Prologo de Jacob: Alexandra Valerius.
"Jacob…" Me llamó una voz mental. "Vamos, regresa de una vez."
Ni siquiera me molesté en contestar. Estaba tumbado en lo alto de una peña, mirando al infinito e intentando no pensar en nada.
"Jacob… intenta ser racional." Me dijo Leah. "Ella no va a volver, esta chica te quiere, te quiere de verdad y no se va a escapar cada vez que las cosas vayan mal."
"Tú no la conoces." Afirmé por fin hablando. "Bella, mi Bella, me quiere también, estoy seguro; y cuando pueda volverá a buscarme."
"Jacob, ella no te quiere." Afirmó ella. "Mira chico, me duele decírtelo pero si te quisiese no se hubiese ido sin decir nada. Si te quisiese se hubiese quedado y se hubiese enfrentado a las conse…"
No oí nada más, me había levantado y me disponía a alejarme, perdí comunicación con la manada.
De esto hace ya casi un mes, en esta semana he estado viviendo solo, como un lobo, en las montañas al sur de Canadá. Sé que aquí no vendrán a buscarme.
De día me dedico a pasear un poco en los bosques y dormir, pero por la noche suelo bajar a una población que hay al pie de las montañas. A veces encuentro periódicos y con eso puedo saber en qué día estoy.
Y de nuevo hoy anochece, sigo solo y sigo sin noticias de mi Bella… Sin embargo, hoy, mientras estoy en mi habitual ronda de rapiña por la población oigo una voz.
"¿Lo ves? Sabía que estaba aquí." Afirmó Edward.
"Cualquiera lo hubiese deducido por las huellas, lumbreras." Le contesta Embry.
Estoy tentado de huir, pero antes de que pueda Bella (Bella Swan) me ha rodeado el cuello con los brazos.
No huele a ella y eso me pone nervioso, huele como a una….
"¡Vampiro!" Pienso.
"Tranquilízate." Me dice Edward. "No estamos aquí para eso."
"Oh, Jake, lo siento… lo siento tanto…" Me dice Bella.
Eso me hace sospechar. Hace más de un año que mi Bella se fue sin decir adiós, no creo que ahora precisamente fuese ella a sentirlo.
Con un movimiento brusco me separo, apesta demasiado a vampiro.
"Jake." Me dice Embry. "Haz el favor de tranquilizarte. A nadie nos ha gustado este cambio, pero…"
"Dejarme en paz." Les digo.
Iba a haberme ido, pero de nuevo me retienen, esta vez Sam.
"No seas malcriado." Me dice. "Tienes que volver. 'Tu Bella' no va a regresar nunca."
"Mentira." Afirmo intentando zafarme. "Volverá, estoy seguro."
Entonces es cuando me sueltan el jarro de agua fría.
"Isabella ha muerto." Me dice Edward.
"¡Edward!" Le riñen su mujer y Seth.
"Alguien tenía que decírselo." Afirma Edward. "Mejor que haya sido yo, así si quiere odiarme podrá hacerlo."
"¡Mientes!" Le rujo. "Va a volver, seguro que está haciendo algún trabajo y cuando acabe vuelve."
"Enseñárselo." Les dice Edward a Embry y Seth. "Vamos, es la única forma."
"No." Dice Seth apretando algo contra su pecho. "Es algo muy duro; no, no y no."
"Seth, enséñaselo y acabemos con esto de una vez." Le dice Sam.
Con un movimiento rápido, se lo ha quitado Edward y sujeta un recorte de papel ante mis ojos.
"Misterioso asesinato de joven en Siracusa." Pone el cabezal. "Sicilia ha sido testigo de uno de los más tremendos asesinatos perpetrados desde los años del fascismo…. La victima fue descuartizada en miles de pedazos que se han encontrado calcinados, aunque eso sí, se han encontrado cerca del lugar del crimen el bolso que permite identificar a la víctima como Isabella Valerius, mujer de 20 años de edad, nacionalidad Italiana que actualmente estaba en Sicilia en un viaje de negocios para..."
