¡Lumos!

¡Hola!


Muchas gracias por haber entrado, espero disfruten este proyecto.

Algún día, terminaré la docena de fics inconclusos que tengo, pero por mientras quiero alimentar el fandom de Free! con universos alternos… y crossovers.

El fic que presento forma parte de una serie de Universos Alternos Crossover MakoHaru que requieren que ustedes como lectores sean amables y me perdonen las tonteras. Si les llama la atención, tratan de los chicos de Free! como entrenadores pokémon, tripulantes de naves voladoras en un universo Steampunk y de sus vivencias en Hogwarts, la escuela de magia más famosa.

¿Se atreven?


Free!

Volar significa libertad

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Disclaimer: No estoy lucrando con este proyecto y reconozco, admiro y respeto la autoría de Free! Iwatobi SC y Eternal Summer, y del universo de Harry Potter.

Advertencias:

"Free! Volar significa libertad" está ambientado en el Universo de Harry Potter y responde única y exclusivamente a mi deseo personal de imaginar a cuáles casas asistirían Rin, Haru, Makoto y los demás. ¿Rin será Slytherin o Gryffindor? ¿Makoto, Hufflepuff? ¿Nagisa?

Tengo entendido que según J.K. Rowling existe una escuela de magia en Japón, pero, al leer, aunque escriba de Iwatobi y Samezuka, sería genial que todos imagináramos que en realidad estas son ciudades tan comunes en Reino Unido como decir Bristol o Privet Drive.

Y, bueno, se trata de Quidditch.


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Free!

Volar significa libertad

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Resumen: El mundo de la magia es desconocido y atractivo, en partes iguales, para Haruka Nanase, quien deberá decidir al lado de cuál de sus amigos descubrirá los secretos de la magia.

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Al volar eres libre

El viento chocaba contra la piel, sacudía el cabello, permeaba todo lo que alcanzaba a ver; la profundidad, la inmensidad, el anhelo de ir más alto, de dejar a todos y realmente existir.

Para Haruka, volar significaba libertad.


Free! Volar significa libertad

Capítulo Primero

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Haruka vivía en Iwatobi, un pueblo pesquero, su casa estaba específicamente en el camino que llevaba al santuario Misagozaki, la única entrada y salida era un callejón de escaleras. No era la mejor colina de la ciudad, por lo que pocas familias vivían ahí. Sin embargo, el clima era bueno, la vista espectacular y la cercanía del templo les permitía disfrutar de entretenidos festivales, buenas mareas y días soleados.

No es que Haruka fuera particularmente fanático de las maravillas de su vecindario, aun siendo un niño, apenas conocía lo privilegiado que era al vivir donde la montaña tocaba los ríos y el mar; él no salía mucho de la casa, en la que vivía con sus padres y su abuela.

Sus padres, eran una pareja joven, acostumbrados a la rápida vida de la capital; sin embargo, al convertirse en padres primerizos de un niño que no alcanzaban a comprender los llevó a refugiarse a la casa paterna, en las montañas de Iwatobi. La abuela Nanase recibió a su hijo, a su esposa y a su nieto con amor y comprensión, en especial, permitió que los temores de los padres se disiparan.

Existía el miedo, siempre latente en las mentes de la joven pareja, de que los demás descubrieran lo que su hijo podía hacer. Jamás aceptarían que trataban de ocultar a su hijo de los demás habitantes, pero, en el pueblo, la familia Nanase no era especialmente conocida.

Sin embargo, el tiempo apremia y las obligaciones parentales hacían necesario que Haruka conociera el mundo exterior.

—Podríamos lograr que no vaya este año… y esperar al próximo. El niño de los Tachibana no asiste al jardín de niños, y es solo un poco menor que Haruka.

Sus padres ya ni siquiera se molestaban en retirarse cuando hablaban de la escuela de Haruka. Pronto cumpliría cinco años y la ley mandaba que asistiera al preescolar o jardín de niños, para desconsuelo de la pareja, quienes temían lo que pudiera pasar si Haruka estaba sin su vigilancia.

Hacía unos meses, Haruka había sentido curiosidad por lo que sus padres tanto cuchicheaban entre ellos, lo cual le generó ansiedad. Su ansiedad solía afectar la ansiedad de sus padres y por tanto dejaron de murmurar, pero el tema no acabó: ahora que Haruka había descubierto uno de sus tantos secretos, solo provocó que se convirtiera en habitual. Ahora, el niño prefería nunca haber conocido de qué tanto hablaban: el mismo tema lo acompañaba a todas horas, sus padres incapaces de tomar una decisión.

