¿Saben que es una pésima idea leer novelas de temática distopica y esclavitud sexual al mismo tiempo?
Antes que nada, aquí encontrarán referencias al abuso sexual, físico y psicológico, una Sociedad enferma y retorcida y amor entre hermanos. Si en algún momento se siente ofendidos con la manera en que lo retrato, la temática o cualquier otro detalle, háganmelo saber y buscaré remediarlo. No soy tan arrogante para escribir "Si no te gusta, no lo leas". Así que sino te gusta, házmelo saber y yo tomaré las medidas necesarias, no me ofenderé. Todo con respeto. Gracias.
CAPÍTULO 1
Aquel era un mundo distinto y había algo retorcido en la forma que sus líderes lo llevaban.
Ideales de igualdad y discriminación nunca antes habían existido con tanto equilibrio como ahora y aunque todos lo veían como algo incorrecto, de la misma manera asumían que no podía ser otra manera. Se necesitaba una balanza equitativa entre el bien y el mal, los primeros y los segundos, los esclavos y los amos.
Y así era como el mundo se dirigía ahora.
Niños eran elegidos desde antes de su nacimientos para servir como esclavos, había incluso casos en los que sus características físicas eran seleccionadas específicamente con este fin desde la fecundación.
Cuerpos anchos y músculos fuertes para los destinados al trabajo de campo.
Estatura pequeña, pero robusta para los que servirían en casa de los ricos y poderosos.
Delicados y de facciones hermosas para los desafortunados que servirían como esclavos sexuales en los muchos prostíbulos regados por la ciudad.
Pero nada se comparaba con el destino de los hijos, esposas y familiares de "Los Traidores".
Porque estos habían nacido libre, y sin ser culpables más que de compartir un lazo de sangre eran entregados a una vida de vejaciones y humillaciones, un verdadero infierno.
Los padres de Itachi habían sido "Traidores", lideres de un movimiento que planeaba sublevarse contra el gobierno.
Aún recordaba la noche en que Los Agentes irrumpieron en casa y sin mediar palabra se los llevaron, sin preguntas o explicaciones, simple y sencillamente le apuntaron con las armas y a base de amenazas y gritos los arrancaron de la cama y metieron en camionetas separadas. No alcanzó a ver el rostro de sus padres y apenas escuchó los gritos de su hermano. Era tan pequeño y se encontraba tan indefenso, gimoteaba y suplicaba por mamá y papá. Sólo tenía ocho años y él trece. Habría dado su vida misma por tomar su cabecita, acariciarle el cabello y consolarlo susurrándole dulces palabras al oído.
Todo sucedió con una meticulosidad y perfección que rayaba en lo absurdo. En menos de tres minutos su vida rodeada de afecto, comodidades y lujos concluyó.
Nunca volvió a ver a su Padre o Madre, poco después supo que les habían condenado a muerte.
De Sasuke sólo sabía que había pasado a formar parte del Sistema de Esclavos.
¿Qué tipo?
No tenía la menor idea.
Él habría corrido con la misma suerte si a tan corta edad no se hubiera demostrado como un genio y líder nato, su coeficiente intelectual era más que sobresaliente, lo suficiente para mantenerlo con vida y excluirlo del letal destino que le aguardaba.
Fue asignado a una familia que le cuido hasta cumplir la mayoría de edad, eran buenos en su trabajo, fríos y meticulosos. Jamás lo hicieron sentir mal o recriminaron su pasado, tampoco le mostraron algún tipo de afecto. No sintió nada cuando se marcho, tomó sus maletas y les dijo "Adiós".
Obtuvo un buen trabajo asignado previamente por el gobierno y paso a vivir solo en una de las zonas más lujosas de la ciudad.
Lanzó un suspiro ahogado, no importaba con cuanta fuerza lo intentará ni lo mucho que se esforzará; no pasaba un solo día en que no pensará en el paradero de Sasuke.
