igual modo le va a costar alcanzarlo.

-Que va a saber usted, colóquelo a donde lo alcance.

-No se puede señor, no insista.

-No me marcharé sin comprar el Mr. Músculo – se cruzó de brazos obstinado.

-Le propongo algo, señor. Tenemos en oferta un banquito muy firme…

-¿Para qué quiero yo un banquito? Vine por un desengrasante.

-Y lo va a obtener, si compra el banquito que le ofrezco…

Y quedó vetado de ese supermercado para siempre. No se arrepintió de la patada que le propinó a ese impertinente supervisor, que se sepa que de Levi Smith nadie se puede burlar.

Así, se vio en la obligación de ir a otro supermercado, lejos de su barrio puesto que los otros establecimientos cercanos a su casa se negaron a atenderlo.

Entró a ese mercado que tenía a un elefante como logo y se fue directo al pasillo de los implementos de aseo. Ahí estaba su Mr. Músculo, el último de su especie que pedía a gritos ser comprado ¡Y no estaba tan arriba! Levi decidió que le agradaba este supermercado del elefante, sí pensaban en sus clientes de menos de un metro sesenta.

Se puso de puntitas para tomar el codiciado producto. Su mano solo atrapó aire. ¡El condenado estaba al fondo del anaquel!

-¡Señor que hice para merecer esto! – estaba exasperado. Tantos supermercados que lo rechazaron para encontrar uno que no lo hacía y que más encima tenía al último Mr. Musculo fuera de su alcance. Era el karma. Antes no tenía ese problema.

"Claro, porque Erwin era el que alcanzaba al Mr. Musculo por mí. Ahora no me da ni la hora"

No llevaba ni cinco minutos lamentándose cuando apareció lo que parecía ser su salvador. Un tipo de metro ochenta, cabello desaliñado con pequeñas trenzas atadas a horquillas de colores chillones, se acercaba dónde estaba él. Seguramente lo vio tratando de alcanzar el desengrasante y se acercaría a ayudarlo. Con facilidad tomó el producto y Levi ya estaba tendiendo la mano y preparándose para agradecerle, cuando el sujeto le dio la espalda y gritó:

-¡Gabi! ¿Es este el que dices que saca las manchas de grasa?

Desde la otra punta del pasillo, una niña responde:

-¡Si papá, es el mismo!

-¡Trae el carrito!

El tipo nunca tuvo la intención de ayudarlo. Decidió tomar cartas en el asunto.

Carraspeó. El hombre se volteó.

-¿Si?

-Ese Mr. musculo que tiene en la mano es mío.

-No señor, es de quien lo compra. Y yo soy ese "quien" que lo va a comprar.

-Pero yo lo vi primero.

-De acuerdo. Pero el que lo tiene en su poder soy yo.

-Eso está por verse – amenazó Levi.

Se abalanzó hacia el hombre para arrebatarle el dichoso desengrasante, esperando tomarlo por sorpresa. Mas no contaba con la terquedad del sujeto, que obstinado, no soltaba el producto.

-¡páseme a Míster Musculo, Boy George de cuarta!

-¡Ni en sueños, pitufo gruñón!

-¡COMO DICE QUE DIJO!

Levi lanzó "la mirada", esa que te advierte que debes huir rápidamente si no quieres asumir las consecuencias. Esa mirada a la que Zeke Jaeger le tiene un temeroso respeto. Lamentablemente estaba frente a un sujeto o muy estúpido o muy temerario, porque ni siquiera se inmutó, es más, le dio fuerzas para seguir forcejeando.

-¡PITUFO GRUÑON Y ADEMÁS SORDO!

-Es que usted no tiene temor de dios… – se arremangó la camisa, preparándose para darle una dolorosa lección. Nadie se había atrevido a tanto ni ha vivido para contarlo. El hecho que le recalcara su baja estatura tenía el mismo efecto que cuando a Marty Mcfly lo llamaban gallina. Se emputecía como nunca.

