Holi, aquí me tienen publicando un nuevo fic, y a la vez no actualizando Deseos de cosas imposibles xD Pero, al igual que todos los fics 'post-DeseosDeCosasImposibles' xD vienen a mi mente y no se van, entonces cada vez les doy más vueltas hasta que terminan en una hermosa y desconocida historia *-* Así pasó con este... Vino a mi luego de ver un capítulo de Criminal Minds que me dejó mal ;o; así que decidí plasmarlo como mejor puedo hacerlo... Con un Taiora :D

A todo esto, ni pensaba publicarlo aún xD De hecho no le tenía título ni nada, pero gracias a la Genee, que me motivó a pensar rápidamente en un título y un summary para él... Así que si están muy mierdas, ya saben a quien culpar xD No, mentira :B

Así que espero que les guste... Y no me maten, porque es algo diferente a lo que usualmente escribo. Hay que innovar también e_e OkNo...


Aclaraciones: Digimon no me pertenece y es una lástima u_u Pero igual hago lo que se me antoja MUAJAJAJAJA~


Te lo prometo

Capítulo I

De la felicidad a la incertidumbre


"El amor es nuestro verdadero destino. No encontramos el sentido de la vida nosotros solos, lo encontramos con alguien más."


¡Tai, mira! —exclamó llena de felicidad.

¿Qué se supone que tengo que ver? —preguntó.

Su novia le mostraba sus manos, pero no sabía qué debía ver según la pelirroja. Finalmente, y luego de que casi se lo restregara en los ojos, se fijó en sus uñas. Sonrió. —¿Azules con rojo?

Sí. —asintió emocionada. —Como los colores del Tokyo, ¿no están lindas?

Amor, eres más fanática que yo.

La verdad, estaban a la par.

No es de fanática, es para la suerte… Son mi amuleto, por decirlo así.

¿Ah sí? —ella asintió. —¿Sabes cuál es mi amuleto?

No.

Tú. —respondió él con simpleza. —Tú eres mi amuleto.

Sora rió suavemente. —No puede ser así. Lo dudo.

No, en serio… Siempre que estás viéndome, el equipo gana.

Eso es mentira. Cuando en la Primaria jugábamos juntos igual el equipo ganaba.

Pero tú me veías, eso igual cuenta. Además, ¿recuerdas aquella vez que te enfermaste el Secundaria y no pudiste ir al partido? Esa vez perdimos bien feo. —Sora torció sus labios. Eso se lo había sacado en cara por todos esos años. —Y aquella vez que fuiste a Kyoto a ver a tu papá, también perdimos, igual que una vez cuando tuviste que ir a Hong Kong por tu trabajo, y no pudiste ver el partido.

Sí lo vi, por la tele.

Pero eso no cuenta… Tienes que estar ahí presente, en el estadio. Por eso es que no puedes faltar…

Sora torció sus labios. —Cuando estuviste solo en el extranjero tampoco estuve ahí. —refutó ella, obteniendo como respuesta tan sólo la mirada del moreno.

Ella sólo se pintaba las uñas de una manera poco usual… Tai en cambio, poco más y la obligaba a asistir a todos los encuentros. Era más supersticioso que ella…

Sora, prométeme que no faltarás nunca más a los partidos. Porque sin ti, perderíamos. —ella sonrió y negó con suavidad ante sus ocurrencias.

Eso es ridículo.

No, no lo es… Prométemelo. Irás a verme siempre jugar, por muy lejos que sea, mi amor, estarás siempre conmigo… —pidió acercándose a ella y tomando su rostro entre sus manos. —Prométemelo. —susurró él.

Está bien, te lo prometo. —respondió también en un susurro para luego juntar sus labios con los de él.

Sin el meñique no cuenta. —habló él luego de besar a su novia, esta vez, extendiendo su meñique frente a ella.

Sora sonrió y repitió la acción del moreno, entrelazando su dedo con el de él. —Te lo prometo. —repitió.

Estaba sentada en el borde de la bañera.

Movía su pie incesablemente, se encontraba bastante nerviosa. Guió su vista hacia el lavamanos y mordió su labio inferior con ansias.

Amor, ya me voy. —se escuchó.

—¿Qué? ¡No!

Tan rápido como Tai había anunciado su partida, se levantó y salió del baño para encontrarse con él en la sala. —¿De verdad te tienes que ir ahora? ¿No podrías esperar un poco más?

—Lo siento, amor, no puedo. —la pelirroja torció sus labios ante su negativa. Él solo sonrió conmovido por su reacción. —Oye. —murmuró acercándose a ella. —Sólo serán unas horas. Te veré en el estadio… Porque irás, ¿verdad? Me lo prometiste, ¿recuerdas?