¿Seguiría con vida?
¿En qué condiciones se encontraría?
¿Aún lo recordaría?
E interiormente deseaba su muerte, tan sólo imaginar a su hermanito en las condiciones en que mantenían a los esclavos le erizaba la piel; pero le era imposible hacer nada más que sentarse y observar la vasta ciudad, iluminada y esplendorosa.
2
No pensaba, no sentía, no existía. De esta forma era más sencillo o al menos se le hacía tolerable.
Había un tiempo en que habría gritado hasta quedarse sin voz, habría forcejeado hasta perder el aliento o negado a hacer esos actos humillantes y degradantes sin importar que el castigo que le impusieran fuera aun peor.
Sin embargo, de eso hacía mucho, mucho tiempo.
En aquel entonces era un niño que no era del todo consciente de su situación, ni lo que realmente implicaba.
¿Él, Sasuke Uchiha? ¿Un esclavo? ¿Sus padres, unos Traidores?
Pero con el tiempo termino por aceptarlo. Siempre sentía algún tipo de dolor, sin importar lo que hiciera o cuan bien se comportará e intentará complacerlos, nunca estaban del todo satisfechos. Así que durante los últimos años su existencia había rondado entre la resignación, las suplicas y los golpes.
Sólo se concentraba en el momento.
El aquí y el ahora. No pensaba en su pasado, en lo que hubo sido o querido; y tampoco lo hacía en el futuro, lo que pudo ser, aquello que anhelo.
Sólo el ahora.
Y ahora sentía como las embestidas del hombre lo destrozaban por dentro, cada vez más rápido y fuerte y aquel hombre jadeaba mientras susurraba palabras humillantes a su oído, le sostenía del cabello con fuerza y obligaba a mover su cabeza hacia atrás, su enorme y fofo cuerpo le aplastaba los pulmones de tal manera que apenas podía respirar y el olor a sudor, cerveza y cigarrillos le revolvía el estomago. Sólo quería que terminará de una maldita vez y se mordía los labios con la intención de no gemir en voz alta; había clientes a los que les gustaba escucharlo sollozar y gimotear en voz alta…pero esté no era uno de ellos. No, él prefería verlo luchar contra si mismo para ahogar los alaridos de dolor que se complacía en causarle y cada vez se mostraba más bestial, lo intentaba con mayor fuerza. No sólo lo castigaba físicamente, también le obligaba a humillarse a si mismo, instándolo a que se dijera frases humillantes.
—¿Te gusta esto?—le preguntaba con fiereza hundiéndose aun más dentro de él, arañando su espalda e intentándolo romper con mayor ahincó.
—Si, Señor…—respondía jadeando para respirar siquiera un poco—. Me encanta como me jode.
—¿Te gusta ser mi putita?
—Me encanta, siga de esta manera, por favor. Se lo suplico. Soy un esclavo que sólo existe para satisfacerle.
En otros tiempos habría roto en sollozos desesperados, suplicado por un poco de piedad, rogado por misericordia, pero tras seis años de esclavitud no se atrevía a hacer otra cosa más allá de lo que estrictamente le ordenaban.
No hablaba a menos que se lo dijeran.
No lloraba a menos que lo autorizarán.
Ni siquiera comía sin que antes se lo permitieran.
Y en ese momento, ese maldito bastardo quería escucharlo decir cuanto disfrutaba siendo violado, si por él fuera habría respondido algo como "¿Te gustaría que te lo hicieran a ti? ¿Te mostrarías tan valiente si fuera tú carne la que estuvieran rompiendo?" Pero no lo haría, sino al contrario, se mostraría complaciente.
Porque aunque a esa realidad no se le podía considerar vida, quería seguir existiendo. No quería morir.
Sería mucho más sencillo si dejará que finalmente lo matarán y le permitieran dormir durante horas y horas, sin preocuparse porque de un momento a otro alguien irrumpiera en su habitación y amenazará con golpearlo o violarlo o le escupiera en el rostro u obligará a suplicar por sobras.