Cuando anochecía, lo único que quería era dejar de escuchar si estaba listo para ir a la escuela, cada vez que se iba a dormir, se acostaba pensando que sus padres al día siguiente lo tendrían decidido… y eso lo inquietaba. ¿Qué pasaría con él la mañana siguiente?

Para suerte de los nervios de la familia, Haruka se tranquilizaba con largos baños…

—Tanto tiempo bajo el agua… Eso no es normal. Ni siquiera un adulto puede estar sumergido por tanto tiempo.

Haruka aprovechaba sus baños para hundir su cabeza en la bañera, tratando de huir de las voces de sus padres; sin embargo, la tranquilidad del agua no siempre bloqueaba el sonido.

Abrió los ojos y el azul oscuro del agua atrapada en la bañera le permitió ver las sombras de sus padres.

—Deberíamos sacarlo.

Haruka apretó los ojos, esforzándose por sostener la respiración; sin embargo, la mano de su padre le rodeó el brazo y lo impulsó hacia arriba.

Aceptar que Haruka podía aguantar la respiración por varios minutos bajo el agua fue difícil. El miedo de que su hijo había muerto nunca se iba de los ojos de sus padres y Haruka siempre era recibido con una sonrisa de alivio y cariño, que él trataba de ignorar, por el retorcijón que le causaba en su estómago.

Dejó que su padre lo vistiera y lo sentara a la mesa.

—Tienes el cabello mojado, Haru-chan—Lo saludó su abuela, cuando tomó asiento junto a ella—. Pescarás un resfriado.

—Otra vez estaba bajo el agua. ¿Cómo es posible que pase tanto tiempo sumergido?

—Tal vez puede respirar en el agua.

—Eso no tiene sentido, madre.

—Tendría sentido si Haru-chan fuera mitad pez—Sonrió la anciana, su mano suave acariciando el cabello de Haruka, quien esbozó una leve sonrisa.

—Come tanta macarela que podría llegar a serlo—murmuró la madre de Haruka, con una sonrisilla traviesa para su hijo, que con premura comió el primer bocado del pescado que le acaban de servir.

—Haru, ¿quieres ir al preescolar?—preguntó de pronto su padre.

—No.

—Eso lo define todo.

—Cariño, no podemos dejar que él decida. No seríamos buenos padres si hiciéramos, siempre, todo lo que él quiere.

—No podemos permitir que descubran que levita o que puede permanecer cinco minutos bajo el agua. ¿Qué clase de padres van a pensar los demás que somos?

—Podría estudiar en casa, ¿no?—sugirió la abuela—. Un par de canciones, aprender a contar hasta diez y decir por favor cuando quiere algo. ¿No es eso lo que les enseñan en la escuela?

—Espero que no, por el precio que hay que pagar. Pero… tal vez, por un tiempo… mientras descubrimos por qué él…

A los padres de Haruka les daba miedo admitir que su hijo tenía magia; porque, simplemente, eso no tenía ni pies ni cabeza.

Pero no tenían otra forma para explicar las situaciones extrañas que sucedían alrededor del niño, especialmente, cuando estaba tenso o enojado. Aunque fueran padres primerizos, no eran tan ingenuos para pensar que Haruka era solo un niño difícil.

Rápido aprendieron que rendirse a los caprichos de su hijo hacía que las extrañas manifestaciones de magia disminuyeran. Hacía mucho que su casa no se inundaba, que no había burbujas en el patio, que Haruka no dormía al menos diez centímetros por encima de su cama.

Sin embargo, seguían sucediendo cosas extrañas, quizá pequeñas, pero totalmente fuera de la norma; esa habilidad para aguantar la respiración bajo el agua, que las gotas de lluvia que caían cerca de él eran más gordas, pétalos de flores que volaban cuando no había viento.

—Si…—Empezó la señora Nanase—, si dijéramos que los dos trabajamos fuera del país, y que la abuela cuida a Haruka, y no puede bajar y subir tantos escalones, ni cruzar el río, quizá los de la escuela acepten que Haruka estudie en casa.

Además del posible ingreso a la escuela de Haruka, sus padres también hablaban sobre un empleo para su madre: una familia de cuatro, con un único sostén familiar, no resistiría mucho tiempo sus condiciones de vida, en especial, si el padre de Haru debía viajar tanto al extranjero.

—¿Vas a aceptar el trabajo?

