¡Holaa holaaa!

Lo prometido es deuda ¿no? Aquí les traigo la secuela de Por Andarse de Cupido...para finalmente ver qué pasó con Alec...Magnus...y lo que más se preguntan: con Max n.n

Sinceramente pensaba esperar hasta el último de mes para subirlo ya que me estoy graduando y ando con todo el corre corre del papeleo y los mil actos; pero vi a semejante buenazo que eligieron como Sebastian en la serie (Will-Soy-Perfecto-Tudor) y quede enamorada y eso hay que celebrarlo con un cap! XD por otro lado ¡Raziel! como me costó conseguir un buen titulo al fics... pero ya está... así que vamos :)

Advertencias:

1.- El fics es la secuela de Por Andarse de Cupido; (de ahí que este fics empiece en la "Parte IV) así que recomiendo leer ese primero o no entenderán situaciones o referencias a los sucesos en ese fics; ¡así que a por el primero!

2.- Así como PADC está guiado por los sucesos de CoHF, este se guía un poco por Lady Midnight, pero no lo suficiente como para considerarlo Spoiler ya que los Blacktorhn y su trama aquí no tendrán gran relevancia.

3.- El fics contiene momentos Malec, Sebalec y MagnusxOtro por lo que tienen que tener la mente abierta; especialmente con esto último de Magnus.

Disclaimer: Cazadores de Sombras es propiedad de Cassandra Clare, yo solo me atribuyo la trama de este fics, y mi extraño amor por el Malec/Sebalec.

En fin; les dejo leer n.n

Parte IV: La vida de los muertos

La vida de los muertos perdura en el espíritu de los vivos

Cicerón

.

.

.

Capítulo 1: Cinco años

El paso del tiempo no mitiga el ardor de sus recuerdos

Laura Restrepo

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.

Sonrió con cierta nostalgia mientras veía a las parejas patinar en hielo en Rocketfeller Center. Cuanto deseaba poder hacer eso con Alexander. Aunque siendo sincero, se conformaría solo con poder caminar juntos de la mano por Central Park como alguna vez hicieron. No habían sido mucho las oportunidades de salir juntos en antaño debido a tantos problemas con Valentine y Sebastian, al menos habían sabido aprovechar el viaje por el mundo que tuvieron hacía cinco años. Era una lástima que debiera esperar otros cinco años antes de poder repetirlo.

Tomó finalmente la taza de café que la vendedora le entregó, y pagó recogiendo las bolsas del suelo para caminar a la avenida y dirigirse con calma hacía la estación del metro e ir de vuelta al loft. Había comprado ya los regalos de navidad para Alec. Aunque estaba seguro que el hecho de que Isabelle aceptara visitarlo esta vez sería regalo más que suficiente. Aun así, había conseguido el último libro del señor de los anillos. El último año Alec había estado leyendo libros con arqueros entre sus personajes y últimamente tenía una fijación con Legolas. Magnus sabía que le gustaría su regalo, aunque no sabía cómo sentirse respecto a la admiración de Alec por el elfo. Sonrió, si, sin duda se pondría muy celoso cuando Alec pudiera ver a Orlando Bloom con esa cabellera rubia en DVD.

Su sonrisa decayó un poco: Había tantas cosas que quería regalarle a Alec, que quería hacer con él; pero muy pocas que los hermanos silenciosos le permitían pasar a su celda en la Ciudad Silenciosa. Al menos podía llevar la tarta navideña que al chico tanto le gustaba.

Magnus suspiró mientras atravesaba New York en el vagón del metro. Eran cinco años ya desde que Alec fuera enjuiciado, cinco años desde que el chico estaba encerrado en la Ciudad de Hueso por culpa de Sebastian. Cinco años desde que la guerra había cesado y Sebastian había muerto llevándose consigo el secreto de lo que había ocurrido con Max; Magnus había logrado dar con el chico días después, pero había sido demasiado tarde: solo consiguió su cuerpo calcinado con fuego demoniaco. Cinco años intentando convencer a Alexander que no importa cuánto tiempo pasara estaría ahí para él, esperándolo.

