Disclaimer: Los personajes de Yuri! On Ice no me pertenecen, son propiedad del estudio MAPPA y sus creadoras, Sayo Yamamoto y Mitsurou Kubo.

Sinopsis completa: Conocer a gente nueva nunca ha sido un problema para Viktor Nikiforov, mucho menos ahora que tuvo que mudarse a Detroit por asuntos laborales. Meses después de haberse asentado, nota la existencia de una librería en una calle de la ciudad, donde conoce a un joven pelinegro gracias a un par de gustos en común. Tras hablarle, la curiosidad de saber más sobre él, crecen, y con ello, sus ganas de saber que se escondía detrás de la melancólica mirada que esbozaba cada vez que leía un libro.

"No podemos soñar cuando estamos totalmente despiertos, o enamorarnos con un corazón que sea tan fuerte como para romperlo".


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Llovía. Y de una manera torrencial.

Cuando llegó a Detroit, nadie le había dicho que era el núcleo de la temporada de lluvias, los días anteriores había logrado resguardarse a tiempo en su apartamento, pero ahora, estaba a escasas cuadras de llegar a su destino cuando las gotas comenzaron a caer de forma precipitada.

El hombre de negocios corrió lo más rápido que pudo por la acera mientras trataba de cubrirse la cabeza con su maletín color café; al bailar su mirada de un lado a otro pudo ver un local abierto, sin pensarlo por mucho, cruzó la calle a paso veloz para adentrarse en él y evitar que su traje quedara aún más empapado de lo que ya estaba.

Una vez lejos de la lluvia, normalizó su agitada respiración a la par que palpaba la tela para notar que tan mojada había quedado, moviendo hacia atrás un par de mechones de su cabellera plata que no habían salido victoriosos de su intento de cubrirlos.

—Clima difícil, ¿uh?

Escuchó una voz rasposa tras su espalda, dejó de inspeccionar su traje y volteó para encontrarse con el dueño de aquel timbre; era un hombre mayor, lo suficiente para deducir que tal vez ya era abuelo, su cabello era esponjoso y lleno de canas, portaba una camisa amarilla a cuadros con un suéter café sobre ella, las arrugas en su rostro se acentuaban gracias a la cándida sonrisa que regalaba al refugiado.

—Un poco —respondió—. Lo lamento, necesitaba un refugio —comentó risueño, el hombre negó con la cabeza.

—No hay problema, puedes ir a sentarte si así lo deseas, mientras te secas —sugirió.

—Sería muy conveniente, gracias —le dijo al hombre, avanzando por el local.

El lugar era bastante grande, con varias estanterías llenas de libros, los cuales, sospechaba, la mayoría eran viejos, debido al olor que envolvía todo el entorno, pero era un aroma que le gustaba.

Al fondo del lugar, había un par de mesas donde podías sentarte perfectamente para disfrutar de una lectura, avanzó hasta la penúltima mesa y se sentó. Su plan inicial era buscar un libro, no obstante, prefirió sacar la computadora portátil de su maletín para revisar si estaba sana y salva, para así, terminar un par de documentos que necesitaba.

Satisfecho con el aspecto de su laptop, comenzó a teclear. Tiempo después, sentía...algo sobre su nuca, una mirada, sin embargo, cada vez que volteaba, no había nadie; en la mesa delante a la suya había un par de libros regados, tal vez, había alguien allí además de él.

Aquel día lluvioso terminó su trabajo dentro de la librería, semanas después, siguió yendo para allá, pero esta vez a leer, lo hacía cada miércoles por la tarde, que era el día cuando normalmente salía más temprano del trabajo. Gracias a esas semanas, había conocido mejor al dueño —de nombre Gerard— contándole un poco de su traslado de Rusia a Detroit.

—Viktor, hoy estás más temprano —dijo el hombre mayor, recibiendo al ruso con una sonrisa.

—Hay que aprovechar cada segundo —respondió—. Bueno, si me permite...

—Claro, claro, pasa —le sonrió.

El de ojos azules se dirigió a una estantería del fondo, donde había descubierto varias antologías curiosas, tomó una y, como siempre, se dirigió a la penúltima mesa, y cómo siempre, aquel joven de cabello negro y lentes azules estaba sentado delante de él con una pila de libros.

Siempre lo veía devorar libro tras libro, sin embargo, en el par de semanas que llevaba visitando la librería no le había dirigido la palabra...hasta ahora, donde ya no pudo ignorar el tenue tono de voz del joven.

—Que no...que no está muerto lo que yace eternamente...uhm...

Tras escuchar los murmullos, el de hebras plateadas se levantó de su asiento, posicionándose a un lado.

—...y con el paso de los extraños eones, incluso la muerte puede morir —terminó el ruso, ganando que la mirada del contrario se posara sobre su rostro—. Hola, conozco esa frase.

El de hebras azabache rió ante su extraño saludo.

—Hola —dijo—. Es una buena historia, ¿no es así? —comentó, dedicándole una suave sonrisa al de ojos azules.

—Lo es —contestó—. Y bien, te veo aquí todos los miércoles, ¿trabajo? —preguntó, sentándose frente a él.

—No —respondió, riendo de nuevo—. Los miércoles tengo mucho tiempo libre, vengo aquí a leer. ¿Qué hay de ti? También te veo siempre.

—Igual que tú, gran coincidencia, ¿no crees? —inquirió, formando con sus labios una peculiar sonrisa en forma de corazón.

La sonrisa en sus rostros permaneció, dando pauta después a una conversación duradera, donde terminaban riendo debido a los "shh" que recibían de las personas que trataban de leer en silencio, pues las ocasionales carcajadas de los dos perturbaban esa paz.

Después de un tiempo, uno de los dos tenía que salir primero de la librería, y ese fue el joven de lentes azules.

—Bueno, me encantó pasar tiempo contigo. Desgraciadamente, tengo que irme —dijo el pelinegro, levantándose de su asiento.

—Está bien, cuídate —contestó el ruso.

El joven de lentes asintió mientras comenzaba a caminar, sin embargo, paró escasos metros después, girando el rostro para ver de nuevo al de ojos azules.

—Por cierto —le llamó, atrayendo su atención—, soy Yuuri —comentó con una sonrisa, la cual, fue contagiosa para el ruso.

—Y yo Viktor —respondió.

—De acuerdo. Nos vemos, Viktor —se despidió finalmente, desapareciendo después por el pasillo.

El de hebras plateadas se recargó de su asiento mientras reía levemente. Había hecho migas con un par de colegas en la oficina, sin embargo, no estaría mal conocer a alguien fuera de su rango laboral, sobre todo si su relación iniciaba con el descubrimiento de un gusto en común.

Chasqueando los dedos, el ruso se levantó para tomar un libro de la estantería que había recorrido anteriormente y comenzó a leer.

No perdía nada con intentar.


Notas finales: ¡Hola de nuevo! Bien, no debería estar haciendo esto, pero tenía muchas ganas de hacer una historia con capítulos cortos y, aparte, esto es uno de los tantos borradores que mis dedos se morían por publicar, ya no pude más. Espero que este pequeño inicio les haya gustado, y me acompañen en este nuevo proyecto (corazón).

¡OH! Y, antes de irme, si reconocen la frase que terminó Viktor les amaré, y si no también(?), es perteneciente a La Llamada de Cthulhu de Lovecraft.

Sin más, nos leemos después.

Con cariño,

—K.