Mis queridos lectores;

Para darle mas drama al fict, he reeditado el primer capitulo; estoy seguro que esta versión será del agrado de todos ustedes.

Capítulo I

Volviendo al Hogar.

-Vaya, vaya, cuanta frivolidad—

-¡Harry!—exclamó una exuberante joven de cabellos castaños ensortijados, largas piernas y figura esbelta, a la vez que se lanzaba a los brazos de un apuesto hombre de ojos verdes y cabello negro.

--Hola preciosa, cuanto tiempo—el tono del joven era claro y suave, casi se podía palpar la felicidad en sus palabras, mientras abrazaba afectuoso a la hermosa joven. Se separaron sonrientes tras el intenso abrazo, un momento querido por ambos hace ya mucho tiempo.

Harry Potter observaba las femeninas facciones de su amiga de la infancia, sus ojos claros, sus labios rojos, sus pómulos delicados, su esbelta figura cubierta por un sobrio vestido de noche con lentejuelas; si bien es cierto ahora ella era una muy famosa y reconocida modelo internacional, para él seguía siendo la dulce Hermione, amiga de siempre y compañera de aventuras.

-Me encanta tu traje, Harry. ¿Es Armani?—preguntó Hermione, tratando de sonar casual, mientras revisaba con detenimiento la elegante vestimenta negra de su amigo.

-Permiso—dijo una rubia que vestía un corsé negro y en su mano llevaba una falda azul.

-No. Es Calvin Klein, ya sabes que a Karl le fascina apoderarse de mi cuerpo y vestirme a la medida. —bromeó Harry, dándole paso a la rubia. —aunque en realidad sino fuera por estos eventos y porque tengo que vestir siempre así, te aseguro que no me lo pondría. —confesó en un susurro, acercándose al oído de ella. Hermione se sintió inquieta, emocionada, una especie de corriente exultante viajó por su cuerpo, al notar el cálido aliento de Harry tan cerca de ella.

--Karl salió hace unos cinco minutos, quería volver a revisar la pasarela. Andaba como loco, creo que se está poniendo senil—susurró Hermione, acercando un poco más su cuerpo al de Harry; podía advertir la pasión consumiéndola, en el instante mismo en el que el esmeralda y marrón de sus ojos chocaron, en una vorágine de sensaciones voluptuosas; ansiosa, ávida de recorrer con sus manos desnudas el cuerpo de Harry. Dibujó con sus manos delicadas el contorno del pectoral de él, con cadencia y deseo las llevó hasta su cuello, ladeando la cabeza ligeramente, sonriendo.

--Hermione, cinco minutos date…—una mujer caucásica, rubia, bajita y regordeta con cara bonachona, de unos treinta y cinco más o menos, se asomó por la puerta del camerino donde conversaban, interrumpiéndolos; llevaba unos papeles en las manos y parecía muy ajetreada; al ver a Harry se sonrojó un poco. —Perdón, no sabía que estabas con él. —se disculpó la mujer, haciendo mucho énfasis en la última palabra y brotando los ojos--Chicas, ¡cinco minutos!—gritó la mujer, captando así la atención de todas las modelos que apuradas, se terminaban de arreglar para salir a desfilar y se fue por donde entró.

Harry y Hermione se miraron fijamente, transmitiendo en aquel mudo gesto, un sinfín de anhelos y caprichos, un laberinto de pasión y deseo. Harry se aclaró la garganta, en su rostro se dibujó una sonrisa extasiada.

-Si que es una locura aquí dentro—recorrió el amplio camerino con la mirada; modelos, maquillistas, asistentes, peinadoras corrían ajetreadas de un lado a otro de la estancia;Hermione, al igual que él, recorrió con la vista el camerino, luego devolvió su atención al pelinegro.

Se contemplaron por unos instantes en un silencio, que distaba mucho de ser incómodo, sino más bien reconfortante. Harry acercó el rostro al de ella nuevamente y le susurró al oído, mientras la tomaba por la cintura.

--A las doce, en tu habitación. Espérame. —la joven contuvo el respingo que le provocó el susurro del mago. Aún después de tantos años, él sigue teniendo ese efecto en mí, pensó Hermione entre contrariada y excitada.

-Harry, yo...—dijo Hermione, con voz queda, escogiendo bien sus palabras.