—Sí, no te preocupes, ahí estaré donde siempre. —le sonrió.

—Muy bien. —correspondió él. —Ya, ahora sí me voy. No puedo llegar tarde de nuevo.

Él caminó hacia su bolso que descansaba en el piso y nuevamente se acercó a ella, ya con el objeto cruzado sobre su hombro. —Te quiero a las seis en el estadio.

—Sabes que siempre llego antes. —sonrió. —Estaré a las cinco.

—Ah, bueno, mejor todavía. —Tai besó sus labios como despedida. —Te amo.

—Y yo a ti.

—Nos vemos. —le sonrió una vez más, la cual ella correspondió.

Tan rápido como el moreno cerró la puerta luego de salir de la estancia, su sonrisa se borró, dando paso a un semblante totalmente lleno de nerviosismo.

Suspiró, y armándose de valor, emprendió camino hacia el baño nuevamente.


Llevaba ahí sentada un buen rato.

Tal y como se lo había dicho a su amado, había llegado una hora antes del encuentro. Así se evitaba los atochamientos en las calles, principalmente en las más cercanas al recinto deportivo, y también evitaba el mar de gente en la entrada. Probablemente era una de las pocas mujeres del planeta que adoraba aquella sensación de estar en un estadio, aquella paz que encontraba en su interior. Aquel día más que cualquier otro. Tenía un doble motivo para estar ahí ese día.

No solo le daría felicidad a Tai por ir y seguir con su teoría de que ella era su amuleto, había algo más.

Su vista se desvió desde la pantalla de su celular, a un chico que pasaba unas gradas más abajo, cargando una hamburguesa y una soda.

La verdad, la comida del estadio no era de las mejores, pero sí salvaba. Decidió ir a la cafetería y pedir algo de comer… Una cosa poca para saciar sus antojos.


Tan pronto como salió a la cancha para el entrenamiento previo, volteó hacia la tribuna, cerciorándose de que estuviese ahí. En efecto, tal y como ella le había dicho, estaría donde siempre. Sonrió y alzó ambos brazos, agitándolos y saludándola. Ella correspondió su gesto, tanto o más expresiva que él, captando varias miradas de ambos lados.

Lo más grande que pudo, dibujó un corazón en el aire con sus dedos, solo para ella, mientras le sonreía con euforia.

Luego de los reclamos de su preparador físico para que se concentrase en los ejercicios, se enfocó netamente en ello, después de todo, ya había confirmado que su Sora se encontraba ahí, viéndolo en vivo y en directo. Sabía que la victoria estaría asegurada con ella presente en el estadio, porque no era una tontería más de él, no… Sora le daba toda la suerte que necesitaba, porque además de ser su amuleto, era una de las mujeres más importantes en su vida.

(…)

La media hora se había pasado volando casi, ya estaban los veintidós jugadores, más los cuatro árbitros en el túnel, esperando las indicaciones para salir a la cancha e iniciar el encuentro.

Escuchar el himno de su equipo de la voz de todos los asistentes era algo que no tenía precio. Casi treinta mil espectadores coreando aquel hermoso himno, su nombre y el de sus compañeros, dejando la voz en la cancha, demostrando toda la pasión que le tenían a la camiseta y al equipo. Sin duda era algo hermoso.

Y pensar que él estuvo en sus lugares alguna vez, él y Sora…

Ahora él formaba parte del equipo que siempre soñó, e intentaba dar alegrías a todas esas personas.

Sonrió para sus adentros.

El saludo protocolar con los jugadores del equipo contrario, de aquel Ferplei que nunca era, la foto oficial, el saludo con los árbitros y el sorteo del arco con el otro capitán, para luego dar inicio al tan esperado encuentro.

Veinte minutos, y ya llevaban tres goles. Dos para su equipo y uno en contra.

Cada vez que podía, alzaba la vista hacia la tribuna, intentando ver a Sora, como si de un momento a otro la pelirroja pudiera haberse ido, aún sabiendo que eso era imposible, y sonreía mentalmente cada vez que lo hacía.

Se habían ido al descanso manteniendo el resultado que, de momento, les daba la victoria a ellos, sabiendo que para el segundo tiempo, debían intentar buscar más goles que les dieran una ventaja superior frente al contrincante.

Con determinación, él mismo fue el autor de un tercer gol, agrandando la diferencia de goles a tan solo dos minutos de haber salido a la cancha nuevamente para la etapa complementaria.

