Aviso: Lo escrito en cursiva es un recuerdo.
Disclaimer: Todo es propiedad de J.K. Rowling; excepto por la narrativa, que es de mi autoría.
Esta es mi respuesta al reto Primum del foro The Ruins.
"Cuestión de Alma."
Draco Malfoy caminaba rápidamente y refunfuñaba bajas amenazas dirigidas a su único hijo, Scorpius; El muchacho había sido descubierto en el baño de chicos del séptimo piso del colegio a deshoras y con cierta "actitud sospechosa".
—Actitud sospechosa; ya no saben qué inventar para hacerme quedar mal… —Murmuraba con gesto enojado.
La verdad era que sí habían encontrado al joven Malfoy fuera de la cama en horas de descanso, pero era inexacto, él estaba en los pasillos, no en el baño de chicos. Y también estaba en compañía de Rose Weasley, su mejor amiga. Sin embargo, al parecer esto último no era importante, ya que la muchacha no la castigaron en absoluto, simplemente creyeron mejor pasar por alto la presencia de la pelirroja. En cambio, al hijo de Draco lo castigaron severamente, dejándolo sin Quidditch por dos partidos, e incluso llamaron a su padre. Eso era algo que a Draco no le molestaba en absoluto, pero sabía que a Scorpius le afectaba involucrar a su padre, crearle problemas. Sabían que al llamarlo era suficiente castigo para el muchacho.
—Prejuicios —Musitó negando lentamente con la cabeza y llevando sus manos a los bolsillos de su túnica, en búsqueda de su varita. — Luego los prejuiciosos éramos los Malfoy, ¿verdad?
Frente al molesto rubio, se alzaba el bello edificio donde el colegio de magia y hechicería Hogwarts desempeñaba sus clases. Una vez que Draco encontró su varita, levantó la mirada y observó atentamente el camino. Al ver el gran enrejado que se imponía allí, cercando todo el terreno del colegio, y ninguna persona había allí dispuesta a abrirla, se encogió de hombros.
—Expecto Patronum. —Murmuró concentrándose, levantando su varita en alto. Le había costado mucho, y aún lo hacía, dominar el Patronus.
Luego convocarlo, un hermoso dragón de luz plateada salió zigzagueando de la punta de la varita del rubio. Ese Patronus, era un aviso para que algún docente, o el viejo guardabosques, fueran a quitar los hechizos de protección para que él pudiera entrar.
Mientras esperaba, se dispuso a observar el castillo; los alumnos y ex alumnos habían hecho un excelente trabajo restaurándolo. Fijó su mirada en el tejado, algo que siempre hacia, puesto que esas tejuelas azules, casi negras… le traían tantos recuerdos, buenos y malos. Persiguiendo a Potter en escoba. Él en la torre de astronomía, mirando desesperado a todos lados… y lo único que había acaparado su atención en ese horrible momento habían sido esas tejuelas.
Otro momento inolvidable había sucedido en esos tejados unos años antes de esa fatídica noche de la muerte de Albus Dumbledore. Y ahora, volvía a prestarle verdadera atención a esas tejuelas. Por ese motivo, observó ese punto específico… En la torre Norte, donde vivía la profesora Trelawney, en una de sus ventanas.
Y ese precioso recuerdo de su cuarto año en ése colegio, que tanto atesoraba, volvió a su mente para que él sonría sin planearlo, cerrando los ojos creyó que podría revivirlo de forma más nítida, y así fue. Sintió todo como si estuviera pasando en ese mismo instante…
Draco estaba en pleno paseo, ese que hacía siempre todas las noches por los terrenos del castillo. Nunca lo habían atrapado, era lo bastante astuto y escurridizo como para permitirlo. En realidad, él no solía dormir demasiado, eso lo hacía ser más suspicaz durante el día. Pero por la noche, no pasaba gran cosa, él sólo se limitaba a caminar por todo el castillo hasta que se cansaba y se iba a acostar, o tal vez iba afuera a mirar las constelaciones si las nubes se lo permitían. Siempre encontraba algo que hacer aunque las lunas siempre pasaban con gran tranquilidad.
Pero esa noche sí iba a pasar algo. Debido a la nieve que caía suavemente no se lograba ver el cielo, por lo cual, observar las constelaciones en esa oportunidad era un plan que estaba descartado. Así que se dirigió a paso lento a una banca del jardín, con un libro que había llevado con él. Levantó la mirada una vez más, con la esperanza que el cielo esté un poco más despejado, pero se encontró con algo diferente. Fue ahí cuando la vio allí arriba.