Unos días después, el plan se puso en marcha. La señora Nanase desempolvó sus vestidos y su maletín, la abuela le regaló un prendedor y armada con una mente ágil y manos trabajadoras bajó los escalones del camino al templo rumbo a su nuevo trabajo.

La escuela aceptó que Haruka estudiara en casa, así que el niño se despidió de sus padres, quienes iniciaban el primero de muchos viajes al exterior, por cuestiones de trabajo, y disfrutó de las mieles de una vida doméstica solo con su abuela.

El distanciamiento de la familia mejoró su relación: sus padres empezaban a experimentar la normalidad, sin el sofoco de no comprender cómo su hijo alteraba las leyes más básicas de las ciencias, mientras que Haruka al dejar de verles la confusión en los rostros, dejó de importarle si su comportamiento era normal o no. La abuela Nanase no hacía ningún comentario sobre las situaciones extrañas que sucedían con Haruka; quien a veces se preocupaba si las cataratas en los ojos le impedían verlas.

Así que vivir y estudiar con ella, con la visita esporádica de sus padres, resultó placentero. Mucho mejor que ver la cara de sus padres cuando recordaban que el agua podía correr en dirección contraria, si Haruka quería.

Además, su abuela tenía un método de enseñanza muy pragmático, ideal para un niño autodidacta e independiente como Haruka, quien aprendía rápido y ayudaba en la casa. De hecho, ayudar en la casa se convirtió rápidamente en la actividad principal de Haruka, pues era cierto que la anciana ya estaba muy mayor para subir tantos escalones y cuidar de la casa.

La despistada dependienta de la tienda nunca se sorprendió de que un niño de edad preescolar hiciera las compras de la casa; sin embargo, los vecinos de la casa de abajo, los Tachibana, pronto notaron los múltiples viajes que el niño hacía solo.

—Hola, Haru-kun.

Haruka dio un pequeño salto, sorprendido, cuando escuchó que lo llamaban. Cauteloso, miró a la mujer, quien le sonrió amable, girando la cabeza hacia un lado. Su estilo de vida actual había funcionado porque sus viajes eran rápidos y desapercibidos por la mayoría de adultos, evitaba las calles muy transitadas y no dejaba que los gatos lo entretuvieran.

Pensó que, aunque llevara macarela en una bolsa, si la mujer se acercaba más a él, tendría que tirarla y correr.

La mujer notó su reticencia, y compuso en su rostro una sonrisa cálida, que le venía fácil y parecía sincera.

—Tu abuela me habló de ti, por eso sé tu nombre—Le explicó, con dedicación—. Mi nombre es Nagumi Tachibana y vivo en la casa que antes de llegar a la tuya—Esperó a que Haruka aceptara sus palabras con un asentimiento de cabeza—. Si gustas, puedo llevar algunas bolsas.

Aceptar la ayuda no fue difícil, su madre solía hablar de Nagumi Tachibana, siempre decía que quería preguntarle por qué el invierno no afectaba sus begonias.

—Tengo un hijo, como de tu edad—Le contó la mujer unos pasos después—. Su nombre es Makoto.

—Makoto—susurró Haruka—, también es nombre de niña.

—No pudimos evitarlo—dijo ella, suavemente, con la sonrisa pintada en los labios—. Supongo que fue igual para tus padres.

Haruka asintió, y su paso empezó a ser más lento, conforme dejaba que la voz amable y la conversación fácil que la mujer provocaba lo fueran atrapando por completo. Se encontró riendo, respondiendo y preguntando, no estaba seguro de que alguna vez hubiese hablado tanto con una persona que no fuera de su familia. Y creía que ya había encontrado la respuesta a la pregunta de su madre: ¡la señora Tachibana era un sol!

—Vivo aquí—dijo de pronto la mujer, y Haruka miró curioso las lindas plantas que guindaban de la ventana de la casa—. Te acompañaré a tu casa, solo déjame revisar algo…

En cuanto puso giró la llave y abrió la puerta, un niño, de cabello marrón y rostro regordete, saltó hacia ella.

—¡Mamá! Regresaste.

La mujer sonrió y apañándoselas con las bolsas, lo abrazó.

—¿Me estabas esperando?

El niño asintió. Haruka notó el parecido físico con la mujer y lo identificó como su hijo. Tenía las mejillas sonrojadas y los ojos de un verde tan brillante, que hizo a Haruka preguntarse si así eran normalmente o las lágrimas influían en su brillo.

—¿Todo este rato, estuviste tras la puerta?