-Suerte, preciosa—le deseó él, mientras con su diestra tomaba suavemente el mentón de ella, atravesándola con la mirada. Y sin más, Harry salió de la habitación.

-Gracias—respondió en un murmullo, pero nadie la oyó.

Se miró luego en el enorme espejo rodeado de bombillos que tenía a un lado, se acomodó unos pendientes plateados que harían juego con el vestido que iba a usar y suspiró.

—C☻P—

El salón "Beatriz", del Hilton de Londres recibía esa noche de agosto a muchas personalidades, para una gala de beneficencia que Harry organizaba; un evento de modas en el que Karl Lagerfield, diseñador de la casa Calvin Klein, mostraba su colección de invierno. Todo lo recaudado aquella noche, sería destinado a la construcción de un orfanato, que dirigía la fundación de Harry.

Habían pasado ocho años desde que se graduaron de Hogwarts y la eminente caída del Señor Oscuro. Harry, como lo planeó desde antes de terminar sus estudios, entró en la Academia de Aurores, donde se recibió con honores y en más de una ocasión, arriesgó su vida deteniendo y capturando a peligrosos hechiceros. Pero desde hace cinco años, había iniciado una fundación de beneficencia, que velaba tanto por la comunidad mágica, como por la comunidad no-mágica.

En ese tiempo pasó de ser, Harry Potter, el niño que vivió a Harry Potter, el Empresario y Filántropo. En un principio, los fondos para la Fundación provenían solo de donaciones de familias mágicas, pero luego de darse a conocer en el mundo Muggle y a ser reconocido dentro de Europa, podría decirse que se creó un furor en cuanto a Harry; no solo era buscado por la aristocracia europea, sino por distintas casas de modas, empresas varias y consorcios multimillonarios; todos deseosos de apoyar al joven en "la cruzada Potter", como le llamaban los medios.

Además de la Fundación, que era una de las principales preocupaciones y orgullos de Harry, él presidía una corporación poderosa, en compañía de un selecto grupo: Empresas Aries.

—C☻P—

El evento de la noche, se llevaba acabo en un lujoso salón en el primer piso. Éste, era bastante amplio y de forma ovalada, en su centro se había instalado una pasarela en forma de T y a su alrededor varias meses redondas, de manteles rojos y elegantes sillas. Los tonos de las luces eran brillantes rojos y magentas y en las paredes cremas podía apreciarse afiches de las firmas, que patrocinaban el evento; el salón estaba casi lleno, las mujeres vestían trajes largos la mayoría, todos de diseñador. Mientras que los hombres iban de esmoquin, parecía que la aristocracia londinense se hallaba reunida en pleno.

-¿Hablaste con ella, Harry?—preguntó un atractivo y risueño pelirrojo, sentado junto a Harry.

-Fue más que una simple conversación, te lo aseguro—respondió Harry, esbozando una imperceptible sonrisa.

-¿Más que una simple conversación? ¿Le dijiste que todavía te gusta? ¿Que quieres formalizar una relación con ella? ó le preguntaste ¿Qué comió en el desayuno?—inquirió divertido otro joven, de cabello castaño y semblante amable, que comenzaba a servir el contenido de una botella en las copas de Ron y Harry.

-Solo le desee suerte, solo eso. —Seamus bufó, pero Harry no se dio por aludido—aunque luego del evento tengo intención visitarla en su habitación, Seamus. Eso, siempre y cuando el pequeño ejercito de reporteros no nos de mucha lata al salir—respondió Harry. —miren, ya comienza—apuntó con su copa a la pasarela y tras decir esto, el salón fue envuelto por una música sensual, mientras que la iluminación cambiaba entre magenta y violeta.

Una sucesión de hermosas mujeres ataviadas en conjuntos de noche comenzaron a caminar por la pasarela. Las personas en sus asientos aplaudían con entusiasmo a las jóvenes que iban y venían. El pequeño ejército de reporteros que estaban apostados sobre uno de los costados del salón, empezó a deslumbrar a las modelos con flashes.

-Mira esas piernas—murmuró Ron a Seamus, quien al igual que él apreciaba la belleza femenina en su apogeo.

