OoOo Pequeño amor oOoO

Serie: Beyblade

Categoría: Yaoi

Pareja: KaiRay

Dedicatoria: A Keysie Maxwell... hermanita querida te kiero muxotee!!

Caminaba lentamente, cabizbajo y con las manos metidas en las bolsas de su elegante y carísimo abrigo negro. Sus zapatos, igualmente caros, se mojaban y ensuciaban con el pasto y los pequeños charcos que se habían formado a causa de la terrible lluvia, que al fin había comenzado a ceder, pero no le importó. Nada le importaba en ese momento.

Toda su vida había sido criado y educado para ser el mejor en todo, para tomar las decisiones que mejor le convinieran sin importarle nada ni nadie, dejar a un lado los sentimientos para poder alcanzar la perfección. Sin embargo, no logró deshacerse de su parte humana como se lo exigían ¿Cómo lo iba a hacer?. ¡Él era humano! No podía hacerlo aunque recibiera el peor de los castigos.

¿Entonces por qué estaba triste?. Su abuelo había muerto y ese día había sido velado su cuerpo. Bueno, al menos su abuelo de palabra, pero esa ya era otra historia.

En fin, ese día había sido la velación del cuerpo del hombre más importante de su país natal, un hombre egoísta y despiadado que había ganado respeto y poder a la mala. Pero aun con todo eso, y con el paso del tiempo, había aprendido a guardarle respeto y, tal vez, cariño.

De igual forma estaba un poco preocupado ¿Qué iba a ser de él ahora? Y es que a pesar de que había cumplido cada uno de los caprichos de su abuelo, por mínimo que éstos fueran, él ya tenía a un sucesor directo, y ese era su hermanastro. Él si era su nieto legítimo, y todo aquel que tuviera aunque sea un poquito de sentido común, sabría que le dejara toda su fortuna.

Suspiró hondamente. Estaba cansado de recibir el 'pésame' de todos los que fueran conocidos de su abuelo. Sabía que no eran sinceros, que solo lo hacían por compromiso, y si había algo que odiaba, era la hipocresía de las personas. Fue por eso que salió de su 'cálido hogar' y se dirigió al parque, para tener un rato a solas, un poco de tranquilidad.

También tenía en mente su regreso. Estaba seguro de que su hermanastro se enfadaría con él por haberlo dejado solo, de lo que si no estaba seguro era de si iba a recibir reclamos de su parte o una simple mirada mortífera. Ese sujeto era impredecible, y compartían el mismo carácter frío e indiferente, quizás es por eso que nunca lograron llevarse bien, muy a pesar de las órdenes del magnate abuelo.

Ya había pasado una hora desde su salida de casa. Ahora se encontraba sentado en una banca de concreto, en medio del parque, esperando a que la noche cayese por completo. Se recargó del respaldo, estiró sus piernas y cerró sus ojos al sentir la fría brisa chocar contra su rostro.

De repente, sintió ganas de llorar ¿Por qué? Ni él mismo lo sabía, incluso hasta se sorprendió. Nunca había llorado, ni cuando recibió los peores castigos, consecuencia de sus constantes travesuras o de alguna lección mala aprendida, mas sin embargo una lágrima se deslizó tímidamente por su mejilla.

"No debo llorar" se auto regañó en voz alta "no debo…"

"Todos tenemos ese derecho"

Esa voz le tomó por sorpresa, haciendo que de un solo movimiento se pusiera en alerta y buscar a aquél intruso que había violado su momento de paz. Pero sus ojos tan solo pudieron contemplar la figura de ¿una niña? Si, una niña de más o menos unos diez años estaba parada frente a él, con un palo entre las manos, o eso fue lo que pudo distinguir en medio de la neblina que era muy densa.

"¿No tienes nada qué hacer?" le preguntó en tono serio

En ese momento no deseaba compañía, y esperaba que con su pregunta, aquella niña se marchara, mas sin en cambio, comenzó a avanzar y cuando estuvo cerca de la banca la palmeó un poco "es un poco rara…" pensó el mayor. La niña al fin se había acomodado al lado suyo, y pudo observarla mejor. Su ropa, muy ligera para el frío que hacía, estaba un poco sucia. Su cabello era largo y estaba amarrado en una coleta.

