Hola...tal vez les parezca conocida esta historia. Pue bien, a causa de algunos desperfectos no se quiso continuar por problemas entre las autoras. Sin embargo, la idea todavía está, así que, para los amantes de Lady Oscar (me incluyo tb ) voy a continuar con ella...El primer capítulo va sin ninguna modificación, pero pronto vendrán los siguientes...

Para los que nunca lo han leído...no lean las instrucciones. Están de más

Ojalá y lo disfruten...Cualquier opinión o comentario será bien recibido

Gabriela.

Con las alas rotas

I

-¡Miladi, os lo ruego: Son órdenes de vuestra madre!-

-¡No quiero que continúen con esta estupidez¡Largaos de aquí!-

Las sirvientas se encontraban al borde del colapso. La muchacha miraba con recelo la prenda, con encajes exuberantes que Madame de Jarjayes dispuso que se colocara, para luego voltear la cara indignada, humillada, resentida…El mundo imponente de los Jarjayes cayó en picada, y la hija menor no lograba siquiera un ápice de aceptación: Para ella, todo era una completa pesadilla…

Todo comenzó a principios de otoño, hace un mes…hace un mes que sucedió el fatídico día…


Raconnto...

El general Jarjayes se encontraba en una misión rumbo a París. En ella se contaban cerca de veinte soldados escoltando la guarnición. Unos dolores en el pecho le hicieron encogerse y detener el galopar del caballo… el conde miró hacia el cielo: Unos cuervos revoloteaban circunvalando en lo alto…uno de los soldados lo escuchó musitar unas palabras de agradecimiento con una sonrisa en los labios. Cerró los ojos.

-General, general Jarjayes ¿Me escucha?-

De pronto, un golpe seco y sordo. Los soldados corrieron en su auxilio: Las caras pálidas, gritos, susurros, un suspiro…

-¡Demonios¡De prisa, el general está inconsciente!-


-¡Atención pelotón: Desenvainen espadas!-

Un día resplandeciente de octubre. La práctica al mando de la comandante…Andrè reposó su espalda indolente en uno de los pilares del edificio, sin quitar la mirada de la muchacha. Sonrió al verla tan plena, tan ahincada en su labor…

-¿Quién iba a pensarlo, Óscar? Hace ya ocho años que rehusabas tomar la comandancia de la guardia de María Antonieta; y ahora te encuentro más feliz que nadie en su trabajo-

Óscar estaba muy al pendiente de su labor, tanto que no se percató de un carruaje que con gran velocidad se acercaba hacia el lugar; cosa que no pasó desapercibida para Andrè. De él salió un soldado perteneciente al grupo que comandaba el general Jarjayes. Andrè frunció el ceño extrañado. Sus pasos se encaminaban hacia la guardia.

-Comandante Óscar Francoise de Jarjayes-

Diose vuelta al sentirse por aludida. Se dirigió al Capitán Gerodelle:

-Haceros cargo de la práctica un momento-

-Sí, mi comandante-

Bajó de César en pos del soldado. Veíase bastante compungido. Andrè los miraba intrigado por la situación.

-Debe ser un asunto de contingencia- se respondió internamente.

A medida que el soldado le comunicaba lo sucedido, el rostro de Óscar se sumió en la estupefacción. Al ver la expresión de su amiga sintió una punzada en el pecho…Después de ido el soldado, Andrè se acercó hacia Óscar.

-¿Qué ocurrió, Óscar?-

Al parecer, estaba como en estado de shock; musitando unas cosas ininteligibles.

-Óscar- la tomó por los hombros para enfrentarla a sus ojos: Algo grave debió haber ocurrido para descolocarla a tal punto- dime ¿Qué te pasa¿Te sientes bien?-

Reaccionó al instante. Con la voz entrecortada comenzó a decir:

-M-mi padre--No le entendía. Ahora sus ojos delataban el terror, la angustia…frunció el ceño, como desentendida del mundo-Mi padre sufrió un accidente. Andrè: Mi padre se está muriendo-


Llegaron rápidamente a la mansión. Óscar bajó del caballo de forma vertiginosa, a punto de haber caído de la grupa del equino, corriendo a más no poder. En el pórtico les esperaba la gobernata con lágrimas en los ojos.