-Me gustó más aquella, la morena de falda corta. Eso si es calidad, mi amigo—decía Seamus, luego de beber un poco del contenido de su copa. — ¿Cuál te ha parecido mejor, Harry?—preguntó Seamus a su amigo, que observaba con mirada perdida a las mujeres; hasta que apareció Hermione en el escenario, la respuesta a todas las interrogantes en la vida de Harry.

Vestía un traje de noche muy entallado y escotado hasta el ombligo, negro, con delgadas líneas doradas en diagonal, hasta los tobillos, sin mangas y de espalda descubierta; caminaba resuelta y con elegancia por la pasarela. Atrás había quedado ya la insignificante y descuidada estudiante que se creía poco agraciada; ahora era una mujer que destilaba encanto y sensualidad, porte y distinción.

A Harry le pareció que por un momento, él había sido apartado violentamente de la realidad. No supo en que instante las personas se pararon de sus asientos y empezaron a aplaudir, creando un clamor indistinto a los oídos del pelinegro; los flashes se multiplicaron y la música parecía haberse apagado, la escuchaba tenue y apagada, como en un susurro; solo tenía ojos para ella, no dependía de él, sus ojos no le obedecían, únicamente querían admirar la radiante luz que despedía Hermione, su sonrisa perfecta, sus rizos bailando alegres sobre sus mejillas, acallando el desasosiego que le producía verla ahí, caminando desenfadada sobre la pasarela. Por un instante al girar sobre sus pies, sus miradas se cruzaron, y como en el camerino unos minutos antes, un anhelo que clamaba por ser apagado, un sinuoso deseo de fundirse en un solo cuerpo, lo consumió de nuevo, apoderándose de Harry, abandonándolo a sus instintos. Antes de girarse, y volver de nuevo por la pasarela, le sonrió a él; giró de nuevo y volvió caminando hacia los camerinos al igual que las demás. Harry solo tenía ojos para ella, y ella lo sabía.

Flashback

Harry se encontraba ante una casa azul de dos pisos; de grandes ventanales y descuidado jardín; parecía que nadie en mucho tiempo se había encargado del mismo. Caminó hasta la entrada, la puerta de madera de caoba se veía fuerte pero descolorida. Tocó una par de veces, mas nadie le abrió; giró el pomo y entró decidido, allanar esa vivienda no era un delito, sino una necesidad que le carcomía. Dio un par de pasos, la sala que lo recibió tenía sobre sus paredes pasteles, fotos y diplomas. Los muebles de terciopelo azul, al igual que la sala se veían polvosos y descuidados, como el jardín. Y en medio de la sala, vestida con un simple jean, una remera negra y una chaqueta del mismo color, estaba ella. Ella y sus maletas.

-Entonces, es cierto. Te ibas y no te despedirías de mí—la voz de Harry sonaba dolida, como si necesitase de una fuerza sobrehumana para poder hablar.

Hermione miraba hacia un lado, no podía enfrentar el dolor en los ojos de Harry; pero debía hacerlo, por una vez debía sobreponer sus necesidades y sentimientos a los de Harry, por una vez debía ser fuerte y escapar de la necesidad de complacerlo siempre.

-¡Mírame cuando te hable!—explotó Harry, mientras la zarandeaba por los hombros a Hermione, obligándola a enfrentar sus miradas; su voz ya no era dolida y queda, sino ferviente y lacerante. Hermione comenzó a sollozar y Harry la soltó. Le lastimaba sobremanera gritarle así a Hermione, pero simplemente necesitaba explicaciones; ella seguía sollozando, Harry no lo resistió más y la estrechó fuerte entre sus brazos. Ella, cual poseída, se aferró a su cuerpo, como que si así pudiese darle a entender cuanto le dolía el separarse de él. Fue un abrazo sincero, especial; dos amigos que se despedían, dos cómplices que se decían adiós, dos amantes que rechazaban la verdad de sus sentimientos. Ninguno de ellos comprendía bien por qué estaban ahí, solo sabían que no lo deseaban. Ninguno de los dos era lo suficientemente valiente para expresar sus más sinceros y oscuros sentimientos, solo sabían que se necesitaban, pero que el adiós era inminente.

-Tú estás recuperado totalmente, y ya nada me queda aquí—dijo Hermione, en un hilo de voz. Con su cabeza sobre el hombro de Harry, se sentía la mujer más protegida, con los brazos de él alrededor de su cintura, se sentía la más dichosa de todas.