Tras ver que el equipo corría hacia el arco, buscando un cuarto gol, el jugador del Kashima que portaba el balón en ese momento, y al ver como dos jugadores buscaban marcarlo, mandó el esférico hacia un costado, él hubiese hecho lo mismo de no tener a un compañero a quien darle un pase.

Lateral ofensivo para su equipo, que él mismo realizaría.

Trotó hacia el borde de la cancha y tomó el balón en el aire que le había lanzado uno de los chicos. Lo alzó sobre su cabeza en busca de un compañero. Desde ese punto, podía ver a la perfección la tribuna, la buscó con la mirada, y sonrió al pensar que la buscaba única y exclusivamente para ver si aún seguía contando con su presencia, con la única diferencia que ahora sí la vio, y no en su asiento.

La pelirroja se había levantado y caminado hacia las escaleras, pero no había bajado, en lugar de ello, simplemente se desplomó en el lugar. A su ayuda llegaron un par de guardias que se habían percatado de su desmayo.

No lo pensó dos veces.

Soltó el balón y volteó hacia su técnico, con ambas manos hizo una señal de que realizara un cambio. Él no seguiría más. Corrió hacia Nakamura mientras se quitaba la jineta de capitán del brazo izquierdo para luego pasársela a su amigo, quien lo miró con desconcierto, Tai avanzó, sin darle explicaciones a nadie, tan rápido como pudo al túnel que lo guiaba hacia los camarines, era la única forma de salir de ahí y poder ir a encuentro de Sora.

—¿Dónde está? —le preguntó a uno de los paramédicos. Él hombre lo vio extrañado. ¿Dónde estaba quién? —La chica que se desmayó. —respondió él mismo.

En cuando el hombre de edad media le respondió "De camino al hospital", no lo pensó, corrió hasta el camarín para tomar su bolso y correr hacia su auto. No tenía tiempo ni de cambiarse, Sora era mucho más importante.

De camino, recordó que el médico ni siquiera le había dicho el nombre del hospital, y él tampoco le dio tiempo para darle más información, por lo que concluyó que se trataba del más cercano.

No respetó los límites de velocidad, tampoco respetó el estacionamiento exclusivo, con suerte había sacado las llaves del vehículo, se bajó y corrió a preguntar por ella.

—¿Y por Sora Takenouchi?

—Sora Takenouchi… —repitió la enfermera de turno en recepción. Torció sus labios. —Lo siento, señor, tampoco hay nadie con ese nombre.

—¿Está segura? Por favor, revise bien. Tiene que estar aquí.

—Lo siento. —repitió ella. —Como le dije, no hay nadie con ese nombre en este hospital.

La frustración se apoderó de él.

¿Por qué tenía que ser tan arrebatado?

Antes de recorrer la ciudad de hospital en hospital preguntando por ella, optó por pensar mejor las cosas y llamar antes.

Llamó a cada uno de ellos preguntando por su esposa, sin embargo, en ninguno se encontraba.

—¡POR LA MIERDA!

Golpeó la pared, más frustrado aún, importándole muy poco si los presentes lo miraban de mala manera por andar haciendo escándalo en un lugar que, se supone, debía haber tranquilidad. ¿Cómo podía estar tranquilo si no sabía nada de Sora?

La llamó a su celular, como última opción, pues sabía que si se había desmayado, difícilmente contestaría sus llamadas, sin embargo lo hizo.

—¡¿Sora?! ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? ¿Dónde estás?

Nada.

—¡Sora, respóndeme!

Esta vez solo escuchó su respiración y una sutil risa.

—¿Sora?

¿Quieres volver a verla? —se escuchó del otro lado de la línea.


Tai, ¿estás seguro?

—¿Crees que te llamaría de no estarlo? Por favor, Ken, sé que soy arrebatado, pero no te molestaría de no ser importante. —el aludido torció sus labios. Lo que decía el moreno era verdad. —Te estoy diciendo, a Sora la secuestraron.

OK, dime todo lo que sepas.

Así entonces Tai comenzó a relatarle todo lo sucedido a su amigo. Le resultaba dificultoso poder hacerlo, y con justa razón, después de todo, ¿quién podía conservar la calma en una situación así?

Por su tono de voz sabía que Tai no jugaba con algo tan serio y grave como eso, optó por encontrarse con su amigo y seguir aquella conversación cara a cara.

—¿Tienes alguna idea de quién haya sido? —preguntó Ken, tomando notas mentales de los hechos. Tai tardó un buen rato en hablar, meditaba cuidadosamente sobre quién podía ser el culpable, miraba hacia el suelo, a un punto fijo y torcía sus labios. Finalmente clavó su mirada chocolate en los ojos de su amigo detective y respondió con seguridad.