-Mi niña ¡Ah, mi pobre niña!- la abrazó fuerte rompiendo en llanto.

-No, abuela: Suéltame, por favor. Mi padre…-se deshizo el abrazo para ir hacia los aposentos de su padre. Algo le dictaba el pecho, una fuerte corazonada…divisó a Hortence, una de sus hermanas mayores, al pie de la puerta secándose las lágrimas con un pañuelo.

-¡Dios santo, Óscar!-la abrazó fuertemente-por poco y no llegas: Mi padre no hace más que llamarte…por favor, entra a su habitación-

-Pe-pero…-

-Sólo entra…después te lo explicaré todo-

Empujada por ella, entró a la recámara. El doctor guardaba los utensilios con ademán de irse, pero Óscar lo detuvo:

-Doctor Laconne… ¿Cómo se encuentra¿Cómo se encuentra mi padre?-

Cerró la maleta y dio un suspiro; malas señales según la muchacha…

-No hay nada más que hacer, comandante…fue un ataque al corazón; la enfermedad actuó de modo silencioso y llevó a estas consecuencias-dirigió un vistazo al lecho, para después responder grave- Lamento profundamente que haya llegado a estas circunstancias, pero a vuestro padre no le queda tiempo: Lo más probable es que no llegue al día-

Sintió un temblor recorrer todo su cuerpo…escuchaba los débiles llamados de su padre: La llamaba a ella, pero no soportaba ese ambiente tan lúgubre; no podía armarse de valor. Sospechando su temor, al verse penosamente involucrado en infinidad de ocasiones en esos acontecimientos, posó la mano en su hombro y le dijo:

-Debe estar tranquilo. Su padre está muy orgulloso de ud, musitaba cuán aguerrido era su heredero…sólo cumpla su deseo. Lo único que quiere es hablarle por última vez; sé de antemano que si no habla con él, se va a arrepentir toda su vida-

-Lo tengo muy claro, doctor. No se preocupe de ello-

-Bueno, no me queda más que decirle…buena suerte, comandante; y fuerza-

Tomó la maleta y se retiró de la habitación. Se escucharon unos gritos desgarradores fuera de los aposentos…

Los gemidos eran cada vez menores. Óscar acercó una silla al lado de su cama y le tomó las manos…

-Óscar, mi hija¿Eres tú?-

Estaba perdiendo la vista: Era indudable que estaba agonizando. Contuvo las lágrimas entrecerrando los ojos y levantando la vista hacia el cielo, buscando el valor…luego volvió la mirada hacia su padre:

-Sí, padre: Soy yo, Óscar-

-Sabía que llegarías. T-tu madre quería buscaros, temía que no llegases a tiempo. Mmm…-sonrió solapadamente-como si no os conociera: Yo, más que nadie en el mundo os conoce…somos como dos gotas de agua, casi puedo leeros el pensamiento ¡Ah!-

Un resentimiento en el costado…el tiempo se acortaba.

-Padre, padre…tranquilizaos, te lo ruego. No debes pasar malos ratos, debes reposar-

-Deber, deber…ah, mi pequeña hija…nunca os enseñé nada más que acatar y obedecer sin réplica, y mira lo que he logrado: Que tengas la terquedad característica de mi sangre-

-Por favor, padre-

-No,…debes escucharme, necesito deciros tantas cosas. Temo que no pueda aclararlo; todavía estamos a tiempo-

-¡No, no¡No dejaré que te canses, que nos dejes así de fácil!-

-Mi hija…-comenzó a llorar.

-¡Ah, señor!-exclamó desesperada del dolor, luego volvió a la calma-…tranquilízate, lo escucharé todo, todo-

Apretó fuertemente sus manos, tratando de auto controlarse…

-Quiero que pongas toda tu atención; todavía, gracias a Dios, me encuentro lúcido…-

Se desvanecía por momentos del dolor, hasta que tomó valor…

-No sé cómo he llegado hasta este punto…n-ni siquiera tengo el valor suficiente para relatarte cuán truhán han sido mis actos. Lo único que puedo proporcionaros es el más sincero arrepentimiento de todo lo que te he hecho…te he fallado: Fui el peor ejemplo como padre, como ser humano…tú me enseñaste a se más humano, aun cuando siempre denegaba tus razones…-

