Hola! Como ven, este es el prólogo de la primera historia que escribimos en conjunto. Originalmente iba a ser una saga algo predecible, pues habíamos pensado en hacer una nueva versión del fanfic de TerrHanimeX "saint seiya: new history" que ella había publicado hace tiempo,
-pero por varios problemas no pude continuarla.
-Así estaba nuestra idea original, pero entonces surgió una idea en mi loca cabecita: ¿por qué no podrían salir los dioses de Mesoamérica? Esto se me ocurrió gracias a la clase de historia de nuestra maestra,
-Por cierto, gracias por inspirarnos, maestra Cobos!
-Y pues decidimos escribirla, pues hace tiempo que (al menos yo) quería leer un fanfic sobre dioses de otras culturas, y pues como ambas somos de México…
-Nació esta nueva saga. Esperamos que la disfruten n.n
-Y pronto subiremos el primer capítulo. Aunque no esperen que esta historia se salvará de nuestras loqueras,
-Aparte, tenemos una pequeña noticia: en este fic aparecen muchos OC'S por lo que pueden no conocerlos bien a todos y hasta pueden confundirlos
-Sobre todo porque van a pasar muchas cosas ilógicas y confusas
-Así que ya saben…leen bajo su propio riesgo :P
Y sin otra cosa que decir…Comienza la función! (Ni que estuviéramos en un teatro, u.u') Como sea…esperamos y les guste el prólogo! ^-^
PRÓLOGO
"Desde tiempos inmemorables, nosotros, los dioses, hemos estado presentes. Desde el lejano Egipto, pasando por Japón, china y Australia, hasta Norteamérica, los llamados Seres Divinos hemos creado –en base a nuestros hogares, nuestros territorios- lugares habitables, sin intervenir en los reinados de otros. Pero aún antes de que todos los dioses, de todas partes del mundo, hubo un tiempo en el que no nos preocupábamos por crear una raza diferente a las que habíamos creado. Era la era de los Anteriores, seres aún más ancestrales que los dioses de ahora. Era el antiguo reinado de los llamados Titanes. Sinceramente, mis hermanos y yo no nos interesábamos por los problemas entre los demás dioses –aunque no negaré que muchos de nosotros teníamos una o varias relaciones amistosas con varios dioses que no eran de nuestra tierra-, y nunca pusimos atención a la forma de vida de Cronos y los demás Titanes. No nos preocupaba la forma tan cruel en la que Cronos había conseguido el poder y la corona de su universo.
Pero conforme avanzaba el tiempo, y tanto nosotros como otros amigos –como Odín, Osiris o Brahma- nos fuimos preocupando, no sólo por la forma en la que se comportaban, sino también porque simplemente no habíamos creado aún a los encargados de cuidar nuestras otras creaciones, los seres humanos. También vimos cómo poco a poco, los Titanes se iban olvidando de su madre, la que les había dado vida: Gea, la Tierra. Al mismo tiempo, nos impactó a todos el nivel de violencia y de ignorancia que tenían, al desconocer las cosas más simples como el Destino mismo, que poseían estos antiguos gobernantes.
En una asamblea en la que nos reunimos, decretamos que debíamos tratar de hablar con Cronos, para intentar hacerle ver la importancia de hacer una raza superior a las demás –excepto a nosotros- para que vivieran en el mundo. Mi hermano Tezcatlipoca y yo nos ofrecimos a ir a visitar a Cronos, pues nos habíamos enterado del nacimiento de un hijo suyo. Nos dirigíamos pensando en los regalos y saludos para Rea, la esposa de Cronos, y para su hijo –pues el nacimiento de un nuevo dios era un momento inolvidable y motivo de celebración-, y comenzamos a darle nuestras felicitaciones y a decirle que, de no ayudarnos a encontrar la forma de hacer a los humanos, la vida de nuestras tierras, y la poca –si no escasa- vida que había en sus dominios podría desequilibrarse sin alguien que la cuidara. Comencé a hacerle ver los beneficios de una raza que nos adorara y nos temiera, y cuando él estaba a punto de decirme algo, llegó Hyperión, su hermano, y nos comunicó a los tres que el bebé acababa de nacer. Ansioso por verlo, y dispuesto a hablar con Rea –a quien apreciaba como una hermana más- Tezcatlipoca le pidió que si podíamos ir a verla, cosa que Cronos aceptó, pero me di cuenta de sus gestos al hablar del niño.