No era posible… simplemente no podía ser ella.
"El asesinato tiene toda la pinta de ser real." Me dijo Edward. "Sabéis que una de las formas de matar a un vampiro es arrancándole trozos hasta que muere, supongo que lo de quemarlo fue, como dijo Jasper, para evitar su reconocimiento inmediato y asociarlo a los humanos."
Sí, en efecto, si seguía leyendo se podía ver.
"… la policía asocia este crimen a la mafia y está tras la pista de los asesinos…"
Aquello fue demasiado para mí. En un último arrebato conseguí soltarme y salí corriendo sintiendo cómo algo me pesaba en la pata.
Sé que me gritaron algo, pero simplemente no podía oír qué era.
Subí y subí hasta que paré al borde de un barranco al darme cuenta ya que iba cegado con las lágrimas.
Perfecto, solo quería morir. Sin embargo, antes de mover un músculo para poder tirarme ya tenía varios brazos sujetándome para que no saltara.
"No seas tonto." Me dijo Bella. "Si saltas no habrá vuelta atrás."
"Dejarme, no tiene sentido que siga viviendo si no está ella…" Les dije.
"¡¿Y crees que a ella le haría gracia verte así?!" Me dijo ella.
"Seguro que le encantaría ver volar a los licántropos." Afirmó Leah. "Pero no a sus amigos."
¿Leah diciendo algo agradable sobre una hembra de vampiro?
Entonces Sam suspiró.
"Igual no debería decirlo, pero estoy seguro que ella en el fondo también te quería." Me dijo. "Se preocupaba por todos mucho, de ti del que más. Estoy seguro que esté donde esté, cielo o infierno, se pondrá muy triste y furiosa si te ve tirarte por un barranco."
"¿Y qué sentido tiene que siga viviendo si no voy a volver a verla?" Le dije tras perder todas las fuerzas y caerme al suelo.
Nadie dijo nada más, tan solo estuvieron allí hasta que se cansaron.
"Vámonos." Les dijo Sam.
"¡Sam!" Le dijo Embry. "¡No puedes hablar en serio!"
"Claro que hablo en serio." Dijo él. "Dejarle en paz. Necesita estar solo un tiempo para olvidar. Dejar que se le cierren las heridas… Eso sí, Jacob, cuando estés mejor, vuelve a casa. Tu padre estará esperándote."
No dije nada, solo me quedé allí, quieto y llorando en silencio, no sé cuantas horas hasta que después de días, igual incluso semanas, me levanté y aullé a la luna. Me tiré horas y horas aullando hasta que me quedé afónico y sin fuerzas.
Estuve días y semanas sin comer hasta que me desmayé.
Pensaba que había muerto por fin, pero acabé por abrir los ojos de nuevo.
Estaba en mi cuarto, a oscuras mientras todo a mi alrededor estaba en silencio. Intenté levantarme y huir pero la ventana tenía una reja de algo que ni yo podía romper. De todas formas de repente no me apetecía nada.
Estuve así un buen tiempo, nada me apetecía; las visitas que recibía se llevaban de allí mi frialdad, no reaccionaba a nada y no me movía apenas.
Recuerdo que los únicos movimientos que hacía eran para ir al baño y poco más. Con el tiempo, comencé a moverme mecánicamente, comencé a llevar una rutina y ahí quedó la cosa.
Hoy en día hace ya casi siete u ocho meses de aquello. Reacciono un poco más, al menos ahora hablo un poco.
"Jake, no te lo vas a creer." Me dijo Embry por la mañana. "Tienes que venir a ver esto."
"No tengo ganas de salir." Le dije.
"Ya, pero es que tienes que verlo, en serio." Me dijo de nuevo. "Acaba de venir la nueva doctora de Forks, y en serio, tienes que verla."
"Me da igual, Embry." Le dije. "No estoy para chicas."
"Como quieras, pero se ha parado en frente de tu casa…" Me dijo.
