Disclaimer: El universo de Harry Potter pertenece a J. K. Rowling y a la Warner (Bros). La trama es mía, no robes, no publiques en otros sitios sin mi permiso expreso. No escribo con ánimo de lucro.
N/A: Esto será una recopilación de viñetas escritas para la comunidad LJ "drabbles 30min". Si veis algún error de tipeo o algo, avisadme, las escribo en media hora o menos, así que cualquier cosa puede ocurrir.
DESESPERANZA, DESGRACIA Y DESPEDIDA
Hace frío y le duele la espalda. Tiene un par de rasguños en los brazos y cuando apoya su peso sólo en la pierna izquierda nota un pinchazo en la cadera. Oye los jadeos que Bellatrix intenta dismular sin demasiado éxito a su lado, las manos en las rodillas y el pelo despeinado, y al mirar al suelo, un par de metros delante suyo, se le instala un sentimiento pesado parecido a la angustia en esa zona que hay entre el cuello y el estómago. La adrenalina de la batalla desaparece, le castañetean los dientes.
Evan tiene los ojos abiertos, aún, y a él le baila en la cabeza la idea de avanzar -cuatro pasos resonando en el callejón- y cerrárselos de una vez. Para que deje de mirarle, por lo menos.
No lo hace.
-Tenemos que irnos -dice Bellatrix, ya sin jadeos de por medio.
-¿Y qué vamos a hacer con Rosier? -pregunta Rabastan.
Le miran, todos. Unos con más pena que otros -es sabido por todo el mundo que a los Lestrange nunca les cayó bien, Evan, y mucho menos sus comentarios fuera de tono en las peores ocasiones-, con mirada grave.
-Deberíamos llevárnoslo. Era uno de los nuestros -dice él, callándose muchas cosas más.
-Entonces lo cargas tú hasta el cuartel. Al final y al cabo erais amiguitos, ¿no? Si compartisteis juguetes no te importará demasiado compartir unos minutos más antes de enterrarle -dice Bellatrix, con una risa seca colándose entre sus palabras. Siempre tan amable.
Pero no le dice nada. Parece que una bruma se haya instalado en su cabeza y sus movimientos son pesados. Cuatro pasos resuenan en el callejón, esta vez sí, y cuando se encuentra delante del cadaver nota que le falta una parte del cuero cabelludo.
Le cierra los ojos -la mirada ausente desaparece, el color de la piel reemplaza a esa mezcla extraña entre verde y marrón que eran los ojos de Evan-, le coloca bien el cuello de la túnica llevado por un impulso extraño y le coge por las axilas. Pesa. Pesa mucho. Pretendía cogerlo en brazos, evitar que se le ensuciara la túnica -no tiene muy claro de dónde le vienen esas ideas, todo sigue siendo brumoso a su alrededor-, pero ha acabado arrastrándole hasta dónde estaban antes.
Tampoco tiene muy claro por qué, pues podían desaparecerse allí dónde estaban, pero le ha parecido necesario. Lo correcto. Le coge del brazo, le clava los dedos en el brazo y si estuviera vivo se quejaría.
-Vámonos ya -ordena Bellatrix, seca.
Se miran entre ellos unos segundos, las miradas recaen en Evan, luego, aún en sus brazos y luego Rabastan suelta un respolido y se desaparece.
Luego Bella, y al final sólo quedan él y Evan, en ese callejón. Y los cadáveres de esos dos aurores, pero eso no importa ahora.
La marca brilla en el cielo -verde, brillante- y deberían irse. Dbería irme, se corrije. Hace frío, lanza una última mirada a los cadáveres que dejarán allí y por un momento le invade el impulso de la venganza. Piensa en dejarles irreconocibles, sus madres, sus esposas, se lo agradecerían con lágrimas amargas.
Pero no hay tiempo.
Le vuelve a coger del brazo, con más fuerza, y cierra los ojos.
Destino, Determinación y Deliberación, recuerda las palabras del examinador, aprieta su agarre en el brazo de Evan y se desaparece.
Cuando llega está algo mareado, deja a Evan en el suelo, sacude la cabeza de un lado al otro intentando quitarse el aturdimiento de encima y se pasa una mano por el pelo pajizo.
Justo entonces, con la mano aún en el pelo, recuerda que no ha cogido la varita de Evan. La ha dejado en el callejón, junto a los cadáveres. Recuerda que ahora los aurores ya estarán allí, en poco tiempo sabrán de quién era la varita perdida y lo que es peor, ya no podrán enterrarle en la cripta familiar si no quieren ser descubiertos.
Cierra los ojos, el sentimiento de angustia se acrecienta, aprieta los puños.
Desesperanza, Desgracia y Despedida, Barty, recuerda las tres D.