Magnus llegó al Loft; Presidente Miau maulló a modo de bienvenida sin levantarse del sofá en que descansaba.

- Ven a recibir a tu amo, gato viejo - Gruñó. El gato le maulló a cambio mirándolo como si evaluara que tanto valía la pena incorporarse o no; finalmente decidió que no lo valía pues solo volvió a acostarse. Magnus dejó las bolsas de compras sobre la mesa. Había comprado una bufanda y una cazadora que seguramente le quedarían estupendas a Alec. Chasqueó los dedos enviándolas a una de las habitaciones, sabía que Alec no se las pondría en la Ciudad Silenciosa, así que solo las guardó junto a los otros regalos que durante esos cinco años había comprado para él sin poder entregárselos.

Había comprado también un suéter navideño color azul casi del mismo tono de sus ojos. Ese si se lo entregaría esa noche que fuera a visitarlo: quería que tuviese ropa nueva para navidad, no le importaba lo que dijesen los Hermanos Silenciosos, pretendía quedarse con él para la fecha. Lo mismo en año nuevo.

Sacó el contenido de otra bolsa: había un pequeño suéter igual al de Alec solo que en negro y varios juguetes.

Había un pequeño niño en la ciudad silenciosa; un brujito de piel azul de unos cuatro años de edad. Había sido abandonado en la Academia de Cazadores de Sombras poco después de su nacimiento y al no haber nadie que se hiciera cargo de él fue acogido por los hermanos silenciosos como hacía tantos años habían hecho con él mismo. El pequeño era todo un encanto, y desde que aprendió a caminar solía escaparse de los hermanos silenciosos para ir con Alec; primero a jugar; luego, cuando aprendió, a hablarle e incluso en una ocasión se había aparecido en el interior de su celda. Magnus había coincidido con él en varias ocasiones, pero Alec siempre tenía alguna nueva anécdota que contarle sobre la morita como cariñosamente lo llamaban. Y él no podía más que querer a ese niño por hacer más soportable la estancia de su Nefilim en ese frio lugar y se lo agradecía con algún regalo siempre que podía.

Su celular repicó en su pantalón antes de poder dirigirse al baño pensando en una ducha. Contestó viendo en la pantalla que era Jace.

- ¿Magnus; has ido recientemente a la tumba de Sebastian? – Preguntó sin saludar.

- Feliz navidad para ti también Herondale; estoy bien, gracias por preguntar, y por supuesto que quiero que me traigas un fantástico regalo cuando vuelvas de Los Ángeles - Dijo con acidez; escuchó a Jace gruñir algo por lo que suspiró y agregó - Es la tumba de Jonathan - Lo corrigió. Sebastian había sido un maldito que arruinó la vida de todos, especialmente la vida de Alec hacía varios años cuando utilizó las pociones de amor y odio para tenerlo a su lado, haciéndolo cómplice y participe de los ataques a varios institutos incluyendo el de Nueva York; volviéndolo una persona capaz de matar por él y de entregarle incluso a su propia familia.

Jonathan Morgenstern en cambio había salvado la vida de Alexander, en el último momento atravesándose en esa estocada que pretendía matar a su Nefilim. Nadie en su sano juicio visitaría la tumba de Sebastian, nadie lloraba su muerte, pero Magnus sentía que no era justo con el muchacho que había detrás de toda esa sangre demoniaca y solo por eso se comía su orgullo una vez al año e iba a visitarlo el día del aniversario de su muerte. El aniversario del día que salvó la vida de Alec.

No llevaba flores ni mucho menos. Solo se limitaba a chasquear los dedos para desaparecer el césped alto sobre la tumba y estaba allí un rato en silencio antes de irse y repetirlo al año siguiente.

- Hace cinco días. - Dijo - ¿Por qué?

