¡Hello, gente!
Hoy estuve muy feliz de que me entregasen mis notas por los primeros parciales. ¡Los gané todos! Y, como mi buen humor me hace escribir cosas estúpidas y sin sentido xD vengo a dejarles esto que me salió desde el kokoro, porque sí, la calvicie es hereditaria y lamentablemente Kamui quedará calvo xD
Disclaimer: No poseo los personajes que aquí estoy empleando para hacerlos reír un rato :3
Si quedar calvo no quieres, cuidar tu cabello debes.
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Lo bueno de viajar por el espacio, creía Abuto, era el bello, pacífico y completo silencio que se tenía a la hora de dormir―eso, cuando a la tripulación no le daba por beber hasta altas horas de la madrugada―. Por esa razón, la sagrada madrugada―dícese, cinco de la mañana; aunque en el espacio no había horario―, era de las cosas preferidas para el castaño. Esos pequeños placeres de la vida. Y, ciertamente sabía que muchos miembros de la Séptima División del Harusame compartían su visión.
Por eso, si la situación no ameritaba fiesta, era raro escuchar ruido a aquellas horas. Para acabar de agravar la situación, escuchar el ruido no era solo lo raro; el grito proveniente de alguien como si fuese una víctima que probablemente moriría a manos del peor asesino de la historia era sin duda el epítome de la rareza. Más aún si aquel grito era masculino, del Capitán de la nave, sacado con todas fuerzas y desde lo más profundo de su alma, diciendo de forma no muy agradable el nombre del castaño.
―¡ABUTO!
El nombrado se cayó de la cama―¿qué no estaba muy viejo para eso?―y, cuando se acordó de quien era, por qué había nacido y como era que estaba ahí, se levantó y se dirigió hacia el lugar de donde había provenido aquel sonido de muerte, percatándose de que nadie más había tenido los suficientes huevos para acercarse a dicho sitio. Haciéndose una nota mental de jugar cartas con Hitler una vez lo viese en el infierno, tocó la puerta del condenado mocoso Capitán.
―Capitán, ¿está….? ―la puerta se abrió de golpe. Una mano que no llevaba vendajes en ese momento lo agarró por el cuello del pijama y lo metió dentro del cuarto, para después cerrar la puerta con seguro. Abuto miró para todas partes, sin comprender muy bien que era lo que sucedía. Aclarándose la garganta, volvió a intentar hacer su pregunta. ―Capitán, ¿está….?
―¡Abuto, es el fin! ―le interrumpió el joven, sosteniendo con la otra mano el cuello del pijama para después empezar a zarandearlo fuertemente. ―¡¿Qué se supone que voy a hacer ahora?!
―Pues…. ¿Qué tal si empiezas por soltarme? ―Abuto ofreció.
―No.
―¿Por qué?
―Debo liberar mi estrés.
Abuto resopló, estresado él, que los años le pasan factura. Ese niñito que va. ―¿Y por qué está estresado? ―silencio. Carajo, que él no estaba para aguantar los arranques de hiperactividad del muchacho. ―Capitán, si no me dice que pasa, me temo que no voy a poder ayudarle ―en realidad, estaba esperando que no le dijese nada y así él poder volver a su cómoda y calentita cama.
―Mi cabello ―le dijo Kamui al cabo de un minuto.
―¿Qué?
―Me escuchaste ―el Capitán dio un suspiro de irritación.
―Sí, lo hice ―dijo el castaño, ―Pero, ¿qué pasa con tu cabello?
―Sí recuerdas quien es mi viejo, ¿no?
En lugar de darle una explicación verbal, el muchacho hizo un ademán con su mano derecha―por lo menos ya había soltado a Abuto―para que su segundo al mando viese alrededor de la habitación. Claramente, Kamui había acabado de despertar e ir al baño; normal, nada de qué preocuparse. Pero, lo que no cuadraba con toda la escena era la gran cantidad de hebras de color bermellón que estaban esparcidas a lo largo de la cama del Capitán, y seguían todo el camino hasta el baño. Le tomó cinco segundos a Abuto saber que era lo que le preocupaba a Kamui. Vaya que los 25 le habían pegado fuerte al canijo ese.
―Correcto ―comenzó entonces el hombre mayor. ―Te estás quedando calvo.
La cara de horror del muchacho no tenía comparación. ―¡AHHH! ―Abuto quería reírse, pero tenía instinto de auto-conservación. ―Mierda. Sabía que había heredado mucho de ese maldito anciano, ¿pero también la calvicie? No es justo. Precisamente por eso cuidaba bien mi cabello.
―No creo que sea para tanto ―el golpe que resonó al lado de la pared, cortesía de Kamui le hizo recapacitar. ―O quizá sí.