—Shinji.

—¿Su exnovio? —el moreno asintió. —¿Seguro?

—Cuando Sora terminó con él, siguió insistiéndole para que lo pensara mejor y recapacitara, luego nos hicimos novios y los hostigamientos seguían. —Ken asintió con conocimiento, esa era una historia sumamente conocida para él, pues varias veces le había tocado escuchar aquellas conversaciones de mujeres cuando su novia y Kari se juntaban a hablar del maldito de Shinji y sus constantes y molestas actitudes con Sora. —Por un tiempo desistió, pero hace unos meses volvió a hostigarla con mensajes y llamadas.

—Eso no lo sabía.

—Nadie lo sabía, Sora no se lo dijo a nadie. Yo me enteré porque vi unas llamadas perdidas en su celular y eran de él, además de unos e-mails que le había envidado, pero ella nunca me lo dijo, y yo tampoco quise tocar el tema. Creí que sería algo pasajero y sin importancia…

El semblante de Tai nuevamente se tornó serio, y esta vez hasta culpable. Pensaba, seguramente, que si él hubiese tenido el valor de hablar sobre ello con Sora y encarar al sujeto ese, nada de esto estaría pasando ahora. Él estaría con su esposa, juntos y felices como siempre lo habían sido.

—¿Tienes esos e-mails?

Tai negó. —No, los encontré de casualidad una vez que dejó su cuenta abierta en el notebook.

Necesitaba un hacker, y sabía exactamente a quien recurrir. —¿Te molesta que hackee la cuenta de Sora?

—No, para nada. Si eso ayuda a saber donde está…


—¿Estás seguro de querer hacer esto? —le preguntó el pelirrojo a su amigo. Tai simplemente asintió. Nunca había violado la privacidad de Sora, nunca le fue necesario hacerlo, ya que ellos se tenían una confianza única, pero en ese momento, lo único que quería era saber algo sobre su paradero.

Izzy suspiró y entró con facilidad a la cuenta de Sora. Comenzó a buscar algún correo del tal Shinji en su bandeja de entradas, pero sin éxito. —¿Estás seguro que le mandaba e-mails?

—Sí, yo los vi. En realidad vi uno en su bandeja de entradas, quizás lo borró.

Torció sus labios, encontrando la respuesta frente a sus ojos. Llevó la flecha hacia el enlace a los correos no deseados e hizo click en él. En efecto, habían más de veinte correos de su parte, ninguno leído por la pelirroja.

Una vez su mirada oscura se situó en la de su amigo, como preguntándole sin decirle nada si quería leerlos. Tai mantenía su vista pegada a la pantalla del notebook, corrió la mano de Izzy del mouse, esta vez guiándolo él y presionando el primer correo, el último que había mandado.

'Sora, necesito hablar contigo, es muy importante. Por favor respóndeme.'

Endureció su mirada y apretó su mandíbula. Esta vez optó por revisar los correos en orden cronológico, encontrándose de todo…

'No sé qué ganas con bloquearme de todos lados, en vez de dar la cara y decirme el verdadero motivo por el cual terminaste conmigo… Sé que todavía me amas, no sacas nada con negarlo.'

'Veo que no te costó nada olvidarme.'

'Sora, por favor, perdóname, sé que me porté como un tonto y lo lamento. Yo te quiero mucho y de verdad me gustaría poder, al menos, conservar tu amistad. Respóndeme.'

'Todos los días hace dos años me pregunto qué hicimos mal para terminar de este modo… Me gustaría que las cosas volvieran a ser como lo eran antes… Te quiero.'

'Veo que no saco nada mandándose mensajitos si ni siquiera nos tomas en cuenta. En fin, espero que seas muy feliz con tu nueva vida perfecta y tu perfecto y famoso esposo. Ojalá que duren, aunque con tu carácter de mierda, lo dudo mucho…'

'Sora, perdóname, no debí haberte dicho lo que te dije en mi e-mail anterior. En serio te quiero y quiero tu felicidad… No te volveré a molestar si eso es lo que quieres, pero por favor, respóndeme. Te quiero.'

'Sora, necesito que hablemos, Apenas leas este mensaje llámame o ven a mi casa, tú sabes bien donde vivo. Es importante.'

'Por favor, responde mis llamadas, es importante que hablemos.'