Lo siguiente que pasó fue algo que ni Tezcatlipoca ni yo hubiéramos esperado: Al llegar a la habitación, Cronos fue directo hacia su esposa y hermana, le arrebató al niño… ¡Y se lo tragó sin miramientos! Tezcatlipoca abrió la boca de la impresión y yo sentí una indignación inmediata… ¿¡Cómo se había atrevido! Reconozco que muchas veces era necesario castigar a quienes lo merecieran –yo mismo había tenido mis diferencias con algunos hermanos míos y los había castigado- pero ni siquiera eso podía compararse con devorar una vida nueva, y más cuando el que lo hacía resultaba ser el padre… ¿acaso los Titanes no conocían sobre la unión y expresión "sangre de su sangre"? Incluso Tezcatlipoca parecía indignado –seña de que el asunto verdaderamente era grave- Cuando le reprochamos y le preguntamos la razón de sus acciones, nuestra indignación creció al enterarnos que éste era el tercer hijo que se tragaba. Lo que sí superó todo fue la increíble excusa que dio por sus acciones: -Lo hice para evitar que alguno de mis hijos llegue a destronarme en un futuro- Eso sí que ninguno de nosotros dos lo podía creer: ¡Lo que Cronos quería era evitar el destino que estaba trazado para él! Era una simple locura, pues nadie, ni siquiera los dioses, puede escapar de su camino trazado. Esas eran fuerzas superiores aún a nuestra divinidad. Lo único que podíamos hacer era alterarlo con las decisiones que tomábamos día con día. Fue en ese momento que supe que los Titanes eran seres avariciosos y codiciosos, y eso podría traernos dificultades, no sólo en nuestra convivencia con los demás, sino por las vidas que nosotros nos esforzábamos en cuidar.
Al regresar del hogar de Cronos y Rea, e informarles a los demás de todo lo acontecido, todos y cada uno de los dioses reunidos comprendimos, sin necesidad de palabras, que si no hacíamos algo y pronto, nuestra propia existencia se vería amenazada, pues… si Cronos era capaz de acabar con la existencia de sus propios hijos por conservar el poder… ¿qué le impediría iniciar una guerra o incluso una aniquilación masiva por ampliar su poderío?
Luego de unos minutos de meditación sobre el asunto, Huitzilopochtli sugirió que tomáramos cartas en el asunto, que debíamos derrotar a los Titanes y encerrarlos para asegurarse de que no pudieran poner en peligro nuestras creaciones, y evitar una destrucción masiva en el universo. Lamentablemente, y por mucho que la mayoría estuviera de acuerdo con mi hermano, el plan tenía un pequeño detalle que no podíamos pasar por alto. Y fue Seth, el hermano de Isis, quien expuso el problema. Y es que… si encerráramos a los Titanes ¿quién ocuparía su lugar como regente del territorio de Grecia? Además de que muchos de nosotros estábamos enfrentándonos a otro problema, tal vez no tan grave, pero de igual importancia: la creación del ser humano.
