¡Hola! Pues esta es la segunda historia que subo de UtaPri. Sólo que algo -muy- distinto. Es un poco crack, tal vez, o simplemente "cómica" en realidad no sé, así que puede que haya un poco de OOC-sidad (¿?)

Este capítulo es algo corto, es casi introductorio, pero bueno, espero que les llame la atención para seguir leyéndolo. Ya tengo escrito todo el capítulo, pero preferí dividirlo en dos. Ustedes pueden colaborar y darme ideas para más capítulos, también.

Bueno ya no los aburro con mi palabrerío, lo siento, pero me gusta explicarme, aunque a veces siento que los hago bolas.


Días sin Haruka

Escondite

– ¡Chicos! – Gritó Haruka Nanami a lo lejos captando la atención de los miembros de STARISH, que estaban reunidos en la sala de estar. – Llegó el momento de que me vaya, sólo quería despedirme de ustedes. – Anunció al encontrarse ya frente a ellos.

– ¿Eh? ¿Ya es ese día del año otra vez? – Preguntó Otoya sonando algo decepcionado y apartando su atención del grupo de cartas en sus manos, con ellas intentaba hacer un truco de magia para "impresionar" a Tokiya y a Cecil.

– Si ya tiene más de cinco meses desde que la visité por última vez… – y me ha contado que está teniendo problemas en sus cultivos, debo ir a ayudarla. –

– ¿No quieres que te ayudemos, corderita?

– Jinguji, esos son asuntos que no te conciernen. Además de que dudo que a su abuela le agrade que andes por ahí diciéndole esos apodos a Nanami.

– Ah, Hijirikawa, tú siempre tan aburrido.

Haruka observó sonriente y un poco avergonzada a la discusión entre los integrantes del grupo, que a decir verdad no era nada nuevo.

– Descuida, Nanami. Te aseguramos que todo estará en la normalidad cuando regreses. – Le dijo Syo para que ignorara las riñas de Ren y Masato.

– ¡Nada de desorden! – Agregó Natsuki.

– Ni de cocinas explotadas. – Completó Tokiya.

– ¡Incluso cuidaremos de tu hámster!

– Gracias, Cecil, pero se lo he encargado a Tomo-chan. De todos modos sé que si ella necesitara de su ayuda se las pediría. – Entonces Haruka hizo una reverencia frente a ellos. –Gracias a todos, nos estaremos viendo dentro de 3 días.

Cada uno de los chicos se despidió de ella a su modo individual. Otoya y Cecil se habían ofrecido a llevarla hasta la estación del tren, pero ella amablemente lo rechazó con la justificación de que ya se había comprometido con Tomochika para que la acompañara ella.

Efectivamente, Shibuya se asomó por una de las puertas que daban hacia afuera y la llamó diciéndole que se hacía tarde si no quería ir atascada en el vagón del tren. Nanami se despidió una vez más y salió con su pequeña maleta colgando de su hombro.

Una atmósfera pesada se apoderó del lugar. A veces sentían como si Haruka mantuviera el equilibrio entre ellos, y cuando se iba de la academia, todo de pronto se volvía extraño.

– Y… ¿ahora qué? – Preguntó Ittoki.

– ¿Cómo que qué? – Dijo Syo, tratando de ignorar la sensación compartida – Termina tu truquito de tres pesos, ya van muchas veces que lo intentas y no te sale.

– Como tú y tu salto espectacular… – Añadió Cecil en tono bajo.

– ¡OYE! ¡Al menos sí lo logré al final!

– Syo, ¿no me habías dicho que a fin de cuentas fue una edición a computadora?

– Cállate, Natsuki. – Reclamó el pequeño rubio mirando a su amigo con desprecio – Tú tienes la culpa de mi acrofobia.

– Hey, hey… – Intervino Cecil tratando de calmarlos – ¿Por qué no hacemos algo juntos? Siempre estamos atascados de trabajo, ¿por qué no aprovechar ahora que tenemos tiempo libre?

– Hm, pienso que lo tenemos merecido. – Aceptó Hijirikawa.

– Supongo que está bien. ¿Pero hacer qué? – Inquirió Ichinose.

– Pues podría pedirle algún consejo a las Musas y así tal vez… –

– NO, Cecil, nada de Musas. – Se quejó Ren, interrumpiéndolo – No creo que deba recordarte cómo terminó el lugar después de uno de tus rituales raros.