- ¿No viste nada extraño?

- Nadie ha cortado el césped alrededor pero no creo que sea de extrañar - Dijo - ¿Que pasó Jace?

- Jocelyn visita la tumba de vez en cuando - Dijo. Magnus asintió; eso lo sabía. La mujer aun lloraba el hijo que pudo haber tenido - Alguien modificó la lápida.

- ¿A qué te refieres?

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.

Magnus llegó hasta el cementerio de Idris. Los rayos del sol eran anaranjados tan intensos que le hacían agradecer haber llevado sus gafas oscuras. Los Nefilims generalmente eran quemados al morir, solo los que morían demasiado jóvenes, o caían en desgracia permanecían fuera de la ciudad silenciosa enterrados a las afueras de Alacante. La tumba de Sebastian se hallaba incluso mucho más apartada del resto.

Jocelyn estaba allí mirando la lápida con aprensión. Sorprendiéndose al ver al brujo caminar hacia ella.

- Supongo que Clary te avisó - Dijo.

- En realidad fue Jace - Aclaró - Me dijo que llamaste porque la lápida fue modificada.

- No era necesario que te hicieran venir - Dijo con un suspiro. - ¿Habías visto esto? - Preguntó señalándola. Magnus la miró.

Era una lápida sencilla de mármol gris; no tenía epitafio, solo decía Jonathan Cristopher Morgenstern y abajo únicamente la fecha de su muerte; Jocelyn no había querido poner la fecha de su nacimiento, después de todo desde que nació lo había hecho con la sangre de demonio, desde el inicio había sido Sebastian; Jonathan solo pudo surgir al final, cuando ya no había forma de salvarlo.

Recordaba que Alec no había estado de acuerdo con eso; asegurando que él había convivido por semanas con Jonathan; que él había visto esos ojos verdes mirarlo en más de una ocasión y que por tanto el chico había estado ahí siempre, luchando por surgir y sobreponerse a Sebastian. Magnus no había querido opinar al respecto: no le gustaba mucho oír sobre el tiempo que Alec estuvo con Sebastian; en cualquier caso, fue la opinión de Jocelyn la que prevaleció

Pero en ese momento había unas palabras más escrita irregularmente, como si alguien la hubiese tallado allí con una piedra.

Sebastian

Y más abajo...

Bash

Se desconcertó; mucha gente había estado en contra de tener el cuerpo de Jonathan ahí, de tener un lugar donde recordarlo, ¿Quien entonces había querido que fuese recordado como Sebastian? Y "Bash" ¿Que significaba?

- No creo que haya sido hace mucho - Aseguró señalando la piedra junto a la tumba, tenía aun el polvillo de la ralladura sobre el mármol.

- ¿Quién crees que pudiera hacerlo? - Magnus se encogió de hombros; sabía que Sebastian había tenido aliados y partidarios; muchos de los oscuros, especialmente los primeros habían acudido a él por su propio pie, y así habían Nefilims aun, pero de ahí a tener a alguien que quisiera que se recordara por el nombre del que él mismo se apropió había un trecho, especialmente tantos años después cuando la mayoría ni siquiera quería recordarlo.

- Ni idea - Admitió. La mujer entonces le tendió algo que estaba en la palma de su mano, un trébol

- Estaba en la tumba; ¿Sabes lo que los tréboles significan? Venganza - Se auto contestó - ¿Y sabes quienes aman dejar mensajes por medio de la naturaleza?

- Las hadas - Se adelantó Magnus - ¿Crees que están queriendo vengar a Sebastian? ¿Después de todo este tiempo?

- Creo que Robert debería llamarlas y hablar con ellas; todos sabemos que fueron aliadas a Sebastian.

- En ese caso será mejor que le envíes un mensaje de fuego, yo voy a volver a casa, debo prepararme para visitar a Alec.