Kamui le dirigió una mirada poco característica a Abuto. ―¿Cómo evito dejar de perder pelo?
¿Tanto escándalo por solo unos cuantos pelitos de menos? bueno, vale, Abuto no podía decir que lo entendía porque él rara vez se preocupaba por el cuidado de su cabello―hasta donde sabía, no tenía herencia de calvicie por ningún lado―, así que no podía culpar del todo a Kamui por su reacción. Además, el Capitán era aun relativamente joven como para tener que preocuparse por el tema de la caída del cabello, pero como las generaciones de ahora les daba por envejecerse más rápido, Abuto no estaba completamente seguro. Según él, pasarían años antes de que Kamui tuviese que empezar a pensar en que se quedaría calvo. Aunque, sabía a ciencia cierta, que aquella preocupación estaba en él desde que era prácticamente un niño.
―Ehhh, ¿cuidándolo? ―ofreció. La mirada gélida del joven le dijo que no estaba contento con su respuesta. ―Hay tratamientos que se hacen para eso, ¿no? las mujeres por lo general los usan.
―Yo no soy una mujer.
Bueno, evidentemente.
―Sí, pero tienes el cabello de una ―era lo que Abuto pensaba decirle, pero en su lugar solo le dijo: ―Eso es obvio, pero podríamos mirar que se puede hacer con todos esos menjurjes que preparan para echarse en el pelo.
―Tienes razón ―la sonrisa característica hizo acto de presencia por primera vez en aquella situación. ―Abuto, te encargo que consigas lo necesario para evitar que me quede calvo ―le dijo, con su cantarina voz.
El castaño rodó los ojos, pues al parecer una vez más tendría que hacerlas de "mamá" del Capitán. Levantándose del suelo, se dirigió a la puerta pensando en donde demonios se iba a sacar las "recetas" del cuidado del cabello.
―Ah, y por cierto ―la voz de Kamui lo detuvo. ―Asegúrate de que sea lo correcto, ¿entiendes? si al terminar todo esto empiezo a perder cabello más seguido de cómo lo estoy haciendo ahora, no te gustarán las consecuencias.
Abuto levantó sus manos en señal de rendición, sorprendido en como ese tema parecía afectarle enormemente al Capitán.
Los Yato eran hombres de pelea, eso estaba más que claro, por eso, cuando Abuto entró en esa tienda de cuidado del cabello se sintió terriblemente mal. Aquel lugar estaba infestado de féminas que lo veían como si él fuese el nuevo bicho raro―razón tenían―del circo. Ah, mierda. Lo que él hacía por ese chiquillo.
"No te gustarán las consecuencias", había dicho Kamui, y no, Abuto no quería averiguar a qué se refería con aquello―intuía que era algo malo, como dejarlo calvo a él también o algo así―.
La chica que atendía en la tienda le había dicho que, para evitar la masiva caída del cabello, podía usar tratamientos con ingredientes naturales y, que si eso no funcionaba, ahora estaba muy de moda el hacerse trasplante de cabello. El castaño optó por la primera opción, porque no estaban para pagar una cirugía innecesaria y además, de ser el caso, no había quien donara el cabello para Kamui―o sí había, pero tendría que haber reconciliación de hermanos y Abuto pensaba que el Capitán prefería quedarse calvo a pedirle pelo a su hermana―.
Así pues, después de comprar una crema para las arrugas―vaya y de pronto al canijo le daba por quejarse también de eso cuando se hiciese más viejo. Y, a él no le venía mal tampoco―agradeció la ayuda y salió en busca de dichos elementos para la calvicie.
Una hora y media de caminar por el mercado, se rindió. No encontraría esos ingredientes ni porque vendiese el cuerpo―tampoco estaba tan dispuesto a llegar hasta ese punto―. Por lo tanto, decidió improvisar. Entró a un Ciber-café y pagó quince minutos de uso para el internet bello que todo lo podía. Introdujo las palabras claves en el buscador sobre lo que necesitaba, y un sinfín de recetas le aparecieron. No tenían la evidencia científica que necesitaban, pero los ingredientes sin duda se conseguían en cualquier tienda de una esquina. Apuntó la lista de cosas que tenía que comprar, y se fue de aquel lugar.
―Ajá, ¿y se supone que esto ayudará? ―preguntó Kamui mirando todas las cosas que había comprado Abuto en la mañana.
Aun horrorizado por el sombrero que usaba su Capitán para ocultar la pérdida de cabello, Abuto asintió. ―Sí.
―Bien, entonces manos a la obra, Abuto ―sonriendo, el muchacho de―poco―cabello bermellón se sentó en el mesón y esperó a que el mayor hiciese el trabajo, como siempre.
Primera receta: Ajo, limón y cebolla.