-No digas esas cosas…he sido fuerte gracias a ti-

-Pero os habéis perdido todo de tu faceta como mujer…-

-Si os referís a empolvarme como un pastel, a usar esos "candelabros" de vestir, o siquiera mencionar la llana idea de juntarme a desmenuzar a media corte entre tacitas de té, mientras hago unos horrendos bordados…Mmm, es como para pensarlo…demasiado tentador ¿No lo crees?-

-Ah, Óscar…-le brindó una trémula sonrisa-nunca vas a cambiar-

Con mucho cuidado, la joven levantó al padre para acunarlo en su regazo. El conde no sabía qué hacer, cómo reaccionar…esas muestras de afecto jamás dichas, como un silencioso tabú entre ambos, brotaban en un instante…parecía que pronto su corazón explotaría de rebozo. Ese sitio era tan cálido, tan reconfortable, que sus ojos sucumbían al tul de la muerte…perdía la conciencia, se dejó llevar…

-Te amo…no sabes cuánto te amo. Daría mi vida entera con tal de verte feliz-

Las palabras brotaban de su boca…temía nunca haberle dejado en claro cuánto lo amaba…Lágrimas brotaban de sus ojos, por el nacimiento de esos dichos tan bellos. La vida entera se le pasó frente a los ojos…nunca sopesó lo completamente feliz que era su vida, y de las cosas que perdió por su frialdad, pero más aún era por las supuestas equivocaciones de su rol como padre.

-"Pero me he equivocado: Eres la mujer con más entereza que he visto en toda mi vida…y sé que encontrarás el camino en pos de tu felicidad"-

Sonrió por primera y última vez, grabado en su semblante por siempre…el cuerpo de repente se tornó más liviano; como si la partida de su alma hubiese vaciado ese cuerpo laxo y sin vida. Óscar lo sintió, sintió el vacío de la habitación…la partida.

Estaba todo muy claro: Se fue.

Se fue para no volver.

Cerró los ojos: No dejó escapar siquiera un suspiro…Recostó su cuerpo con cariño y le cerró los ojos, echó un largo vistazo a su rostro, mientras se recostaba en su pecho como una niña indefensa…necesitada del último emano de calor del, alguna vez, pétreo general. Estaba en un trance profundo…no podía dimensionar la situación…

Después de un tiempo indeterminado, golpearon las puertas…seguramente cerradas con seguro, incomodados por el sepulcral silencio. Levantó la cabeza con desgana, y se separó de él. Sentada en la cama, se restregó la cara buscando calma…de tanto controlarse, logró neutrar cualquier índice de dolor…dio un largo suspiro, anteponiéndose a lo debía enfrentar, y se levantó rápidamente frente a la puerta…

Finalmente, abrió las puertas…


La mansión estaba a punto de estallar del cúmulo de gente que quería ver al general por última vez. Miles de personas sin rostro le daban condolencias y lamentaciones…su madre en la habitación, deshecha en lamentos y sollozos; sus hermanas no eran caso aparte, también contribuyendo al griterío y lloriqueo desmedido. Andrè frunció el ceño: Más que por el hecho del fallecimiento, creía que era el espectáculo de las damas lo que llamaba a presencia a cerca de medio Versalles.

-No sabe lo difícil que es esta pérdida: Era uno de los mejores en su labor-

-Sé de antemano que suplirá este dolor con un gran optimismo-

-Tengo confianza en que su descendencia será de lo mejor en toda Francia-

No sabía que decirles: Espetarles lo ridículo de sus condolencias por ser casi extraños para su padre, o lo estúpidos de sus consuelos, al siquiera pensar que la herencia pudiese cubrir la fugacidad y el vacío de su partida… ¿Qué iban a comprender ellos, que jamás han logrado amar a su familia sino por lo bello que se ven en conjunto para las tertulias de la reina? Pero ni siquiera se permitía tal licencia de desahogo: Sólo asentía con sumo respeto. Todo un espectáculo frente a sus ojos: Escenas penosas hasta la ridiculización, hasta el punto que, doncellas por el mero deseo de llamar la atención, simulaban las más lastimeras condolencias entre llanteríos y, más de alguna, simulados desmayos entre los brazos del comandante.

Finalmente, la presencia de la reina con su séquito de damas de compañía y una gran escolta de sus hombres.