La mujer asintió. Magnus se encaminó entre las tumbas; dispuesto a salir de allí. Había al menos otras tres personas en el cementerio visitando las tumbas de sus familiares; cada uno parecía metido en sus asuntos, en apariencia no había nada sospechoso que le advirtiera que alguno habría podido ser el causante de la modificación en la tumba. Negó para sí mismo, quizás solo fuera un poco de vandalismo juvenil: un pequeño revoltoso de la Academia que se hubiese escapado en medio de una apuesta para rayar la tumba del mayor enemigo de los Nefilims en el último siglo.

Tropezó con alguien que iba tan distraído como él mismo. Magnus lo miró: era un muchacho que había estado caminando entre las tumbas como si buscara una en específico. El joven se sobresaltó sorprendido, Magnus se fijó en él también: debía estar por los 15 o 16 años y su ropa parecía ser cara, era humano, pero no podía ver runas en la poca piel que dejaba libre, aunque debía ser Nefilim o no estaría ahí en Idris, además, había algo en su rostro que le resultaba bastante familiar, perturbadoramente familiar; a decir verdad, le sorprendía lo parecido que se le hacía a Alec. Tenía el cabello oscuro, largo a la nuca y sus ojos grises contenían el brillo de un joven consentido e incluso malcriado cuando lo miró con una ceja arqueada esperando una disculpa.

- Lo siento - Se disculpó por lo bajo, después de todo él había caminado totalmente distraído, pero al mismo tiempo no quería darle la satisfacción de que le escuchara; el chico sonrió satisfecho.

- Está bien, te perdono - Dijo; Magnus no estuvo seguro si lo decía en serio o solo bromeaba - De todas formas, yo también estaba distraído: busco el sepulcro de mi hermano, pero no es deseo del destino que lo encuentre - Dijo amargamente con un sutil puchero.

- Sigue buscando entonces - No era su intención, pero supuso que sonó bastante odioso.

- ¿Cómo osas a creer que no lo estoy haciendo? - Gruñó plantándose ante él, irguiéndose todo lo que daba: le llegaba a la barbilla al brujo. Magnus se mostró confundido "¿como osaba?" ¿Quién demonios hablaba así hoy día?

- ¿Eres un viejo acaso? – Preguntó enarcando una ceja oculta tras sus gafas oscuras, el muchacho parpadeó bastante confundido.

- ¿Un viejo? No, acabo de celebrar quince años...creo - Esto último fue un balbuceo. Magnus lo miró con intriga, eso sí que era raro; ¿Creía? ¿Cómo que creía? Él podía decir creo, tenía tantos años que a veces perdía la cuenta ¿pero un mocoso de quince? Volvió la mirada a él sin embargo algo captó su visión: un grupo de tumbas con un apellido en común.

Lightwood

Había unos cuantos Lightwoods que habían entrado en desgracia para la clave, Bárbara por suicidarse, los Nefilims no admitían tal muerte deshonrosa, y su esposo Benedict Lightwood, quien realmente dudaba que hubiese un cuerpo en esa tumba, tenía entendido que luego de que la viruela demoniaca lo consumiera su cuerpo de gusano había desaparecido. También había unos pocos niños fallecidos durante siglos, pero solo uno cuyo nombre reconocía: Maxwell Lightwood.

Sebastian lo había devuelto a la vida como un regalo para Alec durante el tiempo que vivieron juntos, pero luego de que pudieran recuperar a Alec gracias al fuego celestial, el medio demonio se lo había entregado a unos subterráneos y días después de la muerte de Jonathan, habían encontrado el cuerpo de un niño desfigurado por fuego demoniaco en casa de un brujo aliado a Sebastian, también muerto.

Magnus se dispuso a seguir con su camino dejando de lado al chico, aunque admitía que le intrigaba especialmente esa sensación de familiaridad, tenía algo más importante que hacer: ir a ver a Alec.

Pero el chico lo sujetó del brazo deteniéndolo. El brujo volteó a verlo de arriba abajo de forma evaluativa, como si calculara si merecía la pena el esfuerzo de convertirlo en babosa ahí mismo.