Eso sí que fue lo que me hizo moverme, a parte de los tirones que me metieron entre Quil y Embry para sacarme de allí al porche donde ya estaba Billie parado en la silla de ruedas mientras veíamos cómo paraban el motor de un coche negro que parecía sacado de uno de mis sueños.
"¡Dios, es un sueño!" Dije mientras Embry saltaba hacia el coche y una mujer salía de él.
"¡¿Puedo hacerme una foto?!" Le dijo Embry como rogando. "¡¿Puedo, puedo, puedo?!"
"Claro." Le dijo la mujer sonriendo. "Pero no me lo rayéis ¿vale?"
"Si fuese mío me daría miedo sacarlo a la calle." Afirmó mi padre sonriendo mientras ella parecía concentrada en sacar algo de coche mientras se le veía el culo tapado con unos vaqueros cortados para hacerlos shorts con los bordes deshilachados mientras estaba agachada sobre su asiento maniobrando en los traseros.
"Ah, bueno. Aún no hay nadie que se haya atrevido a tocármelo." Afirmó tirando de un maletín hasta sacarlo y moviéndose el pelo que se le había caído a la cara con una sonrisa. "La dueña tiene muy malas pulgas. Me costó un montón de operaciones el reunir el dinero suficiente de las sobras del mes para comprarme este sueño de máquina."
De pronto me di cuenta de que la estaba mirando fijo y ella se había dado cuenta y me miraba.
"Ah, perdone." Le dijo Billie. "Este es mi hijo, Jacob."
"Vaya… por fin conozco al famoso Jacob Black." Dijo la mujer acercándose y dejando el maletín en el suelo para estrechar mi mano. "Encantada, me llamo Alex."
"La doctora Alex llegó hace apenas un mes." Me dijo mi padre. "Es aún muy joven, pero ya tiene una fama muy lograda en Europa, y aquí está consiguiendo fama con sus tratamientos y las operaciones."
"¿Es europea?" Le dije.
"Así es." Me dijo sonriendo. "¿Has estado allí?"
"Una vez." Afirmé.
"Ah. ¿Viaje de negocios o de placer?" Me preguntó yendo de nuevo al coche para sacar algo más mientras todos los hombres allí peleaban por echar una mano y ella movía su mano en una clara negativa antes de maniobrar de nuevo en el asiento trasero desde el delantero.
"Negocios." Afirmé dudando un poco. "Creo."
"¿En qué parte?" Me preguntó tirando de una caja de cartón para sacarla y luego de otra que se le quedó encajada en el hueco entre los asientos y la vimos forcejear hasta sacarla también.
"No sé, creo que en los cárpatos." Le contesté. "Aunque no pude ver gran cosa."
"Rumanía entonces." Me dijo tirando de otra caja atascada en los asientos, esta vez ya le ayudé. "Es una lástima. Rumanía es preciosa cuando está nevada y cuando está florida. Deberías ir a Europa, tiene muchos países preciosos. Los mediterráneos suelen tener su encanto particular."
"Me alegra ver que habéis hecho tan buenas migas." Le dijo mi padre. "Pero supongo que la doctora no ha venido para hablar contigo Jacob."
"No, vine a traer esto, como prometí." Afirmó la doctora. "Y también a encargarme de la vacunación a los niños de la escuela. Siento haber tardado tanto, las vacunas tardaron en llegar." Afirmó mostrándonos una nevera.
"Ya es un poco tarde." Le dijo Sam. "Va a tener que hacerlo mañana."
"Lástima." Dijo la chica. "En fin, supongo que no importará si dejo estas cajas por aquí. Tan solo necesitan mantener el frío y estar en un lugar donde no puedan tocarlas los niños pequeños."
"Yo podría guardarlas." Se ofreció Billie. "Jacob nunca toca nada en la despensa ni el frigorífico últimamente."
"¡Hum!" Murmuró la chica mirándome. "Parece haber perdido bastante peso, sí."