Se sonrojó levemente al sentir la mano de aquella niña extraña sobre la suya, también el remordimiento le había rozado puesto que la piel de la pequeña estaba tan fría como un cubo de hielo ¿Qué le hizo sonrojar? Tal vez fue la ternura con la que la niña le había tocado, un roce que en verdad disfrutó.

Giró su rostro para ver a su pequeña acompañante, fue cuando se percató de que tenía facciones un poco raras. Diferentes era una mejor palabra, puesto que eran curiosas y le parecieron, hasta cierto punto, lindas. También se dio cuenta de que la niña mantenía sus ojos cerrados y una enorme sonrisa en sus labios. Se extrañó bastante ante lo primero.

"En realidad sí, pero me pareció que necesitabas compañía"

Y la sonrisa de la niña aumentó. Ahora sí que estaba confundido, su apariencia era de una niña, no tan normal, pero a fin de cuentas una niña, sin embargo al escuchar nuevamente su voz, ya no estaba tan seguro.

"¿Por qué dijiste que no puedes llorar?"

"¿No deberías ir a tu casa, niña?"

"No soy una niña" refutó haciendo un puchero, frunció su ceño pero no abría sus ojos

"¿No?"

"Ash. Es la tercera vez que me lo dicen hoy" el infante se cruzó de brazos "¿por qué no pueden ver que soy un niño?. NI-ÑO"

Así que era un niño. Pues en apariencia no lo parecía, eso fue bastante gracioso y una diminuta sonrisa se formó en sus labios, pero al recordar que estaba acompañado la borró de inmediato. Quiso cerciorarse de que no había sido visto y miró al niño. Si, su rostro estaba en dirección a él, pero ¿por qué no abría los ojos? Ahh… la curiosidad…

Iba a preguntarle el por qué no abría sus ojos, pero el reloj que estaba ahí cerca comenzó a sonar, dando las campanadas que indicaba que ya eran las nueve de la noche. No se había dado cuenta de que ya había pasado tanto tiempo. Suspiró. Ya era hora de volver y de aguantar la presencia de su hermanastro.

Sintió un apretón en su mano. ¿A qué hora ese niño había entrelazado su mano con la suya? En fin. No le tomó importancia. Hizo su cuerpo hacia delante, recargando sus codos en sus rodillas.

"Ya es tarde" susurró mirando a su alrededor. La neblina no se había despejado y eso le dificultaba un poco el ver "debo irme ya" pensó en voz alta

"Ya veo" le dijo el niño soltando su agarre, juntó sus manos y comenzó a jugar con el palo que tenía en las manos con un semblante de tristeza. Por algún motivo, al mayor le causó un poco de molestia la acción del infante, no quería que el niño le dejara de tocar "¿volverás?"

"Ya es tarde para que estés aquí, mejor vete a tu casa"

"Yo no…" musitó el pequeño apretando fuertemente el palo entre sus manos "yo no tengo casa" dijo un poco melancólico "mi madre hace poco que murió y se supone que la tía Dana cuidaría de mi, pero no me gusta vivir con ella" una lágrima recorrió su mejilla

"Lo siento" pensó e instintivamente llevó su mano a la mejilla del pequeño, removiendo los rastros de la lágrima derramada, este gesto lo interpretó muy bien

"¿Cómo es tu mamá?" se le salió la pregunta sin imaginar siquiera la nostalgia que le vendría al mayor

"Yo tampoco tengo madre" le dijo "también murió, pero ya hace mucho tiempo y una familia me adoptó"

"¿Y ahora eres feliz?"

"No"

"¿Por qué?"

"Pues solo tengo a mi hermanastro, a nadie más"

"Al menos tienes a alguien"

Esas últimas palabras de aquel extraño niño le habían dado en su conciencia, y sus problemas le parecían nada a comparación de los del infante. También debía tener en cuenta su edad, él era mayor además de que tenía casa y dinero, aunque quién sabe por cuánto tiempo, pero el chico no tenía nada.

"¿Qué edad tienes?" le escuchó preguntar

"Dieciocho" respondió

"Vaya, entonces debes ir a la universidad" le dijo un tanto emocionado "me gustaría tanto ir a la escuela"

"¿No asistes a la escuela?"

