Woli Poli gente :33
Bueno, nadie me conoce, así que me presento ahora (?) Soy Juny, me llaman así, me gusta escribir y pues… he estado con esto de hacer un Fanfic de Kuroshitsuji desde hace mucho tiempo. La verdad la serie me enganchó demasiado la primera vez que la vi, y planeaba enfocar esto años después del último capítulo de la segunda temporada del anime. Según yo, Sebastian y Ciel se quedan juntos en un mundo que aquí, en el fic explicaré xD
Si leyeron el Summary podrán darse cuenta de que se tratará de un OC en ésta ocasión. Quizás le llame la atención, ya que no es la típica OC… ¿cómo decirlo? Perfecta, o señorita por así decirlo xD Está completamente loca, y habla babosadas.
Aún así, te quiero creación mía –Abraza a Charlotte- 3 QnQ
Sin más, los dejo con el prólogo del fic. Es más corto por eso, así que me disculpo de antemano si les molesta la longitud del capítulo u u Es miserable…
Disclaimer: Kuroshitsuji y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Yana Toboso~ Solo me pertenecen los OC: Charlotte, Trent, Francis… y los otros aparecerán a su debido tiempo.
¡Disfrútenlo! :DD
Tic tac, tic tac.
Las doce del día estaban muy cerca de llegar.
El muchacho volteó a ver a la chica que tenía tras él. Ambos se habían llevado toda la clase molestando, haciendo muecas raras, competencias sin sentido, entre muchas otras estupideces.
Tic tac, tic tac.
La maestra era una regordeta mujer, con nariz precisamente de cerdo, y ojos saltones que hacían estremecer a cualquiera. Todos en el salón se pasaban el papelito con la caricatura de la docente: un adorable cerdito de rulos grises que traía en una de las pezuñas una regla verde.
Tic tac, tic tac, tic tac.
Francis sacó la lengua, y ella uso el dedo del medio para levantar la punta de su nariz, imitando a la de un cerdo. El chico resistió la risa y luego se jaló gracias a los índices de cada mano la parte inferior del ojo, mientras aún sacaba la lengua. La rubia emitió un gemido al intentar aguantar las carcajadas, lo cual no pasó desapercibido por el resto del alumnado, quien también reía lo más disimuladamente posible.
Entonces, aquello había ido al extremo. La mujer estaba escribiendo en la pizarra, y aprovechándose de que no veía, la rubia se levantó y empezó a ser guturales sonidos de cerdo, que hicieron a todo el salón reír descontroladamente.
-¡Señorita Phantomhive!- el grito de la maestra hizo que Francis y ella se pusieran derechos en sus bancos, como esperando la peor de las reprimendas.
La maestra de historia no era para nada amigable, sobre todo con ella. Podía decirse que era la vieja más antipática del instituto, y acorralaba a sus alumnos hasta dejarlos al borde de la desesperación y hacerlos llorar. Y al haber sido nombrada por ella, debía levantarse, como tenían que hacer todos según las normas de la clase.
-Maestra Black.- aludió la joven a la mujer que ahora estaba en el pizarrón, de brazos cruzados y una regla en mano.
Recordó el papelito, y rió internamente.
-Ya que la veo tan entretenida jugando con el señor Middleford, ¿podría decirme en cuál batalla murió Napoleón?- preguntó. Todos voltearon a ver a la chica quien se encogió de hombros y sonrió nerviosa.
-¿En la última…?- el salón completo estalló en carcajadas.
-¡Será burra!
-Menudo asno es ésta tía.
-Pero en teoría, tiene razón.- y los chicos se levantaron a aplaudir, mientras la chica levantaba una de sus manos, como cual Miss universo saluda al mundo entero tras haber ganado una honorífica competencia.
La maestra, furiosa, indicó la puerta del salón, y Phantomhive, sabiendo perfectamente qué iba a decir después la maestra, exclamó al unísono con ella:
-¡Phantomhive, a la oficina del rector!- el alumnado volvió a reír divertido, mientras que la maestra hirvió en rabia. A pasos agigantados salió rápidamente de la sala, evitando así que la profesora le alcanzara con la regla de plástico que llevaba en mano. Una vez que estuvo afuera, observó el colorado rostro de la mujer.
-¡TE SUSPENDERÁN ÉSTA VEZ!- gritó fuera de sus cabales dándole un portazo en la cara. La muchacha miró la puerta del salón por última vez y suspiró pesadamente, para después sonreír levemente.