-Llévame por hidratación - Su tono era tan imperativo que Magnus pasó por alto lo extraño de "hidratación" y fue directamente a enojarse; ¿Quién se creía ese muchacho?

- A ver niño; las cosas funcionan así - Dijo soltándose y quitándose las gafas para mirarlo de arriba abajo- No finges que tuviese que ayudarte porque no debo hacerlo y yo me voy de aquí sin convertirte en una salamandra.

- ¿Convertirme? Tendrías que ser un br...- El chico se calló notando los ojos de gato boquiabierto justo cuando eran interrumpidos.

- ¡Magnus! - Jocelyn lo llamó dirigiéndose a él entre las tumbas, llevaba una carta en la mano. El muchacho se apartó del brujo como si temiera contagiarse de alguna enfermedad mortal, pero este apenas y lo notó. - Magnus; Luke envió un mensaje de fuego: Robert te necesita en Idris.

El muchacho se estremeció. El brujo en cambio bufó.

- Tengo que arreglarme para ir a la Ciudad Silenciosa.

- Están llamando a todos los del Consejo – Dijo - Al parecer las hadas tienen un asunto importante que tratar- Magnus frunció el ceño.

- Mucha casualidad - Dijo irónico, sorprendiéndose cuando al girarse notó que el muchacho ya no estaba ahí; en su lugar había un par de hojas secas sobre la nieve. Magnus se desconcertó: ¿había desaparecido?

.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.

- ¿Entonces solo desapareció? - Preguntó Alec confundido. Estaba sentado en el suelo del interior de su celda en la Ciudad Silenciosa. Magnus sentado también en el suelo frente a él, pero al otro lado de los barrotes asintió. El brujo tenía la mano del Nefilim sujeta, acariciando con sus dedos el dorso mientras le contaba lo que había hecho esa tarde.

Alec tenía cinco años en esa celda; una de las más superficiales de la ciudad silenciosa, apartado por unos niveles del resto de los Nefilims capturados durante la guerra oscura, realmente estaba más cerca de las habitaciones que de las celdas, cosa que debían agradecer a Robert y su influencia como Inquisidor. La piel del chico generalmente pálida lo estaba aún más por la ausencia de sol en tanto tiempo; estaba un poco más delgado también a pesar de que siempre intentaba ejercitarse en ese lugar. Su rostro era un poco más anguloso y adulto y mostraba una ligera barba de días; su cabello también estaba un poco largo ya, pensó Magnus.

- Si, era un chico muy raro - Dijo y agregó pensativo - Creo que ya es hora de un corte y una afeitada; no puedes estar así para Navidad - Aseguró. Alec frunció el ceño ligeramente apartando su mano de la de Magnus.

- No deberías venir - Dijo con cierta amargura. Magnus también frunció el ceño: ya habían tenido esa discusión antes. - No tienes por qué estar atado a mi Magnus; a este lugar - Dijo señalando la oscura celda con un brazo.

Con los años había logrado darle algo de toque personal al lugar. Había un par de fotografías de su familia y Magnus pegadas en la pared, una mesa junto a la cama repleta de libros que Magnus, y los Lightwoods le habían regalado cada vez que le visitaban, y una silla junto a esta para sentarse y poder leer con una linterna que el brujo se aseguraba de mantener con batería. Tenía una colcha cálida en la cama y un buen colchón y otra silla con cambios de ropas, y había una desvencijada puerta que le daba privacidad al pequeño baño con ducha; Magnus suponía que esa era una de las habitaciones de castigos que los hermanos utilizaban cuando debían recluir a un nefilim por un delito menor y el que Alec pudiese estar allí era completamente gracias a la influencia de Robert por su posición como inquisidor.

- Eres todo brillos Magnus; no tienes que estar en un lugar oscuro como este. Ve al loft ¿Desde cuándo no haces una fiesta? Navidad sería un buen momento.