No obstante, no quería morir…y siguió concentrado en el ahora. La habitación calurosa, el bamboleo constante, las palabras humillantes y el dolor, el profundo y lacerante dolor que jamás disminuía, sólo aumentaba más y más y más…
3
Deidara tocó el timbre de Itachi, sinceramente no esperaba que lo abriera y si lo hacía, había muchas posibilidades de que lo corriera con una de sus miradas marca Itachi que parecían decir algo como "Aléjate si sabes lo que te conviene"
Pero Itachi era uno de sus mejores amigos y amantes. De acuerdo, lo suyo no duro más que un inverno donde el sentimentalismo se les regaba por los poros y correspondieron a una necesidad sobretodo sexual; no obstante habían sido buenos tiempos, agradables y sentía que de alguna u otra forma, aunque ello había quedado atrás, seguían apreciándose…al menos como amigos.
Actualmente tenía una pareja, un muchacho con piel de porcelana de aspecto infantil y personalidad caprichosa llamado Sasori, que contrario a su dulce aspecto, tenía un carácter peculiar. Lo amaba, si y quería pasar todo el tiempo del universo, por los siglos de los siglos junto a él…pero en ese momento, quién le preocupaba realmente era Itachi, hacía meses que se dedicaba en cuerpo y alma al trabajo.
Incluso laboraba horas extras sin que hubiera necesidad, había días en que sólo iba a su casa para bañarse, comer un bocadillo y regresar.
Por supuesto que jamás se quejaba ni daba muestra de abatimiento, pero las ojeras y bolsas debajo de sus ojos y su rostro demacrado eran toda la prueba que necesitaba.
Itachi había emprendo un camino de autodestrucción del que no tenía intenciones de retornar.
No importaba cuantos mujeres y hombres se postrarán a sus pies y le rogarán por un poco de atención, él no se dignaba siquiera a dedicarles una mirada.
Para cualquiera sólo habría parecido un muchacho arrogante y vanidoso incapaz de superar el hecho de ser hijo de unos Traidores, pero él lo conocía y sabía que lo que tenía a Itachi de esa manera, era el desconocer el destino de su hermano menor, Sasuke.
Durante las noches en que durmieron juntos lo había escuchado llamar entre sueños a su hermanito, aquel del que desconocía su destino, pero imaginaba lo peor. Las pocas veces en que dormía profundamente, se levantaba bañado en sudor y entre jadeos entrecortados. Finalmente había optado por no dormir más de cuatro o cinco horas diarias, incluso menos, lo suficiente para no morir.
Había pedido un permiso especial para el Gobierno con el fin de que le permitieran investigar el paradero de su hermano, arriesgaba tanto, este simple acto podría ser considerado como un indicio de rebeldía o traición ya que provenía de una familia con antecedentes. Como se esperaba, se lo denegaron acompañado de una severa reprimenda, pero era un modelo de excelente conducta así que prefirieron no tomar medidas de mayor severidad.
Hacía menos de seis meses de ellos y desde entonces Itachi había ido en picada.
Dormía menos, pasaba días sin comer y trabajaba el doble de tiempo.
La mayoría de sus conocidos y amigos le habían abandonado, él era uno de los pocos que seguía en pie, por los viejos tiempos, porque lo quería.
Finalmente tras tocar el timbre al menos una docena de veces más Itachi acudió a abrir la puerta, para cerrársela en el mismo instante en que lo vio. Lanzó un grito de frustración y metiendo la llave que Itachi le dio durante el breve tiempo que fueron amantes entró al departamento sobriamente amueblado, nunca se sorprendía de descubrir cuan claros eran los colores.