"No puedo" apretó sus labios "cuando era aún más pequeño tuve un accidente y me quedé ciego"

Así que era por eso que no abría sus ojos… sin embargo cayó en cuenta de que estaba sentado al lado de un niño, pequeño e indefenso que no tenía nada ni a nadie, y para acabarla, ciego.

"Creo que ya te quité mucho tiempo, discúlpame" el niño se paró lentamente, apoyándose en su 'bastón' "espero volver a encontrarte pronto" estiró su mano hacia la cara del mayor y cuando tocó su mejilla, se estiró lo más que pudo para darle un pequeño beso "adiós"

Este pequeño gesto provocó que el mayor se sonrojara levemente. Ese niño no era común y corriente, había en él algo que no sabía qué era, pero le gustaba. Y ese 'adiós' no le había gustado mucho que digamos, sintiendo un vuelco en el corazón cuando el niño comenzaba a avanzar, pretendiendo marcharse de ahí.

"Espera" se levantó de aquella banca y le dio alcance al niño quien se había detenido al escuchar la voz del otro

"¿Qué sucede?" le preguntó estirando la mano para que el mayor la tomara, y aunque éste lo dudó, lo hizo "¿pasa algo malo?"

"¿Dónde vas a dormir?" le preguntó sin dejar su tono de voz normal, serio

"Eh…" esa pregunta no se la esperaba "pues yo… aún no lo sé"

"Entonces vienes conmigo"

"¿Qué?" la propuesta del mayor le tomó por sorpresa, tanto, que instintivamente soltó la mano que sostenía entre las suyas

"Pasarás la noche en mi casa"

"N-no es necesario" titubeó "yo puedo dormir donde sea, no quiero causarte molestias"

"Ninguna molestia"

Estaba dudando demasiado. Apenas y conocía a ese joven. Al principio se había portado un poco grosero, tal vez fue porque estaba solo y triste, pero después comenzó a hablarle bien y hasta fue amable, pero ¿invitarlo a dormir en su casa? Era difícil de decidir, sin embargo aun no tenía siquiera la más mínima idea de en dónde iba a dormir, así que, si ese joven le quería brindar ayuda, él no la despreciaría.

"Está bien" le respondió al fin con una sonrisa "iré contigo"

"De acuerdo" dijo serio

Estaba contento, pero no lo iba a demostrar, no era algo propio de él. Comenzó a caminar, con el niño a su lado. Pero a cada paso que avanzaban, el aire se hacía cada vez más frío y pequeñas gotas de agua comenzaban a caer del cielo. El mayor no tenía problema con eso, pero el infante comenzaba a temblar.

Iba pensando en muchas cosas, pero cuando escuchó el estornudo del menor se percató del frío que comenzaba a afectarlo. No se había olvidado de él, pero como iba bien abrigado, no le importaba el frío. Se detuvo y tomó por el hombro al chiquillo para que también parara su andanza. De un rápido movimiento se deshizo de su abrigo y lo colocó en los hombros del menor.

"¿Huh?" el niño sintió la tela gruesa sobre su playera de mangas largas. Pronto el intenso frío que sentía fue suplido por una placentera calidez, no pudo evitarlo y restregó su rostro un par de veces con el abrigo. Su cuerpo estaba muy agradecido con su nuevo amigo "gracias"

El mayor le contempló. El abrigo le quedaba, obviamente, grande, aunque no arrastraba, se veía un poco gracioso. El pequeño se sonrojó, pues sintió una intensa mirada sobre él.

"Vamos" fue lo único que dijo, escuchando el agradecimiento del niño. En verdad era lindo y aún más sonrojado "¿En qué rayos estoy pensando?" esto de verdad lo estaba afectando, primero era amable y después tenía pensamientos que no tenían nada que ver con él. Sacudió su cabeza y jaló al chiquillo para que continuaran su camino.

Después de quince minutos de caminata, se encontraban ya parados frente al enorme portón del hogar perteneciente al mayor. Apretó un botón y después de cruzar un par de palabras con el guardia, el portón comenzó a abrirse, y siguieron su andar.