"Es que primero se le fue la chica y luego descubrimos que estaba muerta y…" Le dijo Quil, entonces yo le di un golpe fuerte en la cabeza para que se callase, pero no lo suficiente para quitarle el sentido.
"¡Cierra esa bocaza!" Le dije.
"Bueno, ya que estoy aquí… supongo que podría echar un vistazo a su espalda señor Ateara." Dijo la chica. "Ah, y creo que me pasaré también a ver a la señora Clearwater para llevarle la medicina para el corazón, creo que estará a punto de acabársele. No queremos que le pase nada."
La verdad es que esa mujer parecía muy maja, demasiado dispuesta a ayudar y desde luego, no parecía saber nada sobre el secreto.
El que Quil le hubiese contado lo de Isabella no me había gustado, pero más que nada fue el dolor cuando lo dijo.
(Salto espacio-temporal)
"Bueno, pues con esto ya está." Afirmó la doctora cuando fui llevando a mi padre al cuarto que le habían dejado para que atendiese a unas cuantas personas que, aprovechando que teníamos allí a un… una médico tan afamada en Forks por su eficacia, rapidez y sobre todo, calor con el que trataba a todos, habían ido a echarse un ojo a molestias y heridas. "Tienes que llevar el parche hasta que se te haga costra, eso sí." Añadió para la madre. "Por las noches que se lo quite y por la mañana póngaselo de nuevo, así la herida respirará y no se le infectará. En el caso de que se le pegase la gasa, tire pero con mucho cuidado, y la próxima cura que le haga póngale un poco de pomada de base acuosa por ejemplo… esta marca para que no se le pegue."
"Muchas gracias." Le dijo la madre antes de salir riñéndole a su hijo.
"Siguiente…" Llamó la doctora desde dentro.
Allí fuera solo quedábamos Billie y yo, y la verdad es que yo solo estaba allí para ayudar a mi padre.
"Bueno, nos toca." Me dijo mi padre empujando la silla hasta pasar la puerta-cortina. "Buenas tardes."
"Buenas tardes Billie." Le dijo ella. "¿Qué tal está mi paciente favorito?"
"Quita, quita…" Le dijo mi padre sonriendo. "Me haces parecer un chiquillo."
"Jo, ni que fuese un anciano." Le dijo ella. "¿Otra vez las molestias en la cadera?"
"Mis huesos ya no son lo que eran antes…" Dijo Billie mientras ella se acercaba para empujarle la silla hasta una mesa que habían cubierto con un trapo en un claro intento de hacerla camilla. "Deja, deja. Hoy puede hacerlo mi hijo. Jacob." Me llamó. "Ayúdame a tumbarme en la camilla, por favor."
Con cuidado le ayudé mientras la chica iba a su maletín y sacaba un bote como los de mostaza de las hamburgueserías pero más grande.
Le vi usarlo en la cadera de mi padre que se había bajado los pantalones y los calzoncillos un poco para descubrir su cadera.
Le vi cómo ella le echaba un líquido, que parecía estar frío a juzgar por el ruido que hizo mi padre al sentir el líquido en la cadera. No, líquido no, algo parecido a aceite. Entonces se puso a hacerle un masaje en la cadera con mucho cuidado.
"¿Qué tal va eso?" Le dijo ella a mi padre sonriendo después de un rato.
"Buff… genial." Le dijo mi padre feliz. "¡Ay!"
"Ya, tranquilo…" Le dijo ella. "Un minuto más y listo. Espero que después las molestias paren un poco más."
En efecto, le costó solo un minuto más separar las manos y dar por finalizado aquello.
"Bueno, pues esto ya está." Afirmó la chica sonriendo. "Ahora recojo mis cositas y me vuelvo a Forks, aún tengo que recoger el dinero para pagar el alquiler mañana o me echarán."
Eso me hizo mirarla. Siendo médico no debería estar pagando un piso, y así se lo dije.
"Ah, vaya." Afirmó. "Es que… la verdad es que al final mi sueldo no es tan bueno."