Cuando veías a Itachi y su imperturbable rostro que apenas mostraba emociones, esperabas encontrar una decoración fría y sobria, incluso oscura, pero los colores beige y blancos, incluso un verde suave aderezaban la habitación. Itachi le comentó alguna ocasión que cuando lo rentó ya venía de esta manera y habría considerado una perdida de tiempo cambiarlo, pero él sabía que el mismo Itachi había mentido alguna cincelada por aquí y por allá. Era una habitación acogedora, cálida y reconfortante. Hogareña.
Itachi no cuadraba allí ni aunque lo engraparán.
—¿Qué quieres?—le preguntó sentado en el sillón, su expresión…si es que a ese gesto adusto se le podía llamar así, le indicó que lo esperaba.
—Vamos a divertirnos—exclamó en voz alta abriendo el refrigerador y sacando un par de cervezas, una de las cuales arrojó al Uchiha—.Tengo dos boletos para el mejor club de la ciudad.
—No me interesa.
—Vamos, Itachi—le dijo yendo a sentarse a su lado—. Es un sábado por la noche en una de las ciudades más ricas y desaforadas del mundo y tú planeas quedarte en casa haciendo…—echó un vistazo a su alrededor—bueno…pues nada.
—Tengo trabajo—contestó el otro sin intención de cambiar de opinión o expresión.
—Es una orden de los de arriba—le contradijo, francamente no esperaba llegar a eso, pero no existía otra forma de sacar a Itachi de su madriguera—. Me dieron estos boletos—agregó enseñándoselos—para que te llevará a este lugar, te acostarás con alguien y volvieras a lunes con, no sé…quizás una sonrisa en tu rostro.
Itachi le observó fijamente, cerró los ojos una fracción de segundos y asintió en silencio.
Tomó las llaves de su departamento y coche y se dirigieron al burdel más importante de la ciudad, del que se rumoreaba tenía una nueva y hermosa adquisición, un muchacho que había sido intercambiado por su antiguo Amo y entrenado en las más nobles artes de la seducción, amor y perversión.
Los burdeles se dividían en tres categorías: Bronce, Plata, Oro y Diamantes.
El estatus del mismo variaba en relación a la mercancía que ofrecían, así como el precio.
La gente común no podía permitirse pagar con su módico sueldo nada más allá que los de Bronce y Plata, particularmente en este tipo de establecimientos los esclavos estaban demasiado débiles y desesperados por llamar la atención, eran demasiado viejos o muy jóvenes y no estaban debidamente entrenados para satisfacer las necesidades de su Señores.
Comparados con los de nivel Oro la diferencia era abismal.
Comenzando por el aspecto físico de los esclavos, en estos sólo se albergaba la crema y nata de estos pobres desgraciados. Rostros hermosos, cuerpos perfectos, voces dulces, obediencia absoluta. Antes de ser admitido dentro de unos estos establecimientos el esclavo tenía que pasar por un férreo entrenamiento y aprobar un examen riguroso. Quienes no lo conseguían eran asesinados. Sin puntos medios ni lugar para las opciones. Se les consideraba desechos.
Aunque claro, los más dóciles, complacientes y hermosos estaban reservados para los establecimientos tipo Diamante. A ese tipo de burdeles acudían no sólo celebridades e importantes y millonarios empresarios, sino también funcionarios del Gobierno, jueces, políticos, alcaldes. Las sumas que se pagaban eran desorbitantes y eran administrados por una facción del Gobierno, el dinero iba a parar casi siempre a la beneficencia pública u obras de caridad.
El Gobierno impulsaba a los ciudadanos a vivir su vida sexual con absoluta y total libertad.
Corrían rumores de cómo en otro tiempo la gente se había reprimido a si mismo, criticado por sus vecinos y las buenas costumbres.
Pero ya no. El oscurantismo había pasado, no era más que un amargo recuerdo del pasado.