Con esto en mente, y dado que ningún Titán había hecho un movimiento contra los demás dioses, decidimos esperar un tiempo, en lo que se presentaba la oportunidad. Y esta llegó cuando menos la esperábamos. Una noche, mientras yo estaba hablando con Osiris y Odín sobre los pueblos humanos que habíamos creado, llegaron mis hermanos Ixchel y Mictlantecuhtli anunciándonos que teníamos visitas. Con extrañeza, salí para ver quién venía, pues normalmente los otros dioses avisaban su llegada con su cosmo y aparecían de repente, y no como si fueran subordinados –quienes primero elevaban su cosmoenergía y esperaban a que autorizáramos y muy rara vez se atrevían a interrumpirnos- y grande fue mi sorpresa al ver a tres dioses que a leguas se notaban jóvenes e inexpertos, y me sorprendí aun más cuando Tezcatlipoca me informó que eran tres de los hijos de Cronos y Rea, Hades, Poseidón y Zeus. Los tres hermanos habían ido hasta nuestro hogar para pedirnos ayuda:
-¿Qué hacen tres hijos de Titanes aquí, hermanos?- Mictlantecuhtli parecía contrariado, pues él acababa de llegar.
-Lo único que queremos es su ayuda y la de los demás dioses en una guerra contra nuestro padre y nuestros tíos. Debemos derrotarlos para evitar un problema mucho mayor- Había que reconocer que el más joven, Zeus, tenía mucha razón, y en parte me alegraba ver que Rea había podido salvar a sus hijos –aunque no me enteré de la forma hasta que tiempo después Odín me lo contó-
-¿Y por qué crees que deberíamos ayudarte, chico?
-Precisamente porque ustedes tienen la experiencia que a nosotros nos falta, además, ustedes son muy fuertes, y queramos o no, si ustedes nos ayudan, podremos encerrar a los Titanes en el Tártaro- había que admitir que el joven dios Hades era de mi agrado. Ixchel y los demás estuvieron de acuerdo, pero Mictlantecuhtli me jaló del brazo antes de que pudiera decir algo. Con una mirada, Tezcatlipoca entendió y, junto con Huitzilopochtli y mis otros dos hermanos Tlaloc –quien estaba de visita- y Chalchiutlicue –su compañera- entretuvieron a los griegos, para evitar que oyeran mi conversación.
-¿Cómo puedes confiar en ellos? ¿Acaso has enloquecido?
-No veo el porqué no ayudarles, hermano
-¿En serio no has pensado en nada? Me decepcionas. Te creí más inteligente.
-¿A qué te refieres? Explícamelo, que no te entiendo nada
-Fácil: no creo que sea prudente confiar en ellos. Es todo.
-¿Por qué no?
-Ay, escucha, sé que esto es importante para todos, porque finalmente podríamos deshacernos de un peligro latente contra nuestras tierras, pero… ¿qué nos asegura que ellos son diferentes a sus progenitores? ¿Cómo sabes que ellos no cometerán los mismos errores que Cronos, Japeto, Hyperión y los demás, eh? ¿Acaso crees que será diferente todo y podremos formar finalmente una alianza entre todos (con conflictos internos y todo, pero alianza después de todo) y vivir en un mundo unido? Sabía que soñabas demasiado, pero no me imaginé cuánto
-Cállate, Mictlantecuhtli. Puede ser, pero si ellos están aquí en son de paz y en busca de ayuda en una guerra, lo que menos podemos hacer es confiar en ellos, ¿no? Además, estos dioses son jóvenes. No creo que sean capaces de cometer los mismos crímenes e injusticias que Cronos
-Haz lo que quieras. Sólo espero que tengas razón.
-Eso significa…
-Que los ayudaré. Pero no pienses que lo hago por esos jóvenes. Lo hago por ustedes, para que luego no me reclamen que soy antisocial, y que no los quiero.- no podía creer lo que escuchaba… ¿¡Mictlantecuhtli reconociendo que nos quería! Eso era un milagro. Aún recuerdo la cara que puso mi hermano cuando lo abracé por la emoción.- Hey, no es para tanto, ahora ¡SUELTAME! Odio que me abracen así.
-Lo siento, hermano. Pero es que tú nunca habías dicho que nos querías, Mictla.
-Si, bueno, no te emociones tanto. Después de todo somos camaradas y hermanos, ¿no? Pero te lo advierto…una palabra sobre lo que dije y tendrás un viaje todo pagado y sin retorno a mi reino, ¿entendiste?