– Además de que ni sirvió.

– Está bien, está bien… – Dijo derrotado ante los reproches del saxofonista y del guitarrista.

– ¿Alguien tiene una mejor idea? – Interrogó Kurusu.

– Hmmm… – Pronunciaron al unísono todos.

– ¿Y si jugamos a escondernos? –Sugirió Shinomiya, alegre.

– No seas infantil, Natsuki.

– De hecho no me parece mala idea, Syo – Exclamó Otoya – Así hay menos riesgo de que algo salga mal, ¿o no?

– Y además tú tienes ventaja, chaparrito, cabes en cualquier rincón. Si fueras de mi tamaño entonces sí quéjate, aunque bueno, ¿quién se quejaría teniendo este cuerpo de dios? – Dijo Ren con un aire de superioridad y egocentrismo que todos repudiaron.

– No Jinguji, ya cállate. – Regañó Masato, pero Ren sólo rió.

– Y no me digas chaparrito. – Respondió harto el rubio.

– ¡Yo sí juego! – Otoya se une.

– Pues ya qué. – Se anexó Syo.

– Suena divertido, sí. – Cecil aceptó.

– Yo entro. Solía jugar a esto con Masa-chan.

– Creo que no tengo nada mejor que hacer. – Se incluyó Hijirikawa, sorprendentemente.

Todas las miradas se dirigieron de pronto a Ichinose, sólo faltaba que él se uniera para que estuvieran todos en el juego.

– Ehh… paso. – Declaró al sentir la intensidad de las miradas en él.

– ¡Pero Tokiii-yaaaa! – Gimió el pelirrojo, transportándose al lado de su compañero, entrelazadas sus manos en súplica.

– No, tengo otras cosas que hacer…

– ¡Mentira! Estamos en periodo de descanso. Date un tiempo, Tokiya. – Se unió Cecil a la súplica.

– Será divertido, Ichi, no seas amargado. – Hasta Ren se ligó.

– …Bien, pero que sea rápido. – Accedió después de un suspiro de fastidio.

– ¡Sí! – Festejaron Otoya y Natsuki.

– ¿Y quién será el que cuente?

– Hmmm… – Volvieron a pronunciar todos al unísono.

– Conozco un sagrado ritual que nos ayudará a decidir. –

– Aijima, creo que dejamos en claro que…

Sin embargo, Hijirikawa no completó su frase, porque Cecil alzó su mano frente a su cara en señal de "alto", mientras con la otra mano, que se escurría a su bolsillo, sacaba una simple y sencilla moneda.

– ¿Un volado?

– Así es, Natsuki. ¿También lo conoces?

Syo llevó su palma a su frente.

– ¡Claro, Cecil! Esa cosa es universal.

– De todos modos, ¿cómo vamos a decidir si somos más de dos personas? – Dudó Tokiya.

– Pues, necesitamos dos voluntarios.

Todos se quedaron callados. En realidad nadie quería dedicarse a buscar, la cosa divertida era esconderse en un lugar súper secreto. De pronto, Ittoki dio un paso al frente, valiente, como si fuera voluntario a enfrentarse a un ser de mil cabezas.

– Yo… yo me atrevo.

Y de inmediato Masato dio un paso al frente, o dos, y no pasos firmes como los suyos. Sino un tanto mal apoyados.

– ¡Jinguji! ¡No me empujes!

– ¿Qué dices, Masa? ¿Que quieres ser voluntario? – Dijo haciéndose el sordo, a lo que Hijirikawa le respondió con una mirada asesina.

– Ahora sólo hay que lanzar la moneda. ¿Cara o cruz?

– Cruz. – Respondió rápido Otoya.

– No, yo pido cruz, es de la suerte.

– Está bien, cara. – Cambió su opción, ya indiferente.

Cecil lanzó la moneda y la atrapó hábilmente. Todos miraron expectantes al resultado.

– Ándale ya, Cecil. – Apresuró Kurusu.

– Ok, sólo quería crear atmósfera.

Cecil destapó la moneda.

– ¡Sí! – Celebró el pelirrojo.

– Con que de suerte, ¿eh?

– Silencio. Como sea, tienen cincuenta segundos.

– ¿¡Sólo cincuenta!? –Se quejó Aijima.