Si querías desquitar tu rabia por un mal día de trabajo, no tenías que volver a casa y pelear con tu esposa, gritarles a tus hijos y malgastar tus energías; bastaba con que fueras a un burdel, escogieras al esclavo de tu preferencia y descargarás sobre él toda tu furia. Las casas de citas de nivel Bronce manejaban tarifas especialmente accesibles para este tipo de preferencias en particular. Después de todo, los esclavos eran considerados inferiores a los seres humanos, no tenían alma, eran meras copias creadas con un propósito: servir.
A nadie le importaba si morían y las bajas se consideraban normales.
La fidelidad entre las parejas no era más que un concepto abstracto, donde el cuerpo pasaba a ser un simple artilugio, independiente a los sentimientos. No importaba con quién, cuando o donde te acostarás si dentro de ti, en tus pensamientos y sentimientos, continuabas siendo fiel a tu pareja. Por supuesto que esta regla sólo se aplicaba a los esclavos; entre congéneres mantener relaciones sexuales entre ellos, mientras tenían alguna relación formal, era considerado un agravante duramente criticado por la Sociedad.
Los padres de Itachi, al igual que todo el mundo, habían aprobado y participado en este tipo de prácticas.
Él por su parte, durante su infancia y parte de adolescencia lo había considerado perfectamente normal; las cosas eran cual y como debían.
Pero después de que todo eso pasará, no podía evitar estremecerse cuando veía a un esclavo ser maltratado en manos de su Amo, imaginaba a Sasuke, su pequeño cuerpecito, sus grandes ojos negros anegados en lagrimas, sus manos temblorosas…sólo de pensar que su hermano menor tuviera que pasar por un destino tan horroroso bastaba para hacerle detener el paso y arruinar el resto de su día.
Nunca había necesitado acudir a una Casa de citas o algún burdel, era un hombre atractivo, lo sabía. De complexión fuerte, pero sin ser robusta, rostro atractivo y voz varonil. No requería pagar para obtener algún tipo de servicio sexual, la mayoría de los chicos y chicas que conocía se habrían acostado con él y esmerado en satisfacerlo de la forma que se los pidiera. Ni siquiera necesitaba de muchas palabras, bastaba con su mirada altanera y una expresión de condescendencia, incluso de mando.
Mientras conducía por las transitadas calles pensaba metódicamente en el plan que ejecutaría, sólo entraría, escogería a uno de los muchachos, se acostaría con él y agradecería el generoso obsequio a sus superiores. Sencillo, fácil y rápido.
De antemano sabría que no lo disfrutaría realmente, porque mientras aquel pobre esclavo se estuviera esforzando para proporcionarle algún tipo de placer, él sólo vería el rostro de Sasuke en una situación similar; quizás ya estuviera muerto y se estuviera preocupando por nada en realidad.
Aumento la velocidad y siguiendo las instrucciones de Deidara localizo el lugar.
El prostíbulo tenía el aspecto de una Mansión, contrario a lo que se esperaba, no era un lugar pequeño, elegante y oculto de la vista de los demás. Sino que se erigía con graciosa majestuosidad en uno de los barrios de mayor prestigio de la ciudad, con candelabros de diseños renacentistas y fuentes con graciosas esculturas en el jardín. Podía pasar fácilmente por una residencia donde se estuviera celebrando una gran fiesta, sino fuera porque los coches costosos, trajes elegantes, vestidos bonitos y música a tono eran una constante en la escena, la cual se repetía cada noche, de manera casi idéntica, presentando ligeras variaciones en sus invitados y acciones.
No era la primera vez que Itachi acudía a ese tipo de lugares. Su Padre adoptivo lo había llevado en más de alguna ocasión como parte del ritual simbólico que consistía sobretodo en una costumbre. Cuando los jóvenes empezaban a despertar sexualmente los padres y en ocasionales excepciones, las madres dirigían a sus hijos hacia uno de estos lugares con el objetivo de enseñarles a desarrollar plena y satisfactoriamente su identidad sexual, sin riesgo de infecciones de transmisión sexual o embarazados no deseados en el caso de las chicas. La primera vez que lo llevarán tenía poco más de quince años. No le gusto del todo, la habitación estaba muy caliente, la chica era bonita, pero fría a su manera y no sintió mayor placer que el que se proporcionaba a si mismo en la intimidad de su habitación.
