Dioses. Este lugar si que era deprimente. No podía creer que la última vez que estuvo aquí se había divertido tanto.

Tal vez se debía a que entonces estuvo acompañado y completamente ebrio, y ahora estaba muy, muy solo, y muy, muy sobrio a su pesar.

La música estridente ya le estaba provocando dolor de cabeza.

¿Cómo era posible que las cosas cambiaran tanto en tan poco tiempo?

Aquella vez había venido acompañado de Casey Jones. Se habían tomado varias cervezas de mas y se les ocurrió que seria buena idea ir a ver las proezas de la Sensacional Candy en la pista de baile, según decía la propaganda que encontraron pegada en un poste.

Consiguieron una gabardina y un sombrero para disimular. No fue el plan más brillante, pero no se les ocurrió otra cosa, además Casey le aseguro que si les dieran una moneda a las chicas por cada sujeto sospechoso que entrara por esa puerta, ya podrían retirarse.

Estuvieron bebiendo y contando chistes durante horas. Hasta consiguieron que la famosa Candy les bailara sobre la mesa, e incluso le dedicara un guiño y enviara un beso a Raphael.

Definitivamente, había sido una noche divertida.

Valió la pena hasta el sermón que tuvo que soportar después, de parte de Leonardo (¿Quién mas?) acerca de lo irresponsable que era, de que quizás tuviera un problema con su afición a la cerveza, que no podía andar así como así por un lugar tan peligroso, que estaba poniendo en riesgo a la familia. A lo que respondió que su problema con la cerveza era que en ese momento no tenia una a la mano, que en toda la noche no se topo con nadie lo bastante sobrio como para distinguir una tortuga gigante de una carga de caballería, y que fuera aburrir a alguien mas de la FAMILIA con lo que sea que tuviera tantas ganas de decir. Después de lo cual se dio la vuelta, y fue a su habitación a disfrutar el masoquista placer de su resaca, y recordar algunos pasos particularmente buenos de la Dulce Candy.

- ¡Esto no se ha terminado!

Si, Intrépido Líder, como digas.

De hecho, solo tomo una pausa muy larga.

Días después, Splinter dejo caer la bomba. Leonardo, el hijo Mayor, iba a salir de "Viaje de Entrenamiento", para alcanzar el siguiente nivel de Ninja o alguna cosa de esas. Aquí ameritaba una escena de "Buen hermano" felicitando al Mayor y diciendo algo sobre sus meritos, su disciplina, su cara bonita, ayudarle a hacer las maletas y palmearle el caparazón en un sentido adiós.

Si, claro.

Discutieron, como era de esperarse. Raphael no quiso escuchar sus teorías sobre "Si hubieras sido mas disciplinado, obediente, si hubieras sido mas como yo, tal vez… " y lo dejo hablando solo.

¿Ser como Leo? No gracias. Alguien capaz de enfocarse tanto en un objetivo que seria capaz de dejar que un hombre recibiera una paliza solo porque "Splinter no quiere que nos involucremos en asuntos de humanos".

Permitió que golpearan al señor Merryweater.

No. Ambos permitimos que golpearan al señor Merryweater. Leo al seguir ordenes a ciegas, y yo por hacerle caso. ¿Qué me costaba ignorarlo como siempre? Por suerte se recupero en esa ocasión.

Valiente héroe.

Eso le dijo cuando lo ayudo a levantarse del suelo. Valiente héroe.

Diablos, fue una advertencia de lo que pasaría.

Le hubiera gustado conocerlo un poco más. David Merryweater si que era alguien interesante. Tuvieron una charla breve pero sustanciosa. Raphael le explico sobre su especie –tortuga, no marciano-, su entrenamiento, su sensei y sus hermanos. Y David le contó acerca de su lucha contra el crimen, cuando era mas joven, su escondite y su experiencia.

De repente se imagino a un Casey canoso y arrugado mostrándole a algún mocoso cualquiera el lugar donde escondía su mascara y sus palos de golf. Seguro que el hipotético joven se partiría de la risa "Si abuelito, con eso impartías justicia por las calles ¿y luego?".

