No-Rae estaba ensimismada, viajando en su asiento favorito del autobús. Veía el paisaje moverse a una velocidad constante a través de la ventana. La hora pico, que causaba tantos molestos embotellamientos por la mañana, ya había cesado. Era más relajante viajar luego de esas tensas horas con gente apresurada por doquier, pasando por altos cosas que No-Rae encontraba interesantes en ese preciso instante.
La calma que destilaba el bus casi vacío empezaba a adormecerla, pero vislumbró su parada a unos metros, lo cual significaba que debía interrumpir su placentero viaje y bajarse en la siguiente estación. Desde ahí no había otra opción para llegar a su destino más que caminar. No-Rae suspiró. Suspiró como quien supiera de antemano los muchos kilómetros que tenía por delante.
Sacó del bolsillo derecho de sus jeans una bola desordenada de cables blanco, sus audífonos y del otro, su celular. Activó su lista de canciones en aleatorio y metió ambas manos en las estiradas mangas de la vieja chompa universitaria que llevaba puesta.
El día estaba semi nublado. Las nubes y el sol batallaban fervientemente por apoderarse del cielo, ignorando que les era posible convivir en completa armonía. Eso pensó No-Rae mientras veía como la iluminación solar que caía sobre la acera se desvanecía a ratos. Sonrió a medias y cambió de canción a pesar de que hace mucho se había prometido no hacerlo.
Los que le habían parecido infinitos kilómetros se redujeron a pocos cientos de metro. Su anterior estimación resultó ser una absurda exageración. Aunque ya era bien sabido lo perezosa que era para movilizarse por sí misma, era increíble como sus ojos les contagiaban el cansancio a sus piernas y se volvía pesado trabajar en coordinación para dar unos cuantos pasos. Esa mañana se había esforzado. Estaba orgullosa y aliviada. El enorme edificio en el que estaba a punto de entrar, tenía elevador; no iba a tener que moverse mucho más de lo estrictamente necesario.
Una vez dentro de la cabina, vio el botón. Piso 24. Lo presionó y se encendió como respuesta a su contacto. Retrocedió unos pasos, alejándose de la puerta automática y fijó su mirada en el contador de pisos restantes. 11, 12, 13, 14, faltan sólo 10 más. Agradeció que nadie haya solicitado el ascensor mientras ella estaba dentro, eso la hubiese retrasado aún más y era lo último que quería en esos momentos.
La campana sonó como aviso de que arribaron al piso deseado, se abrieron las puertas. El apartamento que buscaba sería el primero a su izquierda. Se dirigió hasta allí y no tuvo que tocar, tenía llave. Abrió con cuidado e incluso se podría decir que algo de miedo. No abrió la puerta en su totalidad, se asomó para echar un vistazo de cómo estaba el ambiente dentro. Soltó el aire que contenía, el área estaba libre. Ella de seguro está en su cuarto, pensó.
Fue hasta ahí, poniéndole especial cuidado a sus pasos, esta vez no podía ser ruidosos es imprudentes como quien los daba, todo lo contrario. Se mantenía concentrada a medida que avanzaba.
La puerta de la habitación estaba abierta, eso le dio la oportunidad de verla acostada de lado, con las manos aferrándose a la almohada que estaba bajo su cabeza, mucho antes que ella siquiera sintiera su presencia.
—¿Por qué te tardaste tanto? —murmuró Seol-a.
O eso creía.
—¿Es en serio? ¡Vine lo más rápido que pude! —chilló No-Rae.
—No. Te tardaste.
—Bien. Lo siento. ¿Para qué querías que viniera?
—Acuéstate conmigo. —soltó Seol-A como si nada.
No-Rae se sonrojó y su voz se quebró incluso antes de poder hablar apropiadamente. Estaba petrificada.
—Cálmate. No es lo que piensas. —suspiró Seol-A, frustrada—. Sólo… Parece que duermo mejor contigo cerca.
—¿Y la máquina de ruido blanco que compraste?
—No funcionó. Deja de pensarlo tanto y acuéstate.
Resignada, No-Rae accedió. Se quitó los zapatos muy lentamente a pesar de que su corazón le gritaba que lo hiciera más deprisa. ¿Por qué le tomaba tanto tiempo meterse en la cama y abrazarla? Ahí fue donde intervino su cerebro, recordándole lo sensible que era Seol-A al ruido y en serio parecía querer dormir. No quería arruinárselo espantando a su pereza con un desconsiderado ruido de sus zapatos chocando contra el suelo.
Ya en calcetines, levantó un poco las sábanas del lado vacío de la cama y se metió como si la superficie fuera de vidrio extra frágil. Seol-A sintió el ligero desnivel del colchón y se acercó hasta ella, quería poder percibir su respiración tibia y rítmica cerca de su cuello. Sospechaba que era esa estabilidad la que profundizaba su sueño.
No-Rae captó la indirecta y deslizó el brazo sobre su cintura, acercándola más hacia sí, usando el mínimo de fuerza, muy sutilmente. Seol-A no se opuso, se acopló a ella. Y por la diferencia de estatura, parecía que No-Rae era la que buscaba refugio y no al revés.
Por su parte, mientras ellas dormían plácidamente y sus respiraciones llevaban el mismo son, la inútil máquina de ruido blanco reposaba en la papelera, cerca del escritorio de Seol-A.