-Su majestad-hizo una reverencia. María Antonieta la levantó del suelo en seguida, a lo cual Madame de Polignac respondió con una disimulada mueca de disgusto por tal cercanía.

-No, mi fiel Óscar: Esos protocolos olvídalos por ahora. Lamento profundamente- es que ni siquiera las palabras de consuelo llegan a acudir a mi mente, todo es tan confuso, tan repentino…-

-Despreocúpese majestad: Sólo su presencia reconforta cualquier dolencia-

-¿Dó-Dónde se encuentra?-

-Andrè-vino movido por su llamado-por favor, conduce a su majestad hacia la sala-

-De acuerdo-tomó su mano de improviso y le susurró al oído-no te preocupes, Óscar. Yo te apoyaré siempre-

Condujo a todos hacia el féretro, pero quedó sorprendida por la preocupación de Andrè. De hecho, nadie en la mansión tuvo la deferencia de velar por ella, el inquietarse por ese extraño sopor con el cual había tomado la partida de su padre.

Sólo él: El bueno-para-nada, el que vivía desentendido de cualquier problema, sólo Andrè logró ver tras ese velo de aparente aceptación. Casi sucumba ante ese acto tan gentil, pero todo se desvaneció al ver acercarse con paso marcial a la segunda capitanía de la guardia imperial.

-Comandante, mis más sumas condolencias. A su padre lo considero una persona de gran valía e íntegro en todo sentido-

-Agradezco vuestras palabras, Gerodelle, y también vuestra presencia: Tantos halagos por su memoria hacen que lo sienta vivo-

-También digo en representación de toda la guardia imperial que la sensible partida del General Jarjayes conmueve a toda la guarnición de la milicia francesa-

Óscar sonrió. En Gerodelle siempre encontraba una camarería deferente a los demás aristócratas. Puso la mano en su hombro y espetó conmovida:

-Muchas gracias por venir, Capitán Gerodelle. Siempre he estado consciente de vuestra lealtad y afecto: Lo tendré presente-

-No existe otra cosa que quisiera más…si lo desea, pongo a vuestra disposición a algunos soldados-

-No será necesario. Quiero que la situación se aleje lo mayormente posible de cualquier parafernalia…ya su partida lo hace tan difícil; no quiero más contratiempos-

-Lo comprendo totalmente. Con su permiso, comandante-

Se saludaron: Una conmovida y otro destrozado.

-"Cuánto es mi deseo de abrazaros; cuánto mi deseo de alejar vuestro dolor y hacerlo mío…"-


Movió las últimas sillas. Era cerca de la media noche, cuando se retiraron los últimos invitados…pero en su mente no dejaba de ver esos ojos sombríos, tristes, necesitados de él más que nunca.

Momentos atrás, se encontraron frente a frente en el pasillo de los aposentos.

-Andrè, necesito que lleven unas tazas de té a la recámara de mi madre. Mis hermanas también se encuentran arriba. Y colócales unos calmantes…-

-De acuerdo-

Una pausa de silencio prolongada. Ella mantenía su mirada, era sumamente extraño…el tenerla tan natural, tan de siempre.

El caminar de ella deshizo tal pensamiento, viéndole cómo se alejaba sin decir nada, sin expresar nada.

La conocía perfectamente. El callar de ella era movido por una suerte de desgarro interno tan profundo, que no sabía cómo dejarlo escapar. Era una paradoja el pensar que la persona que tanto luchaba por libertad y justicia para el resto se viese presa de sus propias acciones.

Quería estar con ella, el dejarle saber que su dolor desgarraba un alma en silencio, un alma que la quería con todas sus fuerzas, con todo su corazón…

No quería admitirlo, pero amaba a Óscar: A la muchacha tan diversa, tan testaruda y temperamental, a la mujer escondida bajo vestiduras masculinas que encontró en él a un amigo, un hermano…al ser humano tan íntegro y leal a sus convicciones. Pero la simple idea forjándose en su cabeza por un supuesto sentimiento hacia ella le hacía un daño constante: Él era un plebeyo, indigno de siquiera pensar en una posibilidad con Óscar.