Harry rompió el abrazo, la tomó de los hombros nuevamente y se miraron. Ella nunca pensó que una simple mirada pudiese evocar tantas sensaciones, pero la verdad era distinta; fue en ese instante cuando supo en realidad que tenía que irse.

--Mucha gente ha perdido a sus seres queridos en esta maldita guerra, Hermione. No eres la única que está sufriendo, se que te duele pero debes ser fuerte, no te orilles a hacer lo mismo que—Harry hizo una pausa—lo mismo que Ginny—

--Me conoces mejor que cualquiera, sabes que nunca haría algo como eso por más que este sufriendo lo indecible. —replicó Hermione, en un hilo de voz.

--Te necesito conmigo, te necesito aquí—Harry apuntó con su dedo el suelo—y te necesito aquí—tomó una de las manos de Hermione entre las suyas y la llevó a su pecho. Hermione respiró muy hondo, sabía que si no se iba pronto, no tendría el valor para hacerlo nunca.

-Me esperan Harry, ya debo irme—dijo ella, su voz parecía impasible y serena.

-¿Qué tengo que hacer para que te quedes conmigo?—preguntó él, tomándola por las manos. Su voz era necesidad pura.

-Ya no es lo mismo Harry, tú y yo somos distintos ahora. Tú entrarás pronto en la Academia de Aurores, yo comenzaré a viajar por el mundo. Necesito libertad Harry, no puedo seguir atrapada en recuerdos dolorosos, —lágrimas comenzaban a surcar sus mejillas—no quiero seguir aferrada a esto—se soltó de las manos de Harry, señalando las fotos sobre una pared y los muebles de la sala, muebles que acogieron infinidad de veces a la familia de Hermione; cuantas historias y recuerdos guardan estos mudos testigos, de la felicidad de otros tiempos, pensó el joven por un momento.

-Entonces, es el adiós—Harry acarició su mejilla con la mano, para luego tomarla por el mentón. Le dedicó una triste sonrisa y suspiró. —Suerte, preciosa. —haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, la soltó. La miró por última vez, como tratando de guardar en su mente aquel momento, esa imagen de ella para siempre y se dio vuelta, con los ojos cerrados aún, intentando apaciguar el lacerante dolor, que la congoja en su pecho oprimido producía, evitando por todos los medios, el derramar una lágrima. Tras unos segundos oyó el sonido de una explosión, se giró y ella ya no estaba.

Fin del Flashback.

Las modelos caminaban sensual y desenfadadas por la pasarela, Hermione salio en dos ocasiones más con diferentes vestidos, mientras que la concurrencia le aplaudía. Al final, Karl Lagerfield, el diseñador de los trajes del evento salió al escenario, en compañía de todas las modelos, donde fue recibido por multitudinarios aplausos, ensordeciendo a los presentes, mientras con venias y saludos agradecía a la concurrencia. El evento fue todo un éxito.

—C☻P—

--¡¡Hermione, Hermione, sabemos que eres íntima amiga de Harry Potter—inquiría una reportera, acercando un micrófono a Hermione mientras los flashes la bombardeaban—¿te quedarás más tiempo en Londres apoyando su fundación o volverás a Nueva York enseguida?—preguntó la periodista.

--¿Te quedarás hasta la inauguración del orfanato?—indagó un periodista de rasgos asiáticos.

--Se rumora que estas saliendo con Harry Potter. ¿Es cierto?—inquirió una mujer de cabello negro de mediana de edad, acercando una grabadora al rostro de Hermione. Los cuatro enormes guardaespaldas hacían difícil que el grupo de reporteros tuviesen acceso a ella, mientras la escoltaban por el hall que llevaba del salón "Beatriz" hasta los ascensores.

--Planeo pasar una temporada aquí en Londres, y en efecto ayudaré a Harry. Hasta la próxima—se despidió Hermione del séquito de reporteros y camarógrafos que la asediaban, al entrar al ascensor junto con sus guardaespaldas. —Y no, no estoy saliendo con nadie por ahora—dijo, sonriendo a la prensa, que la volvía a atacar con preguntas. Las puertas se cerraron.