- Por supuesto que he hecho fiestas - Contravino él. Alec enarcó una ceja incrédulo - De pijamas...con Presidente Miau. - El ojos azules intentó mantener su expresión seria pero una pequeña sonrisa se cruzó en sus labios.

- No quiero que pierdas tu vida esperando por mí - Balbuceó Alec. Magnus le sonrió de vuelta estirándose para tomar su mano entre las suyas otra vez; con una mirada cargada de amor.

- Cariño soy inmortal: vida es lo que me sobra, puedo esperar por ti todo el tiempo que quieras- Aseguró. Alec pegó la frente contra los barrotes rindiéndose y Magnus buscó sus labios con los suyos. Era un roce apenas, lo poco que los barrotes le permitían besarse, pero era suficiente para decirle que le amaba. - Además; pretendo que tengamos una fiesta de navidad este año.

- Magnus... - Le advirtió Alec; este le guiñó el ojo.

- Tu, yo, y la morita – Dijo decidiendo guardarse el secreto de la visita de Isabelle - ¿Dónde está, por cierto?

- Magnus - Esta vez había algo de riña - Su nombre es Maximum

Como si de haberlo invocado; un pequeño de cuatro años con la piel y cabello completamente azul, corrió por el pasillo de la cueva gritando en su dirección.

- ¡Magnuuuum! - Gritó aferrándose al brujo en un abrazo. Magnus ni siquiera intentó corregirlo por el nombre, hacía mucho que había desistido de eso, en cambio le devolvió el abrazo torpemente, aun no se acostumbraba al trato con un niño tan pequeño. Alec soltó su mano para que pudiera abrazarlo con más comodidad observando con una sonrisa a ambos brujos. - ¡Alec me dijo que venias hoy! Y me escape del hermano Enoch…

- Te he dicho que no deberías escaparte - Lo riñó Alec - Se enojaran. - Pero su riña carecía de peso suficiente cuando realmente agradecía poder ver al pequeño quien en ese momento saltaba alrededor de Magnus.

- ¿Fuiste a la ciudad? ¿Trajiste algo para mí? - Preguntaba con emoción - Los Hermanos Silenciosos se enojaron por las pinturas. – Hizo un puchero.

- Max intentó volverme azul con ellas - Informó Alec con una sonrisa. El niño sonrió de forma inocente.

- Quería que te parecieras a mí – Dijo y agregó rápidamente - ¿Qué me trajiste Magnum? ¿Qué me trajiste? - Preguntaba con emoción.

Magnus chasqueó los dedos y al instante una caja de dulces apareció en las manos del niño que gritó emocionado tirándose al suelo para abrirla y comer los cupcakes que traía.

- También te traje algo de ropa - Le comentó Magnus a Alec chasqueando los dedos una vez más; el suéter azul apareció en sus manos para luego entregárselo al pelonegro a través de los barrotes. Habían aprendido que no podía hacer aparecer nada directamente al interior de la celda - Compré uno también para ti Maxxie.

El niño alzó la mirada de inmediato, su rostro estaba lleno de chocolate lo que hizo reír a ambos hombres; Maxxie recibió el suéter encantado y corrió hacia Alec aplaudiendo y apareciendo él mismo en el interior de la celda.

No podían aparecer nada en el interior; pero había algún fallo en las protecciones de las celdas que el niño sin siquiera buscarlo había encontrado. Un fallo que Magnus había pasado casi año y medio estudiando hasta él mismo poder aparecerse en el interior de la celda. Recordaba memorablemente la cara pasmada de sorpresa de Alec la primera vez que pudo pasar a través de los barrotes; Alec y él se habían abrazado, besado y hecho el amor como hacía años que no podían y Magnus lo había repetido en más de una ocasión, pero los Hermanos Silenciosos lo habían descubierto en varias de ellas; y siempre que lo hacían le quitaban el derecho a visitar a Alec durante un mes; en cambio a Maxxie si lo dejaban volver. Torció el gesto, no podía evitar envidiar un poco a ese niño. Negó con la cabeza sacándose esa idea de la cabeza; como fuera prefería no arriesgarse a menos que fuera necesario y pensaba hacerlo para navidad.