-Lo que digas. Ahora vente, Mictla- Creo que no hay otra cosa que fastidiara tanto a Mictlantecuhtli, como que le dijéramos "Mictla", nadie sabía por qué. Y cuando regresamos, Tezcatlipoca y Tlaloc nos vieron con curiosidad, y al estar frente a Zeus, le prometí que los ayudaríamos. Así que nos alistamos para la guerra.
Ya en la lucha, recibíamos constante ayuda por parte de otros hijos de Gea, los cíclopes, los Hecatónquiros y otras divinidades, tanto griegas como Celtas, Asgardianas, y de otras culturas. Y tanta fue nuestro esfuerzo que finalmente vencimos. Después de todo…ni Cronos había podido huir de su destino…
Tal y como habían planeado en un principio, Hades había combinado su poder con el de los otros dioses de los diferentes reinos del inframundo y con el de Zeus y los demás para encerrar a los Titanes en el Tártaro, un lugar en situado en lo más profundo del mundo de las sombras, en los límites de todos los dominios de cada dios del inframundo, y creamos una llave entre todos que evitara que los Titanes se liberaran. Aunque tristemente, pronto nos daríamos cuenta de que Mictlantecuhtli tenía razón…
Durante un buen de tiempo, todos los dioses vivíamos en paz con nuestros pueblos humanos y recuperándonos de la guerra –claro que hubo varios conflictos entre nosotros, como cuando Tezcatlipoca y yo nos peleamos por un pequeño poblado- pero vivíamos felices, y al menos nosotros, comenzamos nuevos "proyectos".
Lamentablemente pronto nos enteramos de cosas que no nos agradaron: A diferencia de los pueblos y culturas que vivían en los territorios de la tierra que mucho después se conocería como Mesoamérica, los pueblos de Grecia no eran ni remotamente parecidos, pues mientras que nuestros hijos humanos comprendían y respetaban los secretos que nosotros mismos les habíamos ocultado sobre la naturaleza, aquellos se empeñaban en destruirlos; mientras unos entendían el don con el que habíamos bendecido a las mujeres –el don de concebir- y las trataban como parte importante de la sociedad, otros se empeñaban en hacerlas poco más que meras pertenencias, deshonraban a sus progenitoras, y a los sagrados lazos del matrimonio; mientras ellos respetaban lo que nosotros queríamos, nuestro poder creador y nos honraban como cada uno de nosotros preferíamos, los griegos muchas veces se olvidaban de sus dioses y cometían bastantes actos delictivos.
Y Zeus y sus hermanos e hijos no hacían el menor intento por corregir esto. Sinceramente, no comprendía el actuar de Zeus, y no fue hasta que Tlaloc me contó lo que creía que no me di cuenta: ¿cómo esperaba que Zeus se diera cuenta de los errores humanos si él mismo los cometía constantemente? Tezcatlipoca me sugirió hablar con él, puesto que también me dijeron que Zeus había encerrado a los Hecatónquiros de nuevo para evitar que alguien más tomara su trono. Ahí me di cuenta de que Mictlantecuhtli tenía razón, pues un día recibimos un ataque por parte de unos guerreros griegos que habían visto nuestras tierras. Claro que fue por el Mayab, y afortunadamente Itzanmá se encargó junto a sus guerreros mayas. Sin embargo, Zeus no se lo tomó nada bien, creyó que era una declaración de guerra. Cuando fui a hablar con él, comenzó diciendo que lo que había dicho era una mentira, que los mesoamericanos queríamos apoderarnos de su reino, algo que hizo que tuviera que recurrir a todas mis fuerzas de voluntad para no reírme en su cara. Cuando finalmente pude aclarar ese embrollo, tuve un presentimiento, pues había visto en el dios del rayo el mismo brillo en sus ojos que su padre tenía, lo que me hizo pensar que pronto volveríamos a vernos pero esta vez como enemigos.