"La doctora además de ser una excelente profesional es… demasiado bondadosa." Afirmó mi padre. "Colabora con asociaciones benéficas."
"Eso y que a veces no cobro mis servicios a gente sin muchas posibilidades." Dijo ella recogiendo las cosas que había sacado de su maletín antes de cerrarlo con un clic metálico y volverse a nosotros. "Qué le vamos a hacer, no puedo cobrar un jarabe a alguien que no tiene casi ni para comer."
"¿Qué te debo?" Le dijo mi padre. "Vamos, no seas tímida y dime cuánto es."
"Nada." Afirmó ella. "Con un 'gracias' tengo más que suficiente. Total, lo único que he usado es aceite de hierbas y lo hago yo."
"Al menos admite la voluntad." Le dijo sentándose en la camilla y llevándose la mano al bolsillo para pagarle algo.
Sin embargo ella fue mucho más rápida y le sujetó la mano en el bolsillo para negarse.
"De verdad." Afirmó ella. "No quiero que me pague."
Entonces mi padre pareció pensar, y mientras salíamos fuera con ella, pareció decidir algo.
"Igual no es mucho, pero me gustaría compartir la cena contigo." Le dijo mi padre. "Tengo que hacerla, así que no me costará nada el hacerlo."
"No sé yo…" Dijo ella.
"Por el masaje de la última vez y la de ahora." Le dijo él.
"Vale, está bien." Dijo ella.
"Perfecto, prepararé mi plato estrella." Le dijo antes de irse. "Jacob, encárgate de enseñarle un poco el pueblo."
"Me encanta tu padre." Me dijo la médico sonriendo. "Y estoy deseando comer sus espaguetis."
"Esto…" Le dije.
"Tranquilo, no tienes por qué entretenerme." Me dijo ella. "Eso sí, me gustaría poder ir a la cala del tronco en la arena."
"Genial." Dije yo. "Está lejos. Si no te importa mañana seguro que Embry o Quil no tendrán inconveniente en llevarte."
"Ya, bueno…" Me dijo. "¿Te importa si vamos a dejar esto en mi coche?"
"Claro, vamos." Le dije.
Estuvimos andando en silencio un buen rato. Hasta que ella habló.
"Así que tu… novia, se fue." Me dijo.
"Algo así." Afirmé.
No era su asunto, así que prefería no decirle nada.
"Supongo que pensarás que no me importa pero… bueno, igual puedo ayudar." Afirmó suavemente. "Hablarlo ayuda, y yo soy buena escuchando."
"Ya, claro." Le dije. "Esto no hay nadie que lo arregle. Está muerta."
"¿Estás seguro?" Me dijo.
"La prensa lo decía." Afirmé mientras llegábamos al coche. "Me ha costado aceptarlo…"
"Creo que tu chica tendría razones para desaparecer así." Afirmó ella abriendo al puerta del coche y entrando. "Igual no te las dijo para protegerte."
"¿Y por qué dejó que la matasen?" Le pregunté furioso. "No es del tipo de mujeres que se deje matar así como así, es dura y…"
"Y cálmate o te tendré que pinchar un dardo tranquilizante." Me dijo de nuevo maniobrando en el asiento trasero. "No queremos accidentes."
¿Acaso sabía mi secreto? Era imposible, era nueva en la ciudad, además, no olía a nada raro; colonia cara pero no demasiado lujosa, champú frutal… olores humanos.
"¿Y según tú qué explicación habría a todo esto?" Le dije intrigado.
"La verdad es que hay muchas." Afirmó volviendo a su asiento y saliendo con una caja en la mano antes de cerrar la puerta con llave y apoyarse en el coche pero solo el trasero. "Seguro que se fue porque planeaba algo grande y pensó que diciéndotelo la pararías y además saberlo te pondría en peligro."
De pronto me quedé un poco confuso. ¿Y si fuese eso?. ¿Y si se hubiese ido sin decir nada para evitar que la siguiese porque iba a ser peligroso para mí?
