Disclaimer: Los personajes son de Stephenie Meyer.

Claim: Leah.

Summary: No estoy preparada; quizás fuera más fácil si pudiera llorar.

Notas: Para el reto Palabras Para El Recuerdo, del Foro LOL. (Palabra clave: Cartas)


Can't fight the tears that ain't coming.

Quizás si no hubiera sido tan tonta, tan ilusa, ahora no estaría sufriendo. Pero mi corazón fue necio y deseaba sentir amor, poder sonreír por cosas tontas como una flor.

La suerte no estaba de mi lado, ¿sabes? Porque te amé más de lo que alguna vez creí que podría amar a alguien, pensé que nuestro amor sería hasta la muerte como el mis padres (unidos a pesar del tiempo, de las peleas y de las personas que van y vienen por la vida).

Pero estaba equivocada. En realidad, parece que no fui buena a la hora de predecir mi futuro; no soy vidente, ni quiero serlo, pero me hubiera gustado haberlo visto venir y así poder prepararme para el impacto o alejarte antes de que sucediera.

Supongo que debía ocurrir, esto de hacerme sufrir así… Quizás era una manera de hacerme más fuerte, de endurecer mi corazón para que no me duelan las cosas en el futuro. El dolor te hace fuerte, pero mutila tu corazón.

La verdad no creo que vuelva a enamorarme, o que me imprime. No creo que yo esté hecha para esos dramas amorosos, tal vez debí hacerle caso a esa corazonada que tuve cuando pequeña, a ese no quiero ser una princesa que espere a un tonto chico que venga en su rescate.

Fui muy idiota, creyendo por un momento que sólo debía encontrar al indicado y pensando que lo eras tú. Te entregué todo lo que tenía y lo que no, sólo con la esperanza de que durara para siempre; recuerdo cuando tus manos vagaron por mi cuerpo con ganas de descubrir lo que nunca habíamos podido descubrir y entre besos me dijiste que siempre estarías para mí.

Mentiste. Ahora lo sé…y me duele tanto que me es imposible ocultarlo (en especial cuando puedes leer mis pensamientos). Sería más fácil si tuviera ganas de llorar, porque me desahogaría, secarías mis lágrimas y seguiría adelante.

Pero no, porque calaste tan hondo en mi alma que no puedo (ni quiero) sentir; ni siquiera puedo odiarte. Soy una cáscara vacía que sólo de sentir nudos en la garganta y desesperación en las entrañas, pero que no puede luchar contra esas lágrimas que no llegan.

Me gustaría poder odiarte, pero no puedo.

Leah.

Dobla la hoja de papel delicadamente, insegura, para luego ponerla dentro del sobre celeste; le sigue una foto de aquellos tiempos en los que eran felices juntos. Lo sella con cuidado, ahora nerviosa porque no puede cambiar nada de lo que dijo y tiene más miedo que nunca.

—No sé si pueda hacerlo —le dice al viento, a nadie, a sí misma. El sobre reposa en la mesa de noche y parece burlarse de ella, de sus sentimientos.

«Es una tontería», se dice, «Es sólo un sobre, no tengo que tener miedo de dárselo». Pero es que Leah no le tenía miedo al sobre, no, ella le tenía miedo a lo que esa carta decía.

Se muerde el labio inferior, sopesando las posibilidades, después suspira. Quizás…

—No estoy preparada —afirma en un susurro. Abandona su habitación y camina hacia la cocina.

Dos fósforos y cinco minutos después, ya no hay evidencia acerca de cómo siente (excepto, claro, por esas sensaciones que su pecho sigue albergando).