– Este lugar es enorme, no debe ser difícil ocultarse con éxito. – Explicó Ichinose.

– Uno, dos, tres… – Comenzó sin avisar Masato, con los ojos cerrados.

– No se vale, Masa. Pégate a la pared.

– Yo no hago trampa, pelele.

– ¿Pelele? – Repitió ofendido Ren – Lo que sea, pero comienza desde el principio.

Masato giró sus ojos con desgana, pero comenzando de nuevo a contar. Uno, dos, tres. De inmediato escuchó los pasos que paulatinamente se volvían más y más lejanos.

– …Cuarenta y ocho, cuarenta y nueve, cincuenta. – Terminó de contar y abrió sus ojos, los últimos treinta segundos fueron inútiles, pues en sólo veinte alguien podría perderse en la institución. Ni si quiera sabía por qué les dio tanto tiempo en primer lugar.

Y bien, ¿por dónde empezar? Masato caminaba por los pasillos de la academia Saotome, tratando de pensar como sus compañeros para saber dónde pudieron haberse escondido, pero era imposible. Otoya era muy vivaz, Natsuki muy blando, Syo muy escandaloso y Cecil muy extraño. Tokiya tal vez era el más parecido a él, pero seguía siendo demasiado misterioso. Y Jinguji… Maldito Jinguji, todo esto era su culpa.

El chico del lunar estaba por rendirse hasta que escuchó un ruido proveniente de una de las habitaciones cercanas. Esto captó su atención y caminó hacia la pieza de la que salió el sonido. Masato se asomó al cuarto y vio que se trataba de Shining, quien estaba hablando con Ringo y Ryuuya, golpeando la mesa con sus palmas de esa manera exagerada del director.

Masato se dio media vuelta y sintió cómo una ráfaga de viento le alborotaba el cabello. Giró su cabeza en la dirección correspondiente y alcanzó a ver unos mechones de cabello rojo desaparecer en un cruce de pasillos. Hijirikawa, habiendo identificado a Otoya, se animó un poco y comenzó a perseguirlo, yendo a toda velocidad tras él.

Ittoki escuchó los pasos de Masato y volteó hacia atrás para asegurarse de que sí se tratara de su amigo de cabello azul y no de alguien a quien le había ocasionado problemas.

Masato se dio por vencido después de un minuto de correteo al darse cuenta de que no había progreso en la persecución. En definitiva él no era tan atlético como su amigo pelirrojo. Se detuvo, pues, a capturar su aliento, viendo cómo el otro personaje salía disparado hasta volverse a desaparecer entre los pasadizos.

No obstante tras apenas unos segundos, volvió a oír las pisadas veloces de alguien.

– ¡MASATO!

Al escuchar su nombre, distante, volteó hacia atrás y lo que vio le sorprendió y le dolió, porque era Ittoki de nuevo y éste había chocado con él.

– Juraba haber dado vuelta a la derecha… – Dijo Otoya en tono bajo, mientras se levantaba con rapidez y le tendía su mano a Masato, quien la tomó aunque quejándose.

– ¿Qué te pasa? Se supone que yo te encuentre, no que tú me encuentres.

– Eso no es importante ahora, Masa – Dijo volteando hacia atrás, el pavor presente en su voz. Hijirikawa vio cómo el color se le iba del rostro. – ¡CORRE! – Gritó y echóse a correr.

Estaba confundido al principio, pero cuando vio lo que Otoya, comprendió en parte lo que sucedía y se pegó lo más que pudo a la pared del pasillo. Hizo esto para abrirle paso al furioso Camus que tenía su mirada determinada en Ittoki, y estaba seguro que interponerse en su camino sólo lo convertiría en víctima. Además si Otoya estaba siendo perseguido por el conde, se lo habría de tener merecido, ¿verdad?

¿Verdad?

Hijirikawa recordó lo extremista que Camus llegaba a ser, y temiendo no por su vida, sino por la de su amigo, huyó a donde ellos se habían ido para rescatar al inocente pelirrojo.


Una última cosa, ¿vieron ya el final de la tercera temporada? [spoiler alert] Estoy que no puedo ni respirar. Regresó mi amor Eiichi. :'D Y nuevos integrantes muy curiosos, ¿no? ¿Cuál les agradó más?

¡Saludos!