—Tenía miedo. Creo que hay un boggart en la sala.

—No, cariño—le dijo su madre—. No hay ningún boggart en la casa.

—Entonces, una acromántula.

—Por supuesto que no—dijo ella, entre risas—. Ah, iré a dejar estas bolsas a la casa de Haru-kun y después buscaremos juntos algunos gnomos de jardín, ¿te portarás bien?

El niño miró a su madre, a Haruka, a las escaleras, al Töri que marcaba la entrada de la casa de Haru, y murmuró que se quedaría en la puerta, esperándola. La mujer asintió.

—Estoy en casa— dijo Haruka, al entrar a su casa.

—¿Señora Nanase? Yo también estoy aquí.

—Nagumi, ¿eres tú?

—Sí, me encontré a Haru en la tienda.

La señora Nanase y la vecina se enfrascaron en una conversación alegre, mientras Haruka guardaba las compras. Las mujeres comentaron sobre la vuelta al trabajo de la madre de Haruka y Nagumi comentó que, sin duda, ella volvería a trabajar cuando su hijo cumpliera once años, que si bien trabajaba como proveedora artesanal de una repostería, ansiaba ser la dueña de su propio negocio.

Haruka se sentó a escucharlas y habría olvidado iniciar con la cena, sino fuera por el llanto que escucharon. Nagumi se despidió rápidamente y bajó los escalones de dos en dos.

Haruka pensó que no volvería a verla, y ese pensamiento se convirtió en angustia y provocó que mientras dormía volviera a levitar. Tanto tiempo estuvo en el aire, flotando, que su abuela debió llamar a sus padres, quienes afirmaron que regresarían a casa lo más pronto posible.

Pero antes de que llegaran ellos, Haruka volvió a encontrarse con sus vecinos.

En la tienda, se encontró con Nagumi Tachibana, quien ofreció su ayuda, una vez más. Ese día sucedieron tres cosas: Haruka fue capaz de comprar unos champiñones que usualmente no podía alcanzar en el estante; notó que la señora Tachibana en su monedero además de las monedas plateadas y pequeñas, similares a las que su abuela le daba para que se comprara unos dulces, tenía unas monedas grandes y doradas, con un grabado extraño; y recibió la invitación de probar un postre que Nagumi había preparado ese día. Cuando le comentó a su abuela, ella tan solo dijo que era la manera de autoinvitarse a cenar más amable que había oído. Haruka no pensó que eso fuera malo, su abuela tampoco, pero le hizo reconocer que ella ya no estaba para cuidar a su nieto y que eso provocaba la preocupación de sus vecinos.

Haruka no era especialmente asiduo a los dulces, sin embargo, le alegró muchísimo la visita para cenar que tendrían. Su abuela lo excusó de preparar la cena y le permitió pasarse de la hora en la bañera.

Cuando sacó la cabeza del agua, se encontró con Makoto, el hijo de su vecina, mirándolo con una sonrisa y los ojos brillantes. El verde siempre era brillante.

—Es increíble—susurró el niño, con verdadero embeleso. Haruka lo miró precavido, su rostro delicado frunciéndose, consciente de que no muchas personas calificarían su tiempo de baño como increíble. El niño continuó—. Ah, soy Mako-chan, digo ¡Makoto! La cena está casi lista, tu abuela dijo que estarías aquí y vine a buscarte.

Haruka asintió, conforme con la explicación, e inesperadamente tranquilo ante la mirada de admiración que el niño aun tenía.

—Te llamas Haru-chan, ¿verdad?

—Sin el chan.

—¡Haru, entonces!—dijo con una gran sonrisa y consciente del olor de la cena, le tendió una toalla.

Haruka pensó que Makoto tenía un tono de voz muy curioso y se preguntó por qué no le molestaba que le hablara, como sucedía con los otros niños con los que sus padres habían tratado inútilmente de juntarlo.

—Yo no puedo aguantar tanto tiempo bajo el agua—dijo Makoto, como si fuera normal que los niños metieran la cabeza en la bañera llena—. Pero he mejorado mucho, solo así puedo conocer a la Gente del Agua.

—¿La gente del agua?—preguntó Haruka, envolviéndose en la toalla. Makoto le tendió la mano para que saliera de la tina, sin tambalearse.

—Sí, la gente del agua que vive en el pueblo vecino. ¿También los conoces? ¿A caso eres mitad tritón?—le preguntó realmente emocionado y Haruka sintió algo en su estómago, un suave retorcijón, cuando el niño le estrechó con fuerza la mano.