Estaba demasiado acostumbrada a eso como para asustarse por una simple suspensión de clases. Simplemente no diría nada, y se podría pasar el día vagando por las calles. En cierto modo, se alegraba. Sería una semana de vacaciones garantizada, aunque por algo estúpido.
Era a penas el primer mes, y ella tan solo quería salir corriendo de ese asqueroso lugar al cual llamaban escuela.
La escuela Morgan, una escuela pública a la que los pobres asistían en su generalidad, o también adolescentes con problemas y antecedentes legales. Todos revoltosos, groseros, insoportables e irritantes muchachos que iban desde los once a los veinticinco años.
Porque algunos pasaban repitiendo año tras año, hasta que cumplían los veinticinco y se iban a la otra sede de la secundaria Morgan, exclusivamente para adultos.
Su nombre era Charlotte Phantomhive. Cabello rubio que llegaba hasta un poco más debajo de la cintura. Pero no era exactamente el significado de bello, debido a que ni lo peinaba –porque era perezosa innata-, y las puntas se encontraban quemadas. Sus ojos, gracias a los maravillosos lentes de contacto que tenía que usar por obligación gracias a la miopía que tenía, eran de un color gris, y a decir verdad era el único defecto que le hacía sentir feliz, porque de lo contrario tenía que lucir un ojo de un profundo y determinante azul, y el otro con una horrible cicatriz en una pupila, la cual nadie se explicaba cómo había llegado allí. Finalmente, era flacucha, quizás demasiado. No anoréxica, pero no tenía los pechos suficientes, ni la retaguardia que cualquier chica deseaba.
"De todas formas, es rubia, ojos claros, delgada es mejor que ser gorda, y… además, qué se yo, tiene actitud. Es popular entre los chicos, de seguro."
¡No, señoras y señores! ¿Popular? JÁ. Jamás lo había sido. Podían conocerla como cabeza de orina, cadáver rubio, la huesos, la ciega, la patética muchacha que vivía en los suburbios de Londres. Ignorada todo el tiempo, de lo contrario molestada por ser como era.
Sí, a excepción de ser rubia y tener los ojos claros –que ni si quiera eran de ella-, era un desastre hecha persona. Despreocupada, sin maquillaje, incluso tenía un par de espinillas que se notaban claramente bajo el flequillo. Era un asco.
Ser rubia ni si quiera era la salvación, porque las puntas estaban quemadas.
¿Y a ella que le importaba? Ser así, o no serlo… jamás le había preocupado.
Los pasillos lucían vacíos, a excepción de un chico de cabellos amarillos y en punta que conocía muy bien. A pesar de llevar el uniforme, de éste colgaban numerosas y largas cadenas, que iban de un extremo al otro del pantalón. Llevaba encima una chaqueta de cuero negra, y por último exageradas perforaciones en el rostro: dos en el labio inferior, cinco en la oreja izquierda, tres en la derecha; una en cada ceja y otra en la nariz.
Lo saludó con la mano y el sacó la lengua sonriendo, haciendo el simbólico signo de rock con la mano derecha.
-Hey, cabeza de orina.- saludó el chico del salón catorce, y le revolvió el cabello a la pequeña muchacha.
-Hey, cara de perro.- la chica alzó una de sus palmas y la chocó con la de él con potencial fuerza, tanto que sintieron ambos las manos arder.
Su nombre era Trent, y tenía unos tres años más que ella. Había repetido el mismo curso tres veces, e iba en su salón: quinto año de secundaria. Aunque no importaba, pues aquel era un colegio público que tenía una pésima fama. Y sus alumnos, aún más mala fama.
La puerta junto a ellos se abrió, dejando ver a un hombre alto y canoso de gafas, vestido con un formal traje marrón. Miró a ambos, y tras reconocerlos, les cedió el paso hacia la oficina. El rector iba murmurando algo demasiado evidente, parecido a un "mocosos insufribles que me dan más trabajo…". Frente al escritorio, había una sola silla. Trent y Phantomhive se detuvieron en seco, y tras mirarse fijamente unos segundos, comenzaron una brutal guerra de empujones con tal de conseguir el asiento. El rector, por suerte, miraba justo bajo el escritorio, que era donde tenía los informes de personalidad de los chicos más conflictivos de la escuela.
De un solo empujón el chico tomó ventaja, y cuando estuvo a punto de sentarse, Charlotte lo tomó del tobillo, haciéndolo caer estrepitosamente al suelo. Lo piso en la espalda descaradamente y pasó sobre él llegando a la silla, sentándose de una sola vez.