Paseó su vista por todo el lugar. El enorme espacio que se había improvisado para estacionamiento, antes repleto de lujosos autos, ahora estaba totalmente vacío. Ya era tarde y todos se habían ido. Suspiró fuertemente antes de abrir la puerta principal y entrar. Condujo al pequeño hasta la enorme sala de estar.

"Enseguida regreso" le dijo al pequeño y éste asintió.

En realidad no deseaba dejarlo solo, pero debía ir a supervisar que todo estuviera en orden y listo para el entierro de su abuelo, que sería a la mañana siguiente. Fue cuando una mucama estaba pasando por ahí. Al ver quién era, en su rostro se posó una mueca de desagrado, pero era la única opción que tenía, así que la llamó.

"Buenas noches, señor" hizo una ligera reverencia "¿en qué puedo servirle?"

No respondió al saludo, en cambio, le dio instrucciones, le ordenó que no se separara del niño, y que si necesitaba algo, que le complaciera. La jovencita asintió varias veces.

"Como usted ordene" fue su respuesta, mientras el joven se retiraba

Posó su amarilla mirada en el chiquillo y le analizó. Por su apariencia dedujo que era extranjero y por su ropa, un dependiente de la calle. Pasó por alto el que tuviera los ojos cerrados, aunque la duda seguía presente. Mmm… ¿Por qué el joven amo lo había llevado a su hogar? Eso si que era extraño, pero no pensaba preguntar, además de que era bastante lindo.

"Hola, me llamo Mao, y tú?" le saludó cerca, bastante cerca de él

"Eh… hola…" le respondió retrocediendo un paso, sin contestar la pregunta de la muchacha

"¿Qué sucede?. ¿Me tienes miedo?" le preguntó al ver la reacción del chiquillo

"No es eso" le dijo apenado, y es que a juzgar por su voz, era una jovencita

"Bueno" dijo despreocupadamente mientras se alejaba un poco del menor "dime ¿se te ofrece algo? El amo me dijo que si querías algo te complaciera, así que aprovecha" esto último lo dijo en tono de broma, lo que hizo que el menor riera un poco

"Pues… yo no sé… creo que no quiero nada"

"¿Estás seguro?" le dijo la muchacha con todo de 'no te creo' "¿un vaso de leche?. ¿Un sándwich?. ¿Galletas?. ¿Helado?" le incitaba

"Eh… yo creo…" las cosas que nombró aquella muchacha le abrieron el apetito "leche y galletas…" se sonrojó "por favor" terminó en susurro

"¡Muy bien!" dijo animada la joven "siéntate y enseguida te traigo tu pedido"

"Gracias"

El niño escuchó a la muchacha alejarse, quedando él solo y en completo silencio. Estiro un poco sus pies y es que estaba un poco cansado porque todo el día había caminado, sin descansar. Estiró sus manos al frente y comenzó a buscar el sillón para sentarse. Una vez que lo halló, se acomodó dispuesto a esperar a que la señorita Mao le llevara su leche y galletas.

"Aquí está lo que pediste" esa voz no era la que esperaba, sin embargo sonrió enormemente

"Si, gracias" respondió "¿y la señorita Mao?" no pudo evitar preguntar

"Hn. Fue a preparar tu habitación" se acercó al niño "vamos" le tomó la mano y el infante se levantó

Ambos comenzaron a subir las lujosas escaleras. El mayor, en una mano tenía la charola que contenía una taza de leche y un plato con galletas de varias formas y colores, y en la otra tenía entrelazada la del menor. Tardaron un poco en terminar por dos razones, la primera, era que eran demasiados escalones y la segunda, que al niño se le dificultaba mucho, quizás era su primera vez con escaleras y el mayor le tuvo bastante paciencia.

Sin embargo, cuando pasaron junto a una enorme ventana, un estrepitoso trueno cayó. El pequeño, instintivamente se abrazó al cuerpo del mayor, hundiendo su rostro en su estómago tratando de tapar sus orejitas. Así permanecieron un par de segundos. Cuando al pequeño se le pasó el susto, comenzó a separarse del cuerpo del mayor, con un sonrojo provocado por la vergüenza.