--Que pesado estuvo—murmuró ya en el ascensor en movimiento, miró su muñeca instintivamente, en busca de su reloj pero no lo llevaba consigo.

--Once y media, Señorita—indicó uno de sus guardaespaldas, al darse cuenta del movimiento de la mujer.

--Media hora—murmuró nuevamente Hermione, mirando hacia el piso y sonrió. Media hora para volver a verlo.

—C☻P—

--¿Te vas con Ron entonces, Seamus?—preguntó Harry. El salón "Beatriz" se hallaba desierto, excepto por los tres amigos y un par de personas que se encargaban del aseo del local. La recaudación de la noche fue cuantiosa dado al éxito de la concurrencia, Harry y los demás estaban seguros que con eso bastaría para terminar la construcción del Orfanato, que dirigía la Fundación.

--No te preocupes que yo lo llevo a casa, Jefe. —dijo Ron, pasando un brazo por los hombros de Seamus, en un gesto de amistad.

--Confió en las habilidades de Ron como conductor—rió Seamus. —Además su Lambhorgini va de cero a ciento cincuenta en segundos y me dejará conducirlo un rato, ¿no es así?—continuó el castaño con una sonrisa.

--Atrévete a soñar, muchacho—Ron lo apuntaba con el índice, en una falsa amenaza, tratando de intimidarlo.

--¿Con que esas tenemos?—preguntó Seamus divertido—pues tendré que contarle a Luna un par de cosillas que, te aseguro no quieres que ella sepa, además…—

--Está bien, toma las llaves—se apresuró a decir Ron. Derrotado, le pasó las llaves de su auto al castaño. Harry sonreía con el chantaje y el rostro triunfante de Seamus.

Si bien es cierto podían aparecerse fuera del hotel, sería difícil explicar luego a la prensa apostada fuera del salón esperándolos, como es que simplemente el Director de Producción de Empresas Aries, Ronald Weasley y su Vicepresidente Ejecutivo, Seamus Finnigan, desaparecieron ante sus ojos; como por arte de magia.

--Suerte, compañero—Ron estrechó la mano de Harry, despidiéndose de él.

--Gracias—

--¿Suerte?—exclamó Seamus— Si el galán europeo por excelencia, el amante consumado y experto seductor—Seamus disminuyó su tono de voz, como haciendo una pausa y señalando a Harry—no necesita ayuda en cuanto a mujeres hermosas se refiere. —El castaño le guiñó un ojo a Harry y a Ron, este último veía con gracia como el pelinegro se sonrojaba levemente.

--Váyanse ya—ordenó Harry, divertido, haciendo ademanes para que sus amigos salieran del salón.

--Que sensible—gruñó Ron—Ven, que no se nos pegué la tontería de Harry—le dijo a Seamus.

--Mañana te llamo temprano, Harry. Debemos concretar aún el asunto aquel que dejamos pendiente—indicó Seamus, haciendo con la mano un gesto de estar hablando por teléfono, mientras cruzaba el umbral del salón junto a Ron.

Afuera, los esperaban al igual que tras cada finalización de los eventos de la Fundación, una multitud de periodistas que buscaban publicar cualquier cosa sobre "La cruzada Potter"; esperanzados así en vender más.

Harry observó su Rolex plateado, un hermoso reloj de platino que le obsequió Rufus Scrimgeour, en representación del Ministerio de Magia hace un par de años. En su centro había una snitch, el minutero era un bate y el horero una escoba; adoraba ese reloj, que en ese momento marcaba las once y cincuenta y dos.

Levantó su vista hacia la el umbral por donde minutos antes salieron sus amigos y suspiró, como no lo hacía hace ya mucho tiempo.

--Once y cincuenta y dos, Harry Potter. —murmuró. —Suerte…-- dijo para si mismo, a la vez que intentaba dejar tras su oreja un mechón rebelde. Se encaminó a la salida. Después de burlar a los enardecidos periodistas, tratar de no quedar ciego por tanto flash, y evitar que un par de admiradoras lo desvistieran antes de llegar a los ascensores, lo que tenía que hablar con Hermione parecía sencillo. Que equivocado estaba.

—C☻P—

La habitación numero cincuenta y dos del Hotel Hilton era casi igual a las demás habitaciones del pasillo, casi, la única diferencia a parte del número, es que enfrente de ésta, se hallaban dos descomunales hombres: los guardaespaldas de Hermione.