Y con pesar, el mal presentimiento se transformó en una cruel realidad cuando mis hermanos y yo descubrimos que unas cosas nuestras habían desaparecido. Cuando Huitzilopochtli realizó el conteo, vimos que habían desaparecido: el espejo humeante de Tezcatlipoca, así como su cráneo de obsidiana y jade, aunque lo más interesante era que en el lugar donde había estado el espejo había una pequeña muestra de energía que rápidamente identificamos como la de Hades. Huitzilopochtli esta vez sí que se enfureció, y decidió que él y Tezcatlipoca fueran a hablar con los hermanos griegos para que nos devolvieran las cosas de Tezcatlipoca, sobretodo porque esos objetos podían causar un desequilibrio en el universo si no eran devueltos a su dueño legítimo y porque ellos no tenían derecho a robarse nada de nosotros.
Y cuando volvieron, nos dijeron que Hera les había dicho que Zeus no nos iba a devolver nada porque no pensaba darnos lo que pudiéramos utilizar en su contra. Ahí fue cuando todos los dioses Aztecas –incluyéndome- comprendimos que era una declaración de guerra. Comenzamos pronto a prepararnos, y alistamos todo para el ataque que, sabíamos, venía en camino. Aunque el tiempo que tuvimos de espera fue muy bien aprovechado por Mictlantecuhtli, quien no paraba de reprocharnos el que no le hubiéramos hecho caso cuando nos advirtió que algo así pasaría. Los pueblos de nuestras tierras temblaban, pero se mantenían firmes, decididos a apoyarnos. Algo curioso fue que en ese pequeño tiempo, todos, absolutamente todos, nos volvimos mucho más unidos que antes, desde la antigua Coatlicue, hasta la temible Mictlancíhuatl, la esposa de Mictlantecuhtli. Los momentos que vivimos juntos los disfrutamos al máximo, y nos perdonamos unos a otros las ofensas que nos habíamos hecho unos a otros, las guerras entre nuestros pueblos creados creadas por nuestros propios conflictos, las luchas que tuvimos, y otras cosas, quedando únicamente el lazo de hermandad que nos unía, une y unirá por siempre.
Esta nueva guerra fue quizá una de las más fuertes que tuvimos alguna vez. Al principio, nosotros tuvimos la ventaja de que éramos más experimentados y poseíamos más conocimientos y sabiduría, pero con la llegada de la favorita de Zeus y de sus malditos humanos, pronto tuvimos que recurrir a nuestras formas animales, pues con la llegada de los llamados Santos de Athena, nos enfrentábamos con algo desconocido. Y todo empeoró cuando más dioses griegos comenzaron a utilizar seres humanos para formar sus propios ejércitos, algo que no se veía desde la legendaria Guerra de Troya. Furiosos y humillados, tuvimos que buscar una manera de poder combatir con los humanos de nuestros enemigos, pues la fuerza de algunos –que ellos llamaban Cosmos- era de cuidado. Y gracias a uno de los Caciques zapotecas, decidimos hacer lo mismo que ellos: formar nuestro propio ejército humano. Para ello, primero buscamos jóvenes llenos de valores que tuvieran las habilidades necesarias. Muchos fueron los elegidos, y nosotros en persona les enseñamos todo lo que necesitaban para poder enfrentarse a las órdenes griegas. Así fue como nació la Orden Azteca, donde nuestros guerreros eran llamados Guardianes. Las armaduras que nosotros les dimos no eran armaduras normales, ni tampoco eran como las griegas, no, éstas no eran hechas de metal alguno, sino que se originaron cuando nuestros elegidos finalmente alcanzaban uno de los niveles más poderosos: la fusión de dos compañeros, de un humano y su Nahual, en uno solo, unión que se veía cuando el nahual se transformaba en una armadura que protegía a su compañero, símbolo del lazo que los unía.