- Presumido - Se quejó al niño mientras Alec lo sujetaba en brazos cargándolo.

- ¡Nos vestiremos igual Alec! - Exclamó Maxxie feliz mostrándole su suéter.

- Si pequeño - Aceptó alborotándole el cabello y volviendo la atención a Magnus - ¿Y la reunión con el consejo? No me dijiste sobre que trató.

- Solo que las hadas quieren hacer un trato con la clave - Dijo - Al parecer tienen un problema en Los Ángeles y necesitan la ayuda de los Nefilims; discutimos si estamos dispuestos a escucharlas o no.

- No creo que un trato con la Reina Seelie traiga algún beneficio de algo - Aseguró Alec viendo al niño que hacía aparecer la caja de cupcakes en sus manos luego de dejarla olvidada en el suelo junto a Magnus. Y seguía comiéndolos; ofreciéndole uno a Alec que este tomó.

- Lo mismo pienso yo - Aseguró Magnus con los brazos cruzados - Pero al parecer es algo lo suficientemente importante como para enviar representantes de la Corte Seelie, Unseelie y la Caza Salvaje - Aseguró - Así que decidimos escuchar lo que tengan que dec...

"Es hora de que te vayas, Magnus Bane"

El brujo torció el gesto ante la voz en su cabeza. Alec lo notó.

- ¿Ya tienes que irte? – Intentó no mostrarse afectado pero el tono triste no pasó desapercibido ni siquiera para Maximum que lo observó fijamente.

- Al parecer. – Dijo. El brujito de piel azul hizo un puchero en protesta. Magnus estiró la mano a través de los barrotes para alborotar su cabello, acariciando luego el rostro de Alec. - ¿Qué tal esa afeitada antes de irme?

- Ya que…- Aceptó el muchacho con resignación. Magnus chasqueó los dedos y el rostro de Alec quedó totalmente suave y sin vello. Maxxie aplaudió emocionado por esa pequeña demostración de magia, manchando a Alec de chocolate. – Gracias. – Dijo inclinando el rostro, intentando prolongar lo más posible el contacto con la mano del brujo.

- Nos vemos en navidad garbancito – Aseguró Bane – Pequeña mora cuida de él.

- ¡Sí! - Exclamó el niño solemnemente ambos ignorando las quejas de Alec sobre no ser un plato de ensalada.

Magnus se marchó ante la insistencia de la voz del hermano Enoch en su cabeza; volvería en tres días. Estaban ya a mitad de la espera; solo cinco años más y Alec sería libre. Solo cinco años...

.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.

Kaelie se acercó al joven humano; se daba cuenta que había pasado mucho tiempo en silencio, pensativo con la mirada en el cielo desde que fuera a buscarlo al cementerio; ni siquiera prestaba atención a las jóvenes hadas que pululaban a su alrededor como de costumbre. La mesera de Taki's comenzaba a preguntarse si habría sido tan buena idea permitirle ir después de todo.

- Te comportas de forma extraña desde que volviste. – Dijo con voz suave; el chico de los ojos grises mantuvo la mirada en el cielo un segundo antes de volverla sobre la hada, sin embargo no la fijó en los ojos totalmente azules de esta.

- Me encontré con alguien que no esperaba conocer.

- ¿Quien fue? – Preguntó con curiosidad.

El chico dudó, pero finalmente abrió la boca sin embargo la hada lo interrumpió con un dedo en sus labios, era totalmente blanco como la leche y pequeñas venas verdes le eran visibles, como en el resto de su piel.

- Si no me lo quieres decir, no lo hagas; pero no digas mentiras.