La ira cegó tanto a Levi, que no se percató que había soltado a Mr. Musculo, dándole la posibilidad a su contrincante para escapar.

-¡Corre Gabi, correeee! ¡A las cajas, a las cajas!

La niña, quien había estado mirando (y grabando) la escena, tomó el carrito y lo empujó con todas sus fuerzas. Su padre fue a alcanzarla, con Míster Músculo bien agarrado en su brazo derecho.

Así dio comienzo una persecución que nadie habría de olvidar, porque internet no perdona, y la gente no olvida cuando se trata de virales o memes.

-¡Papá, ten cuidadoo! –advirtió Gabi.

Lo que a continuación sucedió ni los mismos físicos, ni siquiera el mismismo Albert Einstein lo podrían explicar. Lo que se creía que era un mito, un chiste o una vana amenaza, ocurrió ante la atónita mirada de la gente y de los Smartphone que filmaron aquel fenómeno.

Una chancla, a una distancia imposible, fue lanzada como proyectil a una velocidad de una bala y golpeó certeramente en la nuca del fugitivo, derribándolo.

Levi se acercaba al hombre caído, cojeando pero victorioso, para arrebatarle el botín. Ese Mr. Musculo tenía que ser suyo a como dé lugar. Levi siempre ganaba, no conocía la derrota ni pensaba hacerlo.

-Ahí quedaste, Tarzán anoréxico. Te pedí por las buenas que me entregaras a Mr. musculo, como te negaste no me dejaste opción. No aprendes con palabras, con chanclazos espero que te quede claro que los modales hacen al caballero. – se agachó para coger el codiciado desengrasante. Ya lo tenía en la punta de sus dedos cuando…

-¡Alto ahí loca! ¡No permitiré que se salga con la suya! – increpó la niña.

Como toro en un rodeo, se dio impulso con el carrito de las compras, subiéndose a él como si se tratara de una patineta.

- ¡esto va por ti, papá!

Y embistió a un atónito Levi.

-¡TATAKAEEEE!

El carrito agarró vuelo y se dirigía directo hacia Levi. Si no se hubiera apartado a tiempo habría terminado por ser atropellado. Como sus reflejos seguían tan buenos como en su juventud, logró apartarse en el último segundo, lo que produjo que el carrito siguiera su inevitable trayectoria hacia la pirámide de papel higiénico y lo derribara, con niña incluida, como si fuera unos pinos de bowl.

La aventura pudo haber concluido allí, pero los tres armaron un alboroto semejante que llamaron la atención de los guardias. Se apersonaron en el lugar, sacando a Gabi que estaba enterrada en montañas de paquetes de papel higiénico, llevándose a Levi y a un Eren (porque si, se trataba de él) todavía medio aturdido por la chancla.


Los tres escandalosos estaban encerrados en un cuartucho, vigilados por un guardia que no hacía nada más que devorarse una caja de donas.

-Ya les dije, no saldrán de aquí hasta que los vaya a buscar alguien. – dijo mientras se lamía el glaseado en sus dedos.

-No hable con la boca llena, es repugnante. – le espetó Levi, asqueado ante dicha falta de educación y decoro.

-Mis disculpas, Cenicienta –respondió el guardia con un falso tono educado.

-¡Como dice que dijo! – se levantó para enseñarle de modales a golpes, pero una mano lo retuvo.

-No lo empeore más – dijo Eren. Lo obligó a que tomara asiento en la banca de madera donde estaban hace más de una hora.

-Papá, llamemos a papi Reiner para que nos saque de aquí. –pidió Gabi.

-Ni hablar. Te sacará a ti y me dejará que me pudra aquí. Y tendrás que despedirte del Fortnite, del Clash Royal y de tus chinos, porque tenlo por seguro que papi Reiner te quitara todo eso…

-No dije nada.

Guardaron silencio.