Suspiró cansado. Miró hacia unos vitrales, aturdido por la situación:

-Óscar…no lo comprendo ¿Cómo han cambiado las cosas¿En qué momento me perdí en ti? Pensaba que la sola idea de enamorarme era absurda…de un tiempo a esta parte me encantaba tenerte cerca, sentía una satisfacción tan placentera. Pero con el tiempo te has vuelto vital, indispensable: Como el sol en la pradera…te siento en cada momento, y no puedo reprimir el amarte de esta manera, no puedo: Mas, me quieres como un hermano, y yo te veo como la mujer de mi vida…-

Comenzaba a amanecer, y existían tantas cosas que afrontar, tanto dolor entre medio…situaciones que siquiera imaginaban: El amanecer que daba comienzo a grandes cambios en la vida de los Jarjayes y, en especial, en la vida de Andrè y Óscar.

Fin raconnto.


Todas las sirvientas salieron de la habitación como una madeja de fideos, rezongando por la actitud de la patrona. De todo aquello era espectador el joven valet…al ver que el lugar estaba vacío quiso ir a verla, pero se encontró de frentón con Madame Jarjayes.

-Ah, Andrè ¿Qué haces tú aquí?-

-Nada, Madame-

-¿Nada? Muchacho…ve a buscar a Madame Montblanc y dile que venga a los aposentos de Óscar en cuanto se desocupe-

-Sí, señora-

La vio adentrarse a la habitación de Óscar: Seguramente con el propósito de hacerla entrar en razón. Empuñó las manos con fuerza…

-Buenos días, querida-

La muchacha la miró desconcertada. La madre hizo un ademán para abrazarla, pero ella la rechazó…tuvo que armarse de paciencia para enfrentar la situación. Se sentó en su cama, al lado de ella, como signo de comprensión.

-Hija: Sé cuán confundida puedes estar, sin embargo debes realizar lo que te digo…tu padre así lo dispuso. Por su ausencia, quiero que sientas el mayor respeto posible, pero deseo que sigas adelante -

-Porque creía que lo deseaba, pero no es así. ¡Madre, debes creerme!-

Se levantó de golpe. Normalmente, era una persona de trato suave y paciente; pero la respuesta de Óscar la dejó en estupefacción:

-No, no muchachita ¡No me pidas que os crea porque no lo haré¡¿Cómo es posible que digas tales disparates¡Eres una adolescente y debes asumirte como tal!-

-No soy una muchacha, madre…a pesar de muchos en esta casa, he crecido. Soy una adulta, capaz de mantenerme por mis propios medios-

La ha dejado con el amén en la boca. La postura y decisión que poseía era como ver al general en persona. Tales recuerdos la inundaban…no podía seguir en esa situación, no lo soportaba más.

-Lamento deciros esto, pero no tienes opción. Lo estoy haciendo por tu bien, Óscar…en esta casa se han acabado las mentiras, y estás bajo mi tuición hasta que disponga tu matrimonio con un aristócrata. Así que tendrás que acatar lo que os disponga-

-¿Y por qué no lo dispusiste antes, cuando mi padre tuvo la idea de forjarme en educación como un hombre? Ya es muy tarde para reparar en errores…yo no soy la culpable de ello, y lamento aun más que vos, porque no seré yo quien tenga que cargar con culpas ajenas…-

Salió, dejando a su madre sin palabra alguna. Tal vez con su padre habría tenido la deferencia de escuchar la propuesta, pero su madre era un ente extraño en su vida, casi invisible. Comenzó a arreglar a César para salir, desfogarse con cualquier cosa: Lo que sea con tal de salir de ese infierno…


-¿Qué haces, Óscar?-

Se asustó. Diose vuelta, molesta por su actitud.

-Me parece obvio-contestó tajante.

Tomó las bridas del caballo caballerosamente.

-Temo que olvidas que yo soy el encargado de las caballerizas-

-¿Temes por tu lugar en la casa ahora que mi padre no está?-

-Óscar, Óscar: Siempre tan dulce…-

-No me trates como una tontuela; sé lo que estoy haciendo-

Después de un tiempo indeterminado, terminó encarándola.

-Me extraña mucho tu actitud: No deberías estar jugando con esas cosas-

-¿Ah?-

Estaba demasiado cerca uno del otro. Puso distancia ella misma, intentando evitarle como lo estaba haciendo hasta ahora…

-Me estás evitando…ah, Óscar-

-¿Óscar qué¿Óscar qué¡Hasta cuándo me vas a molestar!-

Respondió con súbita furia. Andrè quedó estupefacto ante tal reacción.