-Huesuda tramposa…- musitó el muchacho, y la joven sonrió levantándole el dedo del medio, como acostumbraba a hacer. En cuanto el rector se levantó, ambos retomaron sus lugares como "decentes" estudiantes que no eran. El hombre se acomodo las gafas y miró a la chica.
-Charlotte Phantomhive, ¡es la cuarta vez en ésta semana!- exclamó furioso abriendo la carpeta de antecedentes de la joven. Debían ser al menos unas cuarenta páginas, calculaba, y sonriente notó que la última página estaba por acabarse.- Y con ésta, completarás otra página más.
-Una más, una menos…- susurró la chica, mirando hacia otro lado. Trent rió un poco.
-Novata.- el hombre abrió a los segundos la carpeta del chico, desvelando una mayor cantidad de hojas que la que ella tenía.
-Llevas más años en la escuela, eso no es justo…- la joven se cruzó de brazos y sonrió.
El rector sacó una de las hojas de la carpeta de Charlotte y la miró de reojo mientras comenzaba a leer en voz alta:
-Primer día del segundo año de secundaria. Les corta el cabello a sus compañeras de clase mientras duerme, y en lo restante les pega goma de mascar.
-¿Y? Ellas debieron estar despiertas en clase.- rebatió la joven. El hombre, tras mirarla fijamente, tomó una hoja de mucho más adelante.
-Septiembre, tercer año de secundaria. Quema la escuela al estar jugando con las cocinas del comedor. Se reconoce abiertamente que las áreas verdes, comedor, biblioteca, laboratorio, gimnasio, e inclusive sala de profesores quedan en absolutas cenizas. No conforme con eso, la alumna roba el mismo día los libros de clase en compañía de los señores Middleford, Adler, Roth y de la señorita Stevens.- el hombre hizo una pausa, observando como la rubia chocaba las palmas con el chico junto a ella y sonreían de oreja a oreja recordando aquello.
-Grandes tiempos… lástima que no quemamos el auditorio ese año, así la maestra Iris no se había puesto a cantar para la obra navideña.- el de pelo amarillo rió levemente, tapándose la boca.
-¡Dios!- el rector, ya desesperado, sacó otra hoja, que parecía ser de las últimas.- Octubre, quinto año de secundaria.- le entregó la hoja a Charlotte. Parecía ser un examen de religión – de esos obligatorios que dabas para poder eximirte- que no había aprobado, pues tenía una cruz en todas las preguntas.
"Nombre: Charlotte Phantomhive
Pregunta 1. ¿Cuáles son los siete pecados capitales?
Respuesta: No comer carne, no haber jugado jamás Call of Duty, también no haber jugado jamás GTA, decirle a alguien que salió el nuevo manga de One Piece cuando no es cierto, no convidar chocolate a tus amigos (si es que tienes), escuchar Justin Bieber o One Direction, y por último, y no menos importante, morir virgen.
Pregunta 2. ¿Cuál es el libro que contiene la palabra de Dios en su interior?
Repuesta: Ninguno, porque las palabras no se contienen dentro de ningún libro. Dentro de ellos hay hojas escritas, las cuales contienen palabras, pero éstas jamás serán de Dios, porque las palabras las ha escrito el autor del libro.
Pregunta 3. Aparte de Jehová, se le conoce a Dios como…
Respuesta: Yisus.
Pregunta 4. Última en el examen. ¿Quién murió para salvar la humanidad y resucitó posteriormente?
Respuesta: Gokú. "
-Pero, ¡si yo no le veo nada mal!- exclamó la muchacha alzando una ceja, a la vez que Trent se afirmaba el estómago de tanto reír y el rector le quitaba el papel de un solo movimiento.
-¡Charlotte Phantomhive, te lo advierto!- el hombre golpeó el escritorio con brutal fuerza, levantándose. La chica tenía una sonrisa esbozada en el rostro, mirando al hombre fijamente.- Te daré una última oportunidad, ¡pero si la desperdicias, te irás de la escuela Morgan! No te quiero ver nunca más dentro de algún lío o problema en esta escuela, porque si lo haces, ¡estarás expulsada para siempre de esta institución!
-¡Vale~!- respondió cantarina la muchacha.
-Ahora, ¡fuera de mi vista, los dos!