-Oiga ¿usted no piensa llamar a nadie? – le preguntó Eren a Levi.

Claro que lo había pensado, pero termino desechando la idea. Erwin de seguro no podría ir por él, Frieda estaría con su novio, Hange se burlaría de él hasta el fin de los tiempos y Farlan… seguramente se distraería con el hippiento con el que estaba encerrado, porque, no lo admitiría en voz alta, el condenado era muy, pero muy atractivo.

-No hay nadie que me ayude en estos momentos. – sí, tenía a Petra, pero no quería que lo viera en esta bochornosa situación.

-¿Papá, y el tío Armin? –sugirió Gabi.

-No contesta.

-¿Y la tía Isabel?

-Me mandó a freír monos.

-¿Y si llamamos… a Berthold?

-¿Al kilómetro parado? ¡Antes muerto que recibir su ayuda!

-¡Papá no seas orgulloso!

-No me importa. No lo llamaré, no y punto. Y cuando digo punto, es punto – dijo Eren, cruzándose de brazos.

Otra media hora pasó entre caras aburridas y el silencio que era roto por las risas porcinas del guardia que mataba el tiempo mirando memes.

Gabi tenía que salir de allí. En pocas horas sería él come back de sus idols favoritos y no quería perdérselo. La batería de su celular había muerto, estaba desesperada. Tenía que hacer algo, y pronto.

Se acercó a los adultos y les susurró un plan:

-¿Quieren salir de aquí, cierto? – ambos hombres asintieron.

-¿Qué propones mocosa?

-Yo distraeré al guardia. Mientras, usted lo aturde con la chancla y tu papá, le quitas las llaves.

- Hecho. Hagámoslo.

Gabi inspiro fuerte para meterse en su papel de niña llorona. Cayó al suelo y comenzó a retorcerse como lombriz, abrazando su estómago.

-¡AYAYAYAY! ¡Me duele muchooo, buaaaaaaa, mi pancitaa, dueleee! –empezó a berrear para dar mayor realismo a la escena.

-¿Qué pasa, niñita? – se acercó el guardia y se acuclilló para examinarla. Ahí donde Levi entró y con un golpe de chancla de corta distancia, lo dejó fuera de combate. Eren sustrajo las llaves que estaban atadas al cinturón y obtuvieron la ansiada libertad.


-Excelente. Otro supermercado al que no podré entrar – se quejó Levi que caminaba rengueando a falta de su chancla, que quedo como cuerpo del delito. Los tres fugitivos dirigían sus pasos hacia el estacionamiento

-Pero zafamos y es todo lo que importa. No tuvimos que humillarnos llamando a alguien después de todo. –dijo Eren.

-Tienes razón, eh,…

-Antes de que se le ocurra algún extraño apodo, le informo que me llamo Eren. No Boy George de cuarta ni Tarzan anoréxico, si no que Eren.

-Y yo soy Gabi, no mocosa. – acotó la niña.

-Sí, si, como sea. Lamentablemente no puedo decirles que fue un placer conocerlos. Espero que no nos encontremos jamás en un mismo supermercado. Adiós. –se marchó en dirección a su auto con dificultad de caminar con solo un zapato.

-¡Espere! No nos ha dicho su nombre. Dudo que prefiera que lo llame Pitufo Gruñón.

Levi se crispó ante la mención de tan odioso apodo. Como ya tuvo suficientes peleas por el día de hoy, optó conservar su chancla y responderle al tal Eren:

-Keti.

-¿Keti? –preguntó extrañado. Jamás había oído ese nombre y eso que ha conocido bastantes nombres raros.

-Ketimporta –y se retiró con el cuerpo erguido y la frente en alto, una salida digna de quien tuvo la última palabra.

A sus espaldas escuchó como se carcajeaba la mocosa a expensas de su padre y tuvo que reprimir la risa.

