Nombre del one-shot: Ayúdame.

Personajes: Rafael Hamato, Leonardo Hamato, Donatello Hamato y Miguel Ángel Hamato.

Pairing: -

Línea de tiempo: Reverse-AU/Humanos. No-canon.

Advertencias: Disclaimer TMNT versión humana; los personajes no me pertenecen, créditos a Nickelodeon. OoC [Fuera de personaje]. Reverse-AU [Universo Contrario]. Situaciones dramáticas, vergonzosas, poco cómicas, dolorosas y algo sádicas. Nada de lo ocurrido aquí tiene que ver con la serie original; todo es creado sin fines de lucro.

Puntos a tener en cuenta: Narración. —Diálogo.

Clasificación: T

Categoría: Drama, Dolor/Consuelo, Familiar.

Total de palabras: 1735.

Nota: A pedido de mi querida amiga, te dedico este one-shot que tanto habías deseado :3 Espero que te guste x3


Summary: —Adelante, dilo —insiste una vez más el muchacho de ojos azules portando una sonrisa sincera (y que le parece tan falsa pero quiere creer que es real)—. Pide ayuda de una vez.


Ayúdame

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Su cuerpo es empujado con fuerza y sus pies se enredan haciéndolo caer al suelo enseguida. Sus rodillas duelen al haber sido impactadas contra el azulejo. Se traga el sollozo que quiere soltar y aprieta los ojos evitando que las lágrimas se le escapen. Quiere llorar y gritar y huir, pero no puede hacerlo.

Pronto oye las risas divertidas y malvadas de los causantes de su dolor y eso sólo aumenta el querer soltar sus llantos infantiles y dolorosos.

—Pero miren lo que acaba de suceder —habla uno del grupito con tono burlesco y mirando al pelirrojo con inferioridad—. Parece que me he chocado con basura. ¿Qué hace la basura en medio del pasillo? Debería estar afuera pudriéndose.

Y entonces escucha las estruendosas risas de esos chicos una vez más y siente frustración y miedo. Se pone de pie rápidamente y sale corriendo hacia algún lugar a esconderse lo antes posible.

Un par de ojos lo ven huir y el muchacho que los porta chasquea la lengua con fastidio. Observa a sus dos compañeros y éstos simplemente le devuelven la afirmación en silencio (no necesitan palabras para saber lo que está sucediendo y lo que deben hacer). Suspira algo cansado y se peina el cabello de ébano hacia atrás en un intento de calmar su ansiedad.

—Enserio, ese inútil me da bastante pena. —Declara encaminándose en dirección a la que había ido el chico de cabello rojo. Los otros dos le siguen.

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En el almacén se oyen sollozos suaves, intentos de ser detenidos fracasan indudablemente y él se agarra de los cabellos para estirarlos en tanto sus ojos de esmeralda brillan debido a las lágrimas que descienden por su rostro manchándolo de sus tristezas y dolores internos. Y siente asco —por ser tan débil, por llorar—.

—¿Por qué no pides ayuda?

Esa voz hace que pare en seco sus llantos e intente limpiarse lo más rápido posible. Mira hacia arriba por una ventana y se encuentra con Leo, mirándole de manera seria. Se siente diminuto ante esos ojos de zafiros fríos y decididos —esas expresiones que él no puede mantener—. Y entonces reflexiona sobre la pregunta que le ha dado y se siente impotente.

Baja la mirada guardando total silencio y abrazando sus rodillas. Leonardo deja de verlo y suspira pesadamente. A su lado tanto el científico como el rubio de la familia simplemente ruedan los ojos y deciden encargárselo todo al pelinegro.

—Al menos deja de ser tan patético —sugiere con hastío Leo mirando de reojo la tonta reacción llorona del pelirrojo—. Rafael, si no puedes hacer eso, eres realmente un idiota llorón.

—¿Q-qué quieres que haga? —Pregunta roto y triste y se soba la nariz tratando de hacer que sus mocos no arruinen el ambiente. No puede mirar a los ojos al mayor así que deja escapar sus lágrimas en tanto sus orbes verdes se mantienen en algún punto del suelo—. T-tengo miedo. Y-yo n-no puedo e-enfrentarlos o d-defenderme.

Leonardo guarda silencio un momento y luego vuelve a suspirar cansino.

—Entonces si no puedes hacer nada para salir adelante solo... al menos dígnate a pedir ayuda.

—U-ustedes... ¿Me ayudarán? —pregunta temeroso y levanta la vista esperando una sonrisa que le afirme el definitivo para de esa forma dejar de una vez de temer a las cosas a su alrededor.

En cambio lo que recibe es una mirada azul de reproche y enojo y es cuando su cuerpo se paraliza de miedo y quiere desesperadamente volver a huir y esconderse en algún agujero donde ya nadie llegara a encontrarlo ni en un millón de años. Vuelve a apartar la vista y se abraza más fuerte mientras su cuerpo tiembla escandalosamente y empieza a hipar de llanto.

Y es entonces que recuerda su realidad, que es un cobarde e inútil que no puede valerse sin llegar a llorar a cada momento y temer a las personas que le rodean y que también es despreciado por la mayoría del mundo. Además de ello sabe y siente que es una carga horrenda para su familia en especial para sus hermanos, porque a diferencia de ellos él no es popular y sufre de acoso por ser tan inútil y débil y llorón. Y siente que no debe existir y que su mera presencia arruina todo lo que sus hermanos ya han logrado.