Suspiró. Esos habían sido solo algunos de los mensajes que el imbécil le había enviado a Sora, los últimos cada vez más insistentes en el tema de juntarse y "hablar" de aquello tan importante. Empuñó su mano derecha y golpeó con fuerza la pared para luego cubrir sus ojos con la misma. Seguramente el tipo se había aburrido de los ninguneos de la pelirroja y de las nulas respuestas que le daba a sus incansables mensajes y llamados y había optado por lo peor… secuestrarla.

—Tai, quiero que vayas a tu casa e intentes descansar.

—Es hueveo… ¿cierto?

—No, Tai, te estoy hablando muy en serio. Vas a ir a tu casa y vas a intentar descansar. Son las tres de la mañana, no ganarás nada estando así de alterado. Yo voy a recopilar algunos datos y mañana a primera hora empezaremos con la investigación. —habló Ken.

Suspiró y le hizo caso de mala gana. Tenía razón, eran las tres de la mañana, y él, así, alterado como estaba ahora, lo más probable es que sea capaz de pegarle a cualquier idiota que se le cruzara en frente. Le tomó la palabra a su amigo, a la mañana siguiente, a primera hora, comenzarían con la investigación pertinente para dar con el lugar donde ese maldito tenía a su Sora secuestrada.

No supo como, pero llegó a su departamento, impresionado de no haber tenido alguna clase de accidente, pues ni siquiera prestó atención al camino, él simplemente condijo por inercia.

Ken le había pedido que intentara dormir, pero, ¿cómo poder hacerlo, si era prácticamente la primera noche que pasaba sin saber nada de ella?

Habían estado separados varios días producto de su trabajo que muchas veces le exigía viajar lejos de la ciudad, a veces al extranjero, pero siempre tenía el consuelo de hablar con ella y saber cómo estaba… Ahora nada…

—… Bueno, y aquí está Tai, el capitán —el aludido desvió su vista de su celular y saludo a la cámara de su amigo con una sonrisa y un signo de 'paz' realizado con sus dedos. —, como siempre, viendo fotos de su esposa y babeando por ella. —dijo Nakamura burlándose mientras grababa con su celular al moreno.

La capitana. —agregó Hironaga, causando las risas de sus compañeros de habitación, Tamada e Ishikawa. Tai soltó una sonrisa sarcástica.

¿Por qué no van a huevear a otro lado, mejor?

Pero capitán… —recalcó Ishikawa. —Esa no es forma de expresarse.

Y con esa boquita le das besitos a la capitana… Cuando ella vea esto, se enojará mucho y te castigará… Sin sexo por un mes más.

Vas a estar que cortas las huinchas. —Tamada se unió a las burlas de Nakamura.

Bueno, como todos, no más.

Luego de unos minutos más de 'Molesten al capitán' de Tamada, Ishikawa, Hironaga y Nakamura, finalmente se aburrieron y terminó la filmación. Él volvió a su mundo de felicidad, viendo fotos de su amada e intentando comunicarse con ella, hasta que finalmente lo consiguió. Le dijo que ya había llegado al hotel, ella misma había pedido ir a cubrir un evento de modas que se realizaba en la misma ciudad donde él disputaría un importante partido con la Selección Española al día siguiente en Madrid, y como el jefe de la pelirroja, además de ser japonés, era fanático del fútbol, nunca le hacía problemas por ello. Tai, más que nada, para alargar en algo la conversación con ella, le preguntó en qué hotel se estaba hospedando, y la respuesta fue muy placentera para él.

(…)

¿Tai? —fue lo único que alcanzó a decir antes de que el moreno se abalanzara sobre ella y la envolviera en un necesitado abrazo y posterior beso, que en un principio Sora correspondió, mas luego logró separarse de él. Tenía que responder sus muchas dudas. —¿Qué estás haciendo aquí?

¿Cómo me preguntas eso? Sabes muy bien, por algo estás en este hotel, ¿no es así? —preguntó de manera seductora.

Nada sacaba ella con hacerse la loca.

Sora enarcó una ceja, cuestionándolo. —¿De qué hablas?

Sabías que estaba concentrado aquí, no lo niegues.

Tai, no tenía idea…

¿Y por qué estás aquí?

Porque mi jefe hizo las reservaciones aquí… Las veces que he venido anteriormente también me he quedado en este hotel.

Ah, mira tú, es bueno saberlo. —comentó él volviéndola a abrazar. —Entonces, alabado sea tu jefe. —habló para volver a besar a su esposa, esta vez en el cuello.

Tai, no deberías estar aquí, si estás concentrado entonces deberías estar en tu habitación. ¿Qué tal si te descubren?