Una sonrisa se le dibujó en su rostro de facciones refinadas mientras desistía de su decisión de leer, para dejar a un lado el libro y comenzar a caminar hacia el castillo, hacia las mazmorras para llegar hasta su habitación, sin quitar la sonrisa de su semblante. Con rapidez y sigilo, se subió a su escoba y salió por la ventana de la habitación.
Sobrevoló todo el jardín para llegar a donde la había visto, y, afortunadamente, aún seguía allí. Estaba sentada sobre el alero de una ventana, con el rostro ocupado sólo por el miedo, y se aferraba a sí misma en un intento de protegerse del frío. Claramente, estaba nevando, ¿Cuánto tiempo hacía que ella estaba allí?
Se acercó ella, y al percatarse de su presencia, Hermione Granger se enderezó y tensó completamente sus brazos, sin cambiar de postura, perro reemplazando su expresión de miedo por una máscara de fría indiferencia.
—Lindo clima ¿eh, Granger? —Espetó Draco, con una sonrisa torcida en su rostro, flotando en la escoba frente a Hermione. — ¿Qué haces aquí arriba?
—No es asunto tuyo, hurón. —Gruñó ella, sonriendo al decir el nuevo apodo del rubio.
—Que yo sepa, aquí arriba no hay libros, ¿verdad, Granger? —Levantó una ceja, contraatacando el insulto de la castaña.
—No estoy aquí por libros para humillarte aún más en clases, Malfoy —Mencionó con gesto de suficiencia ante sus extremas notas insuperables.
Draco soltó una risa y bufó. Claro que la chica lo superaba en todas las clases, pero aun así él seguía siendo superior a ella, en varios aspectos. En ese momento la observó detalladamente; tenía el cabello crispado y mojado por la nieve, sus labios tenían ya un tono peligrosamente violáceo y tiritaba levemente. Ni él era tan cruel de dejar abandonado un ratoncito de biblioteca al sereno manto frío de la nieve, sin un refugio.
—Dime porqué razón estás aquí arriba a estas horas y con este clima, y te ayudaré a bajar. —Intentó negociar él, rodando los ojos.
Hermione se rio ante la propuesta, que seguramente se trataba de una trampa. ¿En qué mundo Draco Malfoy ayudaría a una sangre sucia? Y no cualquier sangre sucia, sino Hermione Granger. Claro que sería una triquiñuela. Pero luego lo consideró más detenidamente… ¿Cómo iba a bajar, si era obvio que Harry o Ron no volverían por ella?
—¿Por qué debería hacerte caso? — Indagó la castaña, frunciendo el ceño. Enojándose por tener que pensar en la posibilidad de aceptar la ayuda del rubio.
—¿De qué otra manera podrías bajar? —Murmuró Draco mientras se acercaba un poco a la chica, aún sobre su escoba.— Además, es de público conocimiento que le temes a las alturas, Granger.
Hermione ladeó la cabeza, ignorando cómo él podría saber aquello, y se encogió de hombros, decidiéndose finalmente.
—Harry entró a la torre de la profesora Trelawney, —Comenzó a relatar ella, mirando la ventana que tenía debajo de ella— Pero la profesora entró y él logró escapar apenas. Yo estaba haciendo guardia... Aquí fuera —frunció los labios e hizo una mueca de dolor, ya le habían comenzado a doler— así que, al escaparse tan rápido, me dejó sin darse cuenta.
Draco empezó a cavilar sobre las posibles razones de que Harry Potter se metiera a escondidas a la torre de la chiflada profesora. ¿Qué podría necesitar él de ahí dentro? Un casi insonoro estornudo y la voz de la castaña lo sacaron de sus pensamientos.
—Ahora, Bájame Malfoy. — Le ordenó la chica mirando hacia abajo y cerrando fuertemente los ojos a causa de la gran altura a la cual estaban.
Draco sonrió socarronamente y se alejó de Hermione, empezando a volar a su alrededor, formando tortuosos círculos.
—¿Y tú varita, bruja? —Preguntó Draco enarcando una ceja, regodeándose del terror de la chica.
—No la tengo, se… se me ha caído —Susurró ella. Abrió los ojos y miró al rubio que daba vueltas en torno a ella— Vamos, bájame.