Volvió a ir a instancias de sus padres un par de veces más, pero cuando finalmente se independizo decidió que no tenía necesidad de pagar por un servicio que no requería, ni disfrutaba.
Mantuvo una corta relación con su amigo Deidara y de ahí en adelante, se limitó a mantener encuentros casuales con hombres y mujeres libres. Se asió a esa rutina hasta hace seis meses, cuando denegaron su petición para localizar a Sasuke.
Se encontraba tan deprimido que no tenía ánimos para otra cosa que no fuera la rigurosidad de su trabajo, al que se entregaba con un fervor casi religioso.
Dentro de la Mansión, el ambiente se tornaba cosmopolitan, sillones elegantes, paredes forradas de satén, empleados y esclavos dispuestos a cumplir hasta el menor de los caprichos de los clientes en cualquier instante.
El cigarro producía una suave neblina y el ronroneo del alcohol siendo servido tras la barra para dar paso a todo tipo de bebidas se escuchaba levemente. La habitación estaba suavemente iluminada, produciendo un efecto de ensueño, agradable. Esa casa en particular le hacía honor a su nombre: El País de las Maravillas, no importaba cuan obscena, repulsiva e incluso imposible fuera tu fantasía, ahí se enorgullecían de hacerlo realidad. Ni siquiera los límites para el cuerpo existían.
Si tenías dinero podías pagar para recibir desde una mamada de primera, hasta amputarle algún brazo, pierna o miembro a un esclavo; incluso si pagabas la suficiente, podías ir más allá y escuchar el suave crujido de un cuello al romperse o escuchar los gritos de dolor de algún desgraciado al quemarse vivo. El único pasaporte que necesitabas para entrar a ese fantástico mundo, era una jugosa billetera.
Itachi tenía intención de acabar con eso rápido, se dirigió hasta la mujer que fungía como recepcionista y le dio su nombre completo, suponía que le habían hecho alguna reservación.
La chica de aspecto bonito y rostro dulce le aviso que podría pasar dentro de una hora, el último cliente acababa de entrar y esa era una noche especialmente tranquila.
Los invito a ambos a tomar algunos bocadillos o alguna bebida por cortesía de la casa.
Deidara mientras tanto examinaba los distintos tipos de paquetes que ofrecían. Su trabajo consistía en llevarlo y tras esto, podía elegir el servicio que deseara. Aunque en ese momento no se le antojaba el sexo frío e impersonal de tales establecimientos, deseaba algo mucho más "personal". Pensó en Sasori y telefoneó a su casa.
—¿Te importa si te dejo solo?—preguntó a Itachi quién parecía muy concentrado viendo a la nada mientras bebía de un whisky escocés.
—Lárgate—le espetó el otro de una manera que incluso le pareció amigable por un segundo. Como fuera, no necesitaba más. Itachi podía cuidarse solo, salió del lugar y tomó un taxi.
El Uchiha le observó salir, feliz de quedarse a solas. Habría preferido quedarse en casa.
4
Sasuke permaneció boca abajo, respirando entrecortadamente y en espera de que la habitación dejará de girar a su alrededor.
Deseó que fueran las seis de la mañana y vinieran a buscarlo para encerrarlo dentro de su jaula. Era fría, dura y solitaria, pero al menos ahí estaba a salvo, seguro de que no le molestarían.
