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Tú eras la canción atorada en mi cabeza .
Cada canción que siempre he amado.
Ponla una y otra vez y otra vez.
Y puedes obtener lo que quieras, pero nunca es suficiente.
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La música se escuchaba en el pequeño camarote perteneciente de Luka, la música giraba como el disco de vinilo. Dando vueltas y vueltas. Poco tiempo después, Marinette llegó, golpeó la puerta con leves toques, que el guitarrista escuchó a la perfección. La estaba esperando.
—Viniste—espetó Luka sonriendo suavemente.
—Yeah.
La melodía seguía sonando y la chica quería moverse al compás de la música, ese sutil movimiento, no pasó desapercibido para el chico.
—¿Te gusta la canción?
—¡Me encanta! —añadió con una sonrisa.
Luka no se hizo esperar y parándose sobre su cama, extendió una mano a la muchacha.
—¿Quisieras bailar?
Sonrió de una forma despreocupada, moviendo la cabeza de arriba y abajo deliberadamente. Ella vacilaba en tomar su mano, en bailar con él, pero aunque su cabeza dudara, su cuerpo tomó la decisión por ella.
Sus caderas se movían de un lado al otro. Solo un poco, dejándose llevar por la música. Entonces fue sus hombros y sacándose sus zapatos, tomó su mano. Subiendo a la cama, comenzó a bailar, tensa —sus rodillas y codos apenas se movían— pero bailando.
Cuando ella miró a Luka, estaba bailando también. Exactamente de la misma manera en que lo habría imaginado si alguna vez lo hubiera visto. Demasiado lento y suelto, pasando sus dedos por su cabello. Sus ojos brillando en absoluta alegría.
Marinette rió. El chico atrapó su mirada y rió también. Entonces estaba bailando con ella, no estaban cerca, solo la miraba, moviéndose con ella y luego ella estaba bailando con él, ademas de empezar a cantar el estribillo, el cual pasados segundos, Luka la acompañó. Entre risas y sonrisas, se divertían juntos.
Bailaron hasta la próxima canción y luego la otra y la siguiente. Comenzaron a saltar en el colchón, prácticamente golpeando su cabeza contra el techo. Siguieron bailando juntos, imitando los ridículos movimientos del otro.
El disco daba vueltas. Luka giraba por ella y Marinette giraba por él.
Sus ojos azules encontrándose e intercambiando sonrisas. De pronto, la mano áspera del chico encontró la mejilla de la chica y con delicadeza corrió un mechón de su cabello pegado en su sudorosa piel y se lo puso detrás de su oreja.
Ella jadeaba, él también lo hacía.
La música pudo haberse detenido, pero la canción de Marinette seguía oyendo en la cabeza de Luka y Marinette podía escuchar la melodía del chico.
Bailando y bailando.
Su cuerpo pudo haberlo dejado de hacerlo, pero sus corazones seguían bailando, y como uno solo.