Porque Casey no tenia cueva secreta donde escondía su armadura, ni un arsenal y una moto como la de David. Sobre todo la moto. Hecha para durar. Una clásica, un autentico tanque con dos ruedas. Y parecía recibir mantenimiento a menudo. El hombre quizás no tenía otra cosa que hacer.

Todo lo que vio lo sorprendió tanto, que casi olvido que el anciano tenia un disparo en el pecho y estaba tirado a unos pasos de distancia.

¿Por qué los celulares eran algo tan inoportuno? Justo estaba a media conversación, cuando al aparato se le ocurrió sonar. Era un mensaje de Splinter, para avisarle que Leo estaba a punto de marcharse. Se disculpo con Merryweater y prometió que regresaría. Ya una vez afuera, sobre el techo de un edificio cercano, miro atrás y se dio cuenta de que unos sujetos sospechosos rondaban la casa. Si no se equivocaba eran los mismo imbeciles que habían atacado a David antes.

El celular sonó de nuevo.

Esta vez era Leo, preguntando si había recibido el mensaje de Splinter y donde estaba. Le respondió que no era de su incumbencia y escucho un disparo. Venia del edificio de Merryweater.

Cuando llego no había mucho que hacer.

Lo ultimo que el anciano hizo antes de morir, fue indicarle donde estaban sus cosas, y suplicarle que pusiera tras las rejas a los sujetos que le dispararon y que su familia no se enterara.

Raphael se lo llevó todo. Le tomó toda una noche sacar el arsenal de la casa de David, y encontrar un escondite seguro en el laberinto del drenaje. Esos imbeciles estaban en prisión, con un par de costillas rotas, de parte del anciano. Y ahora la tortuga mutante decidía que hacer a continuación.

Le hubiera gustado que Casey estuviera aquí. Tan solo para distraerlo. Pero últimamente no se contaba con el.

Cada vez que lo llamaba para quedar de verse, escuchaba cosas como "Hoy no puedo porque Abril tiene un negocio importante y me necesita","Esta noche no Raph, lo siento. Estoy ayudando a Abril a entrenar" ó "Shh, aquí esta Abril, no puedo hablar ahora". Cuando fue Abril quien le contesto el teléfono, decidió que seria la última vez que llamaba.

Y ahora estaba metido en ese antro, solo, bebiendo cerveza sin ganas y preguntándose a que hora saldría Candy para saber si esa noche valdría la pena.

El encargado de los anuncios, pidió un fuerte aplauso para la sensacional Candy, quien en ese momento se equilibraba sobre sus altos tacones de aguja y avanzaba con gracia por la pasarela hasta llegar a donde se encontraba el indispensable tubo. La música sonó más fuerte, y la chica comenzó a bailar.

Bien. La noche había valido la pena. La vio sacudir su cabello rojo al compás de la música y batir sus largas pestañas embadurnadas de rimel. La luz no permitía averiguar el color de sus ojos, pero los supuso verdes, le parecía una buena combinación.

Los espectadores gritaban y agitaban billetes. Disputándose el privilegio de ponerlos en esos hilos dorados que apenas le cubrían el cuerpo.

Raph dio unos sorbos mas a su cerveza, siguiendo los movimientos de la chica con los ojos. Hubo un momento en que su mano se movió por voluntad propia a su billetera.

Antes de conseguir su propósito, vio algo que terminó de arruinarle la noche. Candy fue directo a la mesa donde había una masa amorfa color rosa, vestido de traje, con dos matones tras el, cuidando lo que suponían su espalda. El gordo sonrió complacido, y en su boca brillaron dos dientes de oro, mientras su manaza alcanzaba la cintura de la joven.

Para vomitarse… pensó Raph asqueado, al notar la posesión en el gesto. Candy rió como boba y se dejó atraer a los enormes brazos del tipo. Se escuchó un coro de gritos y chiflidos, y la joven tuvo que volver al escenario.

Raph terminó su cerveza, dejó unas monedas de propina y salió. Pensó que al menos se ahorró el billete, y que si algo así de gordo y desagradable podía conseguirse una chica, él todavía tenía posibilidades.