Los chicos saben —Sora sabía exactamente a quienes se refería con "los chicos", sus más cercanos compañeros y amigos en el plantel. Torció sus labios. —Y ellos no dirán nada. —aseguró. —De hecho, ellos mismos me dijeron que viniera… Me dijeron "Capitán… Dale. Ojalá llegues de vuelta usando muletas." Así, textual. —explicó él para luego seguir repartiendo besos por el cuello y la oreja de la pelirroja.

En serio, amor, no creo que sea buena idea que estés aquí… —habló Sora con dificultad. Tai siempre causaba estragos en ella cuando la besaba.

Bueno, entonces creo que debemos esperar otras dos semanas para vernos y poder hacer… esto. —agregó mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja.

Entonces, Sora ya no necesitó más explicaciones, con esas le bastaban. Dos semanas sin verlo, sin sentirlo cerca de ella, sin acariciarlo, sin besarlo… ¿Y encima esperar otras dos más? No, gracias.

Esta vez fue ella quien tomó entre sus manos el rostro del moreno y lo obligó a besarlo. Tai rodeó su cintura con su brazo izquierdo mientras su otra mano acariciaba desde su espalda hasta su cabello, avanzó abrazado a ella hasta que la cama detuvo su camino, entonces y alzó un poco su pierna hasta que su rodilla estuvo sobre el acolchado cubrecamas y se apoyó en él al mismo tiempo que Sora, sin dejar de besarlo ni siquiera un segundo, se acostaba de espaldas en ella, abrazó por el cuello esta vez a su hombre para asegurarse que la siguiera.

Tai no perdía el tiempo, tan pronto como ambos se vieron acostados sobre la cama, deslizó su mano derecha por debajo del pijama de Sora que él tan bien conocía, consistía en una blusa de tirantes celeste, hasta las caderas y unas pantaletas. Llenó de caricias su cuerpo hasta hartarse, fue entonces cuando decidió retirarla, haciendo él lo mismo con su camiseta. No fue mucho el juego previo, salvo las caricias y besos repartidos por todo el cuerpo de la pelirroja, porque no era eso lo que ambos querían, y lo tenían muy claro.

Hicieron el amor… una, dos, tres veces… Hasta quedar agotados y exhaustos. Eso no cubría las dos semanas que habían estado sin verse, así como tampoco las próximas dos semanas, pero fue algo que los dos necesitaban… Sentirse cerca uno del otro.

Podía pasar toda la noche besando el cuello de Sora, deleitándose con su sabor y aroma tan característicos para él. Subió sus labios hasta su barbilla para luego terminar en su boca, besándola con ternura. Se detuvo y se deparó escasamente de ella para verla a los ojos. Sonrió para sus adentros, pues aún no lograba regular totalmente su respiración, él tampoco, pero en ella era más notorio.

¿Quieres una cuarta? —preguntó él de manera sugerente. Sora sonrió, tal vez la respuesta era sí… tal vez era no, pero de igual forma no quiso averiguarlo, simplemente la rodeó con sus brazos y ella se acurrucó en él.

(…)

Back in Black de AC/CD resonó en toda la habitación. Aún con los ojos cerrados, estiró su mano izquierda hasta chocar con el velador a un lado de la cama, a manotazos buscó el aparato que emitía esa canción que le encantaba, pero que en ese momento sólo era un molestoso ruido, cuando dio con él presionó la pantalla hasta que dejara de sonar, con aquella misión cumplida volvió a adoptar la misma postura que antes y abrazó a su esposa con la idea de seguir durmiendo a su lado.

Tai…

Shhhh… —calló él sin siquiera moverse. —Sigamos durmiendo.

Tai, tú mismo pusiste la alarma. Dijiste que tenías entrenamiento…

Cinco minutos más. —pidió.

Te pueden pillar.

Finalmente abrió sus ojos, y se encontró con la mirada preocupada de la pelirroja.

Torció sus labios y suspiró. Sora tenía razón en estar preocupada por él. Era tan linda y tierna con él… Se preocupaba más que él de las consecuencias que podrían tener sus actos. Si bien sabía que sus compañeros no dirían nada, pero eso no descartaba que por algún otro medio su entrenador se enterara, y si eso llegara a ocurrir, serían hombre muerto.

Mi amor, deberías irte.

Ah claro, me usas para tener sexo y luego me echas… Me siento como un… "prostituto".

En ese caso te pagaría, y no te he dado dinero en todo caso…

Tienes razón, yo lo hago por amor al arte solamente. —le guiño un ojo, provocando que ella riera, contagiándolo a él también con su sonrisa. —Bueno, me iré… Pero te veré en el estadio, ¿verdad?

Claro que sí.