- No iba a hacerlo - Hizo un puchero - Bueno, si iba a mentir - Admitió ante la mirada reprobatoria de la hada; bajó la mirada avergonzado - Lo siento.

- Los humanos tienen muchos defectos: son mentirosos por naturaleza - Suspiró- ¿Que te hace querer volver a la salvaje naturaleza humana y mentirme? ¿Es el amor?

El chico lo pensó por un segundo antes contestar.

- Quizás… - Susurró – O tal vez odio.

- Ay mi pequeño humano - Lamentó ella abrazándolo de la cabeza y acariciando su cabello oscuro que contrastaba con el largo cabello rubio de la hada. El chico se dejó hacer, después de todo no era muy seguido que podía recibir esas muestras de cariño.

- Kaelie - Dijo por lo bajo - Quiero volver a salir solo -Dijo. Ella se tensó un poco separándose para mirarlo.

- ¿Por qué? - Él suspiró. No quería mentirle, las hadas odiaban la mentira, pero manipular la verdad era su especialidad y él había pasado ya mucho tiempo con ellas.

- Aun no he podido llorar en el sepulcro de mi hermano - Aseguró - No lo he encontrado. - Lamentó y agregó - Prometiste que podría ir solo a hacerlo.

La hada lo miró analíticamente; como si evaluara si mentía; pero nada de lo dicho por él era realmente mentira.

- Está bien; saldrás solo una vez más.

- ¡Gracias mi bella dama! - Celebró él abrazándola rápidamente dándole un sonoro beso en la mejilla que la desconcertó, pero finalmente sonrió separándose del muchacho.

- Come algo y duerme: podrás volver cuando el ocaso aparezca.

El joven asintió; sabía que eso sería la próxima tarde; pero no tenía ni idea de cuánto tiempo habría pasado hasta entonces para los humanos. Se volvió hacía su habitación, caminando con pies descalzos sobre la fría gramínea que nacía entre restos de nieve; parecía más la primavera que el inicio del invierno que ocurría en el mundo mundano. Atravesó una cortina de flores tomando antes, del árbol de afuera, un fruto para alimentarse; y se dejó caer en su cama: un montón de hojas secas recubiertas con una lona. Mordió el fruto, tan jugoso que la sed que había tenido disipó.

Buscó entre sus pocas pertenencias una enorme pluma blanca con un fino resplandor dorado que contrastaba con el oscuro y estrellado cielo que se observaba por el agujero en el techo de la cueva, y solo le bastó unos pocos segundos para que su mirada se cargara de determinación mientras se incorporaba a prisa y saliera con paso rápido de su habitación sin soltar la pluma.

Conocía los caminos del Reino Seelie; incluso los más oscuros, especialmente los más oscuros. Podía sonar irónico, pero a veces era lo único que le daba luz.

La Reina Seelie le repetía a menudo, cuando lo castigaba por alguna mentira: que el amor hacia mentirosos a los humanos. Y él mientras caminaba por el largo túnel oscuro, acababa de darse cuenta cuan cierta eran sus palabras, pero se había quedado corta.

No solo mentirosos...

Acarició la pluma con cariño, con una lágrima amarga cayendo por sus ojos a través de sus mejillas mientras llegaba al final del túnel: la entrada de Edom, donde una figura de cabello claro ya lo esperaba con una retorcida sonrisa.

El amor volvía vengativo a los de su especie.

_OO_OO_OO_OO_

Un primer cap cortito pero introductorio :P y que ya deja dudas (unas más dudezcas que otras) ¿quién ese ese muchacho? ¿Y con quien se vio al final del cap?

No me engañan, sé que amaron ver a la morita allí ;)

El próximo capitulo se llama "El Chico del Cementerio" Actualizare una vez por semana; los viernes, para tener 4 días para recuperarme de los infartos que la serie me causa... que por cierto el cap 2x04 (el de esta semana) ¡me encanto!

Nos leemos pronto

Besos :3