--Buenas noches, Henry, Jim—saludó Harry, haciendo una ligera venia con la cabeza, acercándose a la puerta.

--Buenas noches, señor Potter—respondieron lo hombres al unísono.

--Permiso—los hombres se hicieron a un lado, uno de ellos le abrió la puerta.

—Pase, la señorita lo espera—y sin más, atravesó el umbral de la puerta.

—C☻P—

Harry se levantó junto con los primeros aurores del alba, le envolvía una sensación de paz y armonía, como no sentía hace ya mucho tiempo: estaba feliz. Enseguida notó unos delicados brazos alrededor de su desnudo torso. Hermione yacía profundamente dormida junto él, en la cómoda cama del hotel. Recorrió con su mano el brazo de Hermione hasta su hombro, su piel tersa y suave, el calor de su cuerpo contra el suyo, su aliento golpeando su pecho, el aroma tan peculiar que la rodeaba, un olor a jazmín y deseo, todo su cuerpo era una invitación a la pasión.

Le apartó con la mano uno de los rebeldes mechones, que caían sobre su ojos y le dio un furtivo beso en los labios.

Haciendo uso de todo el sigilo que podía, considerando que aún estaba medio dormido, se levantó de la cama, tanteó la mesita de noche en busca de sus lentes y recogió su ropa del piso. Cuando se preparaba para aparecerse en su casa, no pudo evitar recorrer con su mirada la silueta de Hermione que, envuelta entre las sabanas de seda, dormía apacible y serena. Seguro esta exhausta, pensó Harry, satisfecho de si mismo y una sonrisa se dibujó en su rostro.

Se inclinó sobre la cama y le besó en el cuello. Ella se movió ligeramente entre sueños. ¿Por qué tan solo un beso, pensó. Volvió a inclinarse y pasó su lengua trémula por su sonrosado cuello, hasta la oreja de ella y muy despacio mordió su lóbulo; una caricia que de estar despierta la habría hecho estremecer. Por un instante en aquella oscuridad, a Harry le pareció que, en efecto se había estremecido.

Se incorporó sin aparta su vista de ella, y desapareció con un sonoro "Crack".

--¿Harry?—Hermione llamó su nombre en un susurro, abrió un poco los ojos y con sus frías manos tanteó la cama en busca de él. Se percató entonces de su desnudez y que, lo único que le quedó del encuentro con Harry aquella noche, fue una renovada sensación de soledad. Se abrazó a la almohada que Harry había usado y aspiró su aroma, un aroma fuerte y varonil, que siempre lograba acallar sus inseguridades. —Esta vez será distinto—murmuró, con una tímida sonrisa en los labios. Cerró los ojos y en cuestión de minutos, el sueño la venció.

—C☻P—

El edificio en el que funcionaban las oficinas de Empresas Aries, estaba ubicado en la parte céntrica de la ciudad. Un fabuloso rascacielos fabricado en metal y vidrio, daba la impresión de ser bastante moderno, con sus cincuenta y tantos pisos de altura.

--Entonces, Harry. ¿Cómo fue el reencuentro?—Ron caminaba por el pasillo de la sala de juntas, acompañado de Harry, rumbo a la oficina de este. Un enorme espacio en el piso cincuenta y siete; sus paredes estaban cubiertas de cuadros y fotografías (no mágicas), de los muchos lugares que se había permitido visitar cada vez que tomaba vacaciones.

--¿Qué quieres saber?—preguntó Harry, al llegar a la puerta de su despacho, cediéndole el paso a Ron.

--Cuéntame que te dijo, que hablaron, quiero que me cuentes todo—

--No hablamos mucho, tan solo conversamos de lo mucho que ha viajado, y—Harry hizo una pausa, sería impropio de él hablar de lo "demás" que sucedió en el Hotel, suspiró—Ahora es toda seguridad y soltura. Tiene un aire distinto al de antes—comentaba Harry, mientras se sentaba en su asiento tras el escritorio y dejaba la carpeta que traía consigo, junto a un portarretrato plateado. Una foto de él, Seamus y Ron, sobre un viejo bote, pescando. Ron se sentó frente a él, escuchando atento a su amigo.