Si estaban en la misma ciudad, le resultaba obvio que iría a verlo jugar solo a él. Ya más que confirmada su asistencia a dicho partido, decidió por fin levantarse y vestirse para luego volver a su habitación.

Definitivamente esa noche no podría dormir. Y estando solo, lo más probable es que hasta pueda cometer alguna locura…

Tres de la mañana o no, necesitaba compañía.

Sacó el celular de su bolsillo, y recién entonces cayó en cuenta que tenía catorce llamadas perdidas de su suegra, desde las seis de la tarde hasta las diez de la noche más o menos… Si la llamaba a esa hora, seguramente Toshiko terminaría odiándolo. Pasó por alto ello y buscó el número del rubio.

Aló… —contestó Matt somnoliento, como era de esperarse.

—Matt, necesito hablar contigo.

¿Tienes idea de qué puta hora es?

—No te molestaría si no fuese importante…

Sintió a su amigo suspirar exasperado al otro lado de la línea, finalmente accedió a que el moreno fuera a su departamento a hablar de aquello tan importante para él. Ya en la mañana iría donde la madre de Sora, porque él sabía muy bien la razón de sus llamadas.


Veía a su amigo caminar de un lado a otro de la habitación, ya se había cansado de pedirle que se sentara y se calmara, pues sabía que de nada servía. Nadie podía estar tranquilo viviendo una situación así como la que vivía el moreno en ese momento.

—¿No quieres que te acompañe? —él negó. —No puedes andar solo por ahí, estás muy alterado.

—Ken vendrá por mi en un rato más. —respondió, seco. Sin duda no era su amigo de siempre.

Quien sea que esté detrás de todo ese lío, quería ver destruido a Tai, y le daría por donde más le dolía… Sora.

Matt respiró un poco más tranquilo. Le preocupaba que su amigo anduviese por ahí, y más en el estado en el que se encontraba, parecía un zombie, se encontraba perdido sin ella.

—Lo que sí te pido es que la cuides.

—No tienes que decirlo, lo sé.

No podía mantenerse tranquilo, había pasado toda la noche despierto, y es que no podía dormir sin saber nada de Sora.

—¿Por qué? —preguntó una vez más. —¿Por qué a mi… Por qué a ella? —suspiró frustrado. —¡Por la mierda! ¡¿Por qué?! —alzó la voz al tiempo que golpeaba la pared con ambos puños.

Nada más podía hacer salvo gritar y golpear cosas. Y no le servía absolutamente de nada…

—¿Papi?

—Lo siento, no pude evitar que viniera. —habló la castaña en voz baja.

Por la mirada que le lanzó Tai, supo que eso poco le importaba en ese momento.

El moreno bajó la vista hasta encontrarse con la de la pequeña castaña… Su pequeña castaña. —Mei, no deberías estar escuchando detrás de las paredes. Es de mala educación. —le dijo cuando estuvo cerca de él. Su hijita sólo bajó su mirada ámbar… Como la de ella… Luego volvió a mirarlo.

Tai la tomó entre sus brazos y la abrazó. La sentó sobre el sillón y él se agachó, quedando a la misma altura de la niña de tres años. Con su mirada intentó transmitirle tranquilidad, toda la que podía entonces, sin embargo, su hija estiró su mano hacia él, hacia su rostro, y limpió el rastro de una lágrima que había caído por su mejilla, ahí supo que, pese a su corta edad, entendía el dolor que estaba sintiendo él.

—Papi… —volvió a hablar la pequeña. —¿Va a volver mi mami?

Él respiró profundo. Quería decirle que sí, que encontraría a Sora, que harían como si nada y que volverían a estar los tres juntos. En verdad quería… —Sí, mi amor… Ella muy pronto estará con nosotros nuevamente.

Meiko mostró una amplia sonrisa y luego se levantó en el mismo sillón para arrojarse a los fuertes y protectores brazos de su padre. Tuvo que oprimir sus labios y sus párpados para no ponerse a llorar ahí mismo, tenía que ser fuerte… Por su pequeña hija, que no sabía ni la mitad de lo que estaba pasando, y por su bien, esperaba que no lo supiera.

Para ella su madre simplemente estaba perdida, no sabía más, y no lo entendería tampoco. Inhaló profundo cuando sintió alejarse a la pequeña y la vio con una sonrisa. —Ahora me tengo que ir… Tú te quedarás con tus tíos. —le explicó calmadamente. Ella asintió obediente. —¿Te portarás bien?

—Sí. Yo siempre me porto bien.

Tai rió con suavidad. Eso muchas veces era mentira, pero confiaba en ella.