-¿Qué te pasa?-

La pregunta fue la gota que derramó el vaso. A grandes zancadas se dirigió hacia su presa y comenzó a gritarle:

-¡¿Sabes qué me pasa, de verdad quieres saberlo¡Pues te lo diré, estoy cansada, hasta la coronilla, hastiada de que todo el mundo se tome la atribución de corregir cada maldita cosa, acción que haga…estoy cansada de tener que colocar la cuota de cordura en una familia de locos y soportar a cada "pela gato" que pase frente a mí sintiéndome como la persona merecedora de lástima…!-

Andrè la siguió escuchando, sentándose en un saco de forraje…al fin y al cabo, se estaba desahogando…

-…e-estoy más que harta de la gran farsa de la familia "Feliz" de Jarjayes-haciendo comillas con sus manos, como hablándole al establo, mientras caminaba de un lado al otro…luego se detuvo: Suspiró y comenzó a sollozar…-…siendo que hemos perdido a un padre, a un gran padre…¡Pero todas se dispersan, cacarean como en un gigantesco establo…ya veía que en cualquier momento los invitados se iban a parar y aplaudir por su actuación¡No somos una familia, nunca lo hemos sido!-terminó quitando las lágrimas con fuerza-¡Carajo! ... ¡Y yo, más encima…YO tengo que comenzar a ser la damita de la familia¡Buena la cosa: Ahora les bajó el arrepentimiento de convertirme en hombre¡Parezco una maldita muñeca…yo también me canso, Andrè; yo también necesito de un poco de apoyo! Algo de consideración, una ínfima muestra de que en algo influiría esta pérdida tan grande ¡Maldita sea: Estamos hablando de mi padre!-finalizó con una patada al cubo de estiércol.

No pudo evitar dar una mirada de horror al ver el desastre del ataque de ira de Óscar. Se dio cuenta de la impresión de su amigo y se sintió culpable…

-Ah-ah discúlpame…no fue mi intención. Lo arreglaré-

-No, por favor: Yo me encargaré-

Se hincó, sosteniéndose la cabeza en sus manos. Andrè sólo la miraba, incapaz de romper la coraza que escondía su verdadero dolor…

-Lo lamento, Andrè…siempre me descargo contigo-

La miró incrédulo: Era la segunda disculpa que le daba Óscar. De verdad que debía sentirse desolada.

-No te preocupes, Óscar; si puedo hacer algo que te reconfortara, no dudes en hacérmelo saber-

Un silencio sepulcral fue la respuesta. Supuso que era una señal.

-Bueno, te dejaré sola. No quiero incomodarte: Ha sido un día muy pesado para todos nosotros… buenas noches-

-¡Espera!-

Estaba en el portal. Dio vuelta la cabeza.

-Necesito preguntarte…-

-Dime: Soy todo oídos-

-A-Andrè… ¿Estás de acuerdo con mi madre, respecto a lo de tomar un rol como mujer?-

La pregunta lo dejó helado ¿Tenía importancia para ella lo que dijese ahora? ...lo que más temía era lo que conllevaría: Si dijese que sí, revelaría sin intención los designios de su amor; si, en otro plano, dijese que no, renegaría algo que creía férreamente…Se encontraba entre la espada y la pared.

-¿Puedes contestarme, Andrè?-

Su cuerpo temblaba ligeramente, casi imperceptible…

-Es tu decisión, Óscar-

Y se alejó del lugar, cortante y sigiloso, en medio de penumbras…

"…No sabría qué contestaros…a decir verdad, era un buen general: Un hombre de palabra y muy correcto. Todos en la guarnición pueden dar fe de ello…De corazón, lamento más por la pérdida de la familia Jarjayes…la gente ajena llega y se va, pero es en la familia en donde se produce la gran grieta.

Yo perdí a mi padre a los dieciséis años; es por ello que veo en la comandante Óscar el dolor más grande…tuve que levantar a mi familia, so pena de ocultar el grave desazón de su fallecimiento. Espero que con ella, exista una persona que la acompañe en su duelo: Y a toda su familia…mucha fuerza, por sobre todas las cosas…"

Subordinado de la guarnición del General de Jarjayes.

Continuará…