El rubio dejó escapar una risa mientras se acercaba nuevamente a ella, lo suficiente como para que subiera. La castaña se levantó con cuidado e intento llegar a la escoba, sin éxito.
—No llego, Malfoy… Acércate —Pidió la chica.
Ahí fue cuando la nieve acumulada en el alero hizo que Hermione resbalara. Draco, sin pensarlo dos veces y por puro reflejo, la agarró de la mano para que no cayera; haciendo que la escoba se diera vuelta con Hermione suspendida en el aire, pero él estaba fuertemente agarrado por las piernas.
—¡Joder! ¡Ya no grites! —Exclamó el rubio intentando calmar a la chica que gritaba aterrada. La muchacha le hizo caso y se quedó mirándolo a los ojos, intentando descifrar si él la dejaría caer así sin más— No te soltaré, Granger —Murmuró Draco, adivinando el significado de la mirada de Hermione.
Sabía que debía odiarla, rehuir del toque de la chica. Pero no era así. Hermione Granger no era de su agrado, para nada, pero no creía ser capaz de dejarla caer. Seguramente su padre lo hubiera hecho, pero Draco no podía llegar a ese extremo, de lastimarla físicamente de forma irreversible.
Luego de tomar un pequeño envión, efectuando un rápido movimiento y aplicando mucha fuerza, Draco logró dar vuelta la escoba y colocar a Hermione detrás de él. Automáticamente, ella se aferró vigorosamente a la cintura de él mientras cerraba los ojos con fuerza y enterraba su enrojecida nariz en la espalda del rubio.
—Relájate, maldita sea. —Gruñó Draco, incómodo ante el agarre.
No pensaba hacerle daño, pero aquello no sería divertido si Draco no sacara provecho de la situación. Simplemente con el motivo de disgustar a la muchacha, el rubio descendió en picada y acelerando en demasía, para finalmente frenar de forma cuidadosa sobre la nieve del suelo. En el primer intento en que la castaña intentó bajarse, él volvía a elevarse en el aire. A la tercera vez, ella ya estaba casi lastimándole la cintura, así que aterrizó, aunque no sin antes hacer unas cuantas piruetas vertiginosas que le arrancaron un par de grititos a su acompañante.
Cuando Hermione bajó con rapidez de la escoba, dejó caer su mirada en Draco, dispuesta a insultarlo pero agradecerle a duras penas; discurso que había estado pensando desde que se había subido a la escoba. Pero las palabras que tenía en mente no salían de su garganta, puesto que él estaba a escasos centímetros del rostro de Hermione, que ahora, estaba paralizada por la sorpresa y el frío. Aún flotando en su escoba, Draco sonrió ante la reacción de ella.
—Tendría que haberte dejado ahí arriba para que te congelaras, Granger —Le murmuraba el rubio, haciendo que el vaho que salía de su boca chocara contra el rostro estupefacto de la castaña. —Tendría que haberlo hecho, ya que tú, el año pasado, tuviste la osadía de golpearme frente a tus amiguitos —A cada palabra, él se acercaba, deshaciendo lentamente la distancia entre ellos. — E incluso ahora, podría humillarte… hacer que pases el peor momento, un momento que jamás olvidarás. —Miró los labios de Hermione significativamente, haciendo que el corazón de la muchacha acelerara de golpe— Pero no. —Con una sonrisa adornando su rostro triunfante, se alejó de la muchacha y se elevó un poco. —De nada, Granger.
Y así, se alejó de ella, con intención de volver a la actividad que había dejado antes.
Draco atesoraba ese momento, porque, cuando él mismo se creía lo peor del mundo, un ser que era inhumano… recordaba eso y su momento de piedad para con Hermione Granger era una prueba. Él a veces creía que había estado destinado a ser un mago oscuro por el resto de su existencia, pero su vida había estado plagado de pequeños momentos de luz. Y aunque ella nunca lo admitiría, siempre estaba el tejado de testigo. Ese momento significaba que Draco tenía alma, algo que muchos de la sociedad mágica habían puesto en duda antes.
Volvió a sonreír al retornar la mirada al tejado. Sólo con mirar al tejado recordaba que sí era una persona, en ese momento había sido una buena persona.
—Entra, Malfoy. Scorpius te espera —Gruñó el guardabosque cuando abría la reja.
¡Espero que les guste y recuerden que los reviews siempre son bien recibidos!
— Mapple.