—Muy bien…

Besó a su hija en la frente, y se dispuso a ir afuera, donde Ken lo estaba esperando para iniciar con la investigación, de la que él no debería, pero quería formar parte de todo el procedimiento.

—¡Papá! —volteó una vez más ante el llamado de su hija, observó el sillón, pero ella ya no estaba ahí, se encontraba abrazando su pierna.

—¿Qué pasa, pequeña? —preguntó arrodillándose una vez más.

—Cuando mi mami vuelva, ¿iremos al estadio todos juntos?

Sonrió ante la pregunta tan futbolera y fanática de su hija. Había olvidado que para el último partido ella no había asistido, se había quedado con Toshiko. Desde que era apenas una bebé, ambos la llevaban a los partidos, y en aquella ocasión, la verdad no supo por qué se había quedado el fin de semana en casa de su abuela, pero ahora, y pensándolo mejor, fue la mejor decisión que pudieron haber tomado.

Asintió.

—Sí, hija… Te lo prometo.

—Sin el menique no cuenta. —alegó la pequeña.

No, no lo es… Prométemelo. Irás a verme siempre jugar, por muy lejos que sea, mi amor, estarás siempre conmigo… —pidió acercándose a ella y tomando su rostro entre sus manos. —Prométemelo. —susurró él.

Te lo prometo. —respondió también en un susurro para luego juntar sus labios con los de él.

Sin el meñique no cuenta. —habló él luego de besar a su novia, esta vez, extendiendo su meñique frente a ella.

Sora sonrió y repitió la acción del moreno, entrelazando su dedo con el de él. —Te lo prometo. —repitió.

Sonrió. Era digna hija suya.

Extendió su meñique delante y ella hizo lo mismo, entrelazando su pequeño dedito con el de su padre. —Te lo prometo, amorcito.

La pequeña Meiko sonrió y se abalanzó sobre su padre en busca de un abrazo, no tan duradero como el de antes.

Una vez más se despidió de ella, haciéndole prometer que se portaría bien, con su tío Matt y su tía Mimi, como ella los llamaba.

Cerró la puerta luego de salir y se apoyó unos instantes en la madera. Miró al cielo, ya nada podía evitar que soltara algunas lágrimas, ya su hija no lo veía, no tenía con quien demostrar fortaleza.

Suspiró profundo y caminó hasta el auto con una baliza azul sobre él.

—¿Estás bien? —preguntó Ken. Sabía de antemano la respuesta. Tai simplemente asintió. —Esto no va a durar mucho, ya verás como pronto la encontraremos y todo va a estar bien. —habló para darle ánimos a su amigo. El moreno asintió nuevamente, limpiando con el dorso de su mano las lágrimas que seguían cayendo por sus mejillas. —Confía en mi.

Tai dejó ver una sonrisa más que forzosa, quería pensar que todo saldría bien y pronto la tendría con él, los tres juntos como la familia unida que siempre fueron.

—Ten.

—¿Qué es esto? —preguntó al ver el objeto que le extendía su amigo.

—Es una identificación de la Policía de Investigaciones. Por si a caso.

Estiró la mano para tomar la identificación. Eso le ayudaría a evitar ciertas preguntas y poder estar al pendiente y tener conocimiento, de primera fuente, sobre los avances en la investigación. Sin duda sería de mucha ayuda… Pero no le ayudaría a tenerla consigo en ese mismo instante.

Suspiró.


Ok, no me odien... Dejé la media cagá, pero no me odien D:

Bueno, si vieron Criminal Minds, especialmente ESE capítulo, sabrán como avanzará la historia más o menos :B Soy tan obvia, por la chucha... Pero bueno, es que de verdad fue muy hermoso, merecía ser convertido en un Taiora *-*

Con respecto a este capítulo creo que no diré nada xD Suelo dejar spoilers a veces en las notas, pero creo que este fic es para estar siempre intrigados, o al menos eso pretendo, si resulta bien, y si no... Bueno, no sirvo para esto :B no se me da bien el drama, pero al menos lo intento :B

Espero sus comentarios, puteándome, felicitándome, lo que sea, pero háganmelo saber xD En una de esas estoy puro perdiendo mi tiempo escribiendo esto, así no hago más el ridículo, o si les gusta, pensaré en seguir viendo más capítulos de Criminal Minds hasta que me inspire para algo nuevo :B

Así que eso :)

Me voy, porque tengo que estar linda y radiante para mi sesión de kinesiología mañana :L AMO los martes de 9:00 a 11:00 :$ Sáltame papi todo el rato xDDDDDDD

Ya, chao :B


*Len~