A diferencia de nuestros rivales, nosotros sí permitíamos que las mujeres –si mostraban que eran dignas de ser elegidas- participaran, pues eran tan capaces como los hombres de luchar. Y fue gracias a ellas que estuvimos a punto de vencer en la guerra, pero por culpa del ataque a traición de Zeus a nuestras guerreras, Athena pudo encerrarnos y acabar con la mayoría de los nuestros, dejándonos atrapados en sellos que el mismo Hefestos había creado para nosotros. Volvimos a ser humillados, y desde nuestras prisiones no podíamos ayudar a nuestros pueblos cuando, años después de la guerra, fueron conquistados por los evolucionados humanos europeos. Aunque gracias a uno de ellos Mictlantecuhtli y yo pudimos liberarnos, y vimos con tristeza cómo los hombres prehispánicos nos olvidaban poco a poco. Sin ellos nosotros dos no podíamos liberar a los demás, y decidimos reencarnar cada cierto tiempo, para poder preparar y resurgir nuestra Orden, y poco a poco fuimos observando y guiando a los pocos fieles que seguíamos teniendo.
Y al mismo tiempo esperamos. Esperamos el momento indicado para vengarnos de aquellos que nos humillaron y traicionaron nuestra confianza. También esperamos el momento de desatar toda nuestra furia contra la raza humana, para que paguen por habernos olvidado, y por volverse tan ciegos, tan avariciosos, para volver a crear una raza que sea como antes.
Pero no podemos hacerlo solos.
Hay tres elegidas, las únicas que tienen la capacidad para cumplir con su misión. Sí. Son tres mujeres, reencarnaciones de nuestras más fieles guardianas. Su destino es levantar y dirigir a nuestro ejército reencarnado en la batalla final contra Zeus y su familia, así como liberar a los demás de sus sellos. Ellas son: Jaguar, la más fiel, símbolo del poder y el inframundo para los antiguos humanos, la elegida por Mictlantecuhtli, y su guardiana personal; Dragón de la nochebuena, una de las más fuertes, y la hermana inseparable de Jaguar, mi guardiana personal; y por último, pero no menos importante, Quetzal, el ave símbolo de la libertad, aquella que si es capturada, se provoca un infarto para volver a ser libre, y la guardiana de Huitzilopochtli. Las tres son nuestra esperanza. Una de ellas será la líder definitiva de la Orden, siendo apoyada por las otras dos como su consejera y mano derecha una, y la otra la capitana de los demás. La líder debe encontrar y entrenar a los demás guardianes, y tiene que liberar a mis hermanos junto con sus dos hermanas de armas.
Mi cuerpo mortal ya ha sido encontrado por dos de ellas. Y la tercera está por aparecer. El día señalado, aquel en el que nuestra ira caerá con todo su poder sobre aquellos que nos encerraron se acerca.
El momento de la liberación y el castigo, de la batalla final está por comenzar. La destrucción de la humanidad ya tiene fecha, y la toma del universo está más cerca de lo que Zeus cree.
Yo, el gran Dios Quetzalcóatl, junto con mis hermanos, seré el verdugo de los ingratos que nos han degradado a simples mitos. No perdonaremos los crímenes, mucho menos nuestra humillación.
Tiemblen, débiles mortales. Tiemblen y prepárense, porque su tiempo en este mundo, ha llegado a su fin con….
EL DESPERTAR DE LOS DIOSES AZTECAS
Y este es el prólogo. Esperamos que les haya gustado, o al menos interesado, n.n
Y ya saben…cualquier duda, comentario, tomatazo, amenaza de muerte, etc., etc., sólo déjennos un comentario, y prometemos responder a sus reviews. Por cierto….para todos aquellos que son mexicanos, como nosotras….ARRIBA EL DÍA DE MUERTOS! Disfrútenlo y no olviden poner su altar, :P
Ah, y ya casi terminamos de escribir el capítulo 1, probablemente lo subamos después del día de muertos.
Saludos! Y cuídense mucho!