-¡Oiga, Pitufo Gruñón! ¡Los de segundo grado piden de vuelta su chiste! – contesto Eren, cabreado. Muchos de sus cercanos lo describían como mecha corta o como pasto seco, por lo rápido que se sulfuraba. Esta vez no sería la excepción, pero supo controlarse.

-¡Hey, señor Keti! –le habló Gabi tras recuperarse de la risa. –Mire lo que tengo.

Se volteo a ver qué era lo que tenía esa mocosa.

OMG

¡Era su Mr. Musculo!

-¡Maldita mocosa! – iba a perseguirla para arrebatarle el producto, pero tanto ella como su padre fueron más veloces. Ya se habían marchado en su auto, levantando polvo al pasar.


Fue un pésimo día. Lo vetaron de tres supermercados, en el cuarto no podrá volver a poner un pie, se quedó con una chancla menos y sin su preciado desengrasante. ¿Qué más podría salir mal? Levi consideró que ya tuvo suficiente por el resto del año. No sospechaba siquiera que un día que empezó mal, se volvería el peor de su vida.

Se bajó de su auto para comenzar una incómoda odisea hacia el pórtico de su casa. No alcanzó a dar un paso cuando una voz lo interpeló.

-¿Señor Levi? ¿Se acuerda de mí?

Una mujer alta (para la envidia de Levi) de cabello platinado con corte pixie era la dueña de esa voz. Sostenía de su brazo una cartera carísima y lo miraba con una extraña mezcla de tristeza e indignación. Levi buscó en su memoria el nombre de ese rostro que le parecía levemente familiar.

-¿Señora Zacharius? –recordó haberla visto en uno de los tantos cocteles que celebraba el bufete, acompañando a uno de los abogados que trabajaban con Erwin.

-Lo era hace tres meses. Ahora solo soy Nanaba Grice. ¿Puedo hablar con usted?

-No quiero ser grosero, pero tuve un día de mierda y no estoy para ser pañuelo de lágrimas de nadie.

-Por favor. Será solo unos minutos.

-Ya le dije que no. Apenas puedo lidiar con mis problemas para que pueda cargar con los problemas ajenos.

-Se equivoca –lo contradijo Nanaba. –El problema lo involucra a usted tanto como a mí. Pero si prefiere que le sigan viendo la cara de estúpido, no lo molesto más. – E hizo el ademán de retirarse.

-Espere. Hable.

-Seré breve. Tu marido es amante de mi ex.

-¡Estas de broma! Erwin sería incapaz de hacer algo como eso. – replicó incrédulo.

-Dime ¿Hace cuánto que no salen los dos solos a citas románticas? ¿Hace cuánto no hacen el amor?

-No tengo porque responderte eso, es privado.

-Tengo una amiga que trabaja en el bufete y ella los vio besándose en la oficina.

-Eso no prueba nada. Pudo ser un desliz.

-Eso quise creer yo también. Pero no estaba tranquila. – de su bolso extrajo un sobre blanco y se lo tendió a Levi. – Pensaba hacértelo llegar de forma anónima, sin embargo, pienso que mereces saberlo por boca de alguien que ha sido víctima. Que esté bien, señor Levi.

El sobre temblaba entre sus manos. En estos momentos constituía una bomba a punto de estallar.


Se saltó varios semáforos en rojo y acelero en varios amarillos para llegar pronto a casa. Historia sonaba muy alterada por teléfono y le suplicó que regresara pronto, algo malo estaba ocurriendo y no había tiempo de entrar en detalles.

Cualquier explicación estaba de más cuando Erwin llegó. La situación se explicaba por si misma: camisas, corbatas, pantalones, sacos y un código civil salían volando de la ventana del segundo piso de la casa.

-¿¡Pero qué significa esto!? – por poco logró esquivar la Constitución que iba directo a su cabeza.

-No lo sé, dime tú – respondía Levi, defenestrando más camisas.

-¡Es que te has vuelto loco de remate!