Si tan solo el niño pudiese ver, habría contemplado una sonrisa en el rostro, normalmente serio, del mayor. Era diminuta, pero sincera y cálida, un gesto que no era muy común en él, ya que una sola persona le hacía sonreír así. El mayor, por su parte, estuvo dominado por la tentación de acariciarle la cabeza por un segundo, pero se contuvo. Por el contrario, volvió a tomarle de la mano y siguieron su camino.

Cuando estuvieron frente a la puerta, ésta se abrió, dejando ver la silueta de Mao. Ésta le sonrió a su señor para darle a entender que todo estaba listo para que el niño se sintiera cómodo. Él entendió su gesto y le dijo que ya se podía retirar. La muchacha, antes de hacerlo, se hincó frente al niño, le revolvió un poco su cabellera y le plantó un suave beso en la punta de su nariz. El chiquillo se ruborizó y le sonrió tímidamente.

"Buenas noches" le susurró cerca de su oído, sintiendo el estremecimiento del pequeño

Y Mao se perdió de vista. El cuerpo del joven estaba todo tenso. La molestia se apoderó de él cuando su mucama se había acercado tanto a su pequeño invitado ¿Por qué? Quién sabe. Pero era algo preocupante, se estaba dejando llevar por sus emociones, después de haber pasado toda una vida aprendiendo a reprimirlas.

El toque del menor sobre su brazo le sacó de sus pensamientos. Suspiró quedamente, y junto con el chiquillo entraron a la habitación. Le condujo a la cama, donde el niño se sentó, disfrutando de la comodidad del colchón. Dejó la charola en la mesita de noche, y divisó la ropa doblada que Mao había dejado en la cama, ropa de dormir para el niño.

La tomó, la desdobló y se sorprendió al reconocerla. Esa era la ropa de dormir que él usó cuando era pequeño. Habían pasado nueve o diez años desde que había dejado de usar esa ropa ¿Aún existía? Bueno, no tenía algo de la talla del chico más que eso, además de que aún estaba en excelentes condiciones. Se la dio al pequeño y éste adoptó un gesto de confusión.

"Ropa de dormir" le dijo el mayor

"Si, gracias" respondió, dejando su palo a un lado

Se deshizo del abrigo del mayor, acomodándolo cuidadosamente para no arrugarlo. Después prosiguió a quitarse su playera. Una vez que lo hizo, el mayor pudo contemplar su torso. Tenía bonito cuerpo el chiquillo, un abdomen plano y una pequeña cintura. Sacudió su cabeza ante sus pensamientos, en verdad él mismo se estaba asustando.

El niño terminó de vestirse, y se quedó quieto. El mayor reaccionó y puso sobre sus piernas la charola que tenía la leche y las galletas, luego tomó un pequeño sillón y lo acercó a la cama, justo al frente del niño. Lo contempló en silencio mientras tomaba cuidadosamente su leche y comía calmadamente sus galletas.

"¿Quieres?" el pequeño le extendió una galleta

"No me gustan las cosas dulces" dijo a modo de respuesta

"¿Por qué?" dejó de comer para prestarle toda la atención a su acompañante

"No sé. Bueno, no estoy muy acostumbrado al azúcar" se excusó

"Ahh" fue la expresión del niño "no es malo endulzarte la vida de vez en cuando" sonrió

Una vez que el pequeño se hubiera terminado la leche y las galletas, el mayor le retiró la charola y le ayudó a meterse en las cobijas. Le arropó bien.

"No sé cómo agradecerte lo que haces por mi" escuchó que le decía el niño

"Hn" fue lo único que dijo

"No muchos llevan a su casa a dormir a un completo extraño ¿sabes? Pero tú eres diferente, eres amable… eres especial" terminó con una sonrisa

"Duerme ya" le ordenó con un ligero sonrojo en sus mejillas a causa de las palabras dichas por el niño

"De acuerdo… eh…" hizo un puchero

"¿Qué?"

"Es que no sé tu nombre"

Era cierto. Le había conocido, sabía una mínima parte de su vida, le había invitado a su casa ¡y ni siquiera sabía su nombre!... Ja, eso era muy gracioso... ¿no?

"Kuznetzov" dijo "Bryan Kuznetzov"

No he muerto, aún sigo viva jaja y eso de retirarme de los fics pues como que no, sé k soy mala pero pues me gusta y se aguantan XD

Gracias por leer!!! =)