Era una tarde oscura con apenas un hilillo de luz proveniente de la luna. Fría cual polo ártico con una pequeña nevada que cubría hasta los más expertos ojos. Pero todo eso no le gana a la soledad del ambiente especialmente sentía esa soledad un niño de seis años que estaba sentado en una de los columpios del parque, que en su momento eran de color verde brillante y rojo armonía, pero en esta tarde oscura estaba de un color verde cual pantano y rojo sangre.

El niño se mecía tan lentamente que sus pies tocaban el suelo de manera repetitiva. Este niño de cabello rojo como la sangre, vestido con una especie de capucha que le cubría hasta la nariz dejando ver unos precioso y melancólicos ojos aguamarina bañados en espesas lagrimas saladas. Este sostenía su cabeza en la cuerda del columpio. Se restregaba la nariz cada vez y cuando en un gesto de que había llorado bastante.

De pronto una niña de ojos perlas de su edad, con cabellos negros azulados, piel blanca como la nieve y labios rosáceos vestida con un típico kimono lila como flores rosadas, se acercó al niño pelirrojo cautelosa con cierto temblor en sus rodillas. Pero no era por el miedo de la tarde oscura sino por el frio que hacía. Ella hace uno momentos atrás se había perdido por motivo de las fiestas donde asistía mucha gente y en todo esa algarabía se soltó de las manos de su niñera. Ella ya al verse perdida deicidio ir un rato al parque alejada de toda esa fiesta y alboroto.

H-Hola ¿Cómo te llamas?― pregunto la niña con ternura.

Este niño de ojos aguamarina que hasta el momento no se había percatado de la presencia de la niña solo hasta cuando habló. Subió lentamente su cabeza hasta toparse con unos ojos expectantes y tiernos que le transmitieron paz en ese instante. El rostro de la niña estaba completamente sonrojado y con una dulce sonrisa. Si percatarse el corazón del niño pelirrojo empezó a bombear más sangre de lo normal, con latidos más fuerte y un movimiento frenéticos en su estómago como si miles de mariposas estuvieran dentro. Se tocó el abdomen por instinto.

T-te sientes m-mal— pregunto la niña preocupada.

No es nada. Solo vete y déjame solo. — concluyó el niño sacándole la mano de la ojiperla que estaba a punto de ponerla en su hombro en señal de preocupación.

S-si no es nada por q-que e-estabas llorando. — dijo la chica sentándose en el columpio libre de al lado del pelirrojo.

Yo no estaba llorando. Solo… solo estaba— trató de explicar el chico.

Aliviando tus problemas. Te comprendo.

Lo que dijo la chica lo dejo sin habla. No podía creer que una simple niñita lo dejara mudo.

Que te parece si jugamos un poco hasta que se te pase. — dijo la niña con dulzura— Quien llegue más alto gana. — expreso la niña comenzando a mecerse.

El pelirrojo solo dejándose llevar también imitó a la ojiperla. Con cada subida y bajada el observaba su morena amiga, tenía el rostro tan hermoso su cabello ondeaba hacia adelante y atrás conforme el viento. Tenía los ojos cerrados por la absoluta paz que tenía y el pelirrojo también la imito otra vez.

Me parece q-que eres un niño m-muy fuerte no d-deberías estar llorando…— habló la ojiperla aun meciéndose.

No soy tan fuerte como crees. Si lloro cada vez y cuando. — dijo con tono de tristeza.

Sabes y-yo también era así. — deteniéndose de columpiarse. — P-pero alguien muy especial en m-mi vida me d-dijo que "Seguir llorando no soluciona nada. Solo si te caíste levántate".

Si fuera tan fácil— dijo el niño también deteniéndose.

Claro que lo es— entonces la niña sin previo aviso beso la mejilla del pelirrojo en un acto enternecedor. El niño se puso rojo de vergüenza. — Y d-dime que es lo que p-paso.

*…..*— el niño no supo que decir estaba tan sorprendido al sentir lo suaves labios de la chica en su mejilla. ― Porque besaste mi mejilla.

P-para que despertaras y m-me contestaras ― rio por lo último― es que e-estabas tan d-distraído.

Que niña más atrevida, pero me alegro que este conmigo aquí. Pensó el niño.

Yo estaba llorando porque… mi pequeño gato se murió— dijo tristemente el pelirrojo. — Era mi mejor amigo.

E-entonces de ahora en a-adelante yo seré t-tu amiga― habló entusiasmada la pequeña ojiperla.

Pero no nos conocemos — argumentó sorprendido por la actitud de su compañera.

Él no tenía amigos, solo tenía a su amado gato Mico de pelo plomo con rayas blancas, de ojo grandes y verdes. Jugaba con el todos los días y a toda hora. Simplemente lo amaba. Los días anteriores a su muerte Mico estaba totalmente enfermo, escupía sangre y no comía. Y en la mañana de hoy lo encontró muerto debajo de su cama.

Que importa si no nos conocemos. —La morena se paró en frente del chico que aún seguía sentado―Si tú me caíste bien a la primera que te vi entonces no hay nada de malo en que sea tu amiga.― le puso su suave mano en el hombro del niño. — Eso es lo que siempre esa persona especial me dice.

¿Tú debes querer mucho a esa persona?— pregunto el pelirrojo.

Claro que lo quiero y mucho. Él fue mi primer amigo y ahora tú eres el segundo amigo en mi lista. — la ojiperla dijo esto último con una sonrisa bien marcada en el rostro.― Ya no este triste.― le dijo esto abrazándolo sorpresivamente.

El pelirrojo se dejó vencer en los brazos de esa pequeña niña y lloro aún más. Nunca antes se había sentido tan… ¿querido?

Si pues él aunque vivía con sus dos hermanos y padre se sentía solo porque nadie lo tomaba en cuenta, no se sentía querido. El hecho de ser hijo de una aventura de su padre no les daba el derecho de tratarlo tan mal.

Hasta que al fin la encuentro señorita— gritaba una mujer que venía corriendo en dirección hacia los dos pequeños. Esa mujer era

D-Dori-san— dijo también la ojiperla separándose del pelirrojo.

Que susto me ha dado— dijo la mujer con sudor en la frente. Ha de haber corrido mucho.― Tenemos que irnos ahora mismo su padre después se pondrá molesto.― dijo esto tomándola del brazo separándola de su nuevo amigo.

Espera un momento Dori-san no me eh despedido de mi amigo.― decía la ojiperla.

Esta bien un momento nada mas.― habló la pelinegra.

Adiós… etto ¿¡C-cómo te llamas!?― preguntó sacando la lengua a modo infantil por lo despistada que fue.

Me llamo Gaara y… tu ¿cómo te llamas?— dijo el pelirrojo.

M-me llamo Hinata. G-gusto en c-concerté Amigo.

Igualmente.

N-nos vemos algún día— dijo la ojiperla dejando al pelirrojo pasmado. ― E-espero que n-no m-me olvides Gaara-chan.― sonrió al final de esta frase.

Después de esto Hinata se despidió de Gaara con un beso en la mejilla. Y en la calle esperaba un auto negro. Desde la ventana del auto se veía a la morena saludar de la mano a su nuevo amigo. Espero volverte a ver querida Hime pensó el niño saliendo de su ensoñación dirigiéndose a su casa. El niño que dò desde ese momento flechado por la pequeña. Cumpliria su promesa no la olvidaría.

Después de este sucedo han pasado diez años…