"No, imposible." Afirmé sacudiendo la cabeza para sacarme la idea de la cabeza. "Ella sabía que yo soy fuerte, podríamos habernos enfrentado a todo juntos."
Entonces ella suspiró.
"Yo creo que no es que no confiase en ti, es… evidente que eres fuerte, más de lo normal." Me dijo. "De todas formas… Antes dijiste que te costó aceptar que ella murió. ¿Por qué?"
Ahora sí que tenía un problema, cómo podía explicarle que me costó pensar que Isabella, mi Bella, había muerto cuando era inmortal; por mucho que las pistas indicasen lo contrario.
"Es… era, era una chica excepcional." Le dije. "Era muy fuerte, valiente… no creo que se hubiese dejado matar así como así."
"Vaya pareces enamorado." Me dijo ella sonriendo soñadoramente y sentándose en el capó. "Que envidia… cuéntame más sobre ella."
Al principio me pareció raro, mis amigos no me habían querido escuchar nunca hablar de ella; mi padre decía que me ponía a veces un poco pesado hablando de ella como si fuese un ángel en vez de lo que era… Sin embargo, algo en esta doctora me hacía relajarme, confiar en ella.
"Era preciosa, la más bonita de todas las chicas que he visto nunca." Comencé yo. "Yo creo que fue amor a primera vista, no sé, cuando la vi por primera vez… sentí una punzada aquí. ¿Sabes lo que es contar las horas para poder verla? Yo contaba hasta los segundo, esperaba junto al teléfono a que me llamase porque no tenía el número de teléfono y rogaba para que llamase. Luego… ah, sí; fue increíble, hubo una temporada que no podía comer, ni dormir, solo pensar en ella, en si estaría bien."
Era raro, hasta ahora nadie me había escuchado, y de pronto, me sentí mejor mientras pasábamos un buen rato hablando. En realidad, solo hablaba yo, ella me escuchaba con una cara soñadora.
"Lo siento, debo parecerte idiota hablando así de una mujer…" Le dije. "Todos me dicen que cuando hablo de ella parezco tonto y me pongo muy pesado."
"No, me gusta oírte hablar de ella." Me dijo sonriendo de nuevo, tenía una sonrisa preciosa, parecía brillar su piel con la luna. "Me da envidia ver que la querías tanto…"
"No creo que debas tener envidia." Le dije. "Tú pareces capaz de tener a todos los hombres que quieras."
Entonces me alarmé yo mismo de que aquella confesión hubiese salido de mi boca y me mordí los labios. Ella entonces sonrió.
Estaba preciosa cuando lo hacía de ese modo, me recordaba a mi Bella.
Era preciosa, pelo liso, largo y negro, pero solo hasta el pecho y media espalda, líso y sedoso, brillante; la piel era ligeramente bronceada pero a la vez pálida, parecía brillar con la luna. Tenía un tatuaje enorme y rojo en el brazo derecho y su brazos y piernas eran casi perfectas, largas y muy bien torneadas; un tatuaje le sobresalía un poco en el muslo izquierdo y parecía de fuego. Sus uñas eran largas y con una manicura perfecta, aunque la laca era azul haciendo juego con su camiseta y llevaba una pulsera ancha de cuero como la que llevan los hevies pero con una arandela de la que colgaba un adorno que parecía una especie de angel en plata, mientras en su cuello había un collar parecido al de un perro con otra arandela y una bola azul.
"¿Y tú?" Le pregunté. "¿No hay algún señor de…?"
"Señor de Valerius." Me dijo. "No, no lo hay." Afirmó. "Demasiado trabajo, demasiado riesgo… Aunque ha habido aspirantes. El último era un gran chico, más joven que yo pero realmente encantador, y guapo."
Así que sí tenía éxito con los hombres, lo sabía.
"Bueno, ¿y qué pasó con él?" Le pregunté.
Entonces volvió a apoyarse contra el capó con una sonrisa de picardía.
