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—Me aburro… —dijo, pese a que nadie la escuchaba.

Estaba sentada en el sofá, con las piernas cruzadas y los brazos sosteniendo su rostro en forma humana, el cual presentaba grandes signos de aburrimiento.

Lero y Tikky no estaban ahí para divertirla. El primero se había ido con el Conde a sabía Dios dónde y el segundo a la búsqueda de una inocencia en un país norteamericano. Y los demás Noes también estaban ocupados con sus cosas.

Era la única que no tenía nada que hacer, y eso era extremadamente aburrido.

Quería jugar. Jugar a algo, no importaba lo que fuese…

La imagen de un joven de cabellos blancos y orbes grises se le vino a la mente, junto a un nombre.

Allen Walker.

Quizá podría entretenerse un rato con él.

Todo sería mejor mientras no se mantuviera en aquel lugar.

Se levantó con aquella idea en la cabeza e hizo aparecer una puerta frente a ella. No sabía muy bien donde se encontraba Allen, pero si no se equivocaba, a aquella hora debería estar durmiendo.

Dormir…

Eso equivalía a tener sueños. Y era lo que más le gustaba a Road, manipular los sueños a su antojo y convertirlos en pesadillas.

Ordenó aparecer frente a la puerta del cuarto del exorcista, y ahí fue donde apareció.

Pero el muchacho, para su mala suerte, no estaba durmiendo, sino que estaba con alguien que, posiblemente, le hubiera despertado.

A juzgar por las voces, quizá estuviera dialogando con una chica. No estaba del todo segura, pues la puerta estaba cerrada.

La curiosidad hizo mella en la Noé, y por ello decidió entreabrir el objeto que le dificultaba la visión, para descubrir una cara conocida en una escena poco deseada por ella.

La exorcista que había capturado anteriormente, conocida como Lenalee, se abrazaba a Allen como si no hubiera mañana.

¿Quién se creía que era esa chica?

Su rostro se contrajo en una muestra de molestia, pero al rato sonrió.

Esa chica no sabía bien lo que era molestar a Road Kamelot.