—No los conozco—murmuró, pensativo.

—Ah… bueno, no tienes por qué preocuparte. No son muy conocidos. Mamá dice que casi no tienen contacto con los magos y que a veces son peligrosos, pero si estoy con mi amigo, el pescador, puedo visitarlos.

—¿Visitas a la gente del agua?

—Sí—exclamó—. ¿Quieres que me voltee mientras te pones la ropa?

Haruka asintió, y se atrevió a querer algo más.

—Quiero que me cuentes más sobre la gente del agua.

Makoto dio un pequeño saltito, y a pesar de que tenían escasos minutos de conocerse, Haruka fue capaz de imaginar la sonrisa que tenía, mientras de espaldas, le contaba historias sobre una misteriosa tribu de sirenas y tritones que vivía cerca del muelle.

La abuela Nanase interrumpió la historia al llamarlos para cenar, sin embargo, al día siguiente y los siguientes, Makoto le contaría a Haruka muchas más historias sobre ranas de chocolate que podían saltar, exploradores que debían luchar contra gigantes, centauras que patrullaban los bosques y, las historias favoritas de Haruka, aventuras de la Gente del Agua.

Llegaron a un acuerdo en que la señora Tachibana se haría cargo de las compras, si Makoto se podía quedar con Haru y su abuela cuando ella debía salir. En un par de ocasiones, el padre de Makoto iba a recoger a su hijo y Haruka se encontraba admirándolo, desde el suelo. Le daba la impresión de que si se ponía de puntillas podría pegar con el marco de la puerta y se preguntaba por qué un hombre tan grande y tan fuerte cuidaba tanto de un palito de madera que siempre llevaba en la bolsa de su pantalón.

—Mamá dice que no lleves la varita en la bolsa del pantalón—Solía decirle Makoto con un puchero, y el señor Tachiabana siempre respondía con una risilla:

—Lo sé, lo sé, pero sabes que esta no es una varita temperamental, como la de tu madre.

Haruka pensaba que las historias de Makoto eran cuentos que el señor Tachibana inventaba, porque si bien la señora Tachibana tenía un vocabulario muy propio y, en algunas ocasiones, se quedaba callada en media oración, como si estuviera pensando en alguna palabra específica, el señor Tachibana tenía un vocabulario muy peculiar, que resultaba comprensible para su esposa e hijo, y solo para ellos, porque cuando le preguntó a su abuela qué significaba quidditch, la mujer revisó sus diccionarios y llegó a la insatisfactoria conclusión de que sería algún intento de expresión en latín.

Y Haruka, entonces, prefirió enfrentar la vergüenza que sentía por no conocer tantas palabras y preguntarle su significado a Makoto, quien se esforzaba por darle explicaciones claras, que algunas veces debían remontarse a la historia de Merlín y Morgana.

La amistad entre Haruka y Makoto fue tan sincera y obvia que se hizo costumbre entre las dos familias reunirse para cenar. Tanto así, que cuando los padres de Haruka regresaron no quisieron interferir e invitaron a los Tachibana.

—Muchas gracias por acompañar a mi madre y a Haruka, Nagumi-san—dijo la madre de Haru, cuando se sentaron todos a la mesa.

—Criar a Haruka ha sido difícil. Y todavía no hemos definido qué hacer con su escuela.

—Oh, ¿Haruka-kun ya tiene edad para asistir a la escuela muggle, digo… al primer grado?

—Sí, sin embargo, lo hemos pospuesto—respondió su madre, ignorando la palabra extraña—. No estamos seguros de qué sea lo mejor para él; inclusive, hemos pensado en escuelas en el extranjero, con horarios más flexibles y experiencia en niños… como él.

—Ah… ¿Aquí cerca hay una escuela, no?—dijo el señor Tachibana—. He visto a los niños ir cuando salgo para el trabajo, yo podría llevar a Haruka-kun, por las mañanas, si fuera el caso de que la señora Nanase no puede bajar los escalones.

—La salud de mi madre es algo que hemos valorado; sin embargo…

—Puedo ir a Hogwarts—dijo Haruka de pronto.

—¿A dónde? —preguntó la madre de Haru, acercándosele para escuchar mejor.

—A Hogwarts—respondió Makoto, con una sonrisa, y con voz fuerte y clara—. Es una escuela para niños con magia…

—Makoto—lo regañó su padre, haciendo que inmediatamente el niño se llevara las manos a la boca.