Una vez afuera, y con la puerta de la oficina cerrada, Trent silbó sorprendido por lo de adentro. Intercambiaron miradas unos segundos, pues el corredor estaba vacío, y la salida hacia el patio no estaba tan lejos. Saltar la reja y la cerca eléctrica era demasiado fácil, y por ende, escapar del lugar también lo era.
-Me voy a comprar un par de papelillos, ¿te vienes?- la rubia se llevó una mano a la cintura y alzó una ceja.
-¿Crees que yo te alabaré a fumar esas porquerías? Te dejan más baboso de lo que eres.- Charlotte sacó su celular y observó la hora. Faltaban al menos un par de horas antes de salir de la escuela, y siendo sincera, no quería volver a la fastidiosa clase de historia, donde la maestra la esperaba de seguro con una buena reprimenda.
-Cállate, asno de los siete pecados capitales.- el chico le dio un zape en la cabeza, haciéndola fruncir el ceño.
-¡Eh, cara de perro!- le pateó la pierna y sonrió.- ¡Sé que esos no son!- luego, hizo una pose victoriosa y lo apuntó.- ¿O no te acuerdas de quien me rogó no pasar el examen de religión para ayudarlo?- Trent hizo un mohín de molestia, y comenzó a caminar hacia la salida de la escuela, seguido por la rubia.
-Envidia, Lujuria, Gula, Pereza, King Bradley y Selim.- Trent se encogió de hombros y suspiró.- ¿Cómo demonios querías que supiera que le cambiaban el nombre a los dos últimos? Es impredecible.
-Payaso de circo.
-¿Y no era que tú no fomentabas que fume? Entonces, ¿por qué me sigues, rubia?
-Porque si yo no lo hago, te perderás en el camino, cara de perro.
Venganza.
Consiste primordialmente en el desquite contra una persona o grupo en respuesta de una mala acción percibida. Aunque muchas veces suena a justicia, persigue un objetivo más injurioso que reparador. La venganza consiste en forzar a quien haya hecho algo malo a sufrir el dolor que él mismo infligió, asegurarse de que nunca más causará el daño otra vez. En la mayoría de los actos, puede ser placentera para quien la efectúa.
Hay seres oscuros, que se aprovechan de esto. El mismo diablo admitía que las presas más fáciles eran los humanos; tan frágiles, tan débiles, inferiores a los sobrenaturales seres que rodeaban el inframundo. Lograban caer en la tentación tan fácilmente que incluso el observarlos resultaba aburrido y monótono.
No divertía en lo absoluto. Ahora los demonios se dedicaban exclusivamente a vagar por el inframundo sin nada importante que hacer. La mayoría se pasaba las tardes enteras jugando algo que los humanos llamaban póker.
Pero él era distinto a toda esa manga de idiotas. Incultos, ignorantes sin vida, que si el mismo Lucifer los viera sentiría nada más que asco y repulsión. Rebajarse al nivel de los mugrientos humanos para satisfacer sus necesidades de entretención.
Jamás caería tan bajo. Nunca.
Humanos. Solo servían para alimentarse; ni si quiera eso. Solo bastaban sus almas.
Se encontraba junto al profundo pozo, con el codo del brazo derecho apoyado en el borde y la mejilla derecha sostenida por la mano del mismo brazo. Aquello se traducía en lo que todos llamarían aburrimiento, de ese que es imposible sacárselo encima y te hace llevar los hombros casi a rastras por el suelo.
Veía vidas humanas. Únicamente, era lo más digno que un demonio podía hacer, ya que no se pondría jugar como un bruto un absurdo juego de cartas. No señor.
Y ciertamente, vio algo interesante. Algo tan interesante que creyó, por primera vez en muchos años, tener una pizca de interés.
-Sebastian.- habló, y el aludido apareció en cuestión de segundos en forma de un oscuro espectro, del cual solo se podía apreciar un par de ojos carmesí. Poco a poco, fue tomando forma, hasta convertirse en un alto hombre de piel nívea y cabellos tan azabaches como el traje que vestía.
-Conde…- una sonrisa se esbozó en su rostro: amable, casi sínica. Se acercó al pozo, que era donde su anterior contratista se encontraba, y algo muy claro se podía reflejar en las aguas de la profunda excavación; algo que con seguridad atormentaba al alma de Ciel Phantomhive.
Y él lo sabía, lo podía sentir en él mismo. Después de todo, sus almas estaban fusionadas en una. Contratista y demonio, juntos en un solo ser que se presenciaba como dos grandes potencias.
