Había una vez un príncipe, uno, que por circunstancias su corazón fue congelado. ¡No te engañes! Él no es un príncipe, pero su estilo de vida, su vivencia. Le hace parecer como si fuera uno.
Un príncipe que ya no siente nada. Desde lo de su madre, su padre se volvió frio, tanto, que su corazón fue tocado por su gélido roce. Congelándolo en el proceso.
Dolor, tristeza, felicidad, amor...
Eran sentimientos, emociones que ya no podía sentir en carne propia.
Félix no era un príncipe, pero se sentía agobiado como si fuera uno. Cumpliendo las expectativas de su padre, obedeciéndolo; sin rechistar, sin desobedecer.
Ha vivido años así, que no se ha dado cuenta de lo frio que se ha vuelto -sus manos frías- lo insensible que es -su corazón que no le afecta ya más nada- hasta que una joven, entusiasta, alegre, risueña se le cruza en su camino y por primera vez... siente calidez.
Bridgette, ese, era su nombre.