--¿A que te refieres con aire distinto?—

--Es ella, pero—hizo una pausa, analizando la mejor forma de explicar a su amigo el cambio de Hermione—pero distinta.

--Que elocuente, compañero. No esperabas en realidad que después de la última vez que se vieron seguiría siendo la misma, ¿o sí? La gente cambia, Harry. —Ron cruzó las piernas sobre su asiento, mientras sacaba un habano del bolsillo de su traje y lo encendía.

--Para muestra un botón—

--¿Qué?—

--Olvídalo. Bueno cambiando de tema, me gustaría que revises con Percy el asunto de la campaña del nuevo perfume, debe estar listo para antes de dos meses.

--Está bien—Ron dio una calada a su tabaco, expulsando luego el humo por la nariz. —Está muy bien—dijo, arrastrando las palabras.

--Te he dicho que no me gusta que hagas eso aquí. Das mal ejemplo al resto de los empleados.

--¿Cómo que emplea…?—Ron no alcanzó a terminar de indignarse, tras ser rebajado al grado de simple empleado, porque el celular de Harry comenzó a timbrar.

--Permíteme un momento, Ron—El pelirrojo se limitó a soltar un gruñido, al ver como su amigo giraba la silla hacia un lado.

--Hola, linda. ¿Pasó algo?—

--No, Harry. Solo te avisaba que salgo a comer con unas amigas y pasaré la tarde fuera. —la voz de una jovencita sonaba divertida por el auricular.

--¿A donde vas?—preguntó Harry.

--Solo daré una vuelta con mis amigas, nada más—

-¿A donde vas?—insistió Harry.

--Al club, y en la tarde me daré una vuelta por la estética—

--Está bien, llámame cuando llegues a la casa—

--No te preocupes, un beso y ¡no trabajes mucho! — terminó la llamada, Harry volvió la atención a su amigo.

--¿Qué pasó con Nahiara?—preguntó Ron, la indignación se le había pasado.

--Nada en realidad—

--Concientes demasiado a esa niña, Harry, ¿te llamó acaso para avisarte que salía de nuevo? —Ron apareció un cenicero sobre el escritorio de Harry y sacudió en el mismo las cenizas de su tabaco.

--¿Escuchaste lo que hablamos? Tienes buen oído cuando de atender conversaciones ajenas se trata—bromeó Harry, ignorando los comentarios de Ron.

--Deberías controlarla un poco más—

--Para por favor, yo no soy tú, y ella no es Ginny. Confío en ella y punto. —exclamó Harry, un poco irritado por los constantes consejos de su amigo, en cuanto a la educación de los adolescentes. Consultó su adorado reloj—Se está haciendo tarde, Ron—el pelirrojo asintió con la cabeza y frotó con la mano su estómago.

--Tengo hambre, Jefe—dijo bromeando, a la vez que su amigo rodaba los ojos divertido. Ron sin hambre, no es Ron, pensó.

Harry tomo el teléfono sobre su escritorio, levantó el auricular y tras presionar un botón, se hallaba hablando con su secretaria.

--Romilda, cancela la reunión de las cuatro, voy a salir y no regreso. Si llaman los inversionistas holandeses ya sabes que hacer.

--Está bien, Harry. —Colgó el auricular y miró a su amigo, que seguía frotando su estomago y fumando su tabaco. Se puso de pie y su amigo lo imitó.

--Bueno, empleado. Hermione nos espera. —

—C☻P—

El Nissan Armada rojo que manejaba Harry se estacionó frente al Hilton, donde la noche anterior se llevó la gala benéfica. Tras encargarle las llaves al valet, Harry y Ron subieron hasta la habitación de Hermione. El pelirrojo tocó la puerta tres veces, luego apareció Hermione y se abalanzó a su cuello, muy emocionada.

--¡Ron!—exclamó Hermione, separándose de él y examinándolo. Al igual que Harry llevaba traje y corbata, solo que el suyo era gris y el de Harry, negro. Ambos se veían bastante elegantes y atractivos. Como sacados de una revista de modas, pensó Hermione. —No sabes el gusto que me da volver a verte, pasen. —invitó ella, abriendo más la puerta y permitiéndoles la entrada.

--A mi también me da gusto volver a verte, estás regia—decía Ron, llegando a la sala, tras el venía Harry, que como saludo, le mandó un beso volado a Hermione, ésta sonrió.