-Un estado de locura e inconsciencia temporal, señor abogado – esta vez arrojó calcetines.

-¡Detente! ¿Pero qué pretendes, Levi? – el rubio demandó una explicación.

-¿Es que todavía no lo adivinas, Erwin? Te estoy echando de la casa. ¿Más claro o te hago un dibujito?

-Cálmate Levi y hablemos como personas civilizadas que somos.

-Ahora quieres hablar. De haberlo sabido, hubiera tirado tus cosas por la ventana antes. – dijo mientras caminaba al encuentro de su todavía esposo.

-Levi ¿Por qué me haces esto?

-Oi, esa es mi línea, cabrón – sobre el pecho de Erwin le arrojó el sobre que le había pasado Nanaba horas antes. Cayó al suelo y unas fotografías se esparcieron sobre el césped.

-¿Por qué me hiciste esto, Erwin? Te lo he dado todo y así me pagas, viéndome la cara de imbécil quizá cuanto tiempo. – lo increíble no era que Levi se haya enterado, si no el hecho de haber dicho todo eso llorando.

-Mira Levi, no es lo que tú piensas….

-¡Por favor, no insultes a mi inteligencia con excusas baratas! Dime, ¿Hace cuánto estás con ese tipo?

-Vamos a mi despacho y hablemos en privado. – sugirió Erwin, consciente de que eran observados por los ojos invisibles de la servidumbre.

-A esta casa no vuelves a poner un pie, Erwin Smith. – sentenció Levi categóricamente. –responde ¿hace cuánto me pones los cuernos?

-Levi, vamos…

-¡HACE CUÁNTO, MIERDA!

-Tres años.

-Y yo, el muy estúpido organizando la fiesta de aniversario. Estoy quedando como un idiota –rió sarcásticamente.

-Por favor, por nuestras hijas, arreglemos esto por las buenas.

-Está bien. – a Erwin le sorprendió el tono sensato del más bajo. –Termina con Zacharius, corta toda relación con él y con toda me refiero tanto al plano sentimental como al plano laboral. Si lo haces, haremos cuenta que nada de esto sucedió. –bajo esa sensatez se escondía una petición absurda y caprichosa, según la opinión de Erwin.

-Sé razonable. No puedo despedir a Mike, es uno de los mejores y más brillantes abogados del bufete.

-Bueno, si es el mejor y más brillante abogado, no tendrá problemas en encontrar empleo en otra firma –replicó Levi, mirándose las uñas despreocupadamente.

La mente de Erwin era un caos. Cualquier decisión que tomara implicaba perder algo preciado para él. Amaba a Mike pero también adoraba a sus hijas con todo su ser y no quería perder a ninguno. Sobre Levi, cualquier rastro de afecto se había marchitado hace años, ya lo daba por perdido.

-No pensé que te costara tanto elegir a tu familia – espetó Levi, dolido por el silencio de Erwin. Había esperado que aceptara sus condiciones sin chistar, mas al parecer esa relación clandestina era mucho más profunda de lo que se podía adivinar de las fotografías.

-Todavía no he tomado una decisión.

-No lo pienses tanto. Quedan exactamente seis días para el aniversario. Ese es tu plazo para decidir: tu familia o tu amante. Coge tus cosas y vete, no te quiero ver aquí hasta que me des tu respuesta.


Próximo capitulo 03/03:

Hange celebra su cumpleaños en todo lo alto. Allí Levi se encontrará inevitablemente con Erwin y para colmo de males también con Eren, el ladrón de desengrasantes. Algo se agita en el corazón de Eren y no se trata de una arritmia.

El vídeo sobre la persecución en el supermercado se hizo viral. Esto tendrá consecuencias.

Erwin toma una decisión.


Nos vemos la otra semana :D

Quedo atenta a reviews, cuentenme que les pareció, que es lo que podría mejorar, alguna parte favorita, que faltó etc.

Los leo :)