—Lo siento—dijo la madre de Makoto, con una sonrisa intranquila—. Espero no haberles causado problemas por eso. Es solo una historia boba que Makoto cuenta de vez en cuando…

—Pero iré a Hogwarts cuando cumpla once años—replicó Makoto, ofendido de que lo llamaran bobo.

—¿Qué te he dicho de hablar de Hogwarts?—le dijo entredientes el señor Tachibana a su hjio; sin embargo, había tanto silencio en la sala que quedó claro que Hogwarts era un lugar real y, al parecer, una escuela para niños con magia.

—Que no lo haga delante de personas sin magia—dijo en tono cansado el niño, sin embargo, insistió—, pero Haru tiene magia. ¡Lo he visto! ¡Puede aguantar la respiración bajo el agua por mucho tiempo y puede volar!

—¡Makoto! Por favor—gimieron sus padres, angustiados.

Los señores Tachibana siempre habían considerado a su hijo como un niño muy obediente y estaba advertido de que no podía contarle a nadie de la vida de los magos; sin embargo, sus controles fueron muy laxos al permitir la relación tan libre con Haruka.

—En realidad—habló la anciana Nanase, con tranquilidad y atrayendo la atención de los confundidos y avergonzados padres—. Puede levitar. Si Haruka volara, podría controlar sus movimientos.

—¡Madre! ¡No digas eso!

—Quiero ir a Hogwarts, con Makoto—dijo Haruka, fuerte y claro. Sus padres eran incapaces de tomar una decisión al respecto, pues él ya lo tenía decidido. Cuando cumpliera once años, asistiría a Hogwarts con Makoto; mientras se prepararía lo mejor que pudiera.

Los adultos guardaron silencio, cada uno consternado por la realidad que sus hijos revelaban, sin atreverse a reconocer que no había necesidad de seguir ocultando sus secretos.

—Si Makoto estará ahí, Hogwarts parece un buen lugar para Haru-chan—dijo la anciana.

.O.o.O.

Al día siguiente, la señora Tachibana visitó la casa de sus vecinos temprano, venía acompañada por una mujer quien se identificó como profesora del Colegio de Hogwarts de Magia y Hechicería. Para ser capaces de escucharla, el padre de Haru necesitó sentarse y su madre, un trago de sake. Sin embargo, conforme la mujer hablaba, el ambiente tenso de la casa, desde que Haruka nació, empezó a relajarse.

—¿Estallidos de magia espontánea? ¿Esa es la explicación a todo lo que ha ocurrido?

—Fantásticos estallidos de magia espontánea—Les aclaró la mujer, interesada en que Haruka no dejara pasar la oportunidad de estudiar en Hogwarts cuando cumpliera once años.

Les explicó que el nombre de Haruka había aparecido en sus listas, en cuanto nació, sin embargo, por la política del Secreto de la Magia solían esperar hasta que el niño cumpliera los once años para informar de su plaza en el colegio. Les comentó que hacían la excepción dado los secretos que Makoto había revelado.

—¿No lo castigarán por haberlo dicho?

—Es solo un niño y Haruka es uno de nosotros… Pero ustedes deberán guardar el secreto, o las consecuencias serán graves.

—A penas alcanzo a creerlo. ¡Haruka tiene magia!

Después de esa visita, Makoto le enseñó a Haruka cómo era el mundo de la magia, libremente. Poco a poco, Haruka fue adentrándose tanto que parecía un Sangre Pura, como Makoto, cuya familia tenía muchas generaciones de magos y brujas.

De la mano de Makoto, Haruka aprendió a nadar como la Gente del Agua y a volar como los campeones del Quidditch, supo identificar plantas mágicas y maderas para construir varitas y palos de escoba… y demostró su talento para manejar la escoba en el aire, para cortar los ingredientes de las pociones y dibujar plantas y animales nunca antes vistos.

Nadie creería que Haruka provenía de una familia de muggles y sus padres dejaron de preocuparse por buscarle un colegio, hasta que el gobierno se dio cuenta de que Haru tenía diez años y no asistía a la escuela.

Entonces, lo obligaron a asistir a la Primaria de Iwatobi.

...


Gracias por leer, y espero me puedan dar su sincera opinión.

Si tienen dudas o sugerencias, estaré encantada de conocerlas y me da curiosidad saber si en el fandom de Free! hay fanáticos de Harry Potter, o viceversa. (Quizá debería hacer estudios de mercado antes de publicar).

Gracias por su tiempo.

Nos leemos

nox!