Sin embargo, solo uno podía ir hasta allá abajo, y ese seguía siendo Sebastian.
-Quiero que la busques, pase lo que pase, y le encomiendes la misión.- dijo el muchacho del parche. El mayordomo abrió un poco sus ojos, sorprendido ante aquella petición. Era algo que, hace años ya, habían acordado no hacer. Sin embargo, estaba él pidiéndole lo contrario.
-Pero, conde…, el destino de la familia Phantomhive en manos de esa joven de tan baja educación…
-¡No me interesa, Sebastian!- se arranco el parche de un solo jalón, y el mayordomo recobró una compostura mucho más seria que todas las anteriores. Ciel suspiró y luego lo miró de reojo, decidido, con el sello del contrato brillando ahora de un carmesí intenso que se asemejaba mucho al color que tenía Sebastian en sus ojos.- Necesito que ellos se mantengan alejados de la mansión…
-Sin embargo, conde, ¿realmente cree que la señorita podrá cumplir el deseo que usted tiene?
-En lo absoluto.- tras decir eso, se volteó por completo, dándole la espalda al pozo. Caminó hacia Sebastian, quien poseía unas enormes alas negras que pocas veces había visto cuando él había sido humano.- Por eso, quiero que tú bajes hasta allá y la instruyas.
Sus ojos carmesí parecieron afilarse de manera exagerada. Era claro que la idea no le agradaba, y era entendible a su vez. Nadie querría pasar ni media hora junto al alma de esa irritante muchacha de pelo rubio que –por desgracia- era la heredera a la gran mansión Phantomhive y, por ende, a todas sus riquezas.
-Actúa como si fuese tu contratista, y da la vida por salvarla. Ella no puede morir, bajo ninguna circunstancia, y deberá ganarse nuevamente el honor de ser llamada perro de la reina. Debes educarla y darle todo lo necesario para que no avergüence ni manche la reputación de los Phantomhive.- le lanzó una mirada fría y soberbia al mayordomo; una mirada que solo los Phantomhive poseían.- Es una orden.
Sebastian, aunque de mal humor, sintió la sangre brotar del símbolo que traía dibujado en la mano. Así mismo, se inclinó haciendo una reverencia, cerrando los ojos y, con un tono muy suave de voz mencionó las últimas palabras que le diría a Ciel Phantomhive durante un muy largo tiempo, que parecería infinito.
-Yes, my lord.
Bien, espero que les haya gustado el prólogo del Fanfic. Sí, acepto tomatazos, golpes, comentarios, ayuda, etcétera QAQ Por favor, si les gustó, dejen sus reviews :cc Me ayudarían mucho si lo hacen, ya que así sabré si les gusta o no u u
¡Aclaraciones dentro del fic!
Aclaración uno: Pensé en que Charlotte fuera rubia, siguiendo la idea de que en algún momento pudo haber heredado el cabello de Elizabeth Middleford, quien estaba relacionada con los Phantomhive. Como verán, mencioné el apellido Middleford también, pero eso lo aclararé más adelante… y si quieren saber, deberán leer el fic~ eue
Aclaración dos: Para los que no entendieron lo que Trent dice al nombrar los siete pecados capitales, se refería al anime Full Metal Alchemist, donde aparecen homúnculos representando precisamente a los pecados ya conocidos. Allí están King Bradley y Selim, los cuales representan a Ira y Orgullo, respectivamente.
Ojalá les haya gustado, en serio TT TT Yo no me tengo mucha fe en esto, pero de corazón quiero que les agrade! El próximo capítulo se viene muy entretenido, así que les dejo un adelanto aquí:
"-¡Eres toda nuestra, Phantomhive!- y en cuanto esas palabras salieron de su boca, se abalanzó contra ella, tal y como lo hace un león tras su presa. Por primera vez había sentido el miedo de estar a punto de morir, y a pesar de no haber sido su primera experiencia corriendo peligro, algo le decía que quizás no saldría de esa…"
"-¿Estás drogado? ¡Ah…! Entiendo… por eso sus ojos están rojos. Debes estar alucinando, ¿verdad? Porque… yo no soy la heredera de nada.-"
Bien, los dejo con esto, ojalá les guste :c 3 Besos, abrazos, y galletitas para todos, los amo!
Se despide, Juny Yumi Amatza, con otro fic en el que torturará a los personajes, ésta vez de Kuroshitsuji QuQ
