¡Hola!
Aquí traigo la continuación de "Mi Santuario, mis normas". Como ya avancé, Radamanthys se hará cargo del Santuario y Saga del Inframundo.
De momento os dejo con el prólogo. Aviso de que cada capítulo será dedicado a uno de ellos, alternando.
Muchas de las historias abiertas en el anterior fic se verán cerradas en este…sobre todo para Shion.
¡Espero que os guste!
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EL INTERCAMBIO
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Prólogo
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[SANTUARIO]
Estar allí no le hacía ni puñetera gracia. Tener que lidiar y manejar a los caballeros de oro sería una labor extenuante. Sin contar con que estaba seguro de que su trabajo no sería sencillo gracias a las mil y una jugarretas que los habitantes del Santuario le harían pasar simplemente por diversión.
Radamanthys apuró el vaso de whiskey que reposaba sobre la mesa de aquella estancia. De momento, el Patriarca no le había asignado una habitación, debido al estado desastroso en el que se hallaba su templo y que ahora mismo toda la gente del servicio se encargaba de limpiar a matacaballo.
Shion le había invitado a sentarse en aquel sofá, para ponerle al corriente de todos sus cometidos. Justo cuando iba a servirse el té, una sirvienta le reclamó para que diera órdenes.
Y ahí se quedó el espectro, recostado, bebiendo poco a poco un whiskey de mala calidad y escuchando el sonido de las agujas del reloj. Suspiró de puro aburrimiento, ya que llevaba más de media hora esperando el regreso de Shion.
Detuvo su mirada sobre la bandeja de plata, donde unos paquetitos verdes y dorados llamaron su atención. Inclinándose hacia delante, recogió entre sus dedos uno de ellos y lo abrió sin miramientos. Un dulce perfume inundó su sentido del olfato, deleitándose con el aroma del chocolate negro, con un toque mentolado.
Sin más miramientos, se introdujo la porción del after eight en la boca y su sentido del gusto se derritió de placer al saborear la mezcla de chocolate y menta. Se reclinó de nuevo hacia atrás y cerró los ojos, para absorber con más tranquilidad aquellas delicias.
[INFRAMUNDO]
Saga permaneció en una de las habitaciones del templo de Hades, rehusando utilizar la Caína, al menos, por el momento. Al conocer esto, el resto de espectros que compartían el cobijo del templo de Radamanthys suspiraron aliviados.
Aún así, el caballero de Géminis amenazó con hacer un repaso exhaustivo de las dependencias de los espectros, alegando que si una persona era ordenada de puertas para adentro, lo sería de puertas para afuera.
Además, en el templo de Hades, podría mantener el nivel alto de exigencias que siempre precisaba. No sólo en cuestión a descanso nocturno, dotado de muchos más lujos que el resto de dependencias del Inframundo, sino porque tenía servicio para siempre. No era para tirar cohetes y desde luego que la visión de un esqueleto trayéndole la bandeja con la comida no era una visión agradable, pero al menos podría seguir disfrutando de sus largos baños, ya que aquel templo poseía una piscina el doble de grande que la que tenía Shion en su templo y casi el cuádruple que la que había mandado construir en el suyo, para desgracia de su hermano, quien se opuso desde un primer momento a ello. No era para menos, ya que al realizar la obra, la piscina ocupó una parte del ala izquierda del templo, donde Kanon tenía su zona privada.
Aunque aún recordaba cuando tenía que compartir litera con él, mientras duraban esas obras.
Sumido en tales recuerdos, depositó el libro que había extraído de la estantería de aquella habitación y lo colocó en su lugar, yéndose a sentar en aquel sofá de estilo antiguo y relleno incómodo.
Allí esperaría a Pandora, quien le informó de su visita en un par de horas para ponerle al corriente con todo lo que debía hacer.
Frente a ese incómodo sofá, la mesa de caoba proveía al griego de unos deliciosos barquillos de nata y chocolate, así como de café, azúcar y leche caliente. Sin pensarlo dos veces, vertió en una taza de fina porcelana el café, añadió la leche y dos cucharadas de azúcar removiendo la cucharilla de plata lentamente.
El aroma le hizo perder el sentido unos segundos, hasta que despertó completamente al beber un trago.
Maravillado ante la increíble calidad del café, decidió atacar los barquillos, sumergiéndolos en la bebida previamente. Quizás no cenaría esa noche, pero aquellas galletas ligeras iban a desaparecer rápidamente.