--Por favor, tomen asiento. —Hermione les indicó con la mano un sofá de cuero y ella se sentó frente a ellos cruzando una pierna, en una butaca también de cuero blanco.

--Gracias—dijo Ron, Harry se limitó a sonreír; con un movimiento de varita el pelirrojo convocó unos vasos y una botella de champagne sobre la mesita de centro.

--¿No te parece muy temprano como para beber?—inquirió Harry, dirigiendo una severa mirada a Ron.

--Déjalo Harry—hizo una ademán para restarle importancia al beber a esa hora— bebamos un poco por nuestro reencuentro. —Quiero que me pongan al día en todo. Por qué no me cuentan como les va con la famosa "Cruzada Potter"—a Hermione le divertía como los medios hacían demasiada bulla alrededor de Harry, de sus galas benéficas, de con quien salía y a donde viajaba. Ron y Harry bufaron al escuchar "Cruzada Potter", lo que arrancó carcajadas a Hermione.

--¿Qué dije?—preguntó la castaña, claramente divertida.

--Nos va bien, Hermione. El último proyecto que teníamos dará inicio en un mes; un orfanato. —Ron terminó de llenar las copas con el champagne y las sirvió a sus amigos. —Ahora salud, por ti Hermione y porque la vida ha vuelto a reunirnos. —los tres levantaron sus copas y brindaron.

--Eso fue cursi—dijo Hermione, bebiendo un poco de su copa.

--Me salió del corazón—replicó Ron, con un tono de falsa indignación que divirtió a Harry. — ¿puedo usar tu baño?

--Claro, Ron. Por aquel corredor a la derecha—Hermione le indicó a su amigo el camino y éste se puso de pie, perdiéndose de vista.

Cuando Ron se hubo ido, las miradas de Harry y Hermione se cruzaron; solo fue necesario eso para que ella saltara sobre Harry y comenzaran a besarse apasionados. A horcajadas sobre él, Hermione tomaba por cuello al pelinegro y recorría con las manos su siempre alborotado cabello. Harry por su parte, la besaba con vehemencia y acariciaba con cadencia la espalda de ella, dibujando con sus manos la perfecta silueta de la castaña. Luego eso no le bastó; comenzó a besar su cuello, y recorrerla con las manos. Ella se arqueó contra él cuando sintió como Harry le susurraba al oído cuanto la necesitaba y le mordía el lóbulo despacio, sutilmente. Le encantaba eso.

Experimentaban de nuevo, la pasión embriagante que la noche anterior les consumió, dejándoles exhaustos pero satisfechos, luego de haber disfrutado de los deleites y placeres inherentes al deseo y la lujuria. Una sensación que necesitaban aplacar, una sensación que amenazaba con embargarlos nuevamente.

--¡Por Merlín!—exclamó Ron, algo rojo. Harry y Hermione se separaron con brusquedad, ella se levantó y él la imitó. Se acomodó un poco el buzo verde que llevaba puesto y que sin darse cuenta tenía levantado, Harry en cambio se arregló la corbata y eliminó un par de arrugas de su traje.

--Si quieren me puedo ir, para que ustedes continúen con lo que hacían—bromeó Ron, con una amplia sonrisa, le divertía el rostro de sus amigos; como el dos pequeños niños atrapados cuando hacían alguna travesura.

--Mejor bajemos a comer, preparan unos cangrejos deliciosos—sugirió Hermione, con tono casual y se mordió el labio inferior, mirando hacia el vacío, que de pronto se le antojaba supremamente interesante, tratando así de cambiar el tema. Sabía que si hablaba de comida Ron no podría resistirse.

--Excelente idea, ya abajo podremos ponernos al día y simplemente conversar—dijo Ron, haciendo mucho énfasis en la última palabra, mientras le dirigía una pícara mirada a sus amigos.

--Perfecto—se limitó a decir Harry, impasible, tomó la delicada mano de Hermione, apretándola levemente y entrelazando sus dedos, guiándola a través del umbral de la puerta. —Vamos, entonces—ella sonrió, algo apenada pero resuelta, decidida a obtener de su viaje de regreso a Londres, todo lo que deseó durante años con vehemencia, todo lo que anheló su alma en el exilio.