"Tuve que huir." Afirmó. "Algo salió mal, así que tomé una
decisión muy dura y me alejé de él. No dije adiós, simplemente…
huí. No podía despedirme, de haberlo hecho él me hubiese seguido y
no quería ponerle a él también en peligro."
Aquello me hizo
abrir los ojos. Era como estar hablando con Isabella.
"Así que… después de intentar un plan, falló y tuve que tomar un plan B." Me confesó. "Fue duro, pero acabé por contar un contacto que estaba dispuesto a colaborar a cambio de una tapadera como yo. Ya se sabe, el diablo tiene amigos por todos lados." Dijo como con ironía. "Así que al final conseguí que me matasen, y por fin conseguí mi objetivo. Así que cubrí un poco las apariencias haciéndome una vida y vine aquí. Nueva York un mes, Boston otro… Los Ángeles, nueve meses. Y finalmente Forks."
Aquello era demasiado fuerte, era… ¡era como estar hablando con Bella, mi Bella!
La miré a los ojos. ¡Eran verdes con unas vetas de amarillo dorado!
De pronto, no sé por qué me abalancé sobre ella y la abracé con fuerza, olí su pelo, busqué el olor de su piel mientras la llamaba una y otra vez.
Entonces la sentí, sus manos me rodearon la cintura y posó la otra en la base de mi pelo para acariciarlo suavemente.
"Tranquilo… tranquilo… estoy aquí…" Me dijo mientras sentía que los ojos se me llenaban de lágrimas.
"Pensé que estabas muerta…." Murmuré. "Los periódicos decían que eras tú…"
"Ese día murió Isabella y nació Alexandra." Me susurró. "Me costó mucho fingir mi muerte y adoptar una nueva identidad sin levantar sospechas… pero lo he conseguido. Ahora ya no hay problemas."
No podía soltarla, no quería soltarla. Tenía miedo de que al hacerlo, volviese a desaparecer, que todo fuese uno de los sueños en los que nos volvíamos a encontrar…
"¿Cómo… cómo hiciste para….?" Balbuceé.
"Salvattore Bonanno." Me dijo sonriendo. "Es hijo de un antiguo mafioso. Solo quería lo que yo, huir de la justicia para vivir una vida tranquila, así que cambié su ayuda con lo de mi muerte por una identidad. Ahora es Salva Jhonson, un pescador en la bahía de Hudson. El trato es que si algún día se mete en líos me encontrará a mí tras su pista."
Los detalles me daban igual, estaba pegado a ella y no podía ni quería separarme de ella. Sin embargo, ella siempre fue más fuerte que yo, así que acabó por separarme.
"Yo también quisiera seguir con esto, pero tu padre va a salir en un momento, y Embry parece atraído por el olor de la comida, estará aquí en un minuto."
"Me da igual." Afirmé sacudiendo la cabeza. "Me da igual que me encuentren, has vuelto…"
"Jacob, escucha lo que estás diciendo." Me dijo. "Te pillarían abrazado a Alexandra, la nueva médico de Forks. Te tomarán por loco por haberme olvidado en segundos."
"No puedes estar hablando en serio." Le dije alarmado de pronto. "No puedes querer alejarte de n…"
De pronto, me habia tapado la boca con un beso que me pillo por sorpresa.
"Yo ya he cumplido lo que prometí." Me susurró mientras oíamos cómo venía alguien. "Ya no van a perseguirme, tampoco a ti porque quien me mató fue un humano… el resto es ya cosa tuya…"
"¡Jacob!" Me dijo Embry. "Anda, pero si estas con la bellísima médico recién llegada a la ciudad."
"Lo siento señorita, nuestro Jacob debe estar aburriéndola mortalmente." Le dijo Quil.
"La verdad es que Jacob estaba contándome su historia." Le dijo ella sonriendo. "Es una historia realmente interesante."
"¿Ha estado hablando contigo?" Le dijo Quil sorprendido.
"Oye, que no soy mudo." Me quejé.