El cliente que acababa de salir era el tercero de noche, aun tendría que atender cinco o seis más. Tan sólo de pensarlo se le revolvía el estomago. Lo único que agradecía es que todos fueran "comunes", dentro de lo que cabía; jalaban, mordisqueaban y golpeaban todo el tiempo; pero al menos no le quemaban ni fracturaban un hueso. Suponía que él estaba hasta arriba en el ranking de esclavos, por lo que para disfrutar de este tipo de servicios tenían que desembolsar cantidades exorbitantes. Siempre existía la posibilidad de que alguno llegará al precio y pagará para torturarlo y matarlo.
Aunque su Amo era muy estricto en cuanto al cumplimiento de estas normas. Ese no era el primer burdel en que estaba, hacía menos de dos semanas que acababa de llegar, pero al igual que en otros, no tenía ni una noche de descanso.
La puerta se abrió y dio un respingo, dos muchachos entraron a la habitación, tenían menos de cinco minutos antes de que el próximo cliente llegara, para adecentar la habitación y su cuerpo. Uno de los chicos lo jaló del brazo con excesiva fuerza para levantarlo, ahogo un quejido, le dolían las piernas y la cabeza le daba vueltas, incluso se sentía afiebrado. Pero eso no importaba, durante el día ya tendría tiempo para descansar. El chico frotó su cuerpo con una esponja, incluso limpio dentro de su ano, penetrando y escarbando con brusquedad para sacar los residuos de su antiguo cliente. Era terriblemente vergonzoso y humillante, a veces creía que era aun peor que estar con algún cliente, porque para estos dos muchachos el era inferior a "nada". Un juguete al que no se le permitía hablar o quejarse, porque ni siquiera sentía. Si lo consideraban hermoso o se sentían atraídos hacía él, no lo sabía. Se limitaban a hacer su trabajo, jalando, estirando, alzando.
Era en estos momentos en que se sentía más miserable que nunca, sin embargo no se atrevía a llorar.
Ellos eran buenos empleados, a diferencia de otros que había tenido en el pasado, no lo golpeaban innecesariamente a menos que les diera alguna razón como gimotear lastimosamente e incluso había ocasiones en que pasaban por alto estas pequeñas faltas.
Le quitaron el kimono rojo que envolvía su cuerpo y lo envolvieron en otro de color azul, los moretones, cardenales y raspones quedaban ocultos bajo la tela. Le peinaron el cabello oscuro con delicadeza y maquillaron el rostro, sus facciones delicadas y andróginas se tornaban casi femeninas bajo el polvo y labial natural que le aplicaban. Lo perfumaron y revisaron que cada pequeño detalle estuviera en su lugar.
Una vez más volvía a ser hermoso. Lo odiaba.
Detestaba su pequeña estatura, su delgado cuerpo, su bello rostro. Odiaba con cada fibra de ser aquel maldito cuerpo que la naturaleza le había otorgado, habría preferido ser grande y fuerte, de esta forma habría sido asignado para trabajar en el campo o feo y repulsivo, quizás le habrían asignado para servir en alguna casa. En lugar de…
Los dos muchachos asintieron satisfechos con el resultado y salieron de la habitación, él permaneció de pie, frente a la puerta, preguntándose quién seguiría ahora, un viejo repulsivo y gordo, un empresario arrogante que le gustaba mostrar su "hombría", un depravado que hubiera pagado lo suficiente para hacerlo sangrar.
La puerta se abrió y entonces lo vio…
No era posible, no era cierto, no podía ser verdad…
—Itachi—alcanzó a susurrar antes de que finalmente todo se desvaneciera a su alrededor.
CONTINUARÁ…
¿Les gusto?; antes que nada Naruto no es mi famdon, conozco a sus personajes superficialmente…así que si hay por ahí algún alma caricativa que quiera ayudarme con el OoC, no tendré forma de agradecerle.
No sé que decir, pese a lo enfermo del mismo…Me gusta el Uchihacest…los hermanos Uchiha son sexis y hay muy poquitos de ellos en español, ¿?
Como fuera, cualquier comentario, queja, sugerencia, crítica…será bien recibida. Gracias.