El Yato castaño picó un diente de ajo, lo mezcló con el zumo de un limón y le agregó una cebolla entera cortada en rodajas. Los licuó durante dos minutos―en ese receta no decía cuanto tiempo―y después lo que quedó lo vertió en un vaso.
―Aplícatelo en el cuero cabelludo y espera durante 20 minutos ―le dijo al más joven, pasándole lo tenía en la mano.
Kamui arrugó la nariz una vez olió la mezcla. ―Esto huele peor que un muerto de tres días.
―¿Quieres dejar de ser calvo? ―la respuesta vino cuando el joven se dirigió al baño. Cinco minutos después, Kamui volvió sospechosamente tranquilo. ―¿Y qué tal?
―Pasemos a la otra receta, Abuto ―fue todo lo que obtuvo. Por más que preguntó qué había pasado, el muchacho no le dio explicación alguna. Abuto sospechaba que tenía que ver con el olor.
Segunda receta: leche de coco y dos zanahorias.
Según lo que había leído, la zanahoria aportaba vitaminas―quien sabe cuáles―y antioxidantes―realmente Abuto no entendía que era eso, pero supuso que era algo bueno―que ayudarían a fortalecer el cabello evitando así la caída. Así pues, el castaño licuó todo de nuevo y una vez terminó de hacerlo, le pasó la mezcla a Kamui. Esta vez, él no dijo nada sobre el olor ni se quejó, por lo que fue directo al baño para aplicarse la mezcla. Media hora después, el Capitán volvió con ronchas por toda la piel y rascándose sin descanso. Sus ojos azules prometían la muerte para Abuto.
Abuto se salvó porque bueno, no sabía que Kamui era alérgico al coco―ni el mismo chico sabía eso―por lo que le perdonaron lo que le quedaba de vida.
Luego de que tuviesen la cena―y que toda la Séptima División del Harusame preguntase por qué su Capitán usaba tan feo sombrero―decidieron probar con la última receta. Abuto había perdido la esperanza, y sabía ciertamente que Kamui no era virtuoso o se caracterizaba por ser una persona paciente.
Receta número tres: Vinagre y arroz.
Repitiendo la misma acción como en el resto de recetas, Abuto mezcló todo en la licuadora y posteriormente le pasó la mezcla a Kamui, diciéndole que se masajeara el cuero cabelludo con eso. Y, como aquello no necesitaba estrictamente ser echado―solo masajeado―Kamui se quedó en la cocina. Y, para alivio de Abuto, no se quejó por el olor y tampoco hubo reacciones secundarias dérmicas. Bueno, probablemente ya podrían decirle adiós al problema de la calvicie.
Sí, el castaño le dijo adiós a la calvicie, pero le dijo hola al problema de la decoloración del cabello.
Iba a ir a buscar una pala para cavar su tumba.
"Espérame, Hitler, ya voy a jugar contigo".
Mirando los ingredientes, se dio cuenta de que había usado bicarbonato de Sodio―¿por qué estaba eso ahí?―en lugar de vinagre. Por esa razón, en lugar de cabello de color bermellón, ahora era blanco como las palomas de la paz. Y, más temprano que tarde, Kamui se dio cuenta de esto, por lo que de él empezó a emanar la más viva intención asesina que jamás había podido expulsar de su cuerpo.
―Tuve una buena vida ―fueron las últimas palabras de Abuto.
―¡AHHHHH! ―y ese grito fue el primer sonido que realizó una vez se despertó. Estaba sudando a mares, por lo que tuvo que asegurarse de que efectivamente no estaba en el infierno, que seguía vivo y que había acabado de tener el sueño más raro de toda su vida.
Se levantó de la cama y se dirigió al comedor, lugar en donde todo el mundo ya estaba teniendo el desayuno. Allí, observó la característica cabellera―larga, sedosa y abundante, gracias al Cielo―bermellón que le pertenecía al Capitán. Abuto suspiró con alivio y se sentó para tomar su desayuno, diciéndose que se preocuparía en unos cuantos años más―y si estaba vivo para entonces―, cuando Kamui tuviese 40 años y la calvicie hereditaria hiciese acto de presencia.
Mi humor a veces chupa xD pero no había escrito nada para el fandom dedicado enteramente a Abuto y Kamui (yo los amo) por lo que el cabello y el problema de la calvicie hereditaria fue mi desquite (?) :v las recetas en realidad no tienen prueba científica y se encuentran en internet, así que pueden buscarlas si quieren. Y, sí, el Bicarbonato de Sodio quita el color del cabello, yo lo vi con mis propios ojos una vez D:
Anyway, ojalá y les haya gustado y se hayan reído con esto. De antemano muchas gracias por leer.
¡Bye!~