"No, es que… Jacob ha pasado por una temporada muy mala y… bueno, pues lleva bastante tiempo cerrado en banda a hablar y…" Comenzó Embry. "¡¿Has hablado con ella y no con nosotros?!" Me dijo a mí indignado.
Entonces vi que ella sonreía divertida.
"Parece que al final ha vuelto nuestro Jacob." Me dijo Quil. "Me alegro de que hayas decidido hablar."
(Salto espacio-temporal)
(Voz de Alexandra-Bella)
"¡No es cierto!" Dije riéndome en la cena mientras Embry me contaba cómo hacía unos días, habían pillado a Jacob oliendo una chaqueta que dejé atrás y llorando al pensar que yo estaba muerta.
"¡Te lo juro!" Me dijo. "Lloraba como una magdalena el muy moñas."
Entonces Jacob, como era de esperar, inició una pelea verbal con él y Quil se puso en medio intentando calmar las cosas mientras yo me reía.
"Me alegro de que hayas conseguido que mi Jacob vuelva a ser el que era antes." Me dijo Billie.
"No creo que haya dejado de serlo nunca." Afirmé sonriendo.
"Mi pobre hijo… desde que una chica de la que estaba enamorado se fue no ha levantado cabeza." Me contó. "Pero tal y como imaginaba, conocerte le ha sentado bien."
"Ha estado hablando conmigo." Afirmé. "Creo que le ha venido bien."
"Pues hija, ya has ganado algo." Me dijo suspirando. "Con nosotros no quería hablar apenas…"
"Bueno, podría venir a hablar con él siempre que quiera." Afirmé. "O él podría venir a hablar conmigo."
"Creo que por fin ha llegado el final de la era Isabella." Me dijo sonriendo tras un momento de silencio. "Por cierto, si no tienes casa igual te interesaría un cuarto aquí. Como vivimos solo mi hijo y yo igual podrías…"
"No quisiera molestar." Afirmé intentando guardar las apariencias.
"No será molestia." Afirmó él. "Cualquiera que consiga que mi hijo vuelva a ser el que era bien merece un alquiler gratis; además, me vendrá bien tener un médico tan genial cerca, por si vuelve a darme un ataque de lumbago."
A todo esto, reparé en que la pelea había acabado y ahora los tres jóvenes me miraban interesados.
"Si no tienes un sitio mejor deberías aceptar." Me dijo Quil. "Jacob últimamente está en plan monje de clausura; así que no te pondrá un dedo encima."
Eso me hizo aguantar la risa mientras Jacob se quejaba de nuevo.
"Tienes que venir aquí." Me pidió Billie. "No sé qué ha pasado pero sé que has sido tú. Desde que has llegado mi hijo ha cambiado totalmente, ahora está mucho más bullicioso."
"Como estaría cualquiera en su caso, si se enterase de algo nuevo." Afirmé medio susurrando.
"¿Cómo dices?" Me dijo el hombre.
"Digo que estará bien hasta que me encuentre un sitio donde vivir." Le contesté.
"Bueno, pues bienvenida a la casa." Me dijo estrechándome la mano. "Y come más, que estás en los huesos."
"Gracias, pero me temo que estoy ya llena." Afirmé. "Será mejor que no salga lo de mi poco apetito de aquí. Eso sí, voy a tomarme mi zumito enriquecido que estoy muerta…" Murmuré sacando un cartón de sangre camuflado como zumo 'bloodysol' ((imitación de 'zumosol', el del primo de zumosol, jeje)) de tomate para hincarle la pajita y comenzar a beber.
"Sabía que eras tú, Isabella." Me dijo casi susurrando y dándome una palmadita en la espalda. "Otro nombre y un aspecto un poco diferente pero el mismo corazón enorme y ganas de pasar desapercibida. No te preocupes, te guardaré el secreto…"
Eso me hizo sonreír ampliamente. Ahora era cuando por fin tendría una familia. Una familia de verdad, con un padre, un amor, unos amigos…