Él se interpone entre la felicidad de su familia, de ellos. Porque es una carga horrible y no sirve para nada.

Y tiene miedo de pedir ayuda y que nadie le conteste.

—Tch —suelta Donatello con fastidio—. Ya basta de perder el tiempo, vamos a clases. —Ordena con severidad y antes de alejarse junto a los otros dos mira y examina con sus ojos de rubí brillante al pelirrojo quien sigue derramando lágrimas de impotencia y miedo. Bufa silencioso y finalmente decide alejarse.

Y nuevamente el Hamato de ojos verdes queda solo.

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Sus pies se arrastran por el suelo haciendo un sonido que no llama totalmente la atención. No puede caminar correctamente debido a su debilidad y siente que caerá en medio del lugar de pronto y todos terminarán burlándose como en esa mañana. Y ese sólo pensamiento hace que quiera llorar una vez más pero se contiene para no ser más patético y destruir la buena reputación de su familia —eso es lo que menos desea, hacer que sus hermanos caigan, porque los quiere a pesar de todo—.

—Oh, vaya —la voz que escucha lo deja helado y levanta la mirada encontrándose con uno de los acosadores. Éste le sonríe con superioridad y diversión en los ojos—. Pero miren, otra vez encuentro basura en esta escuela —comenta malvado y los secuaces ríen—. Por cierto, basurita, aún no me has pedido perdón por lo de esta mañana.

—¿Qué...? —inquiere confundido Rafa y enseguida un puñetazo se encesta en su mejilla izquierda haciéndolo tambalearse y caer de espaldas al suelo.

Todo se vuelve silencioso a su alrededor y él se sienta en el suelo en tanto las lágrimas escocen en sus ojos debido al dolor punzante en su cara.

Ese chico lo mira con frialdad y burla.

—¿No vas a levantarte, basura? Ah, no. Claro. La basura siempre debe quedar en el suelo, ¿no es así?

—¿Entonces por qué no estás tú allí? —pregunta burlesco Leo apareciendo detrás de Rafa y sonriendo con superioridad hacia el grupo que estaba molestando a su hermano.

Enseguida el líder de dicho grupo mira con asco y enojo al muchacho de cabello negro pero este lo ignora y camina hasta quedar frente a Rafael e inclinarse a verlo a la cara.

—¿No vas a decir nada, Rafa? —inquiere con una sonrisa afable el pelinegro. El menor queda en blanco y pronto sus ojos se iluminan con lágrimas.

—Y-yo... y-yo... —intenta hablar pero las palabras se le atoran en la garganta y se escapan de su mente, dejándolo en blanco.

—Adelante, dilo —insiste una vez más el muchacho de ojos azules portando una sonrisa sincera (y que le parece tan falsa pero quiere creer que es real)—. Pide ayuda de una vez.

—Ah... a-ah... —sigue sin poder soltar alguna palabra coherente.

Donatello suspira con cansancio y niega con la cabeza. Cierra su libro y se acerca al pelirrojo, se agacha y queda frente a frente con él observándolo con seriedad.

—"Ayu". —Empieza una sílaba en pos de que el chico le siga.

—Ayu...

—"Da".

—Da... —y su rostro se suaviza y hace una expresión triste y dolorosa en tanto sus lágrimas se desbordan—. Ayúdame...

El científico sonríe satisfecho y se acomoda los lentes. Se yergue y asiente ligeramente.

—Sólo tenías que decir eso, idiota —afirma burlón pero amigable Miguel Ángel y le despeina al pelirrojo para luego caminar y ponerse enfrente del alto chico que acosa a su hermano. Sonríe altanero y astuto intimidando ligeramente al chico—. Así que ya lo oyeron, nosotros lo ayudaremos. Desde hoy quien se atreva a meterse con Rafael Hamato también se meterá con nosotros.

—Y les aseguramos que no seremos suaves —declara Leonardo y rápidamente va hasta el líder del grupo y le encesta un golpe en la cara que lo tira hacia atrás un par de metros. Todos sueltan jadeos de impacto ante tal fuerza, y el pelinegro sólo sonríe divertido—. Espero que lo tengan en cuenta la próxima vez. Nadie más que nosotros puede maltratar a Rafa.

Donnie niega con la cabeza y Mikey ríe un poco. Por otro lado Rafael solamente puede mantener la mirada en la nada y sentir esa emoción de seguridad florecer dentro de sí. Levanta la cabeza observando a sus tres hermanos y enseguida sus ojos se llenan una vez más de gruesas lágrimas y un sonrojo invade sus mejillas. Leo lo ve y frunce el ceño fastidiado.

—Rafa, deja de-

—No, son lágrimas de felicidad —aclara el ojiverde en tanto trata de limpiárselas pero le es imposible porque parecen infinitas—. Yo sólo... estoy muy feliz, de tenerlos como hermanos.

—No te hagas ilusiones —interrumpe Donatello portando como siempre su mirada congelada e inquisidora hacia Rafael—. Sólo lo hicimos porque no podemos seguir dejando que manches el apellido Hamato.

—Vaya que eres un inútil, Rafa. —Declara malvado y divertido Mikey picando el rostro del pelirrojo quien igualmente no para de sonreír.

—Eso no me importa —sincera con calma—. De igual forma estoy agradecido.

—¿Por qué? —Inquiere Leo—. Si fuiste tú el que pidió ayuda, ¿o no?

Y aun así la sonrisa del menor sigue presente en su